🪷 𝘜𝘯 𝘣𝘢𝘪𝘭𝘦 𝘮𝘢́𝘴
De inmediato se preocupó— ¿le ha pasado algo? —su ceño se frunció severamente— ¿alguien le ha hecho algo? —
— no, no, nada de eso, es solo que ha sido mucho en poco tiempo —masculle riendo nerviosa— yo solo tenía intenciones de venir a la fiesta para estar con mi prima y también, para hablar con usted —
— ¿he hecho algo que la ha infortunado? si es así, hagamelo saber y de inmediato le pediré mis más sinceras disculpas —
Sonreí enardecida de amor, pero negué con la cabeza— no, mi señor, no es nada de eso, solo quería hacerle saber que he leído la carta, finalmente —
Titubeo— ¿la leyó? —y asentí ante su pregunta— ¿cuándo? es decir ¿qué piensa de ella? de mí... —guardó silencio cuando se empezó a tensar.
— Bueno —me faltaba el aire, pero respiré hondo y me compuse de inmediato, pero en cuanto lo hice algo vino a mi mente, como un flujo de culpabilidad, como algo mediático.
Debía dejar de ser Lily, mi padre me necesitaba, mi abuelo me necesitaba, Edimburgo me necesitaba, necesitaba a la duquesa honorable y a la condesa Collins, sabía que si revelaba mis sentimientos ahora, no solo haría que algo entre el señor Barnes y yo se creará, sino que también comprometería nuestra situación.
Y no quería atar al señor Barnes a esto, ni a mí.
Pero yo quería saber, sí realmente era posible que yo le gustará.
— Si no le ha parecido apropiada mi carta... —
— ¿le gustó? —pregunté de inmediato, cuando sentía que estaba a punto de llorar— es lo único que quiero saber y necesito que sea objetivo —
Por un momento hizo un silencio premeditado y eso me hizo reír inconscientemente, porque ahora sabía que intentaba buscar las palabras apropiadas para no sonar tan drástico a la hora de hablar.
— no soy bueno, expresando mis sentimientos de manera verbal, señorita, pero —y levantando su mirada, finalmente ese brillo genuino pareció estallar— he sido prueba de su presencia encantadora y de la magia de su sonrisa —sentí mi estómago revolotear— nunca he pensado en el amor como algo primordial, pero mis noches y tardes sin usted han resultado una verdadera tortura, no puedo dejar de pensar en usted, en cada momento que paso, mis mañanas desearían verla a usted, he luchado en vano con este sentimiento que me ha estado atormentando y finalmente he perdido ante ellos —habían fuegos artificiales dentro de mí, estaba segura— nunca he sentido esta opresión de pensar una vida sin alguien y me niego a sentirlo sin estar frente a usted, no quiero que piense que la estoy obligando a tomar mi mano, pero sepa que usted me tiene ante su voluntad, señorita, es usted la prueba de un amor genuino y yo solo he sido un hombre que ha caído ante usted, durante mi presencia en Winchester, durante nuestra cabalgata persecutoria, durante nuestras miradas, durante el baile y esa noche en la casa blanca de Winchester, todas las direcciones me dicen que usted es mi camino y sé que no podré seguir hasta que usted sepa todo esto, porque me ha enamorado en cuerpo y espíritu, señorita Foster, me ha hechizado, completa y locamente —muchos decían que los momentos como estos se sentían como mariposas dentro de tu estómago, pero nadie mencionó que también sentías que las piezas encajaban perfectamente, como un rompecabezas, que el amor era capaz de abrirte los brazos y de brindarte un calor único y resplandeciente.
La luna nos miraba a los dos, mientras el viento soplaba entre las plantas y las flores del otoño, me sentía tan irreal que por momentos pensaba que si tocaba su rostro, él se esfumaba. Pero hacía frío y eso era real, pero también mi mente se ocupó de inmediato en Edimburgo y mi puesto como tal.
De pronto hubo un forcejeo, por quién tenía la razón más importante para prevalecer, porque entre el corazón qué indefinida y completamente elegía al señor Barnes y mi cerebro que me regañaba internamente por no estar en Edimburgo respaldando a mi padre, acompañando al abuelo en su delicada situación.
Estaba segura que mi corazón estaba dispuesto a amar al señor Barnes, pero no podía dejar de lado mis obligaciones, ¿qué pasaría cuando otoño acabará? cuando ambos tuviéramos que alejarnos miles de kilómetros. Derby y Edimburgo no estaban para nada cerca, estaban a más de trescientos kilómetros y seguramente duraría la mitad de un día venir o ir a Edimburgo, nuestra distancia no nos acomodaba como pareja.
Y tenía miedo que eso afectará una relación futura.
Por primera vez caí en cuenta que tenía miedo a una relación a distancia, a un amor tan alejado, no poder tener citas, ni encuentros, no poder vernos, ni poder tocarnos, era casi como una tortura eterna, yo debía estar en Edimburgo, pertenecía fielmente a mi familia y ni pensar en casarnos, podría ser una catástrofe eterna, pero ¿y si no fuera así?
No lo sabía con exactitud.
— señorita Foster, ¿le sucede algo? —y ya lo había preocupado, porque me había quedado muda de tantas emociones alteradas.
— discúlpeme —dije de inmediato, mi voz apenas se notaba, pero mi conciencia me mataba— yo no... —mi responsabilidad me asediaba— lo siento tanto —y mi mente empezaba a colapsar, quería llorar porque mi corazón se achicaba cada vez más, pero la señora Hamilton siempre decía que debía dar la cara y sonreír pese a cualquier adversidad— señor, yo debo... —respire hondo y sonreí débilmente— debo reconocer sus sentimientos, pero rechazar la idea de un compromiso entre usted y yo —un enorme peso cayó sobre mí.
Porque el señor Barnes sí me gustaba, me agradaba, hasta creía que estaba floreciendo un profundo amor en mí por él.
Pero no podía.
El señor Barnes frunció su ceño y trato de entenderme— ¿me está rechazando? —no prepotente, no enojado, más bien herido, tanto como yo.
— mi deber me impide estar con usted —me adelanté a decir, como si no quisiera arruinar los sentimientos que estaba mostrando hacia mí.
Creí que se iría enfadado o que estallaría por mi culpa o que simplemente se alejaría para no volver a hablarme, pero sonrió, con una sonrisa mediana y compensatoria y sus ojos se suavizaron aún más de lo que ya estaba, su mirada noble y endulzante, deleitante, casi como un sueño.
Y dijo:
— no tengo intenciones de obligarla a que sienta algo por mí —una lágrima salió de mí y por un momento me apene, pero el señor Barnes tomó mi mentón con su mano y delicadamente la quitó, no pude evitar sentir mi rostro enardecido— pero sepa usted que mis sentimientos por usted no desaparecerán, ni se marchitarán, volveré a Winchester cada temporada de otoño si es necesario para verla a usted —mi corazón volvió a acelerarse, su amor volvió a embriagarme y suspiré de amor riendo mientras él sonreía genuinamente.
— señor... —
— si no es mucha molestia, señorita Foster, por favor concédame el honor de bailar con usted esta noche —
Alejó su mano de mi barbilla y se inclinó brevemente hacia mí. Un baile.
— ¿quiere bailar conmigo? —
Levantó su mirada y sonrió— sería un honor —
De pronto no hacía frío, el calor del otoño me abrazaba.
Dicen que otoño es la época donde el amor surge de manera repentina, mientras las hojas secas de un árbol caen.
Mi vida como una dama nunca había sido pacífica, entre las enseñanzas de mi institutriz, la señora Hamilton y la vida cotidiana de una estudiante universitaria en una familia acaudalada, no me quedaba mucho por desear.
Pero, de hecho, sí había algo que podía desear, algo que aún mantenía encendido en mi corazón, el amor.
Un amor tan cálido, como el toque de otoño en mi rostro, como los bailes entre las pareja, quería un amor real, un amor presente y no ausente, quería poder sentir unos brazos a mi alrededor, quería poder reír tontamente por alguien, quería ver las mariposas que tanto decían los enamorados que veían, quería eso para mí.
Querido otoño, ¿era el señor Barnes ese amor?
Ese que tanto esperaba.
Porque esta noche en presencia de la luna y el silencio, el señor Barnes y yo bailamos alejados de todos, con la música lejana, con el bullicio disminuido, con mi corazón latiendo fuertemente y nuestros cuerpos en armonía. Recordar aquella noche, era como recordar los tiempos de otoño, tan apacibles y llenos de amor.
Tan deseables y efímeros.
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