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🪷 𝘔𝘪𝘴 𝘢𝘤𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴

Nuestras acciones hablan sobre nosotros tanto como nosotros sobre ellas.

Eso lo dijo George Eliot. Tal vez mis acciones ahora eran rebeldes, se suponía que me mantendría en Winchester, que pasaría el otoño completo ahí, pero también se suponía que estaría con Ashley, que no nos separariamos. Sí sé que a los ojos de cualquier adulto, me vería como una caprichosa que solo buscaba desenlazarse de su yo real, pero tenía miedo.

Tenía miedo de no poder llevar a cabo todo lo que mi abuelo, lo que mi padre y lo que mis ancestros llevaron a cabo, no solo Edimburgo me vería como una figura de alto rendimiento, sino toda Inglaterra, toda Escocia, todo el mundo hablaría de mí, como duquesa, como condesa, como miembro honorario de la monarquía.

Y eso me asustaba.

Volvía a subirme a un auto, que nos llevó a Ashley y a mí fuera de Winchester, pero en el trayecto, me volví tan igual a Ashley cuando estuvo encerrada en su cuarto. Me aislé en una esquina y me dediqué a mirar el cielo y la naturaleza que Winchester daba en esta época.

Nadie es de roca y menos con una noticia como está, mi abuelo estaba deteriorándose y yo no sabía que hacer, me sentía inútil y no podía soportar el hecho de que la enfermedad no se pudo reconocer a tiempo.

— Lily —no quería hablar, porque sabía que mi voz estaba quebrada, mis lágrimas caían, pero ya no importaban, no quería tener que pensar en todo lo malo o decir todo lo malo que se atrevía a meter mi conciencia.

Ashley intentó tomar mi hombro y apoyarme, pero me sentí tan ajena al tacto, que no soporte que lo hiciera, me removí incómoda, mientras limpiaba mis lágrimas, no quería que sintieran lástima por mí.

Jamás me había acostumbrado al apoyo emocional. Parte de ser quién era, me recordaba constantemente que debía dar, no recibir, el apoyo.

Así que conforme pasaba el tiempo en el auto, Ashley fue entendiendo eso, me dediqué a leer mi libro, ocultando mi dolor, refugiando mi mente en sueños e imaginaciones. El viaje hasta Derby constaba de tres horas y unos cuarenta minutos, era suficiente para saber que seguramente no sería un viaje largo, pero sí para reflexionar, el cochero era parte del personal que ayudaba al tío Charles y nos había hecho el favor de llevarnos a Derby.

En Derby, seguramente la tía London nos estaría esperando con ciertas reglas, estrictas sobre cómo debemos portarnos o como debemos ser. El chófer había estado cambiando la radio infinidades de veces, hasta que finalmente escogió una transmisión.

"No es que no crea que no sea suficiente para el puesto, digo hablamos de una persona que estudió toda su vida, que se prepara para hacer ese tipo de cosas, no escoge una carrera porque quiere, sino porque debe, entiendo eso de la monarquía y como se maneja allá en Inglaterra. Pero, dime tú, el conde de Edimburgo es un hombre muy reconocido, el conde Williams ha trabajado en beneficio para el pueblo por mucho tiempo"

Era una transmisión por radio, era obvio que no de Inglaterra, pero tenía un acento estadounidense o canadiense.

"Es perfecto para el puesto, digo, es un hombre que sabe de política que ya la ha manejado, pero la duquesa por nombre, no porque se lo haya ganado, la duquesa... la, ¿Cómo se llamaba?"

"Elizabeth Collins, duquesa y condesa de Edimburgo"

"Lo que sea, es una niña, nadie conoce su nombre, no tiene una trayectoria, estuvo estudiando para esto, pero nunca se metió de lleno en todas estas acciones, es casi como si esperará a que llegará el puesto nada más porque sí. Un médico estudia y práctica para entrar en un hospital a salvar vidas, lo mismo deberían haber hecho con la duquesa, condesa, demás, es una niña que no sabe el punto crucial de una política, no debería ejercer el cargo aún, no tiene la capacidad, deberían dejarlo al duque Williams"

Describe la situación y el margen como si fuera parte del palacio de Edimburgo, las personas siempre tendían a ser tan juiciosas con cualquier personaje de la monarquía y ello me enojaba. Pero muy en el fondo también sabía que era cierto, lo que este hombre decía, era consciente de mi distancia con la política y la fama, nunca supe cómo manejarlo, sospechaba que tenía pánico escénico, era una amante de la vida silenciosa, amaba poder compartir en familia sin tener que pensar en la política como una preocupación en mi vida, era joven y creía que tenía una vida larga por delante, pero me había cegado tanto en ello que no repare en el hecho de que mis antecesores estaban envejeciendo y que posiblemente también me tocaría a mí tomar su puesto.

— Lily... —muchos lo veían como una ignorancia al pueblo de Edimburgo o de Inglaterra y sabía que no estaba bien.

Pero ahora todo se estaba yendo encima y debía permanecer, debía hacer frente a esto.

Lo sabía, no era buena con esto— es mi responsabilidad —y en mucho tiempo, me atreví a hablar con una voz muy baja— debo hacerlo —tenía miedo, miedo de no ser lo suficiente.

— ellos no saben quién eres en realidad, sé que puedes hacerlo —

— no han dicho nada que no sea verdad, Ashley —sorbí mi nariz y suspiré— no he dado mi rostro al público por querer vivir una vida cotidiana, pero no me corresponde elegir eso —expuse— no quiero ser odiada por el pueblo, por eso sé que esta será mi última temporada de otoño, por eso vine contigo —no quería dejar a Ashley sola, porque me sentía culpable de su dolor, pero también porque no quería tener en mi memoria una Ashley despidiéndose de mí con esa nostalgia y quebranto de un corazón.

Ashley dibujó una sonrisa medianamente convincente— eres la mejor —su cabeza la reposó en mi hombro y quitó la distancia entre nosotras. Me dediqué a mirar por la ventana en el resto del camino, mientras trataba de despejar mi mente por última vez, con mis manos atrapando el libro que estaba leyendo y un camino largo por recorrer.

Me preguntaba y muy lejos de la situación actual, si el duque de Knight o el duque Barnes pasaron esto durante en sus adolescencia o en sus inicios como duques. Inevitablemente vi al señor Barnes en el ventanal de mi puerta, lo recordé trabajando aquella noche, con su computador y el montón de papeles que tenía sobre el escritorio, esa noche la tenía muy grabada en mi cabeza, casi como si hubiera sido reciente y deliberadamente también recordé la carta y el baile, nuestros toques y el roce de nuestras manos, su mano en mi cuerpo y mi mente volaba por la imaginación con el señor Barnes, con sus ojos incesantemente sobre mí y sus labios mudos que no me decían el deseo de su corazón.

Porque el mío se desbocaba de amor por él, pero mi mente me decía que no era lo correcto para nosotros dos, sentía que le debía a Ashley no estar enamorada de él, pero no podía evitar sentir la atracción por él, no cuando nuestras manos y cuerpos se habían visto.

Y me preguntaba ¿Qué tanto se podía llegar a desear alguien? sin ser exactamente algo.

Como él y como yo.

— gracias, señor Duncan —Ashley agradeció al señor que conocía e imite la gratitud, mientras tomaba mis maletas que el señor Duncan había bajado para mí.

— permítanme ayudarles —dijo el señor Duncan en un intento de amabilidad.

Pero me negué a ello en cuanto vio mis maletas— gracias, pero yo podré, señor Duncan —eran solo dos, la tercera que era donde venían los regalos de las hermanas Brown, la había dejado donde mi tía Celia, no la necesitaba realmente y ya había cumplido su función.

El señor Duncan no pareció insistir y se despidió de nosotras de inmediato en cuanto nos dedicamos a caminar hacia la casa de la tía London— ¿se cambió de localización? —pregunté siendo consciente de que jamás había venido a este lugar y también que esta casa era mucho más grande que la anterior.

Además, estaba en la misma línea de la entrada a la enorme mansión de la vizconde de Derby, la cuál si conocía por sus llamativos bailes de primavera, los cuáles hacía para escoger a una jovencita quién sería instruida por ella, acogida en su hogar, por un mes completo, era todo un evento de "caridad" que la vizconde hacía por las jovencitas de su pueblo en Derby.

— sí —respondió Ashley a mi lado— se mudó hace diez meses, la vizconde Victoria de Derby le ofreció ser institutriz de la flor de primavera que escogiera cada primavera —era de esperarlo, con lo estricta que era la señora London, era más que obvio que sería un buen perfil de niñera.

Ashley tocó la puerta dos veces, antes que la misma se abriera frente a nosotros y de ella saliera a recibirnos un hombre alto y delgado, con una enorme mentón y canas.

— ¿sí? —se veía como un mayordomo, porque vestía de saco y era recto como un árbol.

— Soy Ashley y ella es Lily, vengo de visita con mi tía London, somos... —

— las estaba esperando, señorita Brown y señorita Foster —ya nos conocía, abrió la puerta un poco más y nos invitó a entrar— dejen las maletas en la recepción, yo las llevaré a sus cuartos —

Ashley miró a todos lados, casi impresionada de la nitidez de este lugar. Yo no podía evitar pensar en casa, porque estaba segura que era el mismo color de blanco que había en toda la recepción en el Palacio Holyrood, donde vivía con mis padres, al noroeste del castillo de Edimburgo, en Escocia, donde vivía mi abuelo.

De hecho todos los castillos y palacios eran del mismo color, estaba más que segura de ello.

— esto es fenomenal —Ashley ya no vestía con un vestido habitual para la temporada de otoño, sino que traía jeans y camisa blanca ancha, con su cabello trenzado y unas zapatillas blancas que ella aseguraba no se ensuciarían.

Por quién era yo, era habitual que mi vestimenta incluyera una falda o un vestido, pocas veces utilizaba pantalones y los que utilizaban eran de telas. Así que me resignaba a andar con lo más cómodo que tenía y esos eran mis vestidos habituales, con zapatilla deportiva para no tener que usar tacones que me atacarán el talón de forma violenta.

— Ashley Brown y Elizabeth Collins, es una grata sorpresa tenerlas en casa —y en la cima de los grandes escalones de la casa de la tía London, la figura exponencial y orgullosa de la tía London apareció a nuestros ojos, vestía un pantalón azul puro de tela con una camisa celeste de rayas perfectamente planchada, su cabello rubio predominaba, pero lo tenía completamente controlado con un peinado totalmente limpio hacia atrás y una tiara en su cabeza, ella era de cabello corto, por eso no se despeinaba con facilidad y tenía un labial tan tenue en sus labios que si no estabas cerca, ni notabas que tenía, su maquillaje era muy básico, era una mujer que le gustaba disfrutar de su belleza natural sin complicaciones.

Y sí, la tía London sabía quién era, porque conoció a mi madre y sabía que era la hija del conde, ahora duque de Edimburgo.

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