Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2. ¿Trato hecho?

—Mucho gusto, Alex Cooper. —El chico guapo con su radiante sonrisa, saludó de mano a una asombrada y sumamente nerviosa Carolina.

—Ahmm... —balbuceó Carolina—. Mucho gusto, Carolina Miller, pero me puedes llamar Caro... si quieres.

Alex sabía el efecto que causaba en las chicas y le gustaba divertirse con ello, pero la timidez e inocencia de Carolina le causaba dulzura. «Pero que tenemos aquí, toda una ternura», pensó con algo de diversión.

La primera jornada de clases transcurrió normal, la maestra Evelyn charló un poco con sus estudiantes para familiarizarse con ellos. Se divirtieron un rato con las ocurrencias de la maestra, las bromas de Alex y varios comentarios de otros estudiantes. Les dieron el horario oficial de clases, y los dejó a merced de los dos profesores siguientes, hasta que el timbre del receso sonó.

«Debería ir con la profesora Evelyn, necesito ayuda con lo del curso intensivo, sino me volveré loca o moriré, una de dos y prefiero la dos», pensó Carolina muy preocupada. Sin darse cuenta, un par de brillantes ojos verdes esmeralda estaban fijos en sus movimientos.

—¡Caro...! —susurró Alex divertido para llamar su atención.

—¿Ah? ¡Alex! —exclamó nerviosa—. Hola... ¿Qué... qué paso?

—¿Puedo pedirte un favor? —indagó con aires inocentes.

—Por supuesto —titubeó.

—Conoces bien la escuela, ¿cierto? —preguntó Alex manteniendo su postura relajada y curiosa.

—Sí, eso creo —Carolina contestó casi en automático mientras sacaba su libro.

—¿Podrías enseñarme las instalaciones? —Le ofreció su arma secreta, una amplia y coqueta sonrisa.

—Claro, con gusto. —Carolina aceptó sin dudar, sonriendo de oreja a oreja.

«Mamá me mataría si me ve con un chico en vez de mis libros de estudio... igual ella no está aquí», pensó errática y emocionada. Recogieron algunas cosas de sus asientos y salieron del aula de clases, siendo el centro de atención de toda la escuela.

—Ahmm... ¿Qué parte de la escuela específicamente quieres que te enseñe? —Carolina indagó sin saber que hacer o decir.

Sus relaciones sociales con otras personas se habían vuelto escasas, y ni qué decir con chicos, incluso había olvidado como hablar con uno, sin contar las conversaciones con sus primos.

—Mmmm... algún lugar secreto y tranquilo, tal vez —contestó entre risas—, donde esconderse a leer.

Señaló con gran interés el tomo que traía Carolina en sus manos, su medio de distracción.

—Ese es un gran escritor, el mejor que he leído hasta ahora —comentó Alex—, de verdad me encanta la saga de Percy Jackson.

—¿En serio? ¿Eres de los que leen? —indagó con incredulidad.

—Claro, ¿por qué te sorprende? —Alex ladeó la cabeza sorprendiendo a Carolina, provocando en ella cierto sonrojo.

—Ahmm... —tartamudeó nerviosa— pues, porque...

—¡Alex!

Carolina fue abruptamente interrumpida por una chica, una bella rubia, alta, esbelta, de buena figura y con cierta elegancia que caracterizaba a los chicos de clase privilegiada.

—Judy, estoy algo ocupado —dijo señalando a Carolina, quien permanecía a su lado con cierta incomodidad.

Judy la observó con énfasis de pies a cabeza para luego, ignorando el comentario de Alex e incluso a la misma Carolina, continuar hablando.

—Te estaba buscando. —Judy se le abalanzo a Alex en un fuerte abrazo—. Ven, te mostraré algo interesante. Es muy importante, tanto que no puedes negarte.

—Pero... —trató de replicar.

—Te va a encantar, créeme —reafirmó Judy entusiasmada.

Agarró fuertemente la mano de Alex, llevándolo consigo casi corriendo de regreso a las aulas de clase, dejando atrás a una confundida y algo molesta Carolina.

—¿Qué fue eso? —preguntó Megan apareciendo por sorpresa detrás de Carolina—. Estuvo bastante extraño, ¿no crees?

—Casi... me matas... de... un... susto... —se quejó Carolina con aires melodramáticos con una mano en el pecho.

—Lo siento —respondió entre risas—, no era mi intensión. ¿O tal vez sí?

—Que odiosa eres... —Hizo una pausa mientras reían—. Yo no la había visto antes, ¿será de nuevo ingreso también?

—Morgan escuchó que es del salón 11B, que viene de Holanda, que habla cuatro idiomas y no sé qué otras barbaridades —relató Megan con notable escepticismo—. No creo en nada de eso, ¿tú que dices, mi querida Sherlock?

—No lo sé, Rick —contestó Carolina con gesto pensativo—, parece falso.

Ambas chicas soltaron sonoras carcajadas, quedando casi sin aliento en sus pulmones. Habían caminado directo a la cancha de baloncesto, donde el grupo de amigas de Megan estaba reunido tomando su merienda.

—Nos vemos luego —se despidió alejándose de Carolina.

—Hasta luego —suspiró con tristeza.

«Estoy destinada a la soledad, ya es seguro», pensó algo melancólica. Subió a su lugar preferido, el escalón más alto de las gradas de la cancha desde donde podría apreciar gran parte del patio de la escuela. Y a lo lejos, pudo divisar una silueta familiar, un chico alto de tez bronceada, cabello castaño y liso, de unos cálidos ojos cafés y sonrisa dulce. Charlaba con su grupo de amigos, los mismos con quienes se reunía a diario desde que su amistad se terminó. Se quedó perdida en la escena viendo como Dylan Ruiz reía con ganas, recordando los tiempos en que solía hacerlo con ella. Él fue su mejor amigo, en un tiempo pasado y maravilloso. Y con un dolor punzante en su pecho, se sumió una vez más en su lectura.

Mientras que el resto del estudiantado se reían sin parar, corrían por el amplio patio de la escuela, Carolina permaneció sumida en sus páginas y letras. Sus únicos amigos, eran los personajes de sus historias favoritas, quienes salían en busca de aventuras con monstruos e indefensas personas a las cuales rescatar.

—¡Llegué! Lo siento por irme así sin más. —Alex llegó sentándose justo al lado de Carolina—. Esa es mi prima Judy y a veces puede ser un tanto... acaparadora.

—Descuida, no hay problema —contestó Carolina medio embobada al ver su hermosa sonrisa.

—¿Tienes hambre? —preguntó curioso—. Te traje esto, como ofrenda de paz.

Le ofreció un paquete de galletas de vainilla y un jugo de fresa.

—Gracias, no tenías que molestarte. —Carolina tomó el regalo de sus manos, rozando ligeramente sus dedos provocando una corriente eléctrica por todo su ser.

—Tómalo como un medio de pago anticipado por hacerte caminar. —Alex sonrió ladeando la cabeza—. Porque aún quiero conocer la escuela, creo tenemos tiempo suficiente, ¿no?

—Claro, desde luego —contestó emocionada.

Bajaron de las gradas y caminaron a paso lento recorriendo el patio de la escuela, dirigiéndose a otras zonas mientras charlaban emocionados. Alcanzaron a recorrer la mitad del área que ocupaba la escuela, antes de que sonara el timbre de regreso a los salones.

Entraron de nuevo a las aulas donde tomaron tres clases más, conociendo a dos de sus nuevos maestros; el profesor Fernando Alarcón quien dará la clase de química, y la maestra Rocío quien dará matemáticas, y por último una nueva intervención de su tutora.

—Chicos, sé que esta es la última clase que les queda para esta jornada y que este es el primer día de clases —explicó la maestra Evelyn a un grupo de treinta y cinco aburridos estudiantes—, que no deberían hacer mucho y todo lo demás, esa historia me la sé. Pero es OBLIGATORIO Y RECOMENDABLE que conozcan a sus maestros de profundización, por eso se les dará un receso para que almuercen y regresen a clases.

Las quejas no se hicieron esperar, muchos ya habían hecho planes de reencuentro de amigos y demás actividades al terminar la jornada académica.

—Silencio... No es mi decisión, solo la estoy transmitiendo —suspiró—. Los veré en la cancha a la una y media para la inducción, pueden irse... por ahora.

Aclaró esta última parte con gesto amenazante, provocando una ola de carcajadas en sus estudiantes, quienes fueron saliendo de forma ordenada del aula.

—Caro, ¿tienes donde almorzar? —Alex preguntó con cierta timidez.

«¿Yo siendo tímido? Esto es raro de verdad», pensó Alex confundido y divertido en partes iguales.

—Mmmm... —Carolina dudó pensando en lo que diría su madre—. Creo que me quedaré, no me da tiempo de ir y volver a casa. Compraré algo por ahí, ¿y tú? ¿Vives cerca?

—Ojalá, vivo una esquina antes de la Patagonia —bromeó con gesto dramático—. Y si no es molestia, creo que te hare compañía.

—Claro, no hay problema. —Carolina aceptó, preocupada y emocionada en partes iguales.

—Pero te advierto, soy medio cansón —advirtió Alex con gesto serio, pero tono divertido.

—No te preocupes, se lidiar con eso —bromeó sonriendo—. Aunque también tengo una advertencia, suelo golpear a la gente cansona.

—Vaya, lo tendré muy en cuenta —dijo entre risas.

—¡Carolina! —La voz de la maestra Evelyn se hizo escuchar por encima del cuchicheo de los estudiantes—. Necesito hablar contigo un momento, no será por mucho tiempo.

—Te espero afuera —susurró Alex en su oído.

—Claro —contestó para ambos, viendo el caminar de Alex al salir del aula.

—Bien —suspiró Evelyn al acomodarse en frente de su alumna—, como ya sabes seré el remplazo de la psicóloga anterior, por lo tanto, estuve leyendo algunos expedientes incluyendo el tuyo. También me tomé el trabajo de hablar con varios de tus profesores, en especial con los que han dado clases hoy y...

—¿Y? ¿Pasa algo? —indagó Carolina preocupada.

—Todos concuerdan en algo, has estado muy distraída hoy, algo poco usual en ti —recalcó la maestra—. No quiero presionarte ni obligarte a hablar, pero sí creo que es necesario que trates de confiar en mí para poder orientarte. Te prometo, no solo como tu maestra y psicóloga sino como amiga, que haré todo lo posible por ayudarte, ¿de acuerdo?

—Sí, entiendo y se lo agradezco, profesora. —Una sonrisa triste se reflejó en su rostro.

—Bueno, eso es todo por ahora, nos vemos luego.

Carolina se dirigió a la puerta de salida, pero sentía la necesidad de seguir hablando con su maestra. Sus palabras la sorprendieron, pero a la vez la convencieron, era el empujoncito que le hacía falta. Vio sinceridad, y eso era algo que admiraba de las personas. Decidida, regresó a su puesto frente a la maestra.

—¿Puedo decirle algo? —preguntó algo ansiosa.

—Por supuesto, dime —contestó con una sonrisa que transmitía calma.

—Si he estado distraída, pero es que... —su voz se quebró—. Estoy cansada, molesta y... no sé qué más hacer.

—Tranquila, cariño. —Se levantó de su asiento para calmar los nervios de Carolina—. Respira y explícame que sucede.

Relató a detalle lo sucedido en su casa, la decisión de sus padres con respecto al curso intensivo y los riesgos que podría traerle, no solo en lo académico sino en lo emocional y su salud física.

—Bueno, no quiero asustarte, pero debo ser sincera, ¿vale? —Carolina asintió—. La situación está complicada, por lo pronto necesito hablar con tu madre y explicarle bien los proyectos que llevarán a cabo este año. Además de eso, necesitas desahogarte, no es bueno para una niña de tu edad retener tanta ansiedad. Sé lo que puede pensar tu madre al respecto, incluso está en el expediente, pero debes darte la oportunidad de tener amigos, chicos de tu edad con quienes puedas charlar, divertirte y distraerte.

—Si lo hago se enojará y me presionará el doble... No quiero que... —hizo una pausa para no romper en llanto.

—Entiendo que tengas miedo, pero eso solo te reprime más —habló con suavidad, mirándola fijamente a los ojos—, tómalo como la primera tarea del año, libérate un poco.

Tragó saliva, dejando ir poco a poco ese nudo que estaba creciendo en su garganta y no le permitía respirar. Suspiró, tranquilizándose y serenando sus emociones.

—De acuerdo —contestó Carolina, permitiéndose sonreír—. Gracias, profe, trataré de hacer mi tarea.

—¡Así me gusta!

El estado de humor de Carolina había mejorado un poco después de esa breve conversación, y al salir del aula mejoró el doble al ver a Alex, quien en realidad sí la había esperado para su fortuna.

—¿De verdad me esperaste? ¡Gracias! —exclamó tratando de ocultar su emoción.

—¿Por qué no lo haría? —preguntó Alex confundido.

—Creí que te aburrirías y solo te marcharías —explicó con un deje de tristeza en su voz—, todos lo hacen.

