Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO DIECISÉIS - CARNAVAL

Jueves, 20 de febrero del 2020

Hace casi dos meses que mi madre me dejó y, aunque no soy la compañía más alegre en este momento, tengo que admitir que desde hace unos días la presión que sentía en el pecho ya no es tan fuerte.

No he salido mucho, pero tampoco me apetece. Solo acompañé el sábado pasado a Bert, después de su partido, a la tienda de música donde va a ver los violines. Me presentó a Isabel cuando volvimos al bar Peña y nos comimos los bocadillos de carne a la brasa en el lago de Anna, después de que yo le pidiese que me llevase otra vez allí.

Mi tío es el mejor y me ha permitido ocultar a mi tía las dos salidas que he hecho con Bert. Ella me ha pedido varias veces que se lo presente, pero ha tenido un muy mal mes, aunque hace unos días que está un poco mejor y se supone que esta tarde será el gran día.

—¿De verdad que no quieres venir mañana al instituto? Seguro que te distraes un poco y nos lo pasamos bien —me pregunta Carla, porque mañana es la fiesta de Carnaval y en clase han organizado algunas actividades a las cuales me permiten no asistir, debido a lo sucedido a mi madre a finales del año pasado.

—No me apetece —le respondo a mi mejor amiga.

—Julius tampoco va a venir porque le ha pedido la tarde libre a su jefa y mañana trabajará todo el día —interviene Omer.

—No es la primera vez que lo hace. Normalmente, trabaja los martes, los jueves y los viernes, pero a veces solo trabaja dos días y hace seis horas diarias o pasa un día para el sábado —aclaro, porque tengo la sensación que mis amigos me culpan de que Bert ha hecho algo terrible obligado por mí.

—Le estás dando muchas largas, Ana —se queja mi amiga, sin venir a cuento.

—¿De qué estás hablando? No sabes lo que estás diciendo. Nosotros somos muy buenos amigos y es lo único que puedo ofrecer por ahora —me molesto para que no sigan con la conversación y funciona, porque seguimos comiéndonos cada uno su bocadillo sin mediar palabra.

Hoy nos hemos puesto cerca de donde están los chicos jugando, solemos hacerlo porque Omer a veces juega y porque Antonio viene a hablar con nosotros cuando le toca esperar para jugar otra vez.

Solo llevamos diez minutos de recreo, pero se nota que los chicos hoy están más locos que nunca, puesto que una chica ya se ha llevado un pelotazo, que estaba mirando cómo juegan a unos metros, y se acaba de caer uno de los jugadores al suelo, pienso que porque se torció un tobillo.

—Carla, voy a acompañar a Julius para llevar a Raúl a dirección. No puede apoyar el pie al caminar —le dice Antonio a su novia antes de irse los tres.

—No hay nada como ser chico, ni siquiera han dejado de jugar, sino que ya han reemplazado a los que se han ido —se queja Carla de la poca sensibilidad que tienen los jugadores a las desgracias ajenas.

—Si eso os pasara a vosotras, no habría quien aguantara el drama —nos recrimina Omer y no lo contradecimos, porque estamos seguras de que tiene razón.

—Ana, ¿puedo hablar un momento contigo? —me pregunta David, que se ha acercado hasta nosotros sin que nos hayamos percatado.

—Claro, pero tendrás que ser breve porque hoy tengo que irme un rato antes a clase —le pongo como excusa y es que no me apetece nada lidiar con David y sus dramas.

—¿En privado? —insiste él y yo no sé qué decirle para no quedarme a solas con él.

—No sé si es un buen momento, David —intento evadirme.

—Solo serán dos minutos —me ruega y yo afirmo con la cabeza porque, por muy mal que me caiga, tampoco puedo negarle que me hable.

—Dos minutos —condiciono a David.

—Vamos —me dice y camina delante unos metros hasta una esquina donde no hay nadie.

Yo lo sigo, no sé qué barbaridad me soltará o si se comportará como una persona normal, no obstante, empiezo a hacerme la idea de que acabaré discutiendo con él y me preparo.

—Siento mucho haber sido tan idiota el año pasado. Sabía que tu madre estaba enferma, pero no sabía cuánto y no supe comportarme muy bien contigo —me dice para mi sorpresa.

—No te preocupes, David. Nada de lo que ha pasado es culpa tuya.

—Lo sé, aun así, debería haberte dejado un poco más de espacio y no supe ver que no estabas pasándolo bien. Un día Julius me advirtió y me pidió que te dejara tranquila y yo pensé que era un truco de los suyos —sigue sorprendiéndome David, también cuando nombra los trucos de Bert, porque yo no he notado que sea la persona que David siempre quiere hacerme creer que es.

—Lo pasado, pasado está —le digo para acabar con esta conversación tan incómoda y volver con mis amigos.

—Me han dicho que te besaste con él antes de que se fuese a Alemania en Navidad, pero le he preguntado a él y no ha querido hablar del tema, únicamente me ha dicho que tú no estás ahora para salir con alguien.

—Tiene razón —contesto, porque no tengo que hablar de mi beso con Bert con nadie y menos con David.

—Entonces, ¿me has rechazado por él? ¿O por qué estás triste por lo de tu madre? —me pregunta el insensible de David, que vuelve a ser el mismo imbécil de siempre.

—David, no tengo intención de tener una relación contigo, aunque seas el único hombre de la ciudad. Nosotros no tenemos nada en común ni haríamos una buena pareja. Somos muy diferentes —le respondo con la poca paciencia que me queda.

—Ya sabes que los opuestos se atraen —me dice el tipo más pesado que hay en la faz de la Tierra.

—David, creo que te lo he dejado claro en otras ocasiones. Déjame en paz —le digo perdiendo al final la paciencia.

—David, los chicos te están esperando para jugar —escucho que dice Bert seco.

Ni siquiera he visto cómo ha llegado hasta nosotros, pero por la manera que suena su respiración, ha venido corriendo.

—Iré más tarde —le contesta David, molesto.

—No es una pregunta —dice Bert, con un tono tan frío que incluso a mí me asusta.

David no se mueve, pero tampoco le responde y, después de unos segundos, comienza a caminar rumiando algo ininteligible.

—¿Estás bien? —me pregunta mi salvador, preocupado.

—Sí, ya sabes que se pone de pesado, aunque yo podía habérmelo quitado de encima sola —le hago saber, porque no soy una niña a la que hay que cuidar.

—Lo sé, Anita. Sin embargo, no deberíamos poner más carga sobre tus espaldas, ya tienen suficiente peso —me dice y por primera vez me abraza en el instituto, delante de todos.

Yo me dejo hacer, incluso me acerco más a su cuerpo, ocultándome entre sus brazos. A mí no me importa que la mitad de las chicas de mi clase me estén matando en sus pensamientos. Acabo de tener una discusión con el pesado de David y a pesar de que no lo sabía, necesito este abrazo.

—Seguro que más de veinte chicas me están matando con la mirada —bromeo, después de unos segundos sin separarme de él.

—Y a mí cincuenta chicos —continúa él con la broma.

—Yo no tengo un séquito de admiradoras observándome —le recuerdo.

—Eso solo puede significar que los chicos en esta ciudad son idiotas y no saben todo lo que vales —dice entre risas.

No sé qué le ha hecho tanta gracia a Bert, pero me gusta sentir su risa mientras estoy escondida entre su cuerpo, todo él vibra.

—¿Cómo está Raúl? —le pregunto a Bert sin separarme un ápice de su cuerpo.

—Sobrevivirá, pero la próxima vez, no seré yo quien lleve a alguno de los chicos a dirección, a no ser que David me acompañe.

—No tienes que ser tan protector conmigo, Bert —le digo cariñosa.

—Me sale solo. Además, si luego vas a decir así mi nombre, valdrá siempre la pena —me dice, sacándome una sonrisa.

—Seguro que Carla se muere por acercarse hasta aquí para hacerme un interrogatorio de tercer grado. No estará tranquila hasta que le diga con pelos y señales todo lo que me ha dicho David.

—¿Te ha molestado mucho? —me pregunta mi amigo.

—Las tonterías de siempre. Creo que no le gusta nada que lo haya superado.

—¿Estabas enamorada de David? —se extraña Bert.

—¿De David? Ni en un millón de años. A principio de verano Carla me tenía loca con que ya era hora de tener un novio y estuvimos a punto de empezar una relación. Yo no lo conocía tanto como ahora y antes de que ni siquiera nos besáramos, lo encontré enrollándose con otra —le hago un pequeño resumen.

—¿Casi tienes una relación con David y a mí me has tratado tan mal? A veces pienso que a las mujeres les gustan que las menosprecien —me dice Bert entre risas, menos mal que se lo ha tomado con humor.

—Sé que te he tratado mal a veces, pero la primera vez fue porque estabas ahí cuando necesité dejarme llevar por mi frustración y la segunda imaginé que tenías una novia y estaba enfadada contigo —me excuso.

—¿Estabas celosa, Anita? —me pregunta y me doy cuenta de mi error al decirle que estaba enfadada.

—No, solo me molestó que no me lo habías contado —intento salir airosa de la situación.

Bert no me contesta, sino que se echa a reír tan fuerte que me contagia. Hace tanto tiempo que no me río así, que no me acuerdo cuando fue la última vez.

Meses, desgraciadamente.

Cuando me separo de mi amigo y me deshago de su abrazo, puedo ver que casi todo el instituto está pendiente de nosotros. No solo ver reírse a Bert es digno de admirar, creo que todos se extrañan de vernos tan empalagosos.

Bert no se achica ni un poco y me lleva de la mano hasta donde están Carla y Omer que me miran sin dar crédito a lo que están viendo.

—Así que ya es oficial —nos echa en cara mi mejor amiga.

—¿Qué es oficial? Solo somos muy buenos amigos —le responde Bert, aunque me aprieta un poco la mano, no sé si para darme ánimos o para hacerme ver que solo somos amigos.

—Pues se les veía muy acaramelados y todo el instituto se dio cuenta —nos informa Omer.

—Incluido David, que estaba echando rayos láser por los ojos —añade Carla.

—David es un idiota y como lo vuelva a ver a menos de dos metros de Anita, voy a tener que hablar muy seriamente con él.

—¿Más seriamente de lo que lo hiciste antes? Diste mucho miedo —le pregunto, levantando una ceja.

—Lo siento, no era mi intención. A veces parece que no tiene sino dos neuronas rebotando y no se da cuenta de las tonterías que dice y los malos ratos que te hace pasar —se excusa Bert.

—Tiene que ser muy sexi eso de que amenacen a un idiota que te está molestando delante de ti, Anita —intenta fastidiarme Carla.

—Ya sabes que no me gusta la violencia de ningún tipo, ni siquiera la verbal —le recuerdo.

—Intentaré que no vuelva a pasar, pero si vuelve a propasarse, actuaré de la misma forma —me responde Bert, serio.

—Vamos a olvidarnos de David y a planear lo de esta tarde —intento cambiar de tema.

—¿Esta tarde? Yo pensaba que querías que me pasase a las tres y media, después de almorzar —me sorprende Bert.

—Pero tengo que ir a la banda a las cinco de la tarde —le recuerdo.

—Y te esperaré a que termines tocando a Bergonzi.

—¡Bergonzi! ¡Cuánto lo odiamos mientras suponíamos que era una chica! —exclama la loca de mi amiga.

Y todos se ríen, excepto yo, que me muero de la vergüenza.

***

Caminamos de la mano, como viene siendo costumbre, cuando vamos de camino a la escuela de música. Por fin mi tía ha conocido a Bert y no ha muerto nadie. Sí, sé que no debería hacer ese tipo de bromas, sobre todo teniendo en cuenta los antecedentes de mi tía y los propios, pero he pasado tantos nervios mientras mi amigo estuvo en mi casa, que necesito un poco de humor negro para reponerme.

Bert llegó puntual, como era de esperar de un buen alemán. No me advirtió de que iba a traer algo, así que me sorprendió cuando le entregó a mi tía una mermelada de ciruelas hecha por él y unas galletas caseras. Al principio ella se asombró tanto como yo, pero mi tío ni se inmutó, por lo que imagino que él fue quien le chivo a Bert que a mi tía le encanta la mermelada de ciruelas alemana con clavo y canela.

Mi tía comenzó siendo tan descortés que recordé lo maleducada que fui con él cuando lo conocí. Pero Bert, lleno de paciencia, no pareció percatarse de lo lunáticas que somos en mi familia. Lo más vergonzoso fue cuando mi tía, sin hacer ningún acto de presencia un poco de los buenos modales que su madre le pudo haber enseñado, se puso a echarme en cara en francés, que tener una relación con un chico así sería una pérdida de tiempo.

Bert la interrumpió rápidamente para que no siguiera hablando y, posiblemente, ahorrarnos pasar más vergüenza por parte de todos los presentes. Le hizo saber a mi tía que actualmente solo existe una relación de amistad entre nosotros dos y que entiende el francés, lo cual también dejó claro cuando le dijo todo en un perfecto francés que no tenía nada que envidiar al de mi tía, profesora de filología francesa en la Universidad de Valencia.

Menos mal que al final mi tía se comportó y pudimos tener una conversación civilizada los cuatro en el salón de casa.

—Mi jefa me ha dicho que no me va a poder dar las vacaciones hasta el veintiséis de febrero —me dice Bert que no se ha quejado ni una sola vez de la falta de educación de mi tía.

—¿Por qué? —le pregunto, porque lleva casi un mes pidiendo que le den unos días libres.

—Porque tiene a un trabajador de baja, aunque solo faltan cinco días.

—Sí, pero se te van a unir con las que tenías desde el veintiocho de febrero hasta el diecisiete de marzo —me quejo un poco, porque esas dos semanas va a estar en Alemania, ya que los propietarios de la casa vendrán a Valencia.

—La primera semana no tendrás clases y tanto Omer como Carla van a venir a verte todos los días y hablaré con Antonio para que cuide de que David no te moleste en el instituto.

—Yo sé cuidar de mí, solo quería pasar las tardes contigo antes de que te marches y no vas a poder hacerlo salvo uno o dos días —me justifico.

—Cuando venga de las vacaciones, voy a hablar con mi jefa para que busque a otra persona. Es mejor que deje el trabajo. Las dos semanas que estaré en Alemania voy a trabajar con mi antigua empresa porque mi jefe en Alemania estará de vacaciones y necesitan a alguien que mantenga la maquinaria y las instalaciones de una cadena de restaurantes de comida rápida de la zona. Ya lo he hecho otras veces y ganas un montón de dinero porque suele tocarme trabajar de noche o madrugada —me explica.

—No me estoy quejando, solo digo que casi no tienes tiempo libre entre tus mil trabajos, tus entrenamientos y los partidos.

—Pero hoy por la tarde soy todo tuyo —me dice regalándome una de esas sonrisas y por primera vez desde la muerte de mi madre, me dan ganas de besarlo.

No creo que sea buena idea el hacerlo, por lo que me abstengo e intento mirar hacia otro lado que no sea su boca. Él no se da cuenta de nada o, por lo menos, se hace el despistado.

***

Cuando termino con la banda me voy en busca de Bert. Se supone que me está esperando mientras toca el violín. No me lo imagino tocando ningún instrumento, pero me causa mucha curiosidad, por lo que intento abrir la puerta sigilosamente y contemplo a Bert tocando.

Parece que no está ni mirando la partitura que tiene delante y se le ve absorto en la melodía, como si estuviese poseído.

En cuanto se da cuenta de que estoy en la habitación, deja de tocar y me sonríe. ¡Ojalá yo estuviese siempre tan segura de mí misma!

—Como mañana no vamos al instituto ninguno de los dos y yo no comienzo a trabajar hasta las diez, podrías venir a casa y ver una película. Los propietarios de la casa tiene Netflix y Movistar porque cuando vienen, quieren ver la televisión en español —me ofrece Bert.

—Pero no se me puede hacer muy tarde, no quiero que mi tío se preocupe.

—Hablé antes con él y me dijo que puedes llegar a casa cuando quieras —me sorprende mi amigo.

La verdad es que no me apetece encerrarme en mi cuarto y hace bastante frío, por lo que dar una vuelta por ahí tampoco es una buena opción.

—Está bien, pero yo elijo la película —le chantajeo.

—Yo no sabría que poner, no suelo ver mucho la televisión.

Al llegar a la casa donde vive Bert, me percato de que los propietarios tienen que ser muy ricos, es como una mansión. Incluso la casa de huéspedes donde vive es bastante grande y tiene de todo.

Nos ponemos cómodos en el sofá. Bert se acuesta con los pies en el reposapiés y yo apoyo mi cabeza en sus muslos mientras me acaricia el pelo. Parece algo tan natural que no me hace sentir incómoda en ningún momento. Elijo Seis en la sombra, aunque realmente no tengo ni idea de lo que va.

—¡Mierda, Bert! Nos hemos dormido —exclamo, cuando me doy cuenta de que todo está oscuro, hasta la tele se ha apagado.

—¿Anita? —responde, somnoliento.

—Mi tío me mata —le digo levantándome y buscando mi móvil.

—¿Qué hora es? —pregunta Bert antes de levantarse él también.

—Son las once de la noche, tengo que irme a casa —digo nerviosa.

—Yo te llevo —intenta tranquilizarme.

—Espera, mi tío me ha enviado un mensaje.

Tío: Ana, seguro que te has quedado dormida. Avisa cuando veas el mensaje para que me quede tranquilo.

—Mi tío me ha enviado un mensaje hace diez minutos —le digo al enseñarle el teléfono y le contesto mientras Bert observa lo que escribo.

Yo: Tío, no vimos ni cinco minutos de la película y me dormí. Voy para casa.

Tío: No te preocupes, descansa y regresa mañana. No estés saliendo con este frío.

—¿Te vas a quedar? —me pregunta Bert, que está leyendo los mensajes que intercambiamos mi tío y yo y puedo notar la esperanza en su voz.

—No creo que deba —le respondo.

—Claro que sí. Cenaremos algo ligero y nos dormiremos en la cama. Te puedo dejar algo de ropa para que la utilices como pijama.

—Está bien —me dejo convencer, porque no tengo ganas de salir a la calle a esta hora.

Yo: Vale. Buenas noches, tío

Le contesto a mi tío y sigo a Bert a la cocina, donde comienza a sonar Green Day.

A mi amigo se le da muy bien la cocina. Hace un revuelto de setas, saca un poco de queso y pan y nos sentamos a comer. Cuando terminamos, Bert me da unas bermudas de deporte y una camiseta para que esté más cómoda.

—Ya sé que los pantalones te van a quedar grandes, Anita. Pero no quiero tentar nuestra suerte y tenerte en bragas y camiseta en mi cama. Hace demasiado tiempo que no estoy con una chica —me dice Bert, lo que hace que me avergüence un poco.

Nos acostamos como si fuese lo más normal del mundo. Bert también tiene una camiseta y unos pantalones de pijama puestos. Se acuesta bocarriba y yo apoyo mi cabeza en su pecho. Es agradable sentir los latidos de su corazón, me relaja.

Nunca he dormido en la cama con un chico y en principio pienso que no voy a poder pegar ojo en toda la noche. Sin embargo, no tardamos en dormirnos otra vez, sino un instante.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro