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•C o l o f ó n•

Siempre me he considerado una persona muy paciente, se podría decir que ha sido de mis mejores virtudes durante mucho tiempo. Definitivamente en tiempo pasado, porque mi paciencia se ha acabado en este instante.

Pasa que ya no soy yo mismo, me encuentro incapaz de parar de mover mis piernas, es como un tic. Odio los tics. Si Kiara me viera en estos momentos probablemente rodaría los ojos, como siempre hace; e intentaría posponer la boda. No puedo dejarla hacer eso, después de todo sus padres han invertido mucho en esto, muchísimo más de lo que Kiara y yo teníamos ahorrado para nuestra celebración.

—¡Ya! Hombre, párala ya. Mañana te casas, deja los nervios, ¿lo intentas? No pienses en nada ahora. Sólo disfruta de tu despedida de soltero.

Soplo entre dientes, haciendo un ruido raro.

Tengo tantas cosas en mente. Lucio suelta una carcajada y se sienta a mi lado. Me dispongo a ver a todos los que se encuentran en la mesa, entre ellos está el padre de Kiara. Oh, diablos, diablos. ¿Quién lo invitó?

—¡Jorge! —Observo a Alexis. Se encuentra frente mío, y en el suelo.

¿Pero qué hace ahí? ¿Acaso moví tan fuerte mis piernas que boté su silla? Santo cielo. Dejo de perder el tiempo y lo ayudo a levantarse.

—Qué vergüenza, lo siento —digo cabizbajo cuando siento la mirada de todos mis acompañantes.

—No te preocupes, cuñado. Apuesto a que querías hacer esto desde que éramos adolescentes. —Abro los ojos sorprendido—. Tu novia me lo dijo, pero no te preocupes. Me lo merecía en esos momentos.

—No, pero eh... Vale lo admito, si bien es cierto, eras un idiota que no sabía valorar la amistad de Kiara. Aunque ella tampoco lo sabía hacer, por lo que estamos a manos. En realidad estás a mano con ella pero todo lo que tenga que ver con ella tiene que ver conmigo.

Veo que se le forma una pequeña sonrisa, pero se va rápidamente.

—Ya deja de estar nervioso. Sé que tu suegro está por acá, pero no te hará nada. Todos acá somos tus amigos, unos más que otros claro, pero cualquier intento de asesinato queda descartado si estás junto a nosotros. —Ríe, me da un apretón en el brazo y por arte de magia le hago caso.

—Sí, realmente no sé qué me pasa.

El resto de la noche transcurre normal, bebiendo un poco y conversando con algunos compañeros, nada extravagante. El padre de Kiara sólo me desea mucha suerte y se va con algunos rastros de lágrimas en su cara. No fue un padre excelente, pero supo corregir sus errores.

—¡Al fin se fue el viejo! Es hora de divertirnos. —Me sobo la cien, el grito de Alexis no me ha ayudado en nada, aparte lo único que quiero ahora es ver a mi futura esposa. 

—Lo siento chicos. Tengo que irme, la cabeza me late demasiado y no puedo llegar con resaca a mi boda.

Escucho como me abuchean, pero me importa muy poco. Agarro el pequeño bolso de algunos presentes que me han traído mis amigos y me voy antes de que me atrapen y no pueda irme.

—¡No dejen que se escape! —Algunos ríen como locos mientras van detrás mío. Luego tendré que pedirles disculpas.

Salgo del bar y tomo el primer taxi que veo. Le doy la dirección de mi casa al señor taxista y se pone en marcha.

—¿Problemas, joven?

Su pregunta me deja un poco fuera de onda, pero decido responderla con sinceridad.

—Se podría decir —suelto un largo suspiro.

—¿Necesita usted algún consejo?

No faltó mucho para que empezáramos una conversación muy amena. Le conté como conocí a Kiara, los problemas que tuvimos y el hecho de que mañana nos casamos. Sus consejos fueron magníficos, estupendos, eran muy adecuados para ese momento. Ya faltaba un poco para que llegara a mi destino.

—Yo sólo espero que lo nuestro dure para siempre, quiero amarla para siempre, también sé que lo haré. Debido a que estoy totalmente enamorado de ella desde que la miré.

—El punto no es que la ame para siempre, el amor nunca es una obligación. Tiene que durar lo que se pueda, Jorge. Lo que se vive ahora, el presente. Recuerda respetarla, acompañarla, nunca dejes de ser su mejor amigo. —Hace una pausa y frena—. Ya hemos llegado, no te preocupes por pagar. La casa invita. 

—No, nada de eso. Tenga aquí. —Me interrumpe con una mirada serena.

—Yo me casé muy joven, siendo en ese caso muy parecido a lo tuyo con tu novia. No obstante, yo no supe apreciar nada, pensé que ella seguiría siempre detrás de mí como cuando éramos unos chiquillos. Ella siempre mandándome notas, preocupándose por mí, jurándome amor eterno, cosa que yo nunca pude hacer. Si fuéramos sensatos, prometeríamos amar día a día, sin ninguna condición o ataduras. Porque yo me sentía prisionero de su amor, para cuando ella se dio cuenta de ello, no pudo hacer más que dejarme ir. Porque yo anhelaba mi libertad, pero también me encantaba esa sensación de amor y apoyo que ella me daba. Desgraciadamente nadie entiende el amor en libertad y trata de atarlo como pueda. El amor es tan complicado, y en ocasiones el amor por sí solo no es suficiente.

—Señor Freddy, yo... —Lágrimas amenazan por salir de mis ojos, me siento como si me hubieran dado el mejor sermón de mi vida—. Gracias, gracias por todo. Yo aún soy muy joven, es usted tan sabio.

No puedo hablar, he explotado en llanto.

—Hijo, cálmate. Mañana llora todo lo que quieras, tu mujer se va a preocupar si te ve así. ¿Un último consejo antes de irte?

Me seco las lágrimas, y lo recuerdo.

—¿Y si lastimé a alguien sin darme cuenta? ¿Cómo hago para remediarlo?

—¿Has intentado con pedir disculpas? A veces, necesitamos que alguien nos diga las cosas tal y como son, no con una sola expresión de arrepentimiento. Necesitamos oírlo. Esperamos por esas disculpas, es una necesidad; pero no te sientas obligado ni sofocado por la culpa, habla con el corazón.

Me da la mano y la acepto gustoso, no sé de dónde salió esta confianza, pero le doy un abrazo muy rápido y un beso en la mejilla, saco de mis pantalones billetes para dejarlos rápidamente en el asiento, antes de que me lo devuelva.

Entro a casa un poco agitado, levanto la mirada y veo al amor de mi vida. Ella me observa preocupada, apuesto a que también huyó de su despedida de soltera.

George, ¿qué pasó? —Escuchar ese apodo que me puso me hace sonreír, así que me acerco a ella, dejo el bolso en el suelo y la beso.

—No ha pasado nada, mi amor.

Ella sonríe y nos vamos a la cama, empieza a jugar con mi nariz. Según ella está sucia.

—Ni creas que vas a dormir así, todo sucio. —Me saca la lengua y río por su actitud infantil.

—Kiara, yo... No quiero que creas que te obligo a algo. Si me tienes lástima y te quieres casar por eso, yo lo entenderé. —Levanta una ceja y niega con la cabeza.

—No sé en qué estarás pensando, pero sabes que no te tengo lástima. Maduré mucho gracias a ti. Tengo bien en claro lo que quiero. —Toma mi rostro entre sus manos—. Sabes bien a quien quiero.

Esas palabras bastaron para que durmiera como nunca.

Despierto un poco aturdido al notar que Kiara no está a mi lado, así que voy a la mesa del comedor y me encuentro con una nota. Es de ella, me desea un feliz día junto a un corazón. Joder, la amo.

¡En fin, es hora de ir a la capilla a casarme! Cuando llego, lo único que tengo en mente es ver a mi novia, y lo logro. Me gustaría poder describirla, pero no puedo, no hay palabras suficientes. Ella estaba espléndida, aunque sólo la pude ver un rato, su madre dijo que ver a la novia antes de la boda era de mala suerte. No es por echarme flores, pero yo también estaba bien presentable.

Pero ese día tenía que ser mejor, así que me dispuse a buscarlo. Porque tenía que encontrarlo. Tenía que encontrar a Henry, hace poco me envió una gran y valiosa carta contándome sus problemas y sobre el tiempo que pasamos juntos. Él fue un genial amigo de la infancia y siempre lo tuve vagamente entre mis recuerdos, me siento un poco mal por todo lo que soportó. Ahora que lo pienso bien, debí de haberlo invitado personalmente y haber charlado con él antes, se nota que me falta aprender mucho.

Antes de que empiece la ceremonia paso por la sala de invitados, y ¡sorpresa! Lo veo, o eso creo, se parece mucho a él de niño. ¡Sí! Esto es lo que me faltaba para que mi día fuera perfecto. Pero no es por mí, es por él. Necesito aclarar algunas cosas. Mientras me acerco, veo como sus padres lo miran con repulsión y se alejan. Lo que me provoca un nudo en la garganta, ¿cómo unos padres pueden reaccionar así hacia su propio hijo?

Luego tendré tiempo de pensar en eso. Mientras me acerco más, me doy cuenta de que hay un chico al lado de él. Están juntos de la mano, y se ven felices. Su aura me lo demuestra.

—¡Henry! —grito sin darme cuenta, otro error a la cuenta.

Su mirada se encuentra conmigo y abre los ojos sorprendido. El pelinegro de su lado me mira expectante, pareciera que no le agrado.

—Jorge... —Por alguna razón, sonríe. Veo como aprieta la mano de su acompañante y el otro se va, no sin antes darme una mirada hitamente larga e incómoda.

—Hola hombre, no sé qué decir. Yo, de todo corazón —Pongo mis manos en mi pecho—, me arrepiento de no haberme dado cuenta de los sentimientos que tenías hacia mí, aunque sabes que no fueron sentimientos reales, ¿no? Bueno, siento que soné grosero... Dios, que malo soy. Solo, te agradezco por habérmelo dicho mediante esa carta. Me porté como un insensible, apuesto a que te hice sentir muy mal.

—Tú no tienes que remediar nada. Cada quien elige como sentirse.

Quedo un poco desconcertado con su respuesta, pero veo que inhala fuertemente y vuelve a hablar. 

—Lo que quiero decir es que tú no tienes la culpa de nada. Sí, tal vez me ayudaste a darme cuenta que siempre me han gustado los chicos —Me avergüenzo un poco por oírlo directamente—, pero pude superarte, digo, éramos unos niños. Tengo que aceptar que no ha pasado mucho tiempo desde que entendí el impacto de ti en mi vida, sin embargo, las cosas cambian y créeme que este año todo va como viento en popa. Reaccioné ante muchas cosas. Agradezco que tu madre aún me haya recordado e invitado a tu boda. 

Últimamente las personas me están dejando sin palabras.

—Hombre, anda, que yo me alegro mucho. Pensé que iba a tener algún problema contigo, pero no. Es, ¡cielos! Estaba tan nervioso y tú... Tú eres muy amable. —Río y lo abrazo. Al principio se queda quieto, pero luego pone sus brazos en mi espalda y me abraza igual.

Nos separamos y me doy cuenta de que ya debo estar adentro para recibir a Kiara.

—Ve, novio. Tienes que casarte —dice con gracia. Nos apretamos las manos y me voy rápidamente. Antes de entrar por la puerta trasera veo como el chico de antes se acerca a él, le agarra de la nuca y lo besa rápidamente. ¡Caramba! Mucho espectáculo para mi boda, se robarán mi papel junto a mi esposa. No hago lío, ellos están felices y eso me da una bonita sensación.

Ya puedo casarme en paz con Kiara, el amor de todos mis días.

Notas finales

Mis queridos lectores, hemos llegado al final.

Estoy muy feliz porque me hayan leído, votado y/o comentado; les debo muchísimo y jamás podré expresar en palabras el gozo que siente mi corazón gracias a ustedes. Tal y como dije en un inicio, si se les dificultó entender alguna parte de este libro por favor dejen su duda en comentarios, les responderé cuanto antes.

La duología "Memorias Queridas" acaba aquí y ahora. Siempre tendrán mi máxima gratitud por haberme acompañado en esta travesía llena de jóvenes confundidos, con ganas de comerse al mundo de un bocado, junto a romances complicados y dramas inesperados. A todo esto, deseo que en definitiva sus corazones recuerden esta historia por siempre. ¡Besos y abrazos! ♥

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