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Capítulo setenta y cuatro (y medio)

-How much do I owe you? -dijeron mis lectores.
-It's on the house -dijo la Meri, regalando caps VIP 😚

—Fóllame tú esta vez, Marie Agathe Tailler.

Mi respiración todavía estaba agitada y su pecho subía y bajaba con rapidez, pero parecía que me había recuperado por completo de mi último orgasmo con solo oírle susurrar esas siete palabras.

Giré la cabeza hacia él, quien, acostado a mi lado, ya me estaba observando.

Nos observamos en silencio el uno al otro, fijamente a los ojos, durante varios segundos que parecían eternos.

¿Por qué me había privado de aquel hombre durante tanto tiempo? O, mejor dicho, ¿por qué se había privado él de mí?

Estaba claro que ambos funcionábamos a la perfección en la cama... O tal vez solo era que su miembro descomunal lo idealizaba todo de una forma que yo no podía controlar.

Mordí mi labio inferior y él bajó su mirada rápidamente a mi boca. Entreabrió los labios, aunque no dijo nada. Solo me observó, en silencio.

Y, de pronto, vi cómo su erección creció de nuevo, tan solo mirando mis labios.

—Voy al baño. Necesito ducharme —dije, apartando la mirada e incorporándome con rapidez.

Lo mejor era apartarme de aquel hombre antes que dejar que mis hormonas se apoderaran de mí de nuevo.

Bajé de la cama de un salto y la rodeé sin echarle ni un solo vistazo, con el claro objetivo de huir de él.

¿No se suponía que acababa de destruir su empresa hacía cuestión de horas? ¿No acababa de humillarme públicamente al besarse con su ex novia, que tal vez no lo era tanto?

Intenté cruzar mi inmenso vestidor sin echar ni un solo vistazo atrás. Solo pensar en que se le había vuelto a poner dura con el solo observarme fijamente a los ojos y los labios durante varios segundos casi me había hecho perder el juicio.

Estuve tan sumida en mis pensamientos durante ese breve lapso de tiempo, que me sobresalté cuando agarró mi muñeca desde atrás, sin siquiera haber escuchado cómo bajaba de mi cama.

Me di la vuelta por instinto, pero él aprovechó para atraerme hacia él, haciendo sentir contra mi vientre aquel enorme y asombrosamente duro miembro que aclamaba mi atención.

Su mano soltó mi muñeca para sujetar mi barbilla y subir mi cabeza para así poder observarme a los ojos de nuevo.

—No he terminado contigo, Gathe.

—Ah, ¿no?

—Te he pedido que me folles —soltó, con un tono reprochador.

Tragué saliva mientras sentía mis rodillas flaquear.

—¿Ahora?

¿Por qué sonaba tan insegura? ¿No se suponía que yo era la narcisista hija de perra que doblegaba a los hombres a mi antojo?

—Si no lo haces tú, tendré que volver a hacerlo yo —gruñó, arqueando una ceja.

Su otra mano se colocó en mi espalda y me apretó todavía más contra él. Su erección se clavaba en mi abