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🪷 𝘓𝘰𝘴 𝘊𝘰𝘭𝘭𝘪𝘯𝘴

Los caminos peregrinos, las fotos constantes y las personas alrededor de cualquier auto de la monarquía siempre eran constantes. Nadie jamás me había captado en cámara, siempre estaba la ventana del auto arriba, la señora Hamilton siempre me acompaña y esta vez con Geraldine, Bella, Mackenzie y Elena como acompañantes, por ello se necesitaba un auto más espacioso, pero siempre era Ferguson el que estaría de piloto, era mi conductor de confianza.

Ahora era más que inevitable recordar al señor Barnes, usualmente me encontraba atrapada en los escenarios que mi mente creaba de los libros, pero cada que cerraba mis ojos, cada que me sumía en mis pensamientos, instantáneamente era como un destello de amor, un destello de luz que me dejaba ver al señor Barnes frente a mí, que me hacía recordar cuánto amaba su toque, sus manos, su gentileza, su nobleza, sus miradas misteriosas y su voz. Era algo que simplemente no podía evitar pensar y suspirar.

Como su mano tocaba mi mentón haciéndome mirar su rostro y como me negaba a sentir su tacto lejos de mí.

Mi cuerpo se erizaba con cada pensamiento intromisorio y no podía evitar sentir un anhelo resplandeciente dentro de mí.

Me había enamorado tan ilusoriamente y tan pacientemente que ni siquiera él se había dado cuenta que su atención me había enganchado.

Aquella noche cuando a caballo llegué a la casa blanca y lo vi practicar sus estocadas con espada, su cuerpo fornido a la luz de la luna era como ver un ángel tallado caer del cielo en mi rescate.

— duquesa, ¿le sucede algo? —pero no podía perderme en mis pensamientos, no ahora que parecía estar más dentro de mí, que atenta a mi exterior.

Levanté mi mirada y suspiré— no pasa nada, solo ha sido un largo camino —expuse, había dejado de leer para pensar en el señor Barnes, pero volví a mi novela e imaginé al señor Barnes siendo el protagonista y a mí siendo la mujer locamente enamorada de él.

"lo amo tanto"

Ella suspiraba de amor, tanto, tanto, tanto por él y él besa su mano y le corresponde con un tierno beso, donde plasma todos sus sentimientos.

Cuando el auto se estacionó, supe que era momento de salir y comportarme como duquesa. Mi título como duquesa era honorario a decir verdad, no era una duquesa como tal que ejercía los cargos, había nacido el mismo año que mi abuela había fallecido y siempre decían que mi parentesco con ella era más de lo que decían, el abuelo Andrés decidió otorgarme el título, porque estaba seguro que no habría otra duquesa en su vida más que yo. Sí, él me amaba, pero aún así no podía evitar ser estricto conmigo.

El castillo de Edimburgo, estaba mucho más protegido que el Palacio Holyrood, era un castillo enorme, situado en el pueblo de Edimburgo, siempre habían personas alrededor tomando fotos y guardias con caballos y espadas en fundas. Eran muy estrictos en cuanto a su puesto y guardar su honor como guardias del duque, había cerca de diez frente al castillo, entrando por el túnel, habían muchos más que estaba segura la distancia entre cada uno era de dos metros y rodeaba el lugar completamente.

En cuanto entré al vestíbulo, después de haber pasado el recibidor, encontré a mi madre bajando las escaleras de que dirigía hacía el segundo piso, las enormes escaleras que guiaba a distintos lugares del castillo. Mamá lucía un traje azul y oscuro, ancho completamente y con zapatitos blancos, caminaba con tanta elegancia aún cuando ella no nació como noble.

Y cuando se dio cuenta de mi presencia, mamá no pudo evitar sonreír encantada, bajo las escaleras mucho más rápido y se dirigió a mí, sonreí al verla, la había extrañado tanto como era posible, me abrazó, me mantuvo entre sus brazos con tanta fuerza que creí que me dejaría sin aire.

— mi niña, mi Lily —sí, tal vez en cámara era una persona, pero de frente, mamá era totalmente cariñosa, demasiado, tanto que te asfixiaba en amor, ella fue la que me dio el nombre de Lily, ella fue la primera que lo usó— te extrañé tanto —crecí creyendo que era parte de mi nombre, me costó entender que en realidad era un seudónimo que mamá usaba para mí.

— he venido cuanto antes —y de golpe se separó con su ceño fruncido, casi como si hubiera dicho alguna cosa mala.

