CAPÍTULO UNO - CLEOPATRA
Lunes, 9 de septiembre del 2019
Hoy comienzan las clases y Carla está más nerviosa que nunca. Nunca entenderé por qué todo el mundo quiere causar buena impresión el primer día, como si esa imagen que das de ti, se quedase grabada durante los siguientes nueve meses.
—Tienes que tranquilizarte, Carla —le repito a mi amiga por enésima vez.
—Lo sé, pero no puedo. Estaremos en el último curso de la ESO. Es una gran responsabilidad y quiero hacerlo bien —me responde mi mejor amiga y yo no puedo evitar echarme a reír.
—¿Una gran responsabilidad? ¿Me lo dices en serio? —le pregunto, con una ceja levantada.
—Por supuesto —dice sin dudar antes de salir por la puerta de su casa, como si fuese la mismísima Cleopatra.
Ya sé que la comparación es un poco obsoleta, no obstante, anoche terminé de leerme el libro No digas que fue un sueño de Terenci Moix y no tengo otra cosa en la cabeza que a Cleopatra y Marco Antonio. En el fondo, como dice mi madre, soy una romántica empedernida, aunque yo me niegue rotundamente a reconocerlo.
Siempre me han gustado los libros con final feliz y, con final feliz, me refiero a que la protagonista acabe con el amor de su vida, o el protagonista, pero me identifico mucho más cuando es una chica.
Mi libro favorito, desde que tengo doce años, es Ana, la de las Tejas Verdes de Lucy Maud Montgomery. Tengo ese libro en mi cuarto lleno de post-it y no solo ese, los siete libros restantes sobre la vida de Ana Shirley y su descendencia también están en mi habitación llenos de pequeñas hojas coloridas de papel adhesivo. Incluso me sé de memoria el último capítulo de Ana la de la Isla, cuando Gilbert vuelve a declarársele a Ana y ella, por fin, acepta el amor que siente por él.
Es normal que me gusten estos libros, aunque se hayan escrito a principios del siglo pasado, a mi madre también le encantan y se inspiró en la protagonista para ponerme mi nombre, además, físicamente me parezco mucho a ella, delgada, de tez pálida, con pecas y pelirroja.
—¿Me estás prestando atención? —me regaña Carla, al darse cuenta de que no la estoy escuchando.
—¡Claro! —le contesto, muy segura de mí misma, para que no note que he perdido el hilo de la conversación completamente, lo que me suele pasar muy a menudo.
—¿Qué te acabo de contar?
—Lo importante que es estar en cuarto de la ESO y la gran responsabilidad que esto conlleva —le respondo comenzando a caminar en dirección al instituto sin darle importancia, normalmente el truco de decir algo sobre lo último que recuerdo funciona.
—¡Ana! No me estabas haciendo caso. Te dije que Antonio me ha invitado a ir con él mañana por la tarde a Patacona. Deberías venir conmigo, aún no han empezado las clases realmente —me riñe mi mejor amiga a la par que me invita a salir con ella.
—No me gusta nada esa playa. Evidentemente, acabaremos en La Ferradura y estamos empezando el mes y ya estoy pelada —me quejo de mis problemas económicos.
—No comeremos nada, lo prometo. Si quieres nos tomamos una horchata y nos vamos. También te puedes meter, seguro que alguno te presta su tabla —me propone Carla y sé que lo hace para que por fin deje de evitar coger olas.
—No pienso meterme en esa playa nunca más —respondo, severa, antes de que llegue Antonio, el novio de Carla, hasta nosotras.
Antonio me cae bien. No se comporta todo el tiempo como un idiota como el resto de los chicos que conozco. Antes solía tener muchos amigos, pero el año pasado empezaron a actuar de manera extraña y ahora prefiero salir siempre con Carla. Es más cómodo porque con ella estaré siempre segura de que no se malinterprete que quedemos para hacer algo.
La única vez que tuve interés de tener una relación que fuese más allá de una simple amistad, el idiota de David me engañó. Quedamos para surfear dos veces a mediados de verano y fuimos juntos a la Patacona por la tarde. Él se había atrevido a declarárseme la primera vez y yo le pedí un poco de tiempo para ir haciéndome a la idea.
¡Todo muy normal!
En mi defensa diré que nunca he estado con un chico y me da muchísima vergüenza hacer el ridículo cuando me bese, porque no tengo ni idea de cómo hacerlo.
Además, ahora estoy segura de que hice lo correcto. Al día siguiente de haber ido juntos a coger olas por segunda vez, fui con Carla y su novio, ya que David me dijo que no podía, y al bajarme del autobús, lo primero que vi, fue a David metiéndole la lengua hasta las amígdalas a una rubia muy guapa, tengo que admitir.
Él me miró con sorpresa, pero luego actuó como si no me conociese. Carla, que sabía que me estaba empezando a ilusionar con ese chico, se sujetó a mi brazo y juntas nos metimos en el agua a hacer las idiotas, pero ese día no me metí con una tabla, ni los siguientes días fui a surfear.
Fue una pena, porque llevaba más de un año tomando prestada la tabla de algunos amigos y cuando ya me podía poner de pie y mantenía el equilibrio sin casi caerme, lo dejé.
Le agradezco a Antonio en mi interior que entretenga a su novia, si no se habría dado cuenta de que he comenzado otra vez a pensar demasiado y me he distraído hasta el punto de no tener ni idea de lo que están hablando.
—¿Vas a venir, Ana? —me pregunta Antonio, directamente a mí.
—¿A qué hora vais a ir? —le contesto con una pregunta para poder obtener más información de la conversación y que no supongan que no estaba prestando atención.
—A las tres y media, porque hasta las cuatro la marea estará demasiado llena y no habrá olas —me contesta el novio de mi mejor amiga.
—Vale, pero me tendré que volver temprano. Mañana por la noche me voy a quedar con el hijo de la vecina. Ya he quedado con su madre en que lo cuidaría —le respondo.
—¡Amiga! A mí me dijiste que no —me echa en cara Carla.
—Él es más guapo que tú —bromeo y le pico un ojo a mi mejor amiga, mientras Antonio se echa a reír sonoramente.
—¿Te espero a las dos? —le pregunta Antonio a Carla.
—Nosotras nos iremos a las doce. Me han dicho que aún falta que se incorporen algunos profesores y saldremos antes.
—¡Pues te llamo luego! Podrías venir a vernos entrenar, creo que este año tendremos entrenador nuevo —se despide Antonio de mi mejor amiga mientras se dirige a su aula.
—¿No es un amor? —me pregunta Carla, cuando nos dirigimos a nuestra clase.
—Es la primera vez que me gusta tu novio, pero sería ideal si no fuese tan amigo del idiota de David —le contesto, mientras dejo mis cosas en la mesa de la primera fila que está junto a la ventana.
Desde primero de la ESO he elegido este lugar y los compañeros ya dan por hecho que me voy a sentar aquí. Me gusta estar en primera fila, puesto que me esfuerzo al máximo para sacar buenas notas y al estar al lado de la ventana, puedo mirar hacia fuera cuando siento que necesito salir al mundo. Todo el tiempo encerrada en la clase me mataría.
A primera hora tenemos clase de Filosofía, me encanta la asignatura y, aunque a Carla no le hace mucha ilusión, la aceptó porque yo le prometí elegir también Francés. Mi madre es francesa y con mi tía, la hermana mayor de mi madre, siempre he hablado en este idioma, por lo que no voy a aprender mucho, no obstante, a veces es necesario llegar a un compromiso con tu mejor amiga.
El profesor de Filosofía es nuevo y va a ser nuestro tutor este curso. Me ha caído muy bien, sobre todo porque nos ha dado un listado con los textos filosóficos que vamos a ver durante los próximos meses y así puedo ir preparándome en casa y, además, creo que es bastante flexible y nos dejará que pensemos por nuestra cuenta. Odio cuando un profesor intenta que todos sus alumnos opinen igual que él.
A segunda hora ningún profesor puede hacerse cargo de nosotros, por lo que Carla aprovecha para visitar a su novio, mientras yo me quedo en clase escribiendo en la nueva idea que tengo: un libro sobre Gilbert Blythe, es decir, quiero reescribir Ana, la de las Tejas Verdes, pero narrado por Gilbert.
Antonio es dos años mayor que nosotras, pero repitió cuarto hace dos años y este año comienza la formación profesional de Informática y Comunicación. Nunca ha sido muy buen estudiante, pero desde que empezó a salir con Carla, hace ocho meses, sus notas han mejorado muchísimo. No solo porque Carla le ayuda en lo que puede, incluso yo le he dado clases de inglés, sino que al estar muchas tardes con ella, ha dejado de pasarlas fumando porros con sus amigos.
Esa es la razón por la que se lleve tan bien ahora con David, el que casi fue mi novio, ya que David no fuma, no suele beber mucho tampoco y el año pasado estaban juntos en clase.
—¿Adivina quién me preguntó por ti? —me interrumpe Carla con mi escritura, cuando regresa a clase.
—¿Antonio? —le pregunto sarcástica, porque no sé con quién más ha podido estar la última media hora.
—No, tonta. David me ha parado cuando regresaba y me ha dicho que echa de menos tu amistad —me sorprende mi mejor amiga.
—¡Qué! Ese tipo es un imbécil. Desde el día que lo vi con aquella chica, no solo no me ha dirigido la palabra, sino que ni siquiera me ha mirado. Bonita forma de demostrar que me echa de menos —respondo enfadada y dejando mi pluma a un lado, me acaban de cortar la inspiración.
—No seas rencorosa, él solo quiere ser tu amigo. Además, ni siquiera se besaron —me recuerda Carla.
—Menos mal —doy la conversación por finalizada.
—Quiere que el fin de semana vayamos los cuatro al cine —vuelve mi mejor amiga a la carga.
—Espero que en esos cuatro no se encuentre Ana Lumière —le contesto, áspera.
—Anita, porfa. ¿Qué querías que le dijese? Que no quieres ir porque estás enamorada de él y no soportas verlo besando a otra —me dice amiga, con voz mimosa.
—¡Qué! Yo no estoy enamorada de ese idiota —me defiendo.
—Lo sé, pero si sigues enfadada con él, es la impresión que das. Es uno de los mejores amigos de mi novio y tú eres como mi hermana, mi alma gemela. No puedes evitarlo eternamente.
—Sí, puedo —digo, cruzando los brazos en mi pecho.
—Vamos, Anita. Solo es ir al cine y le pediré a Antonio que invite a más amigos, así no parecerá que es una cita doble —dice antes de echarse a reír.
—Carla, de verdad que estoy muy escasa de dinero. Mi madre lleva dos meses de baja, por lo que su sueldo ha disminuido y este mes tengo que comprar algunas cosas para las clases —me excuso.
—Tienes los libros subvencionados. Además, yo te invito y tú llevas esas palomitas con sabores raros que haces y así no gastamos dinero, sino en la entrada —me dice Carla, que seguro está igual que yo de pelada.
La madre de Carla trabaja, pero el padre perdió su empleo a principios de verano y no ha conseguido otro. Podrían vivir estupendamente, si no fuese, porque siempre están comprando cosas a crédito y ahora los préstamos no los dejan respirar.
—Iré solo para no darle el gusto a ese idiota y que piense que no voy a ir por él —contesto al final.
—¡Gracias, amiga! A mi padre le han dado el trabajo en la empresa de exportación de naranjas, así que posiblemente el próximo mes las cosas mejoren —me dice ella contenta.
—Menos mal, aun así, deberían aprender la lección y no gastarse el dinero que aún no tienen —le aconsejo, cada vez me parezco más a mi madre.
No podemos seguir hablando porque llega nuestro tutor de nuevo para decirnos que podemos irnos a casa, puesto que la mayoría de nuestros profesores se incorporarán mañana. Carla prefiere quedarse a esperar a Antonio, ya que la siguiente hora también la tiene libre y yo me voy en mi bici.
Siempre la he ido a buscar a su casa en bicicleta. No sé cuánto tardaría caminado, pero dándole al pedal solo tardo tres minutos. Luego la tengo que arrastrar hasta el instituto porque mi mejor amiga ni loca va en bicicleta a clase.
¡Nobody is perfect!
***
Llego a casa completamente sudada. He conducido menos de cinco minutos, aunque lo he hecho con tantas ganas, que parece que he ido a una clase de spinning. Rosa, la señora que ayuda a mamá por las mañanas, está aún aquí y me saluda. Es simpática, pero siempre está corriendo por la casa. A menudo se queja de que la otra señora, la que viene por las tardes y a pasar la noche, no hace nada.
Mamá sufrió un accidente laboral e inhaló ácido fluorhídrico. Mi madre trabaja como química en unos laboratorios y según comentó la inspectora, que está aún evaluando el accidente, ese ácido no debería haber estado ahí. Además, ella estaba entrando a su trabajo y se encontraba en una zona poco segura, cuando al compañero se le cayó la caja y todos salieron corriendo, cerrando la puerta y dejándola a ella dentro de la sala sin poder salir ni gritar porque al inhalarlo, el ácido le quemó la boca, el esófago y la garganta. Casi se asfixia. Cuando los compañeros abrieron la puerta vistiendo la protección adecuada, mi madre ya estaba inconsciente en el suelo.
Estuvo dos semanas en el hospital, mientras enviaron a una señora para que me cuidase porque yo aún tengo catorce años y parece ser que no tengo ni que saber ir al baño sola. A veces pienso que los adultos se han olvidado de todo lo que podían hacer con catorce años.
—Tu madre quiere hablar contigo —me dice Rosa antes de irse.
—Gracias, iré a verla ahora mismo.
Mi madre no puede hablar mucho y a pesar de que le he dicho que puede utilizar el teléfono para poder comunicarnos, ella prefiere escribir todo en una libreta.
—Bien, mamá. No han venido todos los profesores y por eso he llegado tan temprano —le digo cuando leo que me pregunta cómo me ha ido el día.
El médico ha venido a verme esta mañana.
—¿Qué te ha dicho?
Tengo cáncer en el esófago y las posibilidades de superarlo son mínimas.
—Pero lucharás con todas tus fuerzas, ¿verdad? —le suplico, con lágrimas en los ojos.
Claro, hija, pero llegará un día en el que no tenga más fuerzas.
—No quiero que me dejes —le digo, antes de empezar a llorar.
Tienes que ser fuerte, Ana. No importa lo que suceda, tienes que ser fuerte.
No es muy fácil pedirle a tu hija que sea fuerte y me doy cuenta de lo que mi madre está sufriendo. Siempre me ha educado para que sea independiente y me valore a mí misma por el concepto que tengo de mí, no por los que tengan los demás, pero si mi madre se va, me quedaré sola, ahora solo somos ella y yo.
Mi madre cambia de tema de conversación y nos quedamos hablando hasta la hora de la comida. Siempre me ha gustado pasar el tiempo con ella, aunque cuando sabes que puede que no te queden muchos de estos ratitos para disfrutarlos con ella, los valoras muchísimo más.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro