Capítulo 2.- Primeros recuerdos
Empecé a recordar algo de ese día.
Estaba saliendo de casa junto mis padres, hablábamos de tonterías e íbamos hacia el coche que estaba aparcado en otra calle, algo más solitario del que estábamos, empecé a correr emocionada hacia el coche para montarme, iba a conducir ya que me habían estado enseñando un poco y sabía conducirlo bien, al menos ese era el pensamiento que mantenía, hasta que mis padres gritaron.
–¡Cuidado Emma! –gritaron a la vez.
Me giré confundida, a mi izquierda vi a un hombre con máscara, que había sacado una toalla y la puso en mi cara, habían otros tres hombres que me cogieron y, aunque intentara con todas mis fuerzas soltarme, me montaron en el maletero. Todo estaba ocurriendo demasiado deprisa y vi cómo lo cerraron mientras yo gritaba que me soltaran, pateando el maletero con muy pocas fuerzas hasta que finalmente me dormí.
–¿Cariño? –me llamó mi padre, sacándome de mis pensamientos, dándome cuenta que me quedé embobada viendo el teléfono mientras echaba unas pocas lágrimas.
Enseguida les miré y rápidamente las intenté limpiar.
–Yo... –empecé a tartamudear.
No dejaron que siguiera hablando, simplemente me abrazaron y sentí ese afecto y amor, ese que algún momento sentí antes de olvidarme y no pude resistirme a llorar. Lloré y eché lo que supongo tenía guardado, pero por algún motivo sentía un pequeño vacío, no era molesto, pero era... extraño. Desde que me desperté tenía sólo un pequeño recuerdo, un recuerdo el cual se mantenía en mi cabeza y era lo único que pensaba.
–Geda –me murmuré a mi misma en voz alta, los cuales mis padres se separaron a escasos centímetros de mí mirándome confundidos.
–¿Geda? –preguntaron al unisón, terminando de hablar mi padre rubio. –¿Quién és cielo?
Ni yo misma podía responder esa sencilla pregunta.
–No lo sé, espero pronto responder esa pregunta... –respondí con ironía.
Pasaron las horas en las cuales seguían siendo pruebas, preguntas y más pruebas, no encontraban nada que descubriera a los atacantes o alguien en particular, y si encima no tenía memoria pues poco iba a hacer. Vaya fastidio.
Me encontraba en mi camilla después de terminar de cotillear mi teléfono, no es nada del otro mundo supongo, nada me llamaba la atención hasta que abrieron la puerta de golpe entrando los chicos que vi en mi fondo de pantalla junto a dos chicas más que, cómo era de esperarse, tampoco las recordaba.
–¡¡EMMA!! –chillaron a la vez, abrazándome sin darme tiempo a reaccionar.
–Hola, supongo –tartamudeé indecisa, no saben acaso sobre...
–Chicos, Emma entre que no recuerda nada y sus heridas, podríais lastimarla, relajaos –advirtió Jeff.
Es verdad, al fin supe los nombres de mis padres, yey. Jordi es mi padre moreno y Jefferson (o Jeff que es cómo prefiere que le llamemos) pues es el rubio.
–Sí, si, ahora la cuidaremos mucho mucho, ay... pero mi niña preciosa, te eché mucho de menos gordi –exageró una chica, no sé cómo describirla porque la otra chica es idéntica y creo que son mellizas.
Y ¿en serio? ¿Gordi? Pero si estoy más flaca que un papel. No entiendo estos apodos raros.
–Que exagerada sensibilidad tienes Estephany –se quejó la melliza seria, ahora si las diferencio. –Yo soy Carla, ellos son...
–Alex y Lucy, ¿no? –interrumpí, vi que tenían miradas de asombro, pero pronto se les quitó al seguir hablando. –Lo vi en el teléfono hace un rato.
–Ya me ilusionaste –se quejó Estephany, poniéndose de pucheros.
Cuatro horas más tarde (que, por cierto, ya eran las 12:49 de la tarde/madrugada) y aún estaban en la habitación hablando, descubrí que algo me caían bien ya que veía normal que estuviera con ellos, están todos locos y me gusta eso, he descubierto de mí misma que también soy loca, sarcástica y algo chistosa (de chistes malos, que sólo reíamos mis padres y yo, los demás nos miraron cómo a locos). Era increíble que sientes que estás conectada a esas personas, pero, sin embargo... no tienes nada.
En este mundo de dolor y locura, uno se olvida de aquello innecesario pero sin embargo los sentimientos aún viven bajo la piel.
Extraño, ¿eh? Cómo una melodía triste, suena y te abunda de toda clase de sentimientos, aunque nunca te pares a pensar el por qué de aquello.
–Bueno, nosotros ya nos vamos –mencionó Alex a carcajadas, recuperando el aliento por tantas risas y yo volviendo a la realidad.
–Sí, supongo, nos veremos pronto, ¿no? Tendréis que enseñarme muchas cosas –respondí fingiendo una sonrisa.
–Eso está hecho –respondieron todos, los cuales nos reímos.
–Hasta mañana –se despidieron todos menos mis padres.
–Adiós...
Cuando salieron todos, suspiré profundamente, la verdad es que en este largo día a habido veces que he fingido una sonrisa para no cortar el royo y, ahora, no era la excepción.
–Jordi, cariño –le llamó mi padre rubio de la nada. –¿Podrías salir un momento?
–¿Ya nos vamos? Pero si...
Se hizo un silencio de unos segundos hasta que volvió a hablar mi otro padre.
–Oh, entiendo, te esperaré afuera Jeffri –besó en la mejilla a papá.
Cuando salió del cuarto, se me escapó una risilla por el apodo.
–¿Jeffri? Qué lindo apodo.
–Oye, somos así, más si los gemimos –me guiñó un ojo.
¿Me tengo que reír o arquear? Porque éstas bromas me dan doble sentimiento.
Sonreí en respuesta y volví a apartar la mirada hacia la cama, la verdad me encontraba cansada y desorientada. Mi padre me cogió de la mano, haciendo que le mirara al instante.
–Finges mal hija –me descubrió.
–No sé cómo sentirme papá, es... tan raro.
–Pronto volverás a cómo eras, incluso mejor a la de antes –me abrazó, juntando sus labios en mi frente y susurrando para mí. –Te lo prometo hija.
–¿Porqué estás tan seguro? No sabes cómo puedo ser a partir de ahora.
–Eres una luchadora, desde siempre tesoro, y estoy segura que eso no cambiará, yo lo sé –sostuvo mis hombros con ambas manos.
Y me abrazó, durante largos minutos los cuales solté unas pocas lágrimas, sintiéndome tan acogedora cómo supongo me sentía anteriormente. Al soltarme, mi padre se despidió de mí y se fue a casa a descansar, quedando sola en la habitación, acomodándome para dormir, hasta que sonó la puerta, otra vez.
–¿Sí? –pregunté, mirando la puerta observando impaciente quién entraba.
–Tok tok, ¿puedo pasar? –es Bruce, pero... ¿qué hacía ahí?
–Claro, pasa, justo iba a dormirme –me senté de nuevo en la cama. –¿Qué te trae a esta humilde morada?
–Nada interesante, solamente para proponerle algo.
Una propuesta indecente... Mierda, ¿de qué me ha venido eso?
–Bueno, le escucho, aunque... ¿no deberían estar presentes mis padres?
–Iba a hablar con ellos, pero al verlos tan agotados no quise molestarlos, igualmente mañana les iba a comentar lo hablado. A lo que iba, supongo que después de lo que le ha pasado querrá ser protegida, ¿verdad? Porque podríamos recomendarle un guardaespaldas que...
–No –interrumpí.
–¿No? –preguntó sorprendido.
–No quiero que nadie me cuide señor Breith –respondí decidida.
–Entiendo entonces, igualmente les comentaré a sus padres para que lo sepan y piensen. Recuerda que estamos aquí para lo que necesite, y más en estos duros momentos.
Esa frase... Lo pensé durante unos segundos hasta que caí en cuenta en una idea brillante.
–Para lo que necesite, ¿no? –repetí con una sonrisa perversa. –Creo que sí necesitaría algo.
–Claro, lo que usted quiera señorita.
–Quiero protegerme yo misma, si pudiera yo sola protegerme no necesitaría a nadie, en todo caso si mis padres no se fiaran sería un extra el guardaesoaldas, ¿me explico?
Se quedó unos segundos pensando, hasta que finalmente sonrió y aceptó con la cabeza.
–Yo la podría enseñar a protegerse, sólo si desea que sea yo su tutor.
–No tengo ningún problema con usted, así que acepto encantada, pero por favor, no me enseñe lo mínimo de defensa, quiero saber pelear, tener suficiente fuerza cómo para poder dar un golpe que aturda a mi enemigo, y bueno... –Pensé unos segundos si debería atreverme a preguntarlo, y cómo vida hay una, lo intenté. –Si pudiera enseñarme a otra cosa se lo agradecería mucho.
–Sólo dígalo.
–Quiero aprender a usar armas. Sé que es raro que se lo proponga, más una chica de esta edad que no tiene ningún recuerdo, pero una parte de mí me dice que lo haga, que debo confiar en mi instinto y que aprenda, claro que podría llegar solamente ahí o...
–Le enseñaré todo lo que me pida –interrumpió, quedándome sorprendida.
–¿De verdad?
–Sí, pero creo que sería mejor ocultar esto último a tus padres, por el momento –me guiñó el ojo, sacándome una sonrisa.
Que extraño, no soy aún adulta, ¿un policía que no conozco de nada me va a enseñar a pelear y usar armas, sin conocerme y sin preguntarme nada? Sospechoso, pero aprovecharé el bug.
–Bueno, entonces me iré yendo ya, que descanse bien señorita, aquí está mi número de teléfono por si pasa algo –me tendió un trozo de papel con una frase que pone 'Policía Nacional Bruce Breith' y con su supuesto número de teléfono.
–Gracias –lo cogí y lo guardé en el primer cajón de la mesilla al lado de la camilla, mientras salía del cuarto y cerraba detrás de él.
Sigo pensándolo, es raro ese policía, todo lo que yo quiera me lo da (o eso me hace pensar), vamos que tampoco lo ha pensado mucho el enseñarme a disparar, ni preocupado por lo que pueda pasar ni nada, acojonante. Y entre tanto pensar y darle vueltas sin sentido, me quedé profundamente dormida, soñando algo irreal con lo que sentía tan real como nunca antes había sentido.
~Hola a todxs!! Aquí está el capítulo 2 de esta historia, espero que os esté gustando y, la pregunta de la semana: 'Tenéis novio?' Yo sí, y me encanta <3. No tengo nada más que decir así que, bye~
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