IV
Lunes, 12 de septiembre del 2022. 19:11
— ¿Un pato?
— Flota.
— Ya, pero... ¿un pato?
Frunzo los labios frustrada y le doy un trago a la botella de tequila. Ya hace un buen rato que deje el vaso en el olvido.
— ¿Qué tienen de malo los patos? Son geniales. Está el pato donald, y ...los otros.
— Soy alérgico.
— ¡No es un pato real! — me exaspero, mientras él sólo ríe ajeno a mi enojo—, Además, ¿cómo iba a saber que no te gustan los patos? No te conozco de nada y agradece que si quiera traje algo porque sino...
— Era broma — Me calla con una sonrisa tonta en sus labios — Es el mejor regalo de cumpleaños que me han dado. Gracias, Mel.
Por unos segundos, nos miramos a los ojos en silencio hasta que pone una mano en mi mejilla y la pellizca como si fuera una niña berrinchuda.
Después de haber descubierto la identidad secreta del misterioso Ivan, me sentí tan apenada que decidí ser su compañera de tragos por la noche — o al menos hasta que a alguno de los dos se le olvide —. Ya llevamos más de media botella y varias reflexiones filosóficas dignas de hacer temblar a cualquier filósofo de la Antigua Roma en su tumba.
— Aun no me has dicho como sabes mi nombre.
No es que me incomode que lo sepa, pero me causa cierta intriga el que alguien, con el que nunca he tenido contacto, sepa de mi existencia.
— Vanessa dijo que vendrías. — se encoge de hombros — Y como las vi entrar juntas, deduje que serías la famosa Mel.
Hace un ademán a una pequeña ventana con vista al jardín frontal. No la había notado antes. Por un lado hay unos chicos en círculo jugando verdad o reto, seguidos de una chica regresando hasta el desayuno, y más al fondo una parejita contra un árbol haciendo movimientos extraños.
Algo más capta mi atención, un descapotable rojo que estaciona frente a la casa de mi acompañante. De él, baja el protagonista de mis fantasías más recientes que se apresura a abrir la puerta del lado del copiloto para su pareja.
— ¿No crees que parecen hermanos?
Expulso el trago que daba a la botella por la nariz tosiendo desesperadamente.
— Wow, tampoco te pongas así. Yo solo decía... Ambos son rubios y con ese aire de mírame pero no me toques .
Niego con la cabeza con una sonrisa, aún recuperándome de mi crisis. Es increíble la manera en que este hombre suma puntos en mi ranking de personas agradables cada que abre la boca. Antes de que pueda responder ingeniosamente a su comentario, mi mejor amiga aparece por la puerta con una cerveza en mano.
— Mel, te he estado buscando por todas partes.
Repara en Ivan y le da un abrazo junto a múltiples felicitaciones para luego avisarnos que ya ha empezado a esconderse el sol. Salimos juntos pero cada uno se pierde entre la multitud, por lo que me abro paso hacia el jardín por mi cuenta y me siento en una hamaca a un costado de la cascada.
Adoro el momento. Por un instante, dejo de oír el reggaetón de las bocinas, de ver cuerpos bailando y saltando rítmicamente, de ser consciente de que estoy en una fiesta. Absolutamente todo es eclipsado por el naranja y rosa del ocaso.
Puede que no sea el primero que vea, pero es sin duda el más bello.
— Es precioso.
La presencia de Cam interrumpe mi embelesamiento. Está sentado en una de las piedras de la cascada junto a mi hamaca.
— ¿Por qué no estás con tus amigos? — hablo demasiado lento para mi gusto sin poder evitarlo. El cansancio de un día largo sumado a alcohol crearon una mezcla rara en mi que es como si todo fuera más despacio y me sintiera extremadamente relajada.
— No me dan ganas. — se encoge de hombros y me mira —, No me desagradan pero aún no me siento cómodo. No sé el nombre de la mayoría ni entiendo sus chistes así que no creo que me echen mucho de menos.
— A Eva pareces conocerla muy bien.
Si no me encontrara actualmente en modo zen, quizá hubiera sentido vergüenza. Quizá, pero como no es así, me da igual todo.
Pienso que no me va a contestar y se irá pero, en su lugar, sonríe mirando de nuevo al atardecer que ahora ha empezado a pintarse de morado.
— Somos viejos amigos. La conozco desde que tenía dientes de leche.
Que ganas de ser vieja amiga tuya.
— Aún no me has dicho tu nombre.
Su comentario me toma por sorpresa. De alguna manera asumí que sabría mi nombre de la misma manera que el cumplañero Ivan, pero obviamente no es el caso. ¿Cómo podría saberlo si su única conocida en Celsis se enteró hoy de que existo?
Por otro lado, me hace feliz tener el honor de presentarme por mi cuenta. Así que me enderezo y lo miro directo a sus ojos, levemente más oscuros por la gradual escasez de luz.
— Soy Melissa Silvares, tu vecina ruidosa y compañera de clases — el suelta una risa baja antes de guardar silencio.
— Melissa Silvares.
Repite mi nombre como memorizando a la vez que suelta la mano que le había extendido en mi presentación. Aprovecho para recargar mi cabeza en la hamaca sin perder de vista su mirada. Me pregunto por qué será que mi cuerpo reacciona al alcohol de la misma manera que otras personas a la hierba. ¿Será por que nunca tomo? Nah, no lo creo.
— Así es, pero mis amigos me llaman Mel.
Eso es una indirecta para que seamos amigos y me estampes contra tu puerta mientras me lleves al cielo guapeton.
— Mel suena bien para mi.
Sonríe y lo imito admirando su perfil para luego volver la mirada al cielo antes de que comience a babear.
Lastimosamente, los colores calidos desparecen del cielo dejando unicamente el negro de una noche sin luna y en mi unas inmensas ganas de hacer pipi. Me pongo de pie muy a pesar de los planes de Dios, que decide poner el codo de un chico en mi cara antes de que el mismo se de un clavado bomba en la piscina. En cuestión de segundos, me encuentro tirada en el pasto con la mandíbula adolorida, mojada hasta el culo y la mente en blanco.
— Mierda, ¿Estás bien?
Pregunta el ángel antes de tomar mis hombros e inspeccionar mi rostro con consternación. Vaya, que lindas son sus pecas. Me pregunto cuántas serán.
Uno, dos, tres...
— Demonios Mel. Di algo.
— Creo que me voy a dormir.
diez, doce...
Creo que no fue muy buena idea. Siento que estoy contando ovejas y eso no ayuda a mi estado de chakras alineados por el alcohol.
— No te duermas, un golpe en la cabeza puede ser mortal y...
Sigue hablando pero yo reconsidero contar sus pecas porque son demasiadas y no puedo con la incertidumbre de saber cuántas son.
Apenas voy en el número cinco cuando él me levanta en brazos casi como en mis fantasías de primaria con Tarzán, exceptuando que en esas no había alcohol ni multitudes de adolescentes bailando en el camino. Solo me baja cuando llegamos a la cocina, donde toma una lata de cerveza y la coloca delicadamente sobre mi mandíbula. Hago una mueca, sintiendo un dolor que amenaza en convertirse en un chichón a la mañana siguiente.
— ¿Te sientes mejor?
Asiento. El dolor crea el efecto de que todo da vueltas pero lo fresquito de la lata lo apacigua un poco.
— ¿Con quién has venido? Creo que lo mejor sería...
Sin poder contenerlo, suelto todo el contenido de mi estómago en la hielera a nuestro lado. Cam casi parece querer vomitar también al ver la mezcla espesa cubriendo las bebidas y el hielo, sin embargo decide mejor taparla y caminar conmigo de la mano fuera de la casa.
No tarda mucho en llegar un coche azul, que sospecho lo pidió mi vecino, puesto que nos sube saludando al conductor. ¿Qué era lo que había preguntado antes? Ah sí, mi amiga la loca.
— Uy, Vanessa.
— ¿Es tu amiga? ¿Ella te trajo a la fiesta? ¿Tiene como volver sola?
Asiento a cada una de sus preguntas conforme las va soltando. Claro que sabe como volver sola si siempre está lista para sobrevivir a estas cosas, el problema es que en cuanto me encuentre me va a descuartizar por irme sola. Me siento terriblemente cansada así que recargo mi cabeza en el hombro del ángel mientras sigo apoyando la lata fría en el costado de mi rostro. Como sea, Vane lo entenderá. Duramos cerca de quince minutos donde el conductor hace plática y Cameron la sigue antes de llegar a nuestra calle.
Me lleva a rastras por el camino a mi puerta con un brazo suyo abrazando mi cintura de manera que mi cara no azote contra el pavimento. Mientras tanto yo hago el intento de avisarle a mi mejor amiga que ya me he ido pero las letras bailan sin sentido sobre la pantalla de mi celular imposibilitando la tarea. Me rindo en cuanto nos detenemos.
— ¿Llamarias a Vanessita para decirle que no se preocupe por mí y que ya me fui?
Él asiente reprimiendo una sonrisa a la vez que toma mi teléfono y busca en la lista de contactos a mi amiga. Saco las llaves de su escondite maestro — el medio de mis pechos — y las pongo en manos de Cam para que él haga todo. Renuncio a esforzarme y usar más energía de la necesaria, solo quiero tirarme a la cama de aquí a navidad.
— Listo. Ya le he mandado mensajes y está todo bien así que te dejo para que descanses.
Noooo. No quiero que te vayas.
— Pero si te vas, voy a morir — me manda una mirada mezclada entre pánico y desconcierto — No puedo ni con mi alma y no hay nadie dentro que me auxilie si me ahogo en mi vomito.
Hago un puchero que termina por sacarle otra sonrisa antes de abrir la puerta y llevarme consigo. Le indico por donde tenemos que pasar para llegar a mi habitación, donde tomo propulsión antes de lanzarme a mi cama y hundirme plácidamente. Luego me derrito entre las sábanas casi perdiéndome en un sueño.
Dios mío, que delicia.
— Tienes que darte una ducha, te vas a resfriar.
El ángel, que por momentos suena como demonio, aparece en mi campo de visión haciéndome recordar que toda mi ropa y pelo están empapados por el imbecil que decidió darse en clavado en el peor momento. No reacciono de inmediato, regalándome un par de segundos más para apreciar la belleza de mi vecino, y es que yo se que ya canso con el tema pero es culpa suya. El es quien me quita neuronas con solo existir cerca mio, de por sí es complicado pensar en estos instantes.
Sus ojos sobresalen con una curiosidad que los hace brillar de una manera especial. Casi parecen dos topacios preciosos incrustados en donde deberían estar sus iris. Estiro mi mano, rozando su mejilla con mis nudillos antes de tocar uno de ellos con la yema de mi índice.
Nop. Son reales. Si son ojos de verdad.
— Pero que... ¿me acabas de picar un ojo? — se aleja llevando una mano al ojo afectado.
— Tenía que comprobar si eran verdaderos. Listo. Si lo son.
Tomo un pijama y unas bragas antes de huir al baño. Su sobresalto me ha dado la suficiente lucidez para escapar de la situación antes de que se vuelva demasiado incómoda.
Luego de una ducha fría de apenas un par de minutos, salgo con toda la intención de tirarme a la cama y no salir jamás, pero me detengo a notar que mi vecino sigue en mi habitación. Espera sentado en una de las esquinas de mi cama, mirando hacia la misma ventana por la que lo vi anoche hacer cosas sucias con una rubia muy conocida.
— Pensé que ya te habrías ido.
— Lo iba a hacer pero primero quería asegurarme que estuvieras bien — hace un ademan a su ventana — , no sabía que mi habitación estuviera justo frente a la tuya.
— ¿Ah sí? ¿Esa es tuya? No tenía idea, jeje. Que casualidad.
La ducha ha bajado drásticamente los efectos del alcohol en mi cuerpo por lo que los nervios que me causa este chico se hacen notar en mi con cada segundo que pasa. Me percato de lo pegada que está la camisa negra que lleva a su cuerpo por cada trozo de tela mojada que ha tocado el mío después de la tragedia.
Luces mejor que una pizza con harto queso, angelito.
— Supongo que puedes sobrevivir sin mí, así que me voy.
— Si... Muchas gracias por traerme, no era necesario.
— Claro que lo era, no dejaría a una amiga sola en esas condiciones.
Amiga. Que rápido pasé de ser solo una desconocida a una amiga en menos de dos días.
Una sensación cálida nace en mi estómago junto a una sonrisa en mi rostro.
— Descansa, Mel.
Deposita un casto beso en mi mejilla antes de desaparecer por la puerta y dejarme mas tiesa de lo que podría hacer Medusa en mi habitación.
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