Capítulo 14. |Amnesia|
|| Dedicado a ||
🤗_Eternity-jungkookie🤗
—Deberías dejar de hacer esto —dijo la señorita Depresión, de belleza morena.
—No puedo. Es como decir que te dejara a vos en el olvido, pero es tan difícil porque fue y siempre será parte de mí, Depre —lamenta el Sr. Recuerdo.
—Eso es totalmente absurdo. ¡Existe porque vos existís! Ella ya no es tuya.
—¡Condenado están mis sentimientos, a estar implorando olvidarlo! ¿Cómo hace esa gente que no siente nada? —dice aún aturdido después de todo lo que vivió con su supuesto gran amor.
—¡Basta! ¿No ves que buscas cualquier excusa para hablar de ella? ¿Acaso no te está bastando con que salgas con otra persona a éstas alturas? —dijo con enojo la morena.
—¿Hablas de él?, lo quiero, sí. Es que a la vez ya no sé qué dicta mi corazón. Ni qué camino estoy pisando—. Ríe carente de humor.
—Bendita sea la hora. Creo que traeré un relevo. Terminaré como Don Quijote —retruca la morena.
—Ja, ja, ja, ja, ja y yo que creí que nadie se podría comparar a él. Creo... creo que ya la estoy superando —afirma con disgusto.
Ésta rueda los ojos, viéndole incrédula. —No hace un rato estabas con lamento en boca.
Se acomoda apoyándose contra la ventana, mientras miraba por esta.
—Quería saber qué tan influenciado estoy por tu culpa. ¿Pero sabes? El año termina. Y con eso, mis males también —dice convencido de sí mismo.
—Con que borrón y cuenta nueva eh —concluye la morena.
—Sí, no me arrepiento de nada—. Finaliza él tomando de un trago el último sorbo ámbar.
—Me parece genial —dice ella—, así por fin me dejas en paz y sin que me recrimines.
—He de decirte que gracias. ¡Encontré la respuesta a mis dudas, eres una genia! —corre fuera de la estancia, con una sonrisa enorme en su boca.
Creyó que trabajar como lo hacía su padre con los humanos, buscaría respuesta en otra persona. Por eso no había pensado en lo que podría él ocasionar siendo el puesto que él tenía: los recuerdos del mal.
Se abren los ojos de Ximena en un parpadeo perezoso, apartando la frazadas en tanto saca los pies de la cama.
Habían pasado meses desde que estuvo en el psiquiátrico, ya que así se lo hizo saber su madre. Todavía la monitorean por si las moscas, sin embargo nunca supo la razón del por qué estuvo allí, a pesar de tener una vaga idea de estar loca. Aunque directamente le dijeron que estaba mejor sin saber; que a lo largo de los días ella estaba peor y que fue suerte la mía el poder estar "sana".
Las clases fueron tan normales como se pudo. Sus compañeros la miraban de una forma extraña, aún así la ignoraban, no hablaban con ella y en una ocasión escuchó su nombre que se quedó ahí parada para ver qué más decían de ella. Y lo que dijeron la dejó congelada.
Sintió que todo su ser se desmoronaba, y apesar de eso salió del baño bajo las miradas de la chusma.
Caminó con la cabeza agachada y le dolía horrores. Sus sueños no ayudaban mucho, sin entender del por qué estaban ahí, del por qué tenía que ver a personas que no conocía, del por qué sus amigas ya no le hablaban, del por qué no recuerda el año perdido en que repitió.
—¡Hey! —llamó su atención; todas se voltearon a mirarla, pero dirigió sus ojos marrones a la pelinegra que anhelaba con el corazón—, quiero hablar contigo. A solas.
Todo el grupito se fue, y se sintió más observada de lo habitual.
—¿Qué quieres? —sus palabras fueron duras, sin mirarme, sin saber por qué su actitud.
—Yo... —quizo respuestas.
Y las palabras no le salían. Alargó una mano hacia su cabello sedoso, al cual esta la esquivó. Bajó el brazo, dudó de lo que estuviera haciendo fuese lo correcto. Ellas ya se habían alejado desde un principio, y cuando recordó en ese instante que hasta yo misma había aceptado eso, dolió profundamente en el corazón—. Nada. Creí que era mejor estar así, creí mucho en nosotras solo que... no sé ni lo que quiero decir pero sé que fuiste una gran amiga. Y sé que lo nuestro fue un desperdicio al querer intentarlo.
Así sin más, no esperó a su respuesta sino que se dio vuelta y caminó tan apresurada que no tomó en cuenta a nadie más. Si eso era sentir el primer amor, era un asco; si eso era estar enamorada, era demasiado estúpido. Un amor a escondidas recordó que no era ese sentimiento lleno de paz. Ser del mismo sexo no ayudaba mucho como también el ser religiosa.
Respiró profundo en cuanto entró a su aula, sentándose en su lugar al fondo de todos.
Reprimió las lágrimas, era su anteúltimo año del secundario. Y la mitad ni la recordaba, estaba por completo perdida.
—¿Qué fue lo que hizo mal? —susurró casi en llanto, escondiendo su rostro entre sus brazos apoyados en la mesa.
Kroxzer, algún mundo paralelo a la tierra.
Tomó una bocanada de aire y exhaló. Caminó en círculos inquieto, descargando todo el puño en su escritorio. Observó su mano y se lo pasó por el cabello negro.
Era su culpa. Creyó en buscar respuestas a sus dudas y encontró destruirle emocionalmente a una mujer que no tenía nada que ver con él.
—Ella ya está mejor sin ti. ¿Por qué no decistes ya? —preguntó Muerte. Estaba sentado con sus brazos extendidos en el porta brazos, y una pierna doblada. En la cabecera se encontraba Vida, con el rostro entristecido.
—¡Se convirtió en mi prometida! Y cada segundo que comparto mi vida con ella y viceversa es una agonía, Muerte...Vida, entiendan eso, por favor—. Suplicó.
Habían pasado muchos días, y parecía una eternidad demasiado gris. Tal vez había estropeado todo, sin poder controlarse a sí mismo por divertirse con una humana. Su compañera había muerto por su desdicha, pagando el precio y aún así la carta de ella lo había conmocionado por dos razones: una era que no se culpara por su muerte sino que ella misma eligió ese destino y el otro es que dejase el lamento en boca para ser feliz con su prometida.
La Srita. Depresión, le había dejado un recuerdo y la noche anterior lo vio todo claro, esa muchacha a pesar de no entenderlo, de a pesar el daño en que le hicimos, cruzó «el más allá» que ellos denominan. Y eso debería significar algo.
Sin embargo, habían reglas y eso las controlaba Muerte y Vida.
—Te perdonamos y borramos los recuerdos de todos. Y cargas con ello como tu padre y amigo, esa muchacha no está hecha para estar en nuestro mundo —decía Vida.
—Pero... —replicó.
—¡Recuerdo! —gritó Muerte con enojo—; esta situación no es como la de tu amigo Pereza. Tú cargas en un puesto mucho peor como para que Ximena abandone lo que conoce para hacerte feliz.
Agregó Vida—: He quitado de Ximena Vidal todo lo que concierne los sueños y el hilo de una prometida. Deberías dejar de engañarnos, porque sabes lo que conllevaría eso y no queremos dar nuevamente oportunidades.
El Sr. Recuerdo se acercó a Vida, le tomó de las manos enseñándole su palma izquierda con el signo del prometido casi desapareciendo; palpitaba la marca y su sangre ahí parecía cual brasas de un volcán, tan caliente que ardía.
—¡Yo no les miento, maldita sea! —sus ahora ojos oceánicos parecían embravecidos, huracanados apunto de arrasar con lo que se le interpusiera.
Muerte y Vida se miran preocupados. Más allá del perdón y el arreglo que hicieron con su gente para borrar cualquier indicio de traición y rebelión. Dejándoles agotados, a tal punto de convertirse en humo. Se resignaron a protegerla.
Vida mira a Recuerdo con pesar, y suspira, se suelta de él y toma de su cabello una piedrecita que usa como adorno. Lo posa en su palma y se convierte de blanco a azul pálido.
—¿Qué es esto? —preguntó.
La acción de Muerte fue cortarse con un lápiz que contenía entre su chaqueta, y llevar su sangre a la piedrecita aquella.
—Dáselo a Ximena. Pero antes que lo hagas, ella debe recordarte y querer irse contigo a voluntad, ya sabes las consecuencias de si eso no sucede.
Miró nuevamente la piedrecita ahora de un color azul oscuro, y recordó a su madre; no, no quería que terminara como ella.
No lo permitiría.
Iría en busca de su prometida por fin, sin ningún empedimento de sus superiores, sin excusas.
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