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I


Domingo, 11 de septiembre del 2022. 18:03

Corro.

Me queman los muslos del esfuerzo pero no me detengo hasta llegar a la línea blanca antes que el resto del equipo.

— ¡Bien hecho Silvares! Sigue así y puede que regresemos de los nacionales con el oro.

Únicamente respondo con un asentimiento de cabeza puesto que apenas puedo con mi alma. Necesito agua con urgencia.

— ¡Hey Mel! — Vanessa, que recién termina, me tiende un termo igual al que tiene en su otra mano, del que bebe como si regresara de una isla desierta. También tiene la cara de haber vuelto de una. — No puedo creer que le pongan tanto esfuerzo con este calor. Es que te lo juro, alguien se va a resbalar con los charcos de sudor, morirá trágicamente y luego se achicharrará el cuerpo con el sol ¿Y sabes quien tendrá la culpa? tu y las demás que corren como si fueran las jodidas olimpiadas. ¿Hola? Esto ni siquiera era un entrenamiento oficial. Es DOMINGO.

— Wow, calma fiera. — Le doy un par de palmaditas en su hombro sudado como consuelo porque en teoría tiene razón, pero disfruto demasiado el correr y ganar como para quejarme así que mejor cambio de tema —, ¿Sigue en pie la pijamada en mi casa? Ayer encontré un drama coreano que creo que te va a encantar. Spoiler: Parece ser la cosa más empalagosa y cliché del universo de los dramas coreanos.

—Justo como me gustan. Paso rápido a mi casa a asearme y te alcanzo.

Toma su bolso y se marcha tarareando una canción. En el camino la interceptan varias chicas del equipo que toman el mismo autobús que ella.

Por mi lado, tomo mis cosas y camino en dirección contraria a ellas, me pongo a su vez mis auriculares de casco con la intención de perderme en el universo de música pop durante el trayecto a casa. Se que tardare cerca de media hora puesto que estoy demasiado cansada como para llevar mejor ritmo que una anciana en cuenta regresiva para el ataúd, pero ya es costumbre que Vane llegue una hora después de lo acordado así que no tengo prisa.

Vane y yo somos mejores amigas desde cuarto de primaria, cuando a la maestra de historia se le ocurrió ponernos en el mismo equipo para exponer sobre la llegada de Cristobal Colon a America. Pésima idea he de decir.

No sabíamos nada así que decidimos conseguir toda la información por San Wikipedia y presentar en modo de obra los hechos. Una actuación digna de ovaciones por la academia de los Oscares. Lastima que toda la trama estuvo mal y terminamos dando el grito de independencia, vestidas de piratas, conmigo en el piso abrazada a la bandera después de haberme lanzado del barco.

El disgusto de la maestra fue tal que nos dio clase libre para salir a pensar sobre su vocación. Reprobamos. Aunque, eso sí, fuimos la sensación en el salón y la popularidad de Vane no hizo más que subir desde entonces.

Mi mejor amiga es el tipo de chica que se hace amiga instantáneamente de todo ser vivo en la faz de la tierra. Que va, se hace amiga hasta de las rocas. Se sabe los secretos más sucios del Instituto antes que llegue a oídos de los involucrados, y siempre consigue invitaciones a todas las fiestas sin importar que tan exclusivas sean.

Siendo honesta, todavía no entiendo nuestra amistad. Mi teoría es que le gusta estar a mi lado porque mi vida es más aburrida que el mar muerto y así puede estar tranquila de que nunca estaré en bocas ajenas. Además, siempre puede contarme la primicia de cualquier rumor sin importarle si le cuento a alguien más ya que mi vida social es mínima.

A mi también me encanta el drama ajeno, así que por mi que me cuente lo que quiera.

Ya en casa, me saco los tenis en la entrada y subo las escaleras hacia la segunda planta para ponerme un pijama de verano luego de una ducha helada que calma la tensión en mis músculos.

Reproduzco una canción aleatoria de mi playlist tipo urbana para comenzar a alistar todo en el cuarto de tele. Pongo a hacer palomitas en el microondas y subo bolsas de comida chatarra junto a ingredientes para prepararlas como es debido, además de refrescos y tazas de té ya que aun no he lavado los vasos ni pienso hacerlo pronto.

Suena una canción que por alguna razón siempre me despierta unas ganas inmensas de sacudir mi cuerpecito como lombriz, así que no me reprimo y, subiéndole el volumen al máximo, la canto dando grititos en las mejores partes.

Bajo las escaleras cantando con destino al microondas donde las palomitas yacen listas y calientitas cuando escucho cómo timbran y golpean la puerta intensamente.

Dios mío qué desesperación.

Vane no tiene derecho a reclamos siendo que ella es la más tardada, así que me tomo mi tiempo para poner las palomitas en un molde de plástico de "Los Increibles" y llevarme un puño a la boca mientras abro la puerta.

— Hola.

Mierda, no se parece en nada a Vanessa.

— ¿Vanessa?

— ¿Qué?

No le doy tiempo ni de pensar.

Cierro de golpe para darme la oportunidad de tragar las palomitas y ponerme una bata del armario junto a la puerta para cubrir mi pijama, demasiado fresco para el público, mientras trato de estabilizarme.

Ok, definitivamente no es mi mejor amiga disfrazada detrás de esta puerta.

En su lugar, un chico con una belleza surreal, mirada de ángel y sonrisa de anuncio de pasta dental espera al otro lado de la puerta. Rubio de ojos azules, como pequeños topacios entre pestañas rizadas, y más alto que yo por una y media cabezas.

Quiero vomitar. Demasiada belleza para mis humildes ojos.

No pasa nada.

Que. No. Cunda. El. Pánico.

Seguramente es solo una ilusión por ver tanta serie hormonal de bellos veinteañeros actuando como adolescentes resolviendo los problemas de la humanidad, pero nada más. Ahora mismo, abriré la puerta y no habrá nadie del otro lado...

— Hola otra vez —, por poco doy otro portazo, pero unos brazos fornidos adornados con un par de definidas venas, detienen la puerta antes de que logre mi cometido, — No, no, no. Ya un portazo fue suficiente para mi nariz.

Consternada miro a su rostro notando, más allá de sus pecas y rasgos baja bragas, un tono rojizo crecer en la punta de su nariz y porción de su frente. Un sentimiento de culpa y vergüenza me envuelve, sonrojando mis mejillas a la vez que suelto la puerta y llevo mis manos a su rostro apenada.

— ¡Ay no! Lo siento mucho mucho. Es solo que me sorprendió ver a un desconocido en mi puerta y me puse nerviosa pero de verdad que lo siento. Pensé que me ibas a robar o matar como en las pelis. Creo que tengo algo para... — Balbuceo como cada vez que entro en panico y jalo de su mano a la cocina donde lo siento en un taburete de la barra mientras tomo una bolsa de gel del congelador. La colocó en su nariz preocupada sin pausar una sola vez mi conversación unilateral falta de sentido —, Que tonta. Te prometo que no soy una persona agresiva. El diálogo es la clave aunque, bueno, tampoco es que sea dejada. Yo trato como me tratan y...

Cierro la boca al notar su desconcierto y lo absurda de la situación.

Que demonios Melissa. Se suponía que te debías cuidar de los extraños y a la primera oportunidad metes a uno hermoso en tu cocina. ¿Qué diría tu madre, huh?

— ¿Estás bien? Tu cara está toda roja, parece que va a explotar.

De repente soy muy consciente de lo inmenso que es su cuerpo, marcado de músculos a través de la ropa, en comparación con el mío. La combinación de su perfume, que parece ser una mezcla de cítricos con menta, más su belleza de otro mundo me embriaga. Todo en él aplasta cualquier pensamiento coherente en mi pobre cerebro.

— S-si — respondo sacudiendo mi cabeza. Despierta Mel, despierta. — ¿Necesitabas algo?

— Ah, si. Soy Cameron, tu nuevo vecino.

Gracias Dios. Gracias Alá. Gracias Buda, o quien sea que instaló semejante deidad junto a mi humilde morada.

Hacía un año ya que la vieja Prudencia murió. No tardaron mucho en llegar su descendencia como buitres a pelear los terrenos y lujos que había adquirido la anciana a lo largo de su vida, pero nunca nadie llegó a habitar la casa de la vecina. O eso creí hasta ahora.

— Justo hace unas horas terminamos de establecernos con lo básico y estamos cansadisimos, asi que lo único que queremos es descansar en total tranquilidad —, asiento repetidas veces aún con la bolsa de gel estampada en la nariz del bello muchacho —, Por eso vengo a pedirte que bajes el volumen de tu música rara.

Pausa ahí.

¿Rara? ¿Oí bien? ¿Música Rara?

Le hubiera dado más fuerte con la puerta.

Siento como el rubor se extiende hasta mis orejas y me muerdo la lengua en un intento de controlar el vómito de insultos que amenaza con salir. Nadie se mete con mi música.

— Está bien. En un momento le bajo. ¿Algo más?

— No, eso es todo.

— Bien.

— Bien.

Regreso la bolsa de gel al congelador y camino hacia la puerta con él a mis espaldas, lista para despedir al cari lindo falto de cultura.

Sale sobandose la nariz con su mano izquierda y con la derecha hace una seña de despedida sin voltear a verme. A su vez, Vane llega con una maleta pequeña en algo que vagamente se podría considerar pijama a mi puerta —una camisa de algun partido politico y shorts deportivos holgados—, y silba vulgarmente a espaldas de mi vecino que ya no es capaz de oírla por la distancia.

— Eh, ¿Que hacía el guapote de Cameron Velazquez saliendo de tu casa?

Cierro la puerta y subimos por las escaleras sin olvidarme del bol con palomitas.

— ¿Lo conoces? Olvidalo, no se ni porque pregunto. — nos instalamos en el cuarto de tele y bajo el volumen de la música a un nivel decente para mantener una conversación—, Mejor ilustrame con toda la información que tengas sobre mi nuevo vecino.

Su barbilla casi toca el piso por la novedad pero pronto se recupera y se acomoda alzando una ceja formando esa cara que dice "Ahí te va un chisme jugosito y picante". Por mi parte, me preparo tomando una bolsa de gomitas en forma de panda y una taza con coca cola. Lista para declaraciones fuertes.

— Para empezar, debes saber que mi fuente de hoy son un par de señoras ricachonas que escuche en el trabajo hace unas semanas, pero fuera de ellas no he sabido nada más allá de lo que muestra en sus redes sociales.

Toma una bolsa morada de papas y exprime de manera infinita limones en el contenido. La miro atenta, ansiosa porque llegue a lo interesante.

— Parece ser que la señora Maria Velazquez, la madre de Cameron, está casada con un hombre de dinero que les consiguió una vida llena de lujos en la capital a ella y sus dos hijos. Ambos solían ir a un colegio privado con uniforme, clase de esgrima y toda la cosa. — Hace una pausa para dar un sorbo a su bebida y comer una papa —, Les iba muy bien hasta que sucedió algo de lo que nadie se enteró, pero lo cambió todo para la familia Velazquez. Pasaron de ser el foco de atención de la clase alta del país, a no verse para nada en ningún sitio. No se sabe lo que pasó, pero algo acabó con ellos. Los borraron como el meteorito a los dinosaurios.

>> Luego fue lo de tu vecina, la señora Prudencia que en paz descanse. Salió con que su sobrina consentida había heredado absolutamente todo. Las propiedades, las joyas, los millones, el jarrón chino que tenía en su sala. TODO. ¿Lo puedes creer? Yo no. Y lo mejor de todo, adivina quién es la famosa sobrina heredera.

Me encojo de hombros inmersa en la conversación. Vane toma un puño de papas que traga de golpe, aumentando la intriga.

— La mismísima Maria Velazquez, madre de Cameron.

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