Prólogo.
•Bishop Briggs - Dark side.
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—¡Amy! —escucho que grita mi hermano desde la planta baja. Ya es la segunda vez que lo hace y está hartándome.
—¡Cinco minutos más! —exclamo desde la cama y siento unas fuertes pisadas que se acercan.
—Eso dijiste hace, más o menos, media hora. Van a ser las once de la mañana.
Susurro un leve "idiota", siendo consciente de que logrará escucharme porque está pegado al otro lado de la puerta.
—¡Te escuché, Amy Katherine Plox!
Suficiente, eso logró que me levantara de un salto. Ni siquiera sé cuál es mi aspecto en estos momentos, pero, raramente, poco importa.
Tomo una almohada, abro la puerta y me dirijo rápidamente hacia la sala al notar que el pasillo se encuentra vacío. Mi objetivo de metro sesenta estaba ubicado de espaldas frente al fregadero, lo fulmino con la mirada —aunque no esté en su campo visual— y me acerco. Comienzo a darle golpes, tan concentrada en ello que por poco derramo el café al rozar la taza con el brazo.
Mencionar mi segundo nombre en esta casa era sinónimo de guerra y se lo dejo bien claro cada vez que golpeo su cuerpo con más fuerza.
—Creo que tu violencia me aclaró las ideas, hermanita.
—Perfecto, nuestra comunicación está empezando a mejorar.
—Hice café —me ignora y señala el recipiente que lo contiene— No sé si se ha enfriado y, de ser así, no pienso prepararlo nuevamente.
—Alguien se levantó con el pie izquierdo esta mañana...
Sí, mi nombre es Amy Katherine Plox (sé lo que piensan, es un apellido algo... inusual). Desgraciadamente vivo con mi hermano Alex, quien es mi "mellizo con delay" —como solía decir mi madre—, compartimos fecha de cumpleaños, pero nos llevamos tan solo un año de diferencia. Nuestra convivencia comenzó un año después de que ambos finalizáramos los estudios secundarios, fuimos a clase juntos ya que he repetido el cuarto año, por lo tanto, nos graduamos a la par.
Se preguntarán: "¿y dónde está tu madre?" Larga historia, viaja constantemente debido a su trabajo, estos últimos meses se instaló en algún lugar ubicado en Londres por un proyecto a largo plazo. Les puedo asegurar que siempre ejerció muy bien su rol a pesar de la distancia y, actualmente, sigue llamando todas las semanas para verificar que no quemamos la casa o morimos envenenados por falta de experiencia a la hora de cocinar.
En cuanto a mi padre... solo puedo decir que por lo menos se preocupó por dejar esta casa a nombre de sus hijos. No sé nada de él desde que decidió irse cuando era pequeña, ni siquiera recuerdo cuándo fue el momento específico en el que Walter mandó todo a la mierda e inició su vida desde cero con otra mujer. Luego de ese lamentable acontecimiento, mi madre supo cómo salir adelante y seguir criándonos. Mi infancia estuvo rodeada de amor sin importar lo ocurrido y siempre digo que admiro la fortaleza inquebrantable de Lindsey.
Nuestro paso por la secundaria consistió en no meternos en problemas, tener buenas calificaciones y rodearnos de estudiantes que eran considerados "populares", en otras palabras, el prototipo ideal adolescente. Todos querían a los hermanos Plox como amigos por alguna extraña razón que nunca llegué a comprender. Pero hasta ahí llegó el cuento de hadas.
Al principio de nuestro último año en ese lugar, las cosas se torcieron. Las personas del entorno —que decían llamarse amigos— cambiaron su actitud y revelaron que todo lo que vivimos había sido una farsa. ¿Por qué? Siempre pienso en esa pregunta y la respuesta, carente de sentido, que una compañera me dio: "sus vidas son tan perfectas que merecen un poco de dolor y hostigamiento para mantener equilibrada la realidad." Nunca me creí perfecta y estoy segura de que Alex comparte mi pensamiento. Y, aunque así fuera, no justifica el hacerle daño a alguien.
Duele saber que viviste bajo un engaño, era como si una parte de nuestras vidas hubiera sido, en cierto modo, artificial. A mitad de ese año, logramos salir de ese ambiente tóxico; las agresiones, amenazas e insultos estaban enterrados. Mi hermano se había unido al equipo de béisbol, formando nuevos vínculos, al igual que yo. Incluso conocí a Evan Sotelo, mi primer amor y también mi primer corazón roto.
La felicidad parecía durar poco a nuestro lado porque esa gente que conocimos resultaron ser igual o peor que los demás. Tengo sospechas de que se esparció un rumor falso, pero nunca tuve forma de comprobarlo. En fin, dejaré de divagar sobre el pasado porque ya se torna aburrido, era importante para lo que ocurrirá en breve.
Al cumplir veintiún años decidí que era el momento perfecto para ir a vivir sola ya que Alex había conseguido trabajo como enfermero en un hospital en el centro de Seattle, por lo tanto, pasaba la mayor parte del día sola después de terminar mi turno de la mañana en una cafetería. Él arruinó mis planes al insistir en quedarnos juntos porque tenía la loca idea de que intentaría suicidarme.
Muchas noches se presentó esa idea en mi mente cuando los recuerdos se volvían insoportables, aunque nunca tuve el valor necesario para concretarlo. Después entendí que no había hecho nada para merecer ese trato, y ahí fue cuando otra cosa ocupó mis pensamientos cada noche, algo sumamente descabellado. Una solución para dejar el pasado atrás de una vez por todas.
Elaboré una lista para matar a todas las personas que me hicieron daño, llegué a la conclusión de que no les regalaría mi muerte.
—Esta noche empezamos con tu plan y no me has dado información sólida, entiendo que quieras tener el control, pero ten un poco de consideración con tu ayudante.
—Me faltaban unos detalles mínimos, pero lo solucioné, hasta tengo fotos —digo mientras me llevo una tostada a la boca.
—¿Fotos? ¿Para qué las quiero?
—Necesitas ver el rostro de nuestra víctima para que no se generen confusiones. A no ser que quieras ir por ahí matando a desconocidos y regalarles minutos de vida a quienes no lo merecen.
No le di tiempo a contestar porque, luego de dar un último sorbo a mi infusión —la cual se iba a enfriar en cuestión de minutos—, me encamino hacia mi habitación. Cinco minutos es lo que me toma regresar porque no recordaba en dónde se encontraba cada pieza del plan.
—Lee y observa todo con atención, no hay lugar para los errores esta noche —me acomodo en la silla y le extiendo unos papeles.
—Avenida Kirk, 147. Amber Larsen... —recita en voz alta, cuando tiene la foto entre sus manos se queda en silencio y luego continúa— No recordaba que fuera tan hermosa.
Mi semblante se vuelve serio y le lanzo una servilleta directo a la cara, ganándome una mirada confundida de su parte.
—No estamos en un casting para conseguirte novia, Alex. Vamos a cometer un delito, y si quieres conservar tu preciada libertad debes mantenerte serio. Ahora, por favor dime que te encargaste de lo que te pedí.
Asiente y, sin emitir una sola palabra, sale corriendo en dirección a su habitación, la cual se encuentra a la izquierda de la puerta principal. Cuando tocó distribuir los espacios, él decidió quedarse en planta baja y yo conservé mi lugar escaleras arriba porque tenía bonita vista y un pequeño balcón.
Vuelve con dos bolsas medianas y me acerca una, quito el traje y lo estudio con atención. La tela es de color rojo, cubre perfectamente todo el cuerpo e incluye una capa que casi toca el suelo, el largo justo para no tropezarnos con ella. Siento un ligero peso en el interior, así que vuelvo a mirar y me doy cuenta de que hay algo más: una máscara. Es del mismo color que la vestimenta, lleva una sonrisa cocida y una especie de ojeras que se extendían alrededor de todo el ojo; en el izquierdo caía una lágrima (todo esto en negro).
—Hice lo que pude y seguí tus dibujos.
—Son perfectos, hermanito, gracias.
22:00 h.s.
Mentiría si dijera que no estoy nerviosa, aunque, por momentos, creo tener una inmensa adrenalina. Es como si un cincuenta por ciento de mi cerebro estuviera a favor y el otro cincuenta está a punto de echarse a correr. ¿Quién me entiende?
Recostada en la cama observo a mi alrededor, fingiendo que eso logrará distraerme un poco o ayudará a calmar mis palpitaciones. Estuve varios meses planificando cada detalle, ocupando un poco de mi tiempo libre en volver a tomar el anuario y recorrer hasta el último nombre plasmado en esas páginas. Sé que no será fácil, y no desisto solo porque me gusta ganar.
Apenas toqué mi cena, no me entraba un solo bocado por más delicioso que estuviera el menú. Mi mente iba a mil kilómetros por hora, dándole vueltas al asunto. Y me pregunto por enésima vez: ¿esto es hacer lo correcto? ¿Esto es hacer justicia? Las respuestas a esas preguntas se vuelven nulas cuando Alex toca a mi puerta para apurarme.
Cubro mi cuerpo con ese traje y luego me planto frente al espejo. Hoy es el día del resto de mi vida... o algo así leí en Instagram esta mañana.
—Tendrías que ser más rápida, quince minutos tarde —suelta cuando piso el último peldaño, luego golpea su muñeca repetidas veces como si tuviera un reloj en ella.
—Tranquilo, maniático de la puntualidad —bromeo y choco levemente su hombro con el mío— Esta noche las calles son nuestras.
Lo escucho quejarse mientras tomo las llaves y sonrío abriendo la puerta.
《Amy, tu venganza está a punto de suceder...
Que comience el juego.》
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