Me miró de arriba a abajo y se alejó— ¿por qué estás aquí? —

— ¿no sabías que vendría? —cuestioné.

— ¿saber? apenas te estoy viendo —

— creí que bajabas las escaleras para recibirme... —

— no, no, tonterías, iba a comer —suspiré con pesadez frente a su respuesta— me sorprende que la señora Hamilton no me haya avisado —

La señora Hamilton de inmediato tropezó con sus palabras— su excelencia, yo, yo avise al palacio de Holyrood —

— Entonces ¿es culpa de Jonathan? —

Esto se estaba alargando y complicando, así que desestimar el hecho— he venido a ayudar a mi padre —

— debes estar aquí dentro de una semana, Lily —

— respeto el acuerdo —añadí— pero mi padre me necesita —sus ojos me hacían sentir culpable, por como me miraba, casi como si estuviera preocupada.

Pero respiró hondo antes de contestarme— esta en el despacho del duque, pero esta ocupado, no recibe visita, podrías esperar, tal vez en un rato baje —

No podía esperar, debía ejercer mi cargo, así como él lo estaba haciendo— iré —hice reverencia a mi madre y pase de su lado.

— Elizabeth... —

— ahora soy condesa, madre, debo ayudar —subí las escaleras con el séquito de damas tras de mí— señora Hamilton, quédese con mi madre, no hace falta que suba —indique cuando las intenciones de la señora era subir tantos escalones.

— sí duquesa —

Tal vez ahora parecía un robot, como si estuviera programada para todo este recorrido, lo cuál era cierto, entre las paredes de cualquier pasillo, la historia de coronación del rey Roland I se contaba, junto a él siempre estaba mi abuelo, siempre. Era el único familiar vivo y la única persona que el Rey Roland realmente soportaba a su lado.

Cuando la reina murió, justamente una semana posterior a la coronación del rey, su mundo se volvió oscuro, fue una especie de golpe monárquico que terminó en la muerte de la reina consorte. El rey nunca se recuperó de ello, ni tampoco volvió a amar después de aquel día.

Jamás la llegué a conocer, pero sus retratos hablaban mucho de cómo era.

Mi corazón estaba aturdido, aturdido de los nervios, de la inquietud, de si llegaría a realizar un buen trabajo o solo incomodaría a mi padre. Tenía miedo, sí, pero era mi responsabilidad.

Era mi presencia la que marcaba la diferencia cuando entraba en una habitación, los empleados del castillo me veían y daba su reverencia en silencio, todos y cada uno de ellos se mantenían pegados en las esquinas, sin atreverse siquiera a mirarme, era las reglas que debían tomarse.

A unos pasos del despacho, vi la puerta abrirse y al barón Smith salir de ahí, parecía agitado y descontento, pero cuando me vio su rostro cambio a asombro y de inmediato realizó una reverencia hacia mí— duquesa —

Uno de los tantos barones de Edimburgo— Barón Smith —correspondí con un saludo.

De inmediato pareció percatarse de algo y levantándose preguntó— ¿irá al despacho del duque? —

— Eso planeo —expresé, no tardó, ni pensó mucho para tomar la manilla de la puerta de inmediato y abrirla para mí.

Pase de su lado y cerró la puerta después, lo vi hacerlo, sin oportunidad de dejarla a media apertura y cuando la hubo cerrado completamente me centré en mi padre frente al teléfono y con papeles en mano, me recordó al duque de Cambridge.

— Encárgate de que sea así, Lottie, no podemos dejar esto para último momento —estaba más que estresado, siquiera me había visto, tenía el audífono inalámbrico en su oreja y la Tablet de la llamada encendida en la mesa.

Hablaba con Lottie, la subsecretaría de mi abuelo.

— Gracias, Lottie —en cuanto corto con la llamada suspiró y se volvió sobre sí, pero entonces me vio a mí.

Papá realmente lucía exhausto, de inmediato realice una reverencia hacia él— su señoría —masculle sin mirarle.

— Elizabeth, ¿Qué haces aquí? —rodeo el escritorio y se acercó— creí que volverías en una semana —

— has estado tan ocupado que no has escuchado que he vuelto —indique levantando mi mirada— pero aquí estoy, para servir a mi país y ayudarte —

Le pareció gracioso mi actitud, porque rio en medio de su desastre— no te lo tomes tan a pecho, querida, mejor dame un abrazó, Elizabeth —y sin previo aviso, me abrazó con gran fuerza, tanto como mamá, ambos eran demasiado afectuosos.

— Dios mío, me quedaré sin aire —masculle.

Se separó sonriendo— Bien, cuéntame ¿Cómo te fue en esta temporada? —y de inmediato se sentó en su silla frente al escritorio con ojos resplandecientes— quiero saberlo todo —reí al verlo tan enérgico.

— Pero, ¿qué hay de Edimburgo? —cuestioné— mira todos esos papeles —su propio escritorio donde estaba reposando sus codos, estaba totalmente desastroso.

Pero mi padre le quitó importancia— Edimburgo puede esperar, tan solo he hecho unas llamadas porque no recordaba a todos los duques, pero ya Lottie se encargará de llamarlos, ahora quiero enfocarme en ti —hizo una seña para que me sentará frente a él.

Muchos creerían que mi conexión profunda era más con mi madre, pero si tenía que ser sincera, papá era siempre el que estaba al tanto de cualquier historia y si algo sucedía él no dudaba en compartirlo con la familia, era un voyerista auditivo en potencia.

Me senté frente a él y suspiré antes de comenzar, pero en cuánto lo quise hacer, el teléfono sonó y papá rodó sus ojos frustrado para responder desde el audífono— estoy hablando con la duquesa —exclamó en tono enojado, pero era mentira su enojo— oh, duque —y se retractó de inmediato— sí, tenía algo justo que hablar con usted —me miró y pude ver sus disculpas, de inmediato se quitó el audífono y susurro— ve con tu abuelo, ha preguntado por ti —asentí entendiendo que era asuntos que debía resolver y me dediqué a salir de su despacho, cuando salí, casi me da un paro cardíaco cuando vi a las cuatro chicas amontonarse hacia mí.

— señoritas —masculle y retrocedieron.

— disculpe —dijeron al unísono apenadas.

A veces resultaba mala idea tener un séquito, pero era a ellas a quiénes les confiaba mi vida, así que seguí el pasillo hasta el ascensor que llevaba a la habitación de mi abuelo.

Fue Geraldine quién tocó el botón para llamar el ascensor y de inmediato esperamos, pero antes de entrar, les advertí— será mejor que desde aquí siga yo, hablaré a solas con mi abuelo, esperen —y dicho ello, toque el botón que me llevaría a la habitación principal.

Y por primera vez, estaba sola.

Respiré hondo tomando mi cintura entre mis manos para apoyarme contra la pared, ser duquesa era difícil, mantener la compostura y ser siempre tan... recta.

La familia Collins siempre debía ser así, aún en momentos de tranquilidad o de crisis, nuestra familia era la primera en aparecer en el frente, era difícil explicar que en parte me sentía orgullosa de ser parte de la dinastía de los Collins, pero también me hacía sentir abrumada, aún cuando los medios de comunicación, ni tampoco Inglaterra conocía quién era yo realmente.

Era desconcertante como siendo una mujer joven tenía tantas ventajas, tenía una vida hermosa y familia excepcional, tenía apoyo y simpatía, pero aún así me sentía en una nube oscura en cada momento que pasaba.

Y a medida que el ascensor iba acercándose al número de la habitación de mi abuelo, me iba arreglando en mi lugar, vigilando que mi cabello estuviera en correcto estado, que mi mentón estuviera a la altura correcta y que mis hombros estuvieran correctamente hacia atrás.

Pero, cuando las puertas se abrieron, después del tintineo, una música entró por mis oídos, una música muy melodiosa se podría decir, más que melodiosa, era melosa, era dulce y lenta, además que reconocía a su autor.

Elvis Presley. Un cantante, compositor y actor estadounidense, considerado como uno de los iconos culturales más populares del siglo XX. Y aún en nuestro tiempos es apodado como «el rey del rock and roll».

Era extraño para mí, que mi abuelo tuviera esa canción en su recámara, pero apenas las puertas se abrieron, lo vi frente a mí, de pies, frente a la ventana abierta, en su escritorio que daba con la vista al exterior, lucía su pijama y había un reproductor de vinilo en la esquina a un lado de la estantería de libros sonando.

El abuelo se volvió cuando escuchó el elevador de seguro, en primera instancia su mirada se veía ensoñada hacia mí, por un momento se quedó en silencio y de inmediato realice mi reverencia hacia él— su excelencia —esperando su pase.

— Elizabeth —mencionó mi nombre soñador— por un momento creí que... —y rio débilmente— no sabes cuanto te pareces a tu abuela cuando era joven —estaba de buenas, hablaba muy calmadamente y además entretenido.

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