C U A R E N T A
En la plata baja del hospital se forma una algarabía sin precedentes en cuanto Rick Gregory baja del ascensor, esposado y custodiado por dos policías, avanza hacia la salida con la cabeza gacha y los hombros tensos. Sin que nadie lo esperara, la prensa llegó como caída del cielo y ahora el cirujano de renombre es enfocado por una decena de cámaras que registran su humillación mientras es obligado a ingresar a la patrullera.
Una sonrisa de satisfacción tira de la comisura de mis labios en el momento en el que sus ojos conectan con los míos.
—Jaque mate, hijo de puta —digo sin necesidad de utilizar mi voz, y con el único propósito de que me lea los labios.
El oficial cierra la puerta y desaparece de mi vista. Giro sobre mi eje ignorando la mirada de reproche de Walsh.
Unos metros más allá, David Winchester se encuentra en una encerrona con los periodistas que le exigen una respuesta ante lo acontecido, quieren una declaración suya a base de tener un acosador trabajando para él.
Los guardias se ponen en medio ayudándolo a salir del foco de las cámaras. El director le dirige una mirada a Walsh y señala el piso arriba.
Mi jefe asiente y se vuelve hacia mí.
—Joder, Kiera, contigo no hay quien se aburra.
Me encojo de hombros.
—Debería estar enojado —dice—, pero dejemos eso para después…
El timbre de móvil suena interrumpiendo sus palabras. Aprovecho eso y me alejo de él buscando entre la marea de ojos curiosos y personal desesperado a mis compañeras del crimen.
Hope sonríe de oreja a oreja y me recibe con los brazos abiertos. En cuanto la abrazo me aplasta las costillas con fuerza, dejo salir un quejido, pero no la suelto.
—Vamos a buscar a Lina —le digo y Sansa se une a nosotras en el camino.
—¡Jesús, todo pasó tan rápido! —exclama Sansa, apenas nos subimos al ascensor.
—¡Kiera, eres un genio! —dice Hope, eufórica.
—Que va, solo puse el plan, ustedes hicieron la obra maestra —respondo— Ahora solo debemos conseguir esos mensajes y ¡pum! Ese cola gusano pasará unos diez a quince años en prisión.
—Yo me encargaré de eso —asegura Hope.
Llegamos al piso correspondiente y caminamos hacia María, Isabelle y Lina, la última está sentada en el pasillo con la cabeza entre las rodillas, uno de los oficiales se mantiene a unos pasos sin saber qué hacer.
—Ataque de pánico —informa María cuando llegamos a ellas.
—Ya se está estabilizando —agrega Isabelle—. Ese maldito la estaba golpeando cuando esos oficiales llegaron, nos superaba en fuerza, no pudimos hacer casi nada.
Sansa se acerca Lina y la envuelve en sus brazos susurrándole palabras de aliento.
—¿Qué tal allá abajo?
—Es una jungla —responde Hope—. Se vio todo lo que ocurrió hasta que se cayó el móvil y ese imbécil lo rompió.
—Es una suerte que esos oficiales llegarán cuando la agredió —murmura María—, no solo lo separaron de ella, también fueron testigos de lo que no pudo ser grabado.
Un pitido en los altavoces nos hace enderezarnos a todos, incluso al oficial.
—Todo el personal prescindible diríjase a la sala de conferencias —anuncia una voz monótona—. Repito, todo personal prescindible diríjase a la sala de conferencias, orden del director David Winchester.
—Mierda —maldice María.
Las puertas del ascensor se abren y Logan sale a paso furioso caminando hacia nosotras, o bueno, hacia mí.
—Vamos —ruge—, Winchester quiere que tú también estés presente.
—Joder, esto sí que es serio —murmura Isabelle.
—Que una de ustedes se quede con Avelina —ordena Logan—, tú no —me dice cuando intento hablar—, las demás vayan a la sala.
María, Hope e Isabelle le dicen a Lina que volverán pronto y la dejan con Sansa que la ayuda a ponerse pie y la lleva hacia una de las salas de urgencia para colocarle un calmante. El oficial anuncia que volverá en cuanto Lina se recomponga para tomar su declaración.
Mi móvil suena en mis bolsillos y lo tomo con el fin de postergar la charla con Logan.
—Diga —respondo.
—¡¿Dónde estás?! —truena la voz mi madre a través de la bocina— ¡Tu habitación está vacía y abajo hay policías y periodistas! Dime que no tienes nada que ver con esto.
—Solo un poco —respondo.
—¿Ciaran intentó hacerte daño?
—No, no tiene relación con eso —aseguro—. Mira, tomé el alta voluntaria, y en cuanto a los policías, tiene más que ver con Lina que conmigo.
—¿Lina? ¿Está ella bien?
—No —suspiro—. Mamá, yo estoy bien, pero debo ir a un lugar. No te preocupes, es aquí en el hospital —digo sobre sus reclamos—, Logan está conmigo, ve a la sala de urgencias y busca a Lina, por favor, ella necesita compañía, ya te enterarás de lo que ocurrió. Chao.
Termino la llamada y me giro hacia Logan.
—¿Nos vamos?
Suelta un suspiro cansino y asiente, me guía hacia la sala de conferencias e ingresamos abriéndonos paso entre el personal del hospital.
Todo el sitio está abarrotado, algunos murmuran entre sí queriendo saber qué pasa, otros comentan lo sucedido y otra minoría tiene cara de que querer acostarse a tener una larga siesta.
—¡Logan!
La voz de Ginebra hace que ruede los ojos, irritada. No tengo nada en contra de ella, es solo como una mala vibra alrededor de ella.
Se acerca a nosotros a paso seguro, sus ojos solo están posados en Logan a mí, sin embargo, me ignora monumentalmente.
«Como si me importara» pienso.
Me alejo de ellos cuando empiezan a conversar en francés sacándome de la ecuación. Lo hago a paso lento, por mera curiosidad, utilizan el francés quebequés, ella tiene ese acento peculiar de Quebec que me hace sospechar que podría ser de esa provincia, aquí en Ontario solo una minoría usa el francés, yo ni pienso en él siquiera.
Busco a las chicas con la mirada y las encuentro casi al frente de la sala, que es un enorme cuadrado con una tarima justo al fondo y parlantes en cada esquina, la acústica hace que los murmullos sean estridentes e insoportables.
—Señorita piernas largas ha vuelto a hacer su aparición —dice María cuando llego a ellas.
—Cuando se trata de Logan parece una sanguijuela —acota Hope.
—Yo que tú vería la forma de alejarla —aconseja María con sus ojos puestos en mí, miro sobre mis hombros en dirección a mi jefe, sus ojos se clavan en los míos en ese mismo instante—. Esa mujer no solo va por su polla, también por los billetes de su familia.
—Que se quede con él —suelto con dureza—, para mí solo fue un polvo de una vez.
Isabelle enarca las cejas como si no me creyera.
El estrenuo de la puerta siendo azotada al cerrarse, acalla todas voces del lugar.
David Winchester, rojo de la rabia y con el sudor goteando por su frente, camina hacia el estrado y se para en él mirando a nadie en específico, pero cargado de ira.
—¡Esto ha sido un bochorno! —grita— El hospital está en boca de todos, las reseñas nos están destrozando, hay cientos de periodistas listos para grabar la humillación de todos nosotros.
—Señor… —intenta hablar una mujer desgarbada y con la voz afónica.
—¡Nada! —la calla— ¡Ahora mismo quiero que me digan quién público el vídeo que se viralizó!
Abro los ojos con demasía, busco mi teléfono y abro la aplicación de Instagram. El vídeo cuenta con millones de visualizaciones con solo media hora de haberlo posteado, los comentarios no dejan de llegar y mis mensajes están saturados, en una de las ventanas puedo ver qué varias organizaciones feministas la han compartido y de Rick Gregory solo se habla pestes.
Cuando vuelvo en mí, veo que la mayoría también está mirando su móvil ignorando las palabras llenas de furia del director.
Esto es mejor de lo que esperaba.
La puerta vuelve a abrirse y por ella ingresa tanto Sansa como Lina, la última levanta el mentón cuando los ojos de toda la sala le perforan con intensidad.
—¡Usted! —ruge el director.
Lina se queda plantada en su lugar y por su porte puedo jurar que quiere que la tierra la trague.
—¡¿Cuál era la necesidad de denunciar de esa manera!? ¡Dígame ahora mismo quienes son sus cómplices y luego de eso agarren sus cosas y lárguense de mi hospital!
Lina se mantiene en silencio al igual que todos los presentes.
—¡¿Quién fue el que publicó el vídeo?! —vuelve a gritar fuera de sí— ¿¡Quién fue él que humilló a este hospital y un cirujano de la calaña de Rick Gregory!
Lina me mira a los ojos y niega cuando quiero hablar.
Mierda, se va a echar la culpa.
—¡Yo! —exclamo antes de que se ponga la cuerda al cuello.
Todos los rostros se giran hacia mí. El que más peso tiene es el de Logan.
—¿Qué haces? —susurra Hope.
—Fui yo —continúo—. Yo organicé el plan, hice que ese mal parido confesara y lo grabé todo, luego lo publique en las redes sociales.
La mirada de Winchester es mortífera, pero me mantengo firme.
—Fui yo la que hizo que apresaran a ese abusador.
—¡Largo! —me grita— ¡Fuera de mi hospital!
—También yo —dice María—, fui la que grabó el video donde Gregory confesaba todo y agredía a Avelina.
—Yo también —dice Isabelle.
—Y yo —dice ahora Hope—, coloqué el vídeo en la pantalla grande.
—Yo me encargué de que nadie lo quitara —agrega Sansa desde el fondo.
David se pasa la mano por el pelo, cabreado.
Miro a Logan, no puedo saber lo que piensa, pero su mirada es muy intensa.
—¡Largo, todas!
Camino hacia Lina y la tomo de la mano, Sansa hace lo mismo. María, Hope e Isabelle nos siguen cuando nos giramos para irnos.
—Yo compartí el vídeo —dice una voz aguda desde un rincón de la sala. Es una mujer vestida de blanco.
—Y yo —dice otra levantando la mano.
De un momento decenas de voces se unen a ellas, la mayoría mujeres y unos cuantos hombres. Miro asombrada todas las manos en el aire. Me vuelvo hacia Lina, sus ojos, llorosos, no saben hacia donde mirar, está tan estupefacta como yo.
—Así como Avelina Jason —dice la primera mujer que levanto la mano dirigiéndose al director del hospital—, muchas de nosotras fuimos víctimas de ese hombre, y si prefiere anteponer el preciado nombre de ese extorsionador sexual nos iremos todas.
—No dejaremos que sigan callando nuestra voz —dice Lina—, nunca más.
El orgullo me llena el pecho al observarla, limpiarse las lágrimas y levantar el mentón. Sujeta mi mano con fuerza.
—Solo necesitábamos un empujón —continúa, esta vez sus ojos recaen en mí—, una mano que nos levanté, ahora no vamos a parar.
—Puede echarnos —habla María. La vena de la frente de Winchester se hincha con la ira contenida—, a todas, pero no seguiremos trabajando en un lugar en el que nuestros derechos son pisoteados.
La tensión en toda la sala puede palparse como una sustancia pesada y asfixiante.
El director se pasa la mano por el pelo. Saca un pañuelo de su traje y se limpia el sudor.
—Todos, vuelvan a su trabajo —ordena—. No quiero ver a nadie fuera de sus labores. Ustedes también —añade mirando a nuestro grupo en particular—. ¡Ahora! Iré a arreglar este mierdero.
Dando zancadas abandona la sala con su séquito de guardias a su espalda
—Y a cinco días de las elecciones —lo oigo murmurar al pasar por mi lado.
La mano de Lina se afloja en la mía, el aire que tenía contenido lo suelta con una larga exhalación.
—Dios —escupe.
La estiro hacia mis brazos y la envuelvo en un abrazo.
—Todo termino —susurro en su oído.
—Apenas empieza —responde en mi hombro—, pero gracias a ti estoy lista para afrontarlo.
Se separa y retrocede un paso.
—Gracias —dice—, a todas —añade mirando a las chicas.
La sala comienza a vaciarse a nuestras espaldas. En mi campo de visión veo a Logan saliendo por las puertas con Ginebra, un pequeño peso se instala en mi pecho ante eso.
—Somos el equipo dinamita —dice Isabelle.
—¿Dinamita? —Sansa enarca las cejas.
—¿Tienes una mejor idea? —le cuestiona la pelirroja.
—No sé, qué tal: equipo maravilla.
—Me gusta —señala María.
—Prefiero dinamita —alega Hope.
Mientras ellas discuten sobre el nombre del equipo, Lina tira de mi mano y nos aleja de las chicas.
—Esa mujer no lo ama —me dice una vez estamos apartadas.
—¿Quién?
—Ginebra, ella no ama a nadie más que ella misma.
—Eso no podríamos saberlo —me encojo de hombros—, y no importa. Logan puede hacer de su vida lo que quiera, estar con quién quiera, nosotros solo somos jefe/empleada.
—Claro, y por eso te llevará a vivir con él porque está preocupado por lo que pueda hacerte tu hermano.
—Simple cortesía.
—No, Kiera. Ese hombre te quiere.
—¿Qué? Claro que no. Ya te lo dije, solo fue un polvo de una vez, o dos, bien, fueron cuatro.
Fuerzo una sonrisa ante ello.
—No voy a presionarte. Sé que lo de tu novio es reciente y te han pasado muchas cosas en los últimos tiempos, pero tienes que entender que la vida es efímera, bien lo sabes, así que aclara tu mente y escucha esto —apunta el centro de mi pecho, mi corazón—, hazlo antes de que pierdas la oportunidad.
Con eso, me deja sola y regresa con las chicas.
Miro una vez más hacia la puerta por la que salió Logan y me uno a ellas para festejar nuestra pequeña gran victoria.
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