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D I E C I S É I S

(Kiera y su outfit en multimedia)

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Sus labios recorren mi espalda y dejan un rastro húmedo hasta llegar a mis muslos, recoge los restos de mi cuarto orgasmo.

Estoy exhausta, son cuatro horas del mejor sexo de toda mi vida. No me ha dado descanso desde que llegó, mi piel está rojiza por los agarrones y los azotes, mis pechos están hinchados y llenos de moratones ocasionados por el desenfreno de sus besos. Y, a pesar de todo eso, le sigo teniendo ganas, mi humedad no disminuye, por el contrario, mis paredes aprisionan su miembro sin querer soltarlo.

Después de una última tanda, se levanta de la cama y camina hacia el baño, lo veo perderse en el interior y segundos después el sonido de la ducha es lo único que se escucha en la habitación.

La música de la discoteca se siente muy lejana, como de otro mundo. Me incorporo sobre mis codos analizando lo que acaba de pasar.

Me he hecho pasar por otra persona para follar con mi jefe, lo he engañado y me ha dado el polvo de mi existencia, no, los polvos de mi existencia.

Joder, cómo se dé cuenta de quién soy estaré más que jodida.

Me levanto de un salto y empiezo a buscar mi ropa, no hallo mis bragas y la llave de la ducha ya se cerró. Me coloco el vestido como puedo y recojo mis zapatos, que se quede con las bragas.

Salgo y cierro la puerta. Corro por el pasillo en penumbras y esquivo a unos cuantos tipos que se me insinúan, cuando pongo un pie en el piso inferior la culpa me golpea de lleno.

Lo he disfrutado.

Disfruté follar con Logan y me olvidé por completo de Bruce.

Soy una perra.

—¿Kiara? —Hope se me atraviesa a medio camino.

—Kiera —le corrijo. Me saco la máscara al ver que nadie me sigue.

—¿Dónde eztabaz chica?

Apenas está en pie y debo sostenerla para que no se caiga.

—¿Dónde están las demás? —le pregunto con ansiedad.

—En el eztaziomiento te eztamoz… —hipa antes de continuar— ezperando.

—Vamos.

Le rodeo la cintura con el brazo y la ayudo a caminar, es una ventaja que pese tan poco, pero el que vaya en tacones y se tropiece al dos por tres nos retrasa más de lo que me gustaría. Al llegar al estacionamiento María me ayuda a subirla. Una vez que estamos todas, Sansa enciende el motor y nos lleva a casa, yo soy la primera en bajar, puesto que mi casa es la que queda más cerca.

—Mañana nos cuentas a quién te follaste —me apunta María después de cerrar la puerta y bajar la ventanilla—, tuvo que estar muy bueno como para abandonarnos toda la puta noche.

—Bien —respondo—, Sansa, ¿segura de que se te paso la borrachera?

—Sí, nena, ve sin cuidado.

Asiento y me despido.

Al entrar a casa, lo primero que encuentro es a mamá sentada en el sofá del recibidor con los brazos cruzados sobre su pecho. La mirada de decepción que me lanza me duele en el pecho.

Si supiera que yo también estoy decepcionada de mí misma.

—Ni siquiera sé por qué me sorprendo —escupe levantándose.

—Yo tampoco —susurro.

[…]

Sasha me arrastra sorteando a la multitud de personas que van en distintas direcciones. Mis pies se mueven con rapidez tratando de no tropezar con nadie.

Feria de inicio de primavera. Algo que me parece absurdo porque ya van tres de semanas de eso, pero nadie le importa eso, excluyéndome por supuesto.

Hoy tenía planeado pasar lo que queda del fin de semana tirada en la cama revolcándome en la autocompasión ocasionada por mis últimas acciones, una verdadera pena que el universo no me permita cumplir nada de lo que deseo; a mi mejor amiga se le ocurrió asistir a un lugar potencialmente visitado por niños (no tengo nada en contra de ellos, solo no puedo tolerarlos por más de los cinco minutos necesarios), y un porcentaje más bajo, pero no inexistente de adolescentes con hormonas revolucionadas.

Los gritos –por supuesto– están más que presentes, y cada dos esquinas hay un niño lanzando un berrinche y una madre o un padre avergonzado.

Es que no odio este tipo de eventos, simplemente me desquician. No entiendo muy bien por qué puesto que me gusta asistir a conciertos y fiestas masivas.

—¿Puedes apurarte? —inquiere jalando mi mano. Ruedo los ojos y trato de seguir su ritmo.

Se ha hecho los rulos afros y su cabello se mueve graciosamente con el viento recordándome a los tirabuzones.

No sé si sea eso considerado apropiación cultural, pero quién soy yo para mencionárselo.

Llegamos a fila y lanza un sonido de frustración. Hay cerca de un centenar de personas esperando turno para comprar tiques para subir a la montaña rusa.

—Esto no puede ser —se queja cruzando los brazos sobre su pecho y formando un puchero con los labios—, lo que me costó despertarte para que tengamos que formar todo eso.

—Tengamos, me suena a manada —espeto levantando los hombros—, la flojera no me da como para pararme por dos horas bajo el sol y en medio de gente que, si quién sabe, se ha echado el desodorante.

—K, no pensarás dejarme sola, ¿verdad?

—¿Por qué mejor no vamos a la rueda de la fortuna? —sugiero— Hay menos gente y menos posibilidades de morir por una caída.

—Hace un mes hiciste un clavado desde el Percé Rock y… ¿Me estás pidiendo que vayamos por algo menos riesgoso?

Su ceño fruncido es cómico.

—Irónico, ¿no? —Abre la boca indignada—. Forma la fucking fila —me resigno—, iré por hot dogs, me aseguraré de vomitar sobre tus piernas.

Me enseña la lengua y le devuelvo el gesto. La dejo esperando y voy por un puesto de comida chatarra.

El sol aún no es del todo cálido, pero me permitió usar un vestido de jeans con lazos del mismo material en la parte delantera superior. Mis botas de cuero repiquetean sobre el asfalto caliente, esquivando a los pies descoordinados de los niños que corren de aquí para allá sin preocuparse por nada.

Unos cuantos, puestos después, hallo una cabina rectangular con una vitrina llena de hot dogs destilando un aroma que me hace salivar, me paso la lengua por los labios al ver el humo que flota a su alrededor.

Aparto a un chico que esperaba que el hombre del puesto tome su pedido, dejo mi dinero sobre la barra de hierro sin despejar la vista de ese alimento de 290 calorías.

—¡Oye, yo llegué primero! —me reclama el adolescente pecoso y con ropa de abuelo de los años cuarenta.

Ruedo los ojos y lo ignoro monumentalmente.

—Deme cuatro hot dogs —ordeno—, sin mostaza y con doble de kétchup. Póngale a un par un poco de papas fritas encima.

—Son 6 dólares con 44 centavos —me dice sin ofrecer ni una sonrisa.

—También dos refrescos. Que uno sea Coca-Cola.

Me pasa el cambio y maniobro para tomar las bandejas con hot dogs y ambas botellas de refresco. Giro sobre mi eje haciendo como que no escucho la maldición del chico.

—Ya, tu mami te llama —le sonrío antes de alejarme por completo.

Mientras voy caminando, pienso en cómo haré para llevarme el hot dog a la boca y no echar nada en el intento, su cabellera negra aparece en medio de la gente, sus ojos no tardan en encontrarme. Primero hay un poco de sorpresa en su expresión, luego pasa a una neutral. Me hago la demente y sigo mi camino.

Logan no me deja ir más de un metro cuando paso por su lado.

Si la camisa negra no le quedará condenadamente bien, y esos jeans desgastados no combinaran con sus botas de combate, y si por supuesto su cabello oscuro no estuviera desordenado de forma tan sexy, podría, solo tal vez, decir que su voz llamándome por mi nombre no me traen recuerdos de la noche anterior.

El tenerlo tan cerca solo me hace rememorar las horas que estuvo adentro de mí, el tono ronco al gemir en mi oído llamándome rusa, y no es solo mi mente la que lo recuerda, también es mi piel, mis glúteos siguen hormigueando al pensar en su mano impactando en ellos para luego acariciar la zona rojiza.

Me prometí que no volvería a pensar en eso, la culpa no me deja ni respirar, pero el que camine hacia mí, me mire con esa sonrisa del demonio de la tentación, me hace la tarea tan difícil.

—¿Qué haces aquí? —me pregunta. Las palabras se estancan en mi garganta negándose a salir.

—Yo… eh —¡Mierda, Kiera, reacciona, no eres la Rusa, ayer no estuviste con él y no hiciste ninguna de esas cochinadas! ¡Actúa como una persona normal que llegó a su casa y se acostó a dormir! —. Vine con una amiga, técnicamente ella me trajo a la fuerza, pero ajá. ¿Y tú qué haces aquí? No tienes pinta de venir a este tipo de ferias.

—Soy uno de los donadores del espectáculo de unas horas.

—¿Qué espectáculo?

—Un acto de danza contemporánea, lo recaudado será donado a una fundación para niños con cáncer.

—Ah, qué bonito. Bien, nos vemos mañana.

Trato de irme antes de que se me escape algo.

—¡Espera! —me detiene.

Vuelvo a girar en su dirección.

—¿Por qué no me esperaste anoche? —se mete las manos en los bolsillos traseros de su jeans esperando una respuesta.

Abro la boca sin saber qué decir. No puedo decirle que me molestó que haya bailado con Ginebra, o sea, él es mi jefe y no viene al caso que algo como eso me moleste.

—Lina se ofreció a llevarme a casa —invento.

—¿Y no se te ocurrió avisarme? —reclama— Te busqué como un idiota durante una hora.

—¿No se te ocurrió utilizar el móvil y llamarme?

—Touche. ¿Vas a comerte todo eso? —arruga el entrecejo y apunta las bandejas en mis manos.

—Obvio no, uno es para Sasha.

—¿Sabes las calorías que tiene ese embutido?

—Sí, de algo hay que morir, que mejor que morir satisfecha y contenta.

—¿Siempre debes tener una respuesta para todo?

—Sí.

Sonríe complacido. Me encojo de hombros devolviendo la sonrisa.

—¿Tu madre vendrá al espectáculo?

Nos hacemos a un lado cuando nos damos cuenta de que obstaculizamos el camino.

—Es lo más probable, nunca se pierde estás cosas. ¿Y tú irás?

—Ahora se me fueron las ganas —suspiro—, tal vez la próxima.

—Sigo esperando el porqué de su extraña enemistad —murmura—. Ella no quiso comentarme nada.

Obvio que esa vieja bruja jamás diría por qué nos odiamos tanto.

—Insístele, yo no le debo explicaciones a nadie.

Asiente resignado.

—Esa tal Sasha, ¿esa la misma que te recogió el día que te acerqué al restaurante? —cambia de conversación.

—La misma que canta y baila. Es mejor que vaya junto a ella, se estará preguntando por qué tardo tanto.

—Te acompaño.

Me quedo callada ante su propuesta.

—Aún falta mucho para que empiece el espectáculo, podríamos pasar el rato juntos.

Levanto las cejas con asombro.

—¿Por qué querrías pasar el rato conmigo? Digo, soy tu secretaria.

Lo de la cena fue un papelón, y lo del evento de ayer, bueno, fueron cosas netamente laborales. Lo del baile de máscaras ni cuenta.

—Porque somos amigos.

Suelto una carcajada burlona.

—Oye lo que dije ayer frente a tu madre solo fue por molestar. No me malentiendas.

Claro que ya follamos, pero según tú fue con otra persona.

—¿Cuántos años crees que tengo? —brama— Si te digo que quiero pasar el rato contigo es porque quiero pasar el rato contigo, si te quisiera en mi cama no necesitaría que se lo dijeras a mi madre.

—Uy, chico malo —me muerdo el labio inferior mirando como cuadra la mandíbula.

—Déjalo, nos vemos mañana.

Se gira para irse, pero lo detengo.

—Eres un pésimo manipulador, ¿lo sabías?

Vuelve a mirarme y la sonrisa perversa que me dedica solo me hace saber que de seguir así la Rusa no tardará en aparecer.

—Vamos, Sasha está cerca de la montaña rusa.

Me ayuda tomando una de las bandejas y yo aprovecho para llevarme uno de los hot dogs a la boca. La fusión del kétchup, las papas y la grasa es una explosión de sabor que me hace gemir del gusto.

Sus ojos se centran en mí oscureciéndose dos tonos. Trago y le sonrío inocente.

—¿Quieres?

Acerca su boca a la comida y le da un mordisco. Un poco de salsa se queda en la comisura de sus labios, mi lado perverso sale a flote y llevo mi pulgar hasta allí, le limpio la piel y llevo el dedo a mi boca, lamo los restos bajo su atenta mirada.

—Comes como un niño —me burlo omitiendo la forma erótica en la que pase mi lengua por mi pulgar.

Le doy otro bocado al hot dog y se lo vuelvo a pasar hasta que lo terminamos justo al llegar a la cola que lleva a la montaña rusa.

Sasha ya ha avanzado bastante desde que me fui, conversa con alguien que no logro reconocer porque está de espaldas.

—Ya regresé —anuncio.

Ambos se giran y juro que quiero cavar un hoyo en el suelo y meter la cabeza en él.

Los ojos castaños de Daniel se posan en mí para después a pasar al hombre que tengo a lado.

Jodida mierda.

—Hola —saluda Logan cortando el silencio incómodo que se formó.

—Oh, hola, eres el jefe de K ¿cierto?

Sasha sonríe incómoda sin saber qué es lo que está pasando. Logan y Daniel se lanzan miradas mordaces, y no es de menos, la última vez que se vieron casi se caen madrazos en medio de la acera.

—Sí —responde Walsh segundos después.

—Hola, Kiera —me saluda Daniel sin hacer el amago de acercarse. La última vez que lo vi fue aquella noche y desde entonces no he vuelto a saber nada de él, excepto por la vez que Sasha me contó como lo encontró borracho en su sala.

—Dani. No sabía que vendrías.

—Sasha me llamó —es su única respuesta.

—Él es mi hermano —lo presenta Sasha mirando a Logan. Él asiente sin responder.

—Ya nos conocíamos —menciona Daniel con rastro de molestia.

—¿En serio? —pregunta su hermana— ¿Cuándo?

¡Vaya mierda!

Logan abre la boca para contestar, más me adelanto silenciándolo.

—¡Daniel fue al hospital para visitar a un urólogo! —exclamo en mentira—. Nos cruzamos y los presenté.

Daniel bufa con enojo y Logan se limita a permanecer callado sin desmentirme.

Sasha mira a su hermano preocupada.

—¿Al urólogo? ¿Por qué? ¿Tienes algo?

—Creo que tenía algo en los testículos —intercedo al ver que piensa decir la verdad—, una especie de grano.

Daniel me fulmina con los ojos rojos de furia, Logan se tapa la boca con el puño y mira hacia otro lado conteniendo la risa.

—¿Un grano? —Sash coloca la mano en su hombro— ¿Es grave?

Una señora se gira no tan disimuladamente a mirarnos con rareza.

—Claro que...

—No es grave —continúo—, solo era por falta de higiene.

Si pudiera oír los pensamientos de Daniel, estoy segura de que me estaría gritando.

—¡Por Dios, Daniel! —exclama Sasha— ¡Pero si te pasas horas dentro de la ducha!

—¡Kiera! —ruge el aludido hablando entre dientes, me encojo de hombros sin culpa.

—¿Y cómo es que tú sabes todo eso? —me pregunta mi amiga.

¡Mierda!

Los tres me miran expectantes, esta vez es el turno de Daniel para burlarse.

—Pues… yo…

—Vamos, Kiera —me hinca Daniel—, dinos cómo es que sabes qué hay en mis testículos.

Maldito engendro de simio.

La mirada de Logan se hace más pesada, él ya sabe que Daniel y yo fuimos amantes, pero aun así espera mi respuesta.

—Daniel me llamó llorando porque tenía miedo, pero tenía vergüenza de comentártelo. Pobrecito.

—Dani, ¿es cierto?

—Está exagerando —asegura, me mira de soslayo y le sonrío con burla—, como siempre.

La fila acaba y llegamos a la cabina.

—¿Cuántos? —nos pregunta un chico lleno de acné refiriéndose a los tiques.

—Cuatro —pide Sasha olvidándose por un momento de los testículos de su hermano.

—Eh, no, yo paso —la detengo.

—¡K!

—Acabo de comer —me excuso—, sube con Dani y yo los espero abajo.

—Yo tampoco subiré —hace saber Logan.

A Daniel no le toca más que aceptar para no dejar sola a su hermana. Ella acepta de mala gana y pide solo un par de boletos.

Salimos de la fila y caminamos hacia la zona donde se espera para subir.

—¿Van a comer?

Les invito los hot dogs que ya empiezan a enfriarse.

—Mejor no —niega Sash—, con mi suerte termino devolviéndolo todo.

Se los enseño a Daniel sabiendo la respuesta.

—Sabes que soy vegetariano.

Ruedo los ojos y asiento.

Logan acepta gustoso y se lo lleva a la boca, me quedo embobada viendo las venas de su mano cuando las levanta.

Sasha carraspea llamando mi atención.

—Los esperaremos cerca del puesto de algodones de azúcar —anuncio.

—Bien —me sonríe ella.

Daniel pasa de mí y teclea algo en su celular.

Logan y yo nos movemos hacia una banca dónde les dije que los esperaríamos y tomamos asiento.

—¿Por qué esto es tan delicioso? —inquiere.

—A ver, déjame probar.

—Pero si tienes uno en la mano.

—Yo los compré —replico.

Agarro su muñeca y acerco mi boca a su hot dog, le doy un mordisco y me alejo. Suspira cansino.

—Eres tan infantil.

—Hum —termino de tragar—, sí está delicioso.

Nos terminamos la comida y bebemos los refrescos charlando sobre cosas triviales, es extraño hablar sobre películas con el que es mi jefe, el hijo de Cruella, y para el colmo el hombre con el que follé haciéndome pasar por otra persona.

—¿Quieres ir a un lugar?

Su pregunta me toma desprevenida.

—¿Ahora?

Asiente.

—¿Qué hay con el espectáculo?

—La donación ya la hice, no es necesario que asista —se encoge de hombros, luce tan relajado que no encuentro parecido con el hombre que manda a hacer recados y que ayer por la madrugada me amarro las muñecas con mis bragas y cuyos chupetones tuve que esconder con mucho maquillaje.

—No lo sé, Sasha y Daniel están por regresar.

—Te incomoda estar con él y que su hermana no sepa lo de ustedes —manifiesta—, solo avísale a ella que surgió algo, te entenderá.

Dudo por unos momentos, no quisiera dejar sola a Sasha por irme con un chico, pero la cosas con Daniel no están del todo bien y la tensión entre nosotros es palpable.

—Bien, pero dime dónde queda ese lugar.

—Es una sorpresa.

—No me gustan las sorpresas.

—Te gustará si viene de mí.

Asiento resignada, no puedo negar que me matan las ganas de saber dónde me llevará. Le envió un mensaje a Sasha inventado que mamá me llamo porque Cancerbero destruyó algunas cosas y debo ir a recogerlas.

Es una horrible excusa, pero no importa.


Nota de la autora: Capítulo más largo porque ahora las autorizaciones serán solo los miércoles ✌🏻🥺💔

Recuerden que este es solo un borrador y puede tener varios errores que se corregirán una vez el libro esté terminado.

¿Qué les parece si hago un perfil de Instagram a Kiera, la Rusa y Logan? Ponga 👍 si les gusta la idea y 👎 si no les gusta.

Se les kiere✌🏻

Addio!

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