—¿En serio? Qué lástima me dan, porque yo no haría algo así —argumentó mirándola a los ojos—, los demás no saben lo que se pierden.

Se permitió sonreír y sonrojarse ante su comentario, como nunca antes lo había hecho. Salieron juntos rumbo a un restaurante cercano, charlando de temas triviales. Media hora después estaban regresando a la escuela, a la espera del periodo de inducción. Se sentaron en el mismo lugar de siempre, lo más alto de las gradas de la cancha.

—¿Cuánto llevas estudiando aquí? —preguntó curioso Alex.

—Pues... —Carolina se esforzaba por recordar—. Desde transición, toda una vida.

—¿En serio? Terrible, ¿cómo lo aguantas? —dijo Alex con gesto sorprendido.

—Terminé por acostumbrarme —contestó Carolina resignada—, era eso o volverme loca.

—Pero, hay algo que aun no entiendo —la curiosidad de Alex pudo más—. Si llevas tanto tiempo aquí, ¿por qué siempre estás sola?

—Ah, eso, pues, es curioso... —La pregunta le tomó como un baldado de agua fría, inesperada y dolorosa—. No siempre lo he estado, ¿sabes? Antes de octavo grado tenía mis amigos, jugaba con ellos y todo, pero... las prioridades cambiaron.

Carolina bajó la mirada para ocultar su dolor de Alex, fingiendo indiferencia ante su falta de amigos. Pero fue en vano, él se dio cuenta del sufrimiento interno de su alma, con solo analizar sus intentos vagos por hacerlos a un lado.

—Como tus notas, ¿verdad? —inquirió Alex con delicadeza.

Carolina solo asintió sin pronunciar ninguna palabra, tratando de controlar los sentimientos encontrados que Alex estaba desempolvando.

—Te entiendo demasiado bien —suspiró, sabiendo que pasaba por una situación un tanto similar.

—Ah, ¿sí? —cuestionó Carolina escéptica, fijando una vez más su mirada en él—. ¿De verdad?

—Por desgracia sí, tus padres te presionan para que cumplas con sus expectativas, pero nada de lo que has logrado les satisface, ¿estoy en lo correcto?

La exactitud de sus palabras la habían dejado sin habla, asintiendo solo con gestos.

—Sacrificas muchas cosas que te encantaría experimentar, como tener amigos, salir de paseo, tener con quien poder hablar, pero no te lo permiten porque piensan que solo te quitaran tiempo que puedes usar para hacer lo que de verdad importa. Te dicen que nada de eso vale la pena, ni te servirá en absoluto —explicó Alex con la mirada llena de frustración perdida en el aire.

Sus ojos reflejaron el mismo sentir que ella, los mismos pesares. Sin embargo, en el fondo Carolina se alegró de poder compartir con alguien sus males, alguien que de verdad la entendiera. En ese momento decidió hacer caso a los concejos de la maestra Evelyn, y regalarle a Alex lo más valioso que ella podía ofrecer, su amistad. Le sonrió con cariño y ternura, mezclado con algo de su propio nerviosismo y timidez.

—Creo que tenemos más en común de lo que creí —comentó Carolina con una risa nerviosa—, aunque por desgracia son traumas.

—Así parece... —respondió a su repentina alegría—. Se me acaba de ocurrir algo súper genial, creo que nos podemos ayudar mutuamente.

—Interesante, pero discutible —contestó con curiosidad—, te escucho.

—No es por presumir, pero este pechito siempre ha ocupado el primer lugar de todo el colegio, en todos los que he estudiado —anunció con fingida altivez.

—¿De verdad? —dijo Carolina entre risas—. Y por supuesto que no, para nada eres presumido, ¿quién dijo eso? Desbordas humildad, kilos y kilos de humildad.

—Dejando a un lado ese sarcasmo, porque si lo noté —comentó simulando enfado—, mi propuesta es, yo te ayudo a ocupar ese mismo lugar y tú me harás un pequeñísimo favor. Irresistible, ¿cierto?

—Ahmm... Nop, altamente sospechoso —dijo dudosa—. Suena un poco raro, ¿sabes? No iras a vender mis órganos en el mercado negro, ¿verdad?

—Claro que no... aunque no es mala idea, necesito dinero —anunció Alex pensativo y divertido—, no mentiras. El asunto es que, al igual que tú, mi padre me presiona, pero no para que estudie sino para que está trabaje.

—¿Trabajas? —inquirió Carolina algo estupefacta—. ¿No es eso ilegal siendo menor de edad?

—Algo así, mi papá tiene una empresa de mensajería y quiere que la administre algún día, pero yo quiero dedicarme a otra cosa. Por eso discuto bastante con él, y a veces necesito favores, nada malo, claro —continuó Alex un poco apresurado—. Solo es cuestión de cubrirme las espaldas, escaparme un par de días o incluso un lugar donde esconderme y para eso no puedo confiar en mi prima, ella se lo diría todo a papá. Es medio boca floja, la desgraciada.

—Ok, creo que entendí. —Carolina vaciló, aún había algo extraño en todo eso, además, apenas y lo conoce—. Pero técnicamente aún eres un desconocido, es muy apresurado.

—Bueno, para eso solo existe una solución y es que debemos ser amigos. Soy nuevo y no conozco a nadie, tu podrías ayudarme con eso y prometo explicar todo con detalle más adelante. —Alex se apresuró a decir viendo la duda en los ojos de Carolina—. ¿Qué dices, aceptas? Pero te advierto, ya sabes demasiado así que si dices que no me veré obligado a suicidarte.

—Mmmm... Como que no tengo muchas opciones, ¿verdad? —contestó melodramática viendo como Alex negaba tratando de retener una carcajada—. Igual dejaré en mi testamento que eres el principal sospechoso de mi «suicidación», pero por lo pronto me tocará aceptar.

—Que exagerada eres... pero bien, te ganaste una galleta. —Se levantó y le ofreció su mano para ayudarla a levantarse.

—No pues, gracias, ¡tan lindo el niño! —contestó Carolina con sarcasmo.

—¿Con que esas tenemos? Cero y van dos. —Alex colocó su mano libre sobre su pecho—. Otra vez sarcasmo, ¡hieres mis sentimientos!

—¿En serio? —exclamó con toda la inocencia que podía fingir—. ¿Tienes?

Alex se cruzó de brazos, mostrando el enfado que en realidad no sentía. Carolina contestó a su gesto con una carcajada, «vaya sonrisa, es preciosa», pensó Alex sin poder quitar los ojos de sus labios. Siguieron con su charla el resto del receso, hasta que el monótono timbre, que escucharán por el resto del año, les advirtió el inicio de la inducción.

Videoconferencia del equipo Beta de la organización con sede en la ciudad de Barranquilla.

—Necesito un informe preliminar de la situación —exigió Anders con autoridad—, quiero todos los detalles de la primera fase de la misión.

—Permiso para hablar, señor —solicitó Estefany de forma militar.

—Permiso concedido, señorita Bonett.

—Gracias, señor... —Hizo una pausa temerosa—. Considero que aún es demasiado pronto para dar por terminada la primera fase de la misión, señor.

—¿Qué razones tiene para pensarlo? —indagó con gran curiosidad—. Recuerde que tenemos un plazo límite para este trabajo, necesitamos resultados rápidos y eficaces.

—Lo tenemos claro, señor, pero en estas circunstancias puede pasar cualquier cosa, recuerde que tipo de personas están involucradas, por algo tiene la categoría máxima —explicó con gran énfasis—. Además, es absurdo el poco tiempo que nos dan, sería demasiado obvio si empezamos a actuar desde este instante y lo primordial en este caso es la total discreción.

—Tiene un punto, señorita Bonett —aceptó con admiración—. La solicitud de ampliación de plazo ya está en marcha, mientras tanto tenemos que trabajar con lo que tenemos. ¿Todos tienen la información necesaria para esta misión?

—Sí, señor —respondieron por lo menos veinte personas al unísono.

—Bien, pueden volver a sus actividades. —Ofreció su despedida militar a todos sus subordinados—. George Lace, necesito hablar contigo.

—Sí, señor —contestó con amargura en su voz.

Esperaron hasta que todos se desconectaron de la videoconferencia, hasta el último miembro del equipo Beta.

—Necesito... —Anders dudó cambiando su semblante—. No, no necesito, te exijo más respeto y entrega de tu parte a la organización, es tu deber.

—Sabes que puedes despedirme cuando quieras —contestó George en tono desafiante.

—Y tú sabes más que bien que no puedo hacer eso —escupió Anders visiblemente irritado—, la organización tiene sus leyes muy claras y nada suaves para con los desertores. Escúchame bien, George, ser el mejor recluta y mi hijo, no te salvará de las consecuencias de tus actos. Si quieres seguir con vida, es mejor que te apersones de la misión y cumplas con tus objetivos, no será la primera vez que lo hagas.

—No me lo recuerdes, sabes muy bien que no lo hago por gusto —contestó George igual de molesto—. Es por tu culpa, tú me metiste en esta basura de organización.

—Cuidado con lo que dices —amenazó Anders—, las paredes pueden tener oídos y te aseguro que no podré encubrirte más. De aquí en adelante, eres responsable de ti mismo.

Fin de la videoconferencia.

—Sé que estas molesto, pero no debiste contestar así, puedes meterte en graves problemas por eso... —Estefany hizo una pausa al notar la mirada asesina de su compañero—. No lo digo para que te enojes conmigo, sé que esto no te gusta, pero no puedes cambiar nada, el solo intento o mención de ello será más peligroso para ti.

—Lo sé y... Lo siento, Tef, nada de esto es tu culpa —suspiró cansado—. Mejor vámonos de aquí, muero de hambre.

Dylan, ardiendo de celos, vio como aquel chico nuevo se acercó a Carolina de forma tan descarada, el tal Alex. Pero al mismo tiempo, se recriminó a sí mismo por no tener los pantalones bien puestos, el coraje y la valentía de ser él mismo quien le hablara por más de cinco minutos sin titubear. La extrañaba, de verdad que lo hacía y le dolía verla triste como casi siempre estaba, incluso ese mismo día. Sin embargo, también sabía que todo eso, incluso su lejanía, se debía a sus padres. Después de ese suceso en octavo grado, escuchó ciertos rumores sobre la presión que tenía que soportar para tener calificaciones perfectas.

Y lo odiaba.

Odió a sus padres por permitir que su salud se viera afectada, los detestaba por ser los culpables de esa situación, y estaba sumamente preocupado por ella. Esa era una de las razones por las cuales no se atrevía a acercarse demasiado, porque sabía lo que podría pasar. Por eso, desde aquel día decidió cuidarla así sea desde lejos. No permitiría que volviera a suceder, ni ahora ni nunca.

Recordó ese devastador día en que, en medio de un examen, Carolina se había desmayado. Minutos antes, su mirada se perdía en la lejanía y acariciaba las sienes en su cabeza. Trató de decirle al profesor, pero al parecer solo estaba pendiente en que ninguno hiciera copia, por lo que decidió en contra de las quejas de este, levantarse y dirigirse hasta su asiento.

—Caro, ¿estás bien? —preguntó preocupado.

Al verla más de cerca, se fijó en la palidez de su rostro, en su frente perlada en sudor y en las leves ojeras que rodeaban sus ojos.

—No —susurró.

De inmediato le avisó al profesor, pero este solo se limitó a decir que fuese a la enfermería. Como pudo, Carolina se levantó con pesadez de su asiento, pero sus energías desaparecieron al instante. Cayó como en cámara lenta ante la mirada asustada de Dylan, quien reaccionó justo a tiempo para sostenerla y cargarla en sus brazos. Con Megan detrás de él llevando su mochila, la llevaron a la enfermería donde una ambulancia la trasladó al hospital más cercano.

Por más que rogó y suplicó, no lo dejaron acompañarla, pero nada de eso impidió que, al salir de clases, corriera a visitarla. Y fue ahí donde escuchó la discusión de su madre con el médico, quien la regañó por el descuido de la salud de su hija. Carolina tenía anemia, migraña, signos de cansancio físico y psicológico y lo más preocupante, estaba al borde de un derrame cerebral.

Le dio tanta rabia el saberlo que, sin importar los gestos de desagrado que le hacía cada vez que lo veía, se quedaba con ella todo el tiempo que le fuese posible. Incluso llegó a quedarse una noche entera con ella en el hospital cuando, el señor Paul, su padre, se lo pidió encarecidamente. Fueron cuatro días internadas, de las cuales dos de ellos estuvo inconsciente y los otros dos, al ser un fin de semana, paso día y noche con ella tratando de hacerla sentir mejor.

Y... ¿Qué tal?

Ta buena, eh?

Podemos empezar con las teorías conspiparanóicas? me gustas sus viajes astrales

Así que, espacio abierto a teorías, los leo.

Alimentenme!!!!

Los quiero mucho, mis pulguitas.

Y no, no he dejado DPT por este, en realidad, este libro esta terminado desde 2019 así que...

Pero si lo estoy editando, para poder seguir la saga...

En fin, se acerca el gran final de ya saben que...

Mamá pulga juera de esta dimension.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro