4. Operativo
Amaneció de un humor inusualmente alegre, la noche anterior había recibido una buena noticia. Llegó al salón de clases esperando darle un susto a su nueva amiga y hermosa compañera de clases, Carolina. Sin embargo, la vio sentada en su puesto habitual con cara de pocos amigos, casi al borde de las lágrimas. Preocupado, se acercó a ella dispuesto a mejorar su estado de ánimo, su nueva tarea personal.
—Buenos días, señorita —Alex saludó a Carolina muy animado—. ¿Cómo amanecimos?
—Por lo visto algunos de muy buen humor —señaló con una sonrisa forzada—. ¿Pasó algo interesante?
—Algo así, te explico en el receso —se sentó en su asiento al lado de Carolina, pero manteniendo la mirada fija en ella—. ¿Y esa carita? ¿Estás bien?
—Nada del otro mundo, cosas normales —dijo Carolina con la mirada fija en su pupitre—, debería estar acostumbrada a esto.
—No me digas —atrajo su mirada tomándola suavemente por la barbilla—. ¿Pasó algo con tu madre?
—Uff ni te imaginas... —suspiró—. Se tomó el trabajo de traerme a la escuela solo porque no creía que ayer estuviese aquí hasta esas horas de la tarde, a pesar que le avisé sobre el cambio de horario desde hace más de dos semanas y se lo recordaba casi a diario. Solo eso.
—¿Es en serio? —exclamó—. Perdóname por lo que diré, pero tu madre está loca... Incluso más que mi papá, y eso es decir mucho.
—Créeme, lo sé... excepto por lo de tu papá porque no lo conozco, así que no diré nada al respecto —confesó Carolina—. Por desgracia he tenido que aguantar cosas como esta desde... —hizo una pausa mientras hacía énfasis contando con los dedos—. Uff, desde que nací.
—Buenos días, chicos, disculpen la demora, tuve una visita inesperada —suspiró mientras se acomodaba en su asiento—, pero ya estoy aquí así que iniciemos la clase, ¿les parece?
—Adivina adivinador —susurró Carolina avergonzada.
—Tu madrecita —susurró Alex de vuelta.
Al estar sentada con Alex, su humor había mejorado radicalmente a pesar de las condiciones iniciales en las que había llegado a clases. Además, gracias a su presencia, las horas se le pasaban volando. En un abrir y cerrar de ojos ya estaban en receso, tomando su merienda y charlando sobre sus vidas y problemas, sentados en el lugar que de ahora en adelante sería su punto de encuentro.
—¿Por qué te gusta tanto este lugar? —preguntó Alex curioso.
—La verdad no sé, pero me gusta ver las cosas desde arriba y es más tranquilo, aunque no lo parezca —se encogió de hombros—. Pero bueno, no me cambies el tema, me debes una explicación.
—Oh, sí claro, bueno... —hizo una pausa dudando—. Resulta que mi padre creo una empresa de mensajería, cuando aún solo era un simple estudiante de bachillerato y blablablá. La cháchara interminable de «a tu edad yo fui a la luna e inventé el calzón chino».
—Claro, y mi mamá inventó a Los Vengadores, pero no le dan un nobel por eso —agregó Carolina sarcasmo—, continua por favor.
—Gracias por tu intervención —dijo Alex entre risas—, la cosa es que mi queridísimo padre ha reconsiderado la posibilidad, todavía un poco remota, de permitirme hacer lo que se me dé la gana.
—Genial —exclamó Carolina emocionada—, o sea que podrás dedicarte y estudiar lo que quieras, ¿cierto?
—No es seguro, pero sí hay posibilidades —recalcó—, más de las que tenía antes y ya eso es mucho.
—Me alegro por ti, pero ¿a qué se debe ese cambio tan repentino?
—Ahí es donde está el inconveniente —suspiró—, debo liderar un proyecto nuevo de marketing para la empresa de papá, si lo hago bien me dejará libre de lo contrario moriré.
—Caramba, sabía que era demasiado bello para ser cierto, pero sé que lo harás bien, señor exagerado.
—Gracias y no gracias —conmovido, Alex sonrió complacido.
—Espera... Si las cosas van a cambiar para tu beneficio, entonces —dijo dubitativa—, ¿ya no es necesario ese «pequeñísimo favor»?
—Ni creas que te vas a librar de mí así de fácil, algo se me ocurrirá, no te preocupes.
—No me preocupo —contestó—, entro en pánico.
Las ocurrencias de Alex la hacían reír muy seguido, y gracias a él se olvidaba temporalmente de sus problemas, aunque la conversación sea sobre los suyos. Hablaron sobre ello durante todo el receso, pero seguía sin entender como haría para hacerle ese pequeño favor en caso de ser necesario.
—¿Sabes? —dijo Carolina con decisión en su voz—. La profesora Evelyn me dio un buen concejo ayer. Me dijo que tratara de dejar a un lado el miedo que le tengo a mi mamá e hiciera amigos, porque por lo general me alejo de la gente debido a ella.
—Me parece excelente —exclamó sonriente Alex—. ¿Cómo vas con eso?
—Hasta el momento bien, llevo uno —recalcó señalando Alex—, y pienso recuperar viejas amistades, así que ya es hora de que conozcas a quien fue mi mejor amigo antes de que todo este desastre pasara.
Empezó a buscar con la mirada por todo el patio escolar, viéndolo reír y charlar con varios de sus amigos más frecuentes.
—¿Quién? —preguntó curioso Alex.
—Ya verás.
Las clases transcurrían de forma normal, como cualquier otro año escolar. Los profesores nuevos habían demostrado ser divertidos y comprensivos con «la juventud de ahora», y en poco tiempo de clases se habían hecho querer, en especial la maestra Evelyn quien había forjado vínculos con algunos de sus estudiantes, más con Carolina y era algo que estaba haciendo grandes cambios en ella. Solo estaban en el segundo día de clases, aunque por su ansiedad se sintiera como una maldita eternidad. Tenía la urgencia de acercarse a ella, pero por desgracia y por culpa de Alex, Dylan no había podido hacerlo, aun así, estaba decidió a lograrlo esté o no de por medio.
«Ponte serio, Dylan, debes hacerlo», pensó, tratando de infundirse valor. El receso de la primera jornada de clases había llegado, todos salieron presurosos al patio escolar, siendo él mismo el último. Vio a lo lejos a Carolina con Alex, nuevamente juntos en el mismo lugar, el que ha sido por tres años el lugar favorito de ella. Charlaban con efusividad y, profundamente decepcionado de sí mismo, decidió acercarse a sus «compañeros de distracción» con quienes hacia equipo para jugar baloncesto.
—¡Dylan! ¿Qué más, viejo amigo? —saludó John en tono de burla—. ¿Vienes buscando mi consuelo?
—Cállate, bocón —exclamó Dylan un poco irritado—, estoy aburrido, ¿qué hay de nuevo?
—Solo nos usas y después nos abandonas —se quejó teatralmente Daniel.
Desde que se había alejado de Carolina, se había unido a varios compañeros como John, con quien compartía asiento en el salón de clases. Pero también frecuentaba chicos de otros salones, por ejemplo, Daniel del 11C y Sebastián del 11B, de esa manera no sentía tanto el peso de la soledad.
—Lo siento, pero ustedes no son mi tipo —contestó Dylan con sarcasmo—, lo nuestro nunca será y tampoco los soporto.
—Claro, como solo te gustan las pelirrojas —dijo Sebastián con picardía—, o más bien cierta pelirroja que anda por ahí.
—Quieren callarse —advirtió Dylan—, por cierto, ¿tú eres...?
Se dirigió a un chico que no había visto antes, pero que estaba entre sus amigos. Silencioso y casi invisible, observaba con interés su peculiar conversación.
—Soy Alexis del 11C, nuevo en el colegio —estrechó sonriente la mano de Dylan—, no conozco mucha gente así que Daniel me invitó a su grupo, si no es molestia, claro.
—¿Sabes jugar baloncesto? —preguntó Dylan con la mirada seria fija en el chico nuevo.
—Sí, es mi deporte favorito.
—Entonces no hay problema —se encogió de hombros.
El chico nuevo era divertido, bastante relajado pero muy hablador. En resumen, era agradable. Aunque concentrado en su conversación, escuchó a lo lejos su nombre.
—¡Dylan! —Desde su habitual puesto, Carolina lo llamaba a gritos, haciéndole señas para que fuese hasta ese lugar.
—Bingo, los milagros existen —dijo John entre risas.
—Cierra el hocico —replicó irritado, empujándolo suavemente, pero con esperanzas creciendo en su pecho.
Se dirigió con su caminar tímido hasta la parte baja de las gradas, mirando con cierto recelo a Alex quien le devolvió la mirada de la misma manera. Carolina bajó entre saltos divertidos escalón por escalón, robando toda la atención de Dylan sonriendo sin poder evitarlo. Le hizo señas a Alex para que la esperara, mientras lo tomó con suavidad de las manos y lo alejó un poco posicionándose frente a él.
—Hola, ¿cómo estás? —saludó nerviosa y tan dulce como siempre.
—Mucho mejor ahora —exclamó sonriente.
—Excelente, porque tengo algo muy importante que decirte —hizo una pausa respirando profundo—. Yo...
—Soy todo oídos. —La animó expectante.
—¿Recuerdas aquellos días cuando recién nos conocimos? —indagó un poco sonrojada.
—¡Imposible olvidarlos! —exclamó con ternura—. Fueron de los mejores años que he tenido aquí.
—¿En serio? —sorprendida y emocionada, sonrió de oreja a oreja—. Me alegra mucho escuchar eso, porque lo que quiero decirte es que... eres el único que me conoce bien y, fuimos tan cercanos, eras mi mejor amigo. De verdad lo siento, sé que me alejé sin decir nada y...
Sus emociones le ganaron, a mitad de frase su voz se quebró. Los sentimientos retenidos por tanto tiempo, la tristeza y frustración por haber perdido a sus amigos salieron a flote. Sin previo aviso, Dylan la rodeó con sus fuertes brazos consolándola como solía hacerlo antes.
—Lo siento —dejó escapar varios sollozos correspondiendo al dulce abrazo—, me dejé llevar del miedo hacia mi mamá y ya me cansé de eso. Por su culpa perdí a mis amigos, a ti en especial.
—No digas eso —Dylan levantó su mirada, sus ojos llorosos lo cautivaron—, aunque no hablemos tanto como antes sigo siendo tu amigo, nunca me alejaré de ti, así que no me has perdido para nada.
—Siempre tan lindo —exclamó Carolina sonrojándose—, quiero de vuelta a mi mejor amigo, ¿sí?
—¡Aquí me tienes, siempre me tendrás!
Una vez más, ella lo envolvió en un fuerte y cálido abrazo. Dylan por su parte, aprovechó para sentir el calor de su cuerpo, la suavidad de su piel y el palpitar de su corazón. Ese dulce aroma que lo embriagaba y que tanto había anhelado.
—¡Te extrañé muchísimo! —susurró Dylan en su oído.
—Yo también te extrañé —se separó un poco de su abrazo—. Ven, es hora de que se conozcan oficialmente.
Después de secadas sus lágrimas, con gran entusiasmo presentó a los dos chicos quienes se saludaron a secas. Y durante el resto del receso, charlaron y rieron con tranquilidad como tres viejos amigos.
Hace cuatro semanas había empezado clases en una nueva escuela y, aunque a Alex le hubiese parecido la peor idea de la vida, ya no opinaba lo mismo. La razón tenía nombre y apellido, Carolina Miller. Para él era muy sencillo conseguir amigos, su personalidad extrovertida y divertida se lo hacían fácil, pero ella tenía algo que le llamaba mucho la atención, solo que aún no lo descifraba a pesar de ser la persona con la cual pasaba la mayor parte del día, entre las horas de clase, el receso y las horas de repaso, a pesar que en la mayoría de ocasiones tenían compañía extra.
Precisamente durante esta nueva semana, tendrían los primeros tres exámenes en diferentes asignaturas, por lo cual tendrían que reforzar algunos temas, lo que significaba pasar más tiempo con ella. «Genial, es todo lo que quiero y necesito por ahora», pensó Alex reflejando una sonrisa en su rostro mientras caminaba rumbo al paradero de buses para ir a la escuela.
—Hola, Bombón.
Una suave voz femenina le habló desde atrás, aprovechando su despiste para abrazarlo por la espalda. La reconoció de inmediato, era Judy.
—Buenos días, Judy del Carmen —saludó con bostezo para disimular su sonrisa—. ¿Y ese milagro que vas a la escuela?
—¿Cómo que del Carmen? —reclamó indignada—. ¿Y cómo que milagro? Yo voy todos los días, para tu información.
—Ah, ¿sí? Ups —dijo con algo de indiferencia.
—Claro, como lo vas notar si todo el día estas con... —hizo una pausa conteniendo sus emociones— esa chica, la pelirroja, que por cierto aún no sé quién es.
—Caro... —señaló Alex con énfasis—. Se llama Carolina Miller, es una buena chica y es mi amiga.
—Sí, sí, que bien, como sea —espetó Judy con amargura—. ¿Por qué no almorzamos juntos hoy?
—No puedo —rechazó con ímpetu—, voy a estudiar con Caro, tenemos examen de mates.
—¿Y es que no puede estudiar por su cuenta? —replicó Judy enfadada obstruyendo su camino—. Casi ni hablamos desde que entramos a esta escuela todo por estar con ella. ¿Es que no tiene más amigos?
—Primero —contestó visiblemente disgustado por la actitud de Judy—, hice un trato con ella para estudiar juntos. Segundo, hablo contigo todos los días por fuera de la escuela, no exageres. Y tercero, tú tienes medio colegio de amigos, jamás estarás sola, en cambio ella no, ¿o alguna vez la has visto con alguien más que no sea yo?
—Sí, el chico este grandulón que la mira con ojitos de perro regañado —espetó con rabia—. Deberías darte cuenta que ellos dos tiene su historia y dejarlos tranquilos, ¿quién sabe? Tal vez el mal tercio seas tú.
—Verdaderamente ya no sabes que inventar —negó decepcionado.
Retomó su andar furioso, no había nada que odiara más que cuestionaran sus decisiones. Le era detestable. Pero había algo cierto en sus palabras que quedó clavado en su mente, la forma en que Dylan miraba a Carolina no era de una simple amistad, o no por parte de este. Y era algo que, muy en el fondo, empezaba a detestar.
Caminó a paso decidido y alcanzó a tomar la ruta que iba directo a la escuela, viendo que Judy se quedaba atrás sin tomar el mismo autobús. «Espero no haberme pasado, pero ella se lo buscó», pensó lamentando un poco el tono que empleó al hablarle.
Al llegar, su estado de ánimo cambió rotundamente con solo ver una hermosa pelirroja sonriendo amplio mientras conversaba con otra chica. Carolina reía a carcajadas mientras Megan imitaba las expresiones de uno de sus maestros, atrayendo la atención de muchos de sus compañeros a su alrededor. Incluso de Dylan Ruiz, el «entrometido» como lo apodó Alex, un chico alto y con bastante apariencia de nerd, pero que si prestaba más atención a su apariencia sería incluso atractivo.
—Buenos días, Caro —saludó Dylan acercándose lentamente—. ¿Cómo estás?
—Hola, Dylan, que bueno verte —correspondió con su radiante sonrisa—, estoy muy bien gracias por preguntar, ¿y tú qué tal?
—Genial. —Un leve rubor apareció en su perfilado rostro—. Quería hablar una cosa contigo.
—Soy toda oídos —incitó Carolina a que siguiera hablando.
—Si... me prestabas tu cuaderno de mates —se apresuró a decir Dylan—, la semana pasada me perdí un poco en la explicación y casi no entendí.
—Claro, está en mi maletín, tómalo —contestó Carolina con una bella sonrisa—, si necesitas que te explique me avisas, no cobro mucho.
—Qué buena oferta, gracias —expresó sarcástico, provocando una carcajada en Carolina.
—Siempre a la orden, caballero —se burló.
Se marchó con la mirada gacha de vuelta a su asiento, haciendo muecas y refunfuñando de frustración. «Para ser tan grandulón es bastante cobarde... pero mejor así, un estorbo menos», pensó Alex viendo la escena desde el umbral de la puerta, riendo para sus adentros. Decidió por fin acercarse, entrando al aula.
—Buenos días, señorita —saludó a Megan.
—Buenos días, Alex, y hasta luego —se alejó intercambiando miradas picaras con Carolina.
—Buenos días, preciosa. —Alex saludó con un beso en la mejilla a Carolina.
Era la primera vez que la saludaba de beso, y jamás imaginó lo que sentiría. Al rozar sus labios con la suave piel de su mejilla, una sensación de calor nació en su estómago subiendo hasta su pecho e instalándose ahí permanentemente. Y aunque hubiese querido permanecer así, tenía que separase de su tacto.
—¿Cómo amaneciste? —preguntó Carolina con las mejillas encendidas como su hermoso cabello rizado.
—Muy bien, pero no tanto como tu cabello —contestó Alex tratando de ocultar la emoción en su voz—, es teñido, ¿cierto? Ya acéptalo, prometo no burlarme y no le diré a nadie, palabra de Scout.
—Claro que es natural, ¿qué te sucede? —golpeó con suavidad el brazo de Alex fingiendo indignación, pero riendo al tiempo—. Hieres mis sentimientos, además, no eres Boy Scout, ubícate.
—Oh, ¿en serio? —indagó Alex teatralmente sorprendido—. ¿Tú tienes sentimientos? ¿Eso es siquiera físicamente posible?
—¿Disculpa? —expresó Carolina con una mano en el pecho y semblante ofendido—. Más que tú si tengo, soy una niña muy sensible para que lo sepas. ¡Animal del monte!
Ambos se reían a carcajadas mientras a lo lejos, un fornido pero tímido muchacho observaba la escena con celos. Dylan deseaba volver a ser el mismo chico extrovertido con ella, pero, y aunque su relación estaba restaurándose poco a poco, sus nervios prevalecían.
—Sí, que bien que se diviertan chicos —saludó la maestra Evelyn observando detenidamente a los responsables del escándalo—, pero ya es hora de la clase, seguirán el chiste en el receso, ahora siéntense por favor.... Y me sacan una hoja.
Las quejas de los estudiantes empezaron a sonar, pero caían en saco roto al ser ignorados por la profesora.
—Yo lo avisé, en cualquier momento hago quiz... —Hizo una pausa tratando de recordar si eso era cierto—. Y si no lo dije entonces ya lo saben, es mejor tarde que nunca.
Los murmullos seguían escuchándose mientras los alumnos se acomodaban y sacaban la triste hoja, mientras decían frases como: «ya me estaba cayendo bien», «mi primera mala nota, no pues, me mato», «profe, no sea así, colabórenos», «¿Tan rápido? Baje la velocidad», pero ninguna surtió efecto alguno.
—Chicos, cálmense, lo único que quiero que hagan es escribir una historia, poema, cuento, cualquier cosa, pero corta. No es nota, solo quiero saber cómo están en ciertos aspectos literarios, de ahí de pronto saque una actividad evaluativa. A menos que prefieran hacer exámenes.
—¡Noooo! —gritaron todos al unísono.
—Ya, cálmense y escriban —sentenció amenazante.
Después de tratar de escribir algo sin tanta violencia de la cual era fanático Alex, y un difícil pero bien merecido examen de química, el timbre del receso inundó los pasillos de la escuela. Como era ya costumbre, se sentaron en el mismo lugar de las mismas gradas esta vez sin Dylan, quien se reunió con sus viejos amigos. Alex explicaba matemáticas mientras internamente luchaba consigo mismo, los recuerdos del beso le invadían la mente y la sensación en su pecho se hacía cada vez más intensa.
—Y, ¿si tomamos un receso? —consultó Alex sonriendo—. Muero de hambre.
—Buena idea, también tengo hambre —contestó Carolina recogiendo sus libros.
—No te preocupes, yo compro algo para los dos, tu espérame aquí.
—Aww, tan lindo, gracias... —exclamó Carolina divertida—. Pero no hago favores, lo digo por si acaso no más.
—No te preocupes, yo también te quiero, disque amiga —anunció Alex con sarcasmo.
Alex se alejó en dirección al quiosco, mientras Carolina se deleitaba con solo ver su esbelta figura caminar con el estilo que lo caracterizaba.
—Hola... Carolina, ¿cierto? —Judy se había acercado silenciosamente sentándose en el lugar de Alex—. Mucho gusto, creo que no nos han presentado como debe ser, soy Judy, la prima de Alex.
—Hola, Carolina Miller, mucho gusto —devolvió el saludo con gran entusiasmo.
—¿No es atractivo? —preguntó con falsa inocencia desviando la mirada al lugar donde estaba Alex—. Mi primo, quiero decir.
—¿Alex? Ahmm... Sí, un poco —balbuceó Carolina mientras sus mejillas tomaban el color de su cabello.
—¿Un poco? ¡Ja! —se burló Judy con ironía—. No te hagas, si se te nota que botas la baba por mi primito, y eso es normal, es irresistible.
—¿Qué?... No, yo... —masculló Carolina sin saber que decir.
—Pero eso sí, aquí entre nos... —murmuró Judy acercando su rostro al de Carolina— y sin ánimos de asustarte ni nada, tenemos una relación un poco diferente a la de primos normales, si sabes a lo que me refiero. Pero descuida, no tengo problema si llega a tener «novia».
Judy escupió esta última palabra con marcado desprecio y una mirada penetrante.
—Ok, linda charla, ¡me voy! —Se alejó rápidamente de vuelta a su grupo numeroso de amigos, bamboleando sus amplias caderas.
—Espero no te haya dicho ninguna barbaridad —espetó Alex, quien llegó justo cuando se iba Judy—, mi prima es un poco celosa y vengativa. No te dijo nada raro, ¿verdad?
—No, solo... se presentó —mintió, aún con ciertas dudas sobre lo que acababa de escuchar.
El día y las clases habían llegado a su final y para Carolina, exceptuando la extraña intervención de Judy, la jornada fue esplendida. Desde la visita a la maestra Evelyn y hasta ese día, su madre había dejado de regir sus estrictas reglas de estudio en casa, dejándola estudiar a su propio ritmo e incluso casi evadiéndola. Le era extraño y le hacía sentir diferente, pero muy bien. Por fin tenía un respiro libre de estrés.
Videoconferencia en curso
—¿Ya todos conocen los pasos a seguir con respecto a la estrategia de la misión? —indagó Anders con tenacidad.
—Sí, señor —respondieron los reclutas al unísono.
—Bien, con el operativo de hoy doy por terminada la etapa preliminar e inicio de la primera fase de la misión —decretó con gran firmeza—, espero los primeros resultados para mañana mismo. Grupo B5, encárguense de los primeros tres objetivos, ¿están preparados?
—Sí señor, estamos listos para esta misión —confirmó el líder.
—Perfecto, los demás grupos pueden esperar ordenes mañana, todo depende de cómo se desarrollen los primeros operativos. Mucha suerte, señores.
Fin de la videoconferencia
George se sentía cansado de la situación, aunque no sea la primera vez que se vea envuelto en una misión de este tipo. «Solo esta y seré libre», pensó abrigado por la oscuridad de su habitación, deseando creer en la palabra de Anders, de todos modos, no tenía más elección.
Qué más, mis pulguitas
Quisiera hacerles una pregunta, así que saquen una hoja
*traumas académicos saliendo a flote*
Si han leído alguna otra de mis historias, ¿notan alguna diferencia en la forma de narrar las cosas? ¿en cómo está escrito el libro?
Los leo
Mientras, también leo sus opiniones, quejas, reclamos, sugerencias, felicitaciones, ect.
Mamá pulga, juera.
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