T R E I N T A Y C I N C O
Aquella noche, cuando abrí los ojos y vi a Bruce sentado junto a mí, jamás me imaginé que mi vida daría un giro tan drástico. Todo empezó cuando vi entrar a la misma habitación al muchacho de cabellos platinos, con sus ojos idénticos a los míos y la sonrisa que me recordaba a una mujer de cabellos negros que siempre aparecía en mis sueños.
Verlo entrar me llevó de vuelta a 19 años atrás, mi mente se llenó de recuerdos de un escuálido niño que siempre me acompañaba por los pasillos fríos y lúgubres de un orfanato oculto en lo más recóndito de Rusia. Volví a vivir las noches lluviosas en la que él me contaba cuentos relacionados con las estrellas, cuentos que él se inventaba con tal de ver mis ojos brillando y olvidándose de los horribles tratos que recibíamos por parte de las monjas que nos custodiaban. Sentí una vez más sus manos en mis hombros mientras ponía los ojos en la mirilla del telescopio de la madre superiora, todas aquellas veces que nos escabullíamos a su oficina para poder apreciar el cielo.
Todos esos recuerdos, los más gratos y los más dolorosos, volvieron a mí, mi mente bloqueo varios de ellos, muchos no han regresado y no estoy segura si lo harán en algún momento, pero el tenerlo de vuelta a él, era como tener de vuelta una pequeña parte de todo lo que perdí por causa de esos terroristas. Ciaran, mi hermano gemelo, fue la pequeña recompensa de una vida que me recibió con varias injusticias.
Él y yo fuimos los únicos sobrevivientes de un atentado que acabo con la vida de nuestros padres. Personas de las que no tengo ningún recuerdo aparte de unos sueños que se volvieron menos recurrentes con el pasar de los años, en todos ellos la protagonista era una mujer blanca con cabello azabache que me repetía una y otra vez palabras que nunca pude recordar.
Hablaba de amos y reyes. O algo así.
Los primeros meses al recuperar a mi hermano fueron unos de los mejores, recuperamos la conexión que teníamos de niños. Me ayudó a obtener más información de nuestro origen y fortalecimos lazos. Pero mientras eso ocurría yo me estaba enamorando de su intrépido y apasionado mejor amigo, me rehúse los primeros tiempos, Bruce era todo lo que yo no era, como dicen por ahí, polos opuestos, pero con el correr de los meses no pude negarlo más, me enamoré perdidamente de él.
Y sabía que Ciaran también lo amaba.
Siempre lo supe.
No sé si Bruce llegó a saberlo o si lo ignoraba, de lo que sí tengo certeza es de que mostró un claro interés por mí. Ciaran lo aceptó, o eso hizo parecer, los años pasaron y Bruce y yo forjamos los cimientos de nuestra relación, para entonces yo ya lo amaba hasta los huesos.
Entre los tres nos unimos para luchar contra Rosemarie Walsh, mujer que se empeñó en jodernos la vida con tal de dañar a Bruce. Éramos un equipo.
Pero yo lo jodí todo.
Luego del accidente no vi a Ciaran por semanas, cuando volvió ya no había en él nada de lo que yo conocía, mi hermano murió junto con mi novio. Comenzó a acosarme, amenazarme y a hostigarme. No hubo día que no me recordó de la muerte de Bruce y de su causa, me instó a acabar con mi vida, me reiteró hasta el cansancio que si yo no acababa conmigo, él lo haría. Ya no somos amigos, ya no somos hermanos. Dejamos de ser Ciaran y Kiera, los hijos de la oscuridad, para pasar a ser dos personas que no pueden vivir si el otro sigue respirando.
Lo poco que amaba lo perdí en una noche. Sí, tuve culpa de ello, yo solté las palabras que nos condenaron, pero aun así no me merezco todo esto. Mi intención jamás fue perder a Bruce, mucho menos a Ciaran, no después de haberlo recuperado.
Y yo ya he pasado por demasiadas cosas que no merecía. Me violaron, calumniaron, amenazaron y aun así debo estar ahora aquí, en medio de un bosque que no conozco, corriendo como una liebre que huye de un zorro. No merezco estar llorando mientras mis ropas se desgarran cada que paso corriendo en medio de los árboles, luchando por no desmayarme por causa del golpe en mi cabeza.
Yo merecía más que esto, debía estar con Bruce, con mis padres, siendo la familia que ya no somos, debería estar al lado de Sasha, en mi cama viendo películas cursis para luego cambiarlas a una de superhéroes. Tenía mucho por vivir en lugar de estar huyendo de mi propio hermano.
—¡Kiera!
Su voz suena más cercana con cada minuto que pasa. He estado corriendo por más de un cuarto hora, mis piernas ya no pueden sostenerme más, las plantas de pies me gritan un descanso. Mis manos apartan una gran rama y paso sobre un tronco caído y caigo sobre mis rodillas, extiendo mis manos para no darme de cara al suelo, mis uñas se entierran en el barro y siento que la mayoría de ellas se rompen con el impacto. El arma que tenía en la mano cae frente a mí y me apresuro a tomarla de vuelta, me levanto como puedo y sigo avanzando.
Mis esperanzas están únicamente en Daniel.
Esta mañana, después de terminar la llamada en la que Ciaran me decía que tenía cautiva a mi mejor amiga, y me amenazaba con matarla si no iba a la ubicación que él me había indicado, y por supuesto que entre esas amenazas estaba la clara orden de venir sola, llamé a Daniel.
Ciaran podrá ser muy inteligente y odiarme todo lo que quiera, pero se le olvida que yo soy su hermana.
Utilizando el celular del taxista me comuniqué con él, no iba a arriesgarme a que Ciaran haya interferido mi móvil, armamos un plan, instalé en mi móvil un rastreador en el que él estaría siguiendo cada uno de mis movimientos, para estos momentos el bosque ya debería estar rodeado de policías y con Sasha a salvo. Es cuestión de nada el que me encuentren, o eso es lo que me digo mientras sigo corriendo con los pasos de Ciaran pisándome los talones.
—¡Deja de correr, zorra!
Me detengo al ver lo que tengo enfrente, es el mirador abandonado. La primera y última vez que estuve aquí, Logan me hizo pasar una de las mejores tardes después de meses…
Mi vista se nubla y mis rodillas terminan por ceder dejándome caer una vez más al suelo rocoso. Siento la presencia de Ciaran a mis espaldas, apoyándome en la barandilla, me levanto y giro hacia él.
La sangre sale a borbotones de la herida que le ocasioné en la muñeca.
Apunto a su pecho con el arma temblando en mis manos.
—Si das otro paso te dispararé —amenazo—, ya quedó claro que no importa nuestro lazo sanguíneo.
Sus ojos oscurecidos me miran directamente, da un paso y yo le quito el seguro al arma.
—No te muevas —reitero.
—No podrías dispararme ni, aunque quisieras —sonríe. Da otro paso—. Me amas demasiado como para hacerlo.
—Te amé —contradigo—, tiempo pasado. Amé a mi hermano, no a este… este monstruo en el que te convertiste.
—¿Yo soy un monstruo? —Enarca la ceja izquierda.
Asiento.
—Sí, lo eres, has pasado un año arruinándome la existencia.
—Te lo merecías.
Da otro paso. Solo hay un metro de distancia entre nosotros.
—¡No! —exclamo— ¡No lo merezco! ¡¿Acaso crees que yo quería que muera?!
—¡Y porque lo orillaste a eso!
—¡No lo sé! ¡Estaba mal! —Mis manos tiemblan frenéticamente— Unas semanas atrás había sido abusada por tipo asqueroso y lo había visto morir, mi madre no me creía, no tenía el coraje para decírselo a alguien más. ¡Tú ni siquiera me apoyaste como deberías!
—¡¿No te apoye?! Enterré a un maldito hombre por ti, crucé el puto mundo para encontrarte, para cumplir con mi promesa.
—Eso no quita el hecho de que te fuiste cuando te necesité, me culpaste de algo que no merecía y que me metiste en la cabeza que no debía vivir.
Niega con la cabeza, una pequeña gota de lágrima baja por su mejilla. Es el único indicio de que sigue siendo humano.
—No te merecías a Bruce.
—¿Y tú sí?
—Más de lo que crees —responde dando otro paso.
—¿Y piensas que a él le gusta todo lo que me has hecho hasta ahora? ¡Intentaste matar a Sasha! Se supone que también era tu amiga.
—No —me apunta con el dedo de su mano sana—, ella y Daniel eran tus amigos, mi único amigo fue Bruce, pero tenías que separarlo de mí.
—Estás tan obsesionado.
—Eres tú la que pasó meses encerrada en su habitación, negándose a aceptar que él murió.
—Yo lo amaba —replico—, tú te obsesionaste con la única persona que te brindó aprecio en años.
Suelta una risita que me revuelve el estómago.
—La dulce Kiera, siempre queriendo negar lo obvio. Sabes que no somos iguales únicamente en lo físico, estamos cortados por la misma tijera. Los tres somos iguales.
Mueve el pie dispuesto a avanzar, muevo el arma hacia la izquierda y aprieto el gatillo, la bala sale disparada y se aloja a centímetros de su pie, la tierra estalla en el mismo instante. Él se queda quieto, aun sonriendo como si supiera algo que yo no.
—No somos iguales —espeto—, ustedes dos son todo lo malo que pueda existir, y me alegro de que ella no haya vuelto —su expresión se endurece—, fue lo mejor que pudo haber pasado, ustedes son una plaga con embalaje bonito.
—Pero tú eres peor, siempre usurpando el lugar que no te corresponde.
—¿Sigues creyendo que debías ser tú al que él amaba?
—No quieras jugar un juego que no conoces, hermanita.
—Él me amaba a mí y no puedes cambiarlo. Él murió. ¿Y qué piensas? Tampoco se puede hacer nada.
—Todavía hay algo…
Cambio la dirección en que estaba apuntada el arma y coloco el cañón a dos pulgadas de mi coronilla.
—¿Qué?
—Ella está por volver —suelto—, sigue aquí.
Sus ojos se abren desmesuradamente.
Da un paso y se detiene, pensándolo mejor.
—No voy a permitir que regrese —prometo.
—Baja el arma —pide con persuasión—, si tú mueres…
—Ella no volverá —termino por él.
Un crujido nos pone alerta a ambos. Mi pecho se infla. Funcionó. Daniel ya está aquí.
—Si vuelves a molestarme, lo haré —amenazo.
—No eres capaz —ladea la cabeza.
—Tres intentos son prueba suficiente de que soy capaz —sonrío—. ¿No es irónico? Qué a mí quieras matarme, pero a ella quieras protegerla. —Suelto una risa sarcástica— Siempre supe que yo no era tu favorita.
Murmullos acallados empiezan a llenar el silencio del bosque. Luego, mi nombre es llamado a gritos. Eso no es lo que me sorprende, lo que sí lo hace es el dueño de la voz.
Logan.
¿Pero cómo…?
¡Mierda, Daniel! Tenías qué hacerlo, ¿no es así?
—Vete —le ordeno. Su cuerpo está tenso, no sé cómo sigue estando de pie a pesar de que durante toda la discusión no ha dejado de sangrar.
Si el sangrado no se detiene, podría…
—Ve —repito—, cúrate la herida y no vuelvas nunca más. O la perderás para siempre, no querrás perderla ahora que sabes que sigue aquí, ¿verdad?
Veo la duda en sus ojos. No sabe si creerme. Hace tanto que ella se fue que no sé ni yo si lo que digo es cierto.
El llamado de Logan se intensifica.
—Te enamoraste de él —acusa mi hermano.
Arrugo el entrecejo.
—Claro que no.
—Esa es tu peor traición, Kiera. Enamorarte del hijo de tu enemiga.
Con esas últimas palabras, se gira y dirige sus pasos hacia la arboleda perdiéndose en la flora.
Cuando ya no puedo divisar su figura, bajo el brazo y dejo caer la pistola. Mi cuerpo tiembla y doy un traspié, me sujeto de la barandilla para no caer por milésima vez.
Me siento en el suelo, con las lágrimas empapando mi rostro, suelto un sollozo lastimero. Me llevo la mano al pecho, la sangre cae caliente por mi nuca, las náuseas retornan y expulso los ácidos de mi interior, ni siquiera tiene olor, no he comido nada en todo el día.
Varios pasos se acercan por el sendero que dan al mirador. Intento ponerme de pie, pero el cuerpo no me responde y un ataque de sueño repentino me azota.
Me arrastro hasta al banco que hay a unos metros de mí.
—Aquí —logro articular con la fuerza que me queda, mis brazos caen flácidos cuando me subo al banco y me acuesto de espaldas.
Lucho por mantener mis ojos abiertos. Me enfoco en las estrellas, no puedo quedarme dormida.
—¡Kiera! —La voz de Sasha se une al coro, los escucho cada vez más cerca.
Ya van a llegar.
—Aquí —repito en un sollozo—, estoy aquí, doctorcito.
Giro la cabeza hacia la izquierda, el lago se ve como un enorme espejo gris reflejando el universo observable en la ciudad.
Por mi mente cruza el rostro de Bruce.
—Lo siento —le susurro al aire—, si pudiera volver en el tiempo, iría al día en que te conocí y evitaría ese callejón. Nuestra vida hubiese sido muy distinta. Pero viviría tranquila sabiendo que sigues aquí.
—¡Kiera!
El rostro de Logan aparece en el lugar de Bruce, me sonríe con el alivio mezclándose con la preocupación.
—Ya estoy aquí —susurra pasando un brazo debajo de mis rodillas y otro debajo de mi espalda, me levanta en sus brazos y mi rostro queda pegado a su pecho.
—Viniste… —musito.
—Soy tu sol, ¿recuerdas?
Sonrío antes de dejarme vencer por el sueño y caer en la oscuridad.
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