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VI


Sábado, 17 de septiembre del 2022. 14:25

Después de un comienzo de semana tan fuera de mí consistente calma, casi agradecí la llegada del miércoles ya que, a pesar de ser ombligo de semana, es el dia mas tranquilo de la vida ya que no tengo ninguna responsabilidad los miércoles más que ir a un par de clases, comer y dormir. Prácticamente no tengo que hacer nada. No muy diferente al resto de mis días pero de igual manera lo he coronado como el mejor día de la semana.

Lo único que amenazó con amargarlo fue no tener ni una mínima interacción con mi angelito. No supe realmente qué fue lo que pasó con él, pero prácticamente se esfumó y no supe nada de su paradero hasta el día siguiente que disfruté del placer de verlo a un par de asientos de distancia mientras los profesores explican de temas que no pueden importarme menos.

No volví a pensar en lo que dijo Ivan a pesar de que el protagonista de los rumores no dejara de pasearse por mi mente como si fuera su parque de diversiones favorito.

Aunque claro, el jueves en la tarde si hubo un momento que trajo un par de fragmentos de la conversación y preguntas a mi cabeza.

Acababa de darme una ducha helada después de una clase intensa de atletismo. Aún sentía los músculos de las piernas y abdomen tensos junto a la satisfacción clásica que llega después de una buena dosis de velocidad y viento en la pista. Fue ahí, mientras cepillaba mi pelo mojado frente a la ventana con mi vista clavada en un parque a un par de metros, que la ventana vecina llamó mi atención.

Cam sonriendo de oreja a oreja, con la cara sonrojada y marcas de sudor en su playera, sostenía un trozo de papel con mi nombre en mayúsculas escrito en él.

Recordé mi avioncito y su bola de papel el martes por lo que tomé otro trozo de papel y escribí rápidamente un "¿qué sucede?" en letras grandes para que se viera desde donde estaba parado. No era el método más rápido de comunicación, pero se sentía refrescante hacer algo fuera de lo usual.

El respondió con un "Me aceptaron en el equipo de americano :D", adornado con una sonrisa todavía más grande que la que uso cuando me saludo. No pude evitar soltar unas risas y levantar ambos pulgares como felicitación. Quería comerlo a besos.

Al reverso de mi hoja escribí un "Esoo, Sabía que lo lograrías :)" y lo mostré. El pronto levantó un último trozo con un "Gracias, yo aún tenía un par de dudas pero lo logre" guiñó un ojo antes de dejar el papel y marcharse. Vi atenta como cerraba la puerta de su cuarto con el corazón galopando a más velocidad de lo normal. No estaba muy segura de que fue lo que me agito: el guiño, la noticia o el "un par de dudas" que me hacían más ruido de lo que me atrevería a admitir.

Dos días después, me encuentro humedeciendo las hojas de las amoenas del vivero en el que trabajo, recordando cada cinco segundos la escena del jueves aunque, si soy cien por cien honesta, lo que más recuerdo es su sonrisa radiante e infantil.

— Cariño, ¿dónde has dejado las macetas cuadradas? — dice mi jefa entre la zona de los árboles — En un rato pasan por un palo de brasil y lo han pedido ya en maceta.

— Me parece que está justo donde van todas las macetas, tia.

A mis catorce años aprendí la definición de año sabático y me obsesione con la idea de tener un año libre antes de la universidad para viajar por el mundo. Mi madre dijo que la única manera en que lo tomaría es si yo misma lo pagaba así que comencé a trabajar en el vivero de mi tía Grecia ya que era la única dispuesta a contratar una niña con nula experiencia y nulas habilidades.

Me atrevería a decir que es mi lugar favorito. Es aquí donde mi tía guarda más de cien especies diferentes de plantas de los rincones más escondidos del mundo. Las flores más bellas que he visto y un par de frutos frescos en primavera.

Somos el único vivero en Celsis por lo que se puede decir que es un sitio bastante concurrido, pero yo solo vengo los fines de semana, aunque a veces me paso entre semana después de clases para respirar un poco de ese aire terroso y húmedo.

— Ah, tienes razón. Aquí está. ¿Qué haría sin ti y tu bello cerebro?

Además, la tía Grecia es demasiado descuidada como para dejarla sola con el vivero. Empezaría un virus mortal o algo por el estilo.

Pocos minutos después, entra una mujer castaña vestida con un traje blanco impecable y lentes Versace ocultando su mirada. Al estar yo con las violetas resulto ser la más próxima a la nueva clienta por lo que me acerco con una maceta en mano para atenderla.

— Buenas tardes, ¿Está buscando algo en especifico?

Repara en mi presencia y sube sus lentes para posarlos en su cabello. El aliento se estanca en mi garganta al notar unos preciosos ojos azules como el cielo.

— Si, venía a recoger un palo de Brasil que había apartado antes —, me responde, finalizando con una sonrisa gentil de boca cerrada con un brillo en los ojos que me resulta levemente familiar.

— Oh claro, lo debe tener mi tía. Permítame un momento.

Hago el amago de ir por ella sin embargo la mano fría de la señora se posa sobre mi muñeca deteniéndome en el proceso.

— Espera. ¿Esas son violetas?

Señala la maceta que llevo y yo sonrío como una madre orgullosa.

— Si, ¿no cree que son preciosas? Me he dedicado a cuidarlas personalmente.

— Son hermosas... y muchas. ¿Cómo has logrado que florezcan aquí? En el norte están en todas partes pero se que no se dan aquí por el clima. Se ponen... especiales.

— Yo diría más bien delicadas. Si están en un sitio que no les gusta, te lo dicen sin vergüenza. Usted lo ha dicho, no florecen. — explico a la clienta en lo que empiezo a acariciar el pétalo aterciopelado de una de las violetas — Por alguna razón, ellas se pusieron muy contentas de estar aquí y todos las adoran por lo que nunca dejan de recibir halagos que solo las incitan a embellecerse más. Solamente eso, y los cuidados normales de agua y luz, es que crecieron así de bellas.

La mujer mira fascinada la planta en mis brazos.

— ¡Mary! — sale mi tía de entre algún rincón, interrumpiendo el deslumbre de la clienta. Lleva en sus brazos la maceta cuadrada con la planta que la señora frente a mí pedía hace un minuto. — Justo acercaba tu palo de brasil para cuando llegaras.

— Oh si, ¿me ayudarías a subirla a la camioneta?

Mi tía hace como pedido, subiendo la maceta a una range rover blanca para luego recibir el dinero de la mujer, quien vacila antes de guardar su cartera.

— Una cosa más. — dice con ese brillo en sus ojos que me resulta bastante familiar —, Me gustaría llevarme unas violetas.

No puedo evitar sonreír ante el pedido. Las violetas son muy importantes para mí porque necesitan más cariño y atención que la mayoría de las plantas aquí. Tienen su propia sección en el vivero que, cabe decir, es mi favorita, y de la cual prácticamente me encargo solo yo.

Una de las reglas del jardín de violetas es que no cualquiera las puede tocar ni poseer. Es clave para mantener su belleza. Por eso es que, aun si alguien insiste mucho en comprarlas, si no lo considero apto no hay venta. Mi tía está de acuerdo con eso por lo que siempre espera mi aprobación antes de dárselas a alguien.

Esta vez tomo la maceta con las violetas más oscuras del jardín, un tono que fácilmente se podría confundir con azul.

— Tratelas con amor y ellas lo agradecerán.

Ella asiente antes de marcharse con una gran sonrisa que despierta la misma espinita de familiaridad de antes.

— Tía, ¿la mujer que se acaba de ir es nueva cliente? no creo haberla visto antes.

— Ah sí, se acaba de mudar con su familia la semana pasada. Es muy elegante. — se empieza a distraer con un manzano que apenas comienza a crecer sus primeras hojas en una maceta que aún es muy grande para él — Creo que me ha mencionado que tiene un hijo de tu edad, ¿hay algún Velázquez en tu curso?

Oh, ahora tiene sentido. Ya decía yo que los ojos me parecían familiares.

— Eh, si. De hecho es mi vecino.

— Vaya. Y no la reconociste, ¿acaso no sales de tu casa, niña?

— Si, solo que no presto atención.

— Eres todo un caso, nena. — doy por terminada la conversación cuando no habla por un par de minutos, sin embargo decide continuarla de la peor forma — ¿Y qué? ¿te gusta el chico Velazquez o por que te has sonrojado?

Suelto un saco de piedras de la sorpresa. Sin vacilar me pongo en cuclillas para recoger el desastre que, de alguna manera, logra comprarme un poco de tiempo.

¿Pero de dónde ha salido eso? ¿Tan obvia soy que todos se dan cuenta de mi flechazo con esa hermosura?

— Para empezar, se llama Cameron. No chico Velazquez. — suelto agitada — Segundo, el no me gusta. Claro, es agradable y hemos hablado un par de veces pero nada más. Es más, ni siquiera es atractivo. Tiene unas pecas demasiado marcadas y el pelo rubio muy desordenado para mi gusto. Es que, además, con ese aire de presumido que trae. Ni ganas de acercarse, tía, la verdad. Ni ganas.

Podría jurar que me comencé a sudar el bigote que no tengo.

— Aja... ¿Y si el si quisiera acercarse a ti?

Le diría que sí a todo.

— ¿Queeee? Le diría que no. Un no rotundo. N. O. — coloco la bolsa bien sellada junto al resto — Es que deberías ver como trata a las chicas tia.

No se ni siquiera lo que estoy diciendo pero culpo al estrés de saber que acabo de conocer a mi futura suegra y a mi tia por tomarme todavia mas desprevenida que Ivan y Vanessa. Se suponía que aquí era mi lugar seguro, lejos de las situaciones incómodas en la escuela.

— ¿Cómo las trata?

Como diosas.

— De una forma, uff, muy irrespetuosa tia. Las toquetea en medio del pasillo y no las respeta. Le gusta dar show sin importarle las chicas para nada porque cada día es una diferente. Todo un playboy.

— Ay mijita, es que yo ya no entiendo. ¿No era que tú y él solo habían hablado un par de veces?

Me pongo a peinar a un helecho solo para hacer algo con mis manos inquietas. Siento la culpa de hablar mal de alguien que nada que ver pero parece ser que en este momento soy incapaz de controlar cualquier cosa que salga de mi boca.

Lo siento angelito.

— Ya, pero así de problemático es. Solo me bastó un poco para tener suficiente de Cameron Velazquez.

— ¿Y tan siquiera es guapo?

...

— Regular.

Mi voz suena como un pitido que creo yo es una prueba clara de lo falsas que son esas palabras, sin embargo no hago ni el intento de corregirlas. Veo la hora, que por suerte es justo mi hora de salida, así que tomo mi bolso y le doy un beso de despedida a mi tía antes de prácticamente huir de la escena del crimen.

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