XVI
Viernes, 14 de octubre del 2022. 14:17
—Y así fue como le disloque el hombro a mi primo en su piñata de cinco años con un palo de escoba.
—¿Hace cuánto dices que pasó eso? —pregunto a Tavo, el chico moreno que conocí el jueves a la hora del almuerzo gracias a Ivan, quien al parecer también es parte del equipo de americano.
—La semana pasada.
Responde el susodicho desde el asiento trasero.
—Descuida, Mel. Tavo no le hace daño a nadie que le agrade y a ti ya te tomo cariño.
—¿Qué hay de su primo?
A mis espaldas, escucho el tronar de sus dedos, a la vez que Ivan a mi lado posa un dedo sobre sus labios indicando que guarde silencio. Le hago caso. Sin embargo, el silencio no dura prácticamente nada, puesto que llegamos a mi casa.
—Listo, aquí está bien. Gracias, Ivan, Tavo. Nos vemos el sábado.
Me despido mientras abro la puerta del copiloto para salir. Podría haberme regresado a pie, pero lo cierto es que estoy disfrutando de las ofertas de mis amigos de llevarme y regresarme del Insti. Digo, no es como si fuera algo recurrente en mi historial.
Comienzo a andar en dirección a mi casa, cuando Adrian, el hermano menor de Cam, me intercepta con la respiración agitada y sudor en la frente.
—¡A-ayuda! —comienza a decir posando las manos en sus rodillas con fin de recuperar algo de aire—. Necesito que vayas a mi casa ya mismo.
—¿Qué ocurre?, ¿hay alguien más en tu casa?, ¿necesitas que llame a la policía?, ¿o quizá a los bomberos?, ¿o puede ser... Oh no, a una ambulancia?
Digo lo último temiendo lo peor, sin embargo él niega a cada una de mis preguntas desesperado.
—Ven conmigo antes de que sea demasiado tarde.
Jala de mi mano para luego correr conmigo detrás suyo hasta que cruzamos el umbral de su casa.
En base a los antecedentes, busco indicios de fuego o sangre que delate alguna escena del crimen, pero me sorprendo al encontrar solo una mesa iluminada únicamente por velas en medio de la sala. Estudio la escena más a detalle, notando dos platos y copas en cada extremo de la corta superficie, la cual está decorada con un lirio en un jarrón, un mantel negro y las velas antes mencionadas que exuden un aroma a lavanda. Al otro extremo de la habitación están todas las decoraciones finas de la sala abultadas sobre los sillones, como si alguien hubiera quitado todo apresuradamente.
—Sorpresa.
Cam sale de un lado del bulto de cosas, usando un pantalón de vestir y una camisa azul abotonada. Luce increíble, pulcro y elegante al igual que todo lo demás. De repente me siento fuera de lugar con mis crocs y bermudas. Tardo un rato en reaccionar, sin embargo, en cuanto lo hago, considero asesinar a mi vecino menor quien comienza a reír a carcajadas ante mi expresión.
No había ninguna necesidad de espantarme, eso solo lo hizo por puro gusto.
—Adri, ¿por qué Mel entró como si esperara ver un muerto en la casa?
—Yo ya cumplí con mi parte, ella está aquí sana y salva. Ahora, me voy a por ahí. Recuerden usar protección en caso de...
—¡Adrien!
Cam le regaña, más él sale huyendo por la puerta de la cocina, dejándonos a solas bajo un silencio levemente incómodo donde me dedico a intentar bajar el rubor de mis mejillas.
—Así que... —carraspea acercándose a mí a paso lento.
—Cam, ¿qué es esto?
—Eh, pensé que era bastante obvio. Una cita.
No puedo contener la sonrisa que surca en mi rostro.
—Pero Cam, las citas son para conocer a alguien con quien quieres empezar algo. Tu y yo ya nos conocemos bastante bien.
—¿Qué pasa si te quiero conocer más?
El toma mi mano, guiándome a una silla en la cual me siento, para luego él hacer lo mismo frente mio.
—No creo que te falte mucho por conocer, Cam. No es como si fuera una fuente infinita de información.
Odio sonar tan aguafiestas, pero supongo que el detalle tan estereotipadamente romántico ha causado un corto circuito en mi cabeza. Me siento como en la fotografía de los padres de Annie y Hallie en juego de gemelas.
—No hay manera de que ya haya descubierto cada detalle de tu personalidad con solo un mes de amistad, y, aunque fuera más tiempo, uno nunca deja de conocer a otra persona. Por eso la gente tiene citas todo el tiempo, porque cuando a alguien le interesa alguien más realmente, quiere saber cada novedad en su vida y cambio en su carácter
—Muy bien, tu ganas. ¿Qué es lo que quieres saber de mi?
En lugar de responder a mi pregunta, chasquea los dedos y de la cocina sale Adrian con un mono en el cuello y una bandeja con dos platos de espaguetis y albóndigas, más una jarra de limonada. Luego de ponerlos en su lugar en la mesa y rellenar las copas de champagne con el líquido verduzco, vuelve por donde ha venido sin mediar una palabra.
—Tranquila, le mande un mensaje cuando no te dabas cuenta —dice ante mi expresión boquiabierta. Aun con esa explicación, me parece muy bien pensado como para ser algo improvisado—. ¿En que estábamos? Ah sí, ¿cuál es tu lugar favorito?
Le doy una bocanada a mi platillo, el cual es suficientemente delicioso como para querer ignorar la pregunta y simplemente hundirme en esa obra de arte, sin embargo trago antes de responder.
—Fácil. El vivero de mi tia.
—¿El sitio donde trabajas?, ¿y eso por qué?
—Siempre huele increíble y, además, está lleno de colores por todas partes. Amo cuando las cosas son naturalmente coloridas y no porque alguna pintura de alguien lo hizo así. Quizá por eso también adoro los atardeceres. —Hago una pausa para tomar un trago de mi limonada—. Es mi turno de preguntar, ¿cuál es tu mayor sueño?
Está claro que responderá algo sobre fútbol americano, pero lo cierto es que no tenía ni idea de que preguntar. Por su parte, él mira su plato dubitativo antes de levantar su mirada a la mía y regalarme una sonrisa torcida.
—Me gustaría tener mi propio restaurante.
—¿Qué? —pregunto sin reprimir mi sorpresa ya que eso si no lo esperaba.
—No uno elegante ni una cadena de restaurantes. Quisiera algo personal. Un lugar al que la gente iría para celebrar el cumpleanos numero setenta y tres del abuelo porque es el sitio designado de sus cumpleanos, donde un chico le pediría ser su novia a la chica que le ha gustado por más de un año, o en donde se reuniría una generacion despues de veinte años de haberse graduado de la secundaria solo para recordar con nostalgia el tiempo en que crecieron juntos.
—Yo iría a diario. Aunque, depende, ¿servirán esta pasta en tu restaurante? Porque de ser así, se volverá en mi lugar favorito.
Él ríe y me regala un guiño rápido a la vez que responde.
—Pues claro, si es una de mis recetas estrella.
—En ese caso, reserva una mesa para mi todos los días. —Pienso en dejarle hacer la siguiente pregunta, en cuanto otra duda me asalta—. Hay algo que no me queda claro. ¿Cómo piensas llevar tu restaurante como jugador de americano profesional?
Cam bufa amargamente.
—No voy a jugar profesionalmente. En realidad, quizá ni siquiera juegue una vez entre a la universidad. Mi papá... —Truena su cuello incómodo, como si no quisiera tratar el tema pero tampoco hiciera el intento de evadirlo—. Mi papá quiere que estudie ingeniería industrial y comience a involucrarme con la empresa de la familia, por lo que apenas tendré tiempo para hacer otra cosa.
—Pero tú no quieres.
Un silencio tenso amenaza con amargar el ambiente, no obstante, Cam sacude la cabeza al igual que cualquier negativa que haya despertado el tema, para luego hacer su dichosa pregunta.
—Da igual, ahora yo pregunto. —Se da un segundo para pensar, masajeando la barbilla con la mano izquierda hasta que se le ocurre una pregunta—. ¿Que es algo que siempre hayas querido hacer, pero simplemente no has podido?
Suelto una risotada a la vez que dejo los cubiertos en el plato.
—Bah, mejor hubieras preguntado qué he hecho. Así la lista sería significativamente más corta. Lastimosamente, tengo más sueños que agallas para cumplirlos.
él me mira alzando una ceja. Está esperando una respuesta. Muerdo la una de mi pulgar mientras busco en los recónditos de mi mente la larga lista imposible de cumplir de sueños y cosas que alguna vez dije eran necesarias que hiciera antes de morir, sin embargo ya no estoy muy segura de ello.
Es que, siendo honesta, si me dijeran "Melissa hoy es tu último día de vida", no creo hacer ninguna de las cosas en esa lista. Probablemente solo salga a correr con Vane una vez más, e intente besar una vez más a mi vecino.
—Bueno, me encantaría ir a una feria y subirme a una montaña rusa. Nunca lo he hecho porque solo de verlas me producen ganas de vomitar, pero siempre que veía gente bajarse de una, salían risueños y llenos de adrenalina. Me gustaría saber si a mi me pasaría lo mismo. —Hago una pausa donde me dejo perderme en mis recuerdos antes de volver a hablar—. Ah, también quiero ver una rana en una selva de sudamérica.
Cam frunce el ceño por mi último comentario.
—Eso ha sido más específico de lo que pensaba. Pensaba que todos le tenían asco a las ranas por su piel mocosa.
Yo me encojo de hombros.
—¿Qué te diré? Mi película de princesas favorita siempre fue "La princesa y el sapo".
—¿Piensas besar una rana en sudamérica? —pregunta conteniendo una risa a lo que yo hago una mueca asqueada.
—No, claro que no. Estoy bastante segura de que eso sería acoso animal.
—Que bien porque sería extraño besarte después de eso.
Soy bastante consciente de cómo mi rostro se vuelve totalmente rojo en segundos. Uf, no. Eso es ser cruel con mis nervios. Maldito ángel insensible.
—Creo que ya es hora del postre, ¿no crees?
Antes de que pueda responder cualquier cosa, su hermano aparece igual que antes para tomar nuestros platos y depositar un par de rebanadas de pastel de chocolate frente nuestro.
—¿Esto también ha sido receta tuya?
Pregunto tomando un trozo con el tenedor y llevándolo a mi boca.
—No, en realidad ese lo compré de camino acá. ¿Te gusta?
Su pregunta me causa ternura, por lo que sonrio abiertamente.
—Cam, está increíble. De hecho, todo ha estado increíble. Desde Adri, hasta el sitio y la comida... Es la primera vez que alguien se toma tantas molestias conmigo.
—Ya era hora de que alguien lo hiciera. Eres la mejor persona que he conocido.
No se muy bien cómo responder a su cumplido, así que me limito a sonrojarme y acabarme el trozo de pastel restante. Creo que es la primera vez que alguien me gusta tanto al nivel que me gusta el chico frente a mí, sin embargo me siento mucho más cómoda de lo que apostaba estar en este tipo de situaciones, cuando el dice cosas lindas de mi sin ningún tipo de pudor o duda en su tono. Eso es bueno porque, como pocas veces en mi vida, me siento totalmente fuera de mi zona de confort sin una sensación de incomodidad sobre mis hombros. Al contrario, me siento tan ligera como una hoja.
Hablamos un poco más sobre los ensayos para las obras de octubre, sus entrenamientos, la fiesta de Eva. Un poco de todo. El se ofrece a llevarnos a mi y a Vane a la fiesta y traernos de regreso a mi casa a pesar de decirle que no es necesario que lo haga.
—Creo que ya es hora de que me vaya.
—Por mí puedes quedarte toda la vida.
A pesar de su comentario, el cual intento ignorar para no ponerme en evidencia de nuevo, nos ponemos de pie y caminamos juntos a la puerta principal sin mucha presión.
—Nos vemos mañana en la tarde.
Él me mira con intensidad en esos ojos azulados que nunca fallan en alterar mis nervios, antes de tomar mi mentón y dar un beso superficial a mis labios.
—Nos vemos mañana, Mel.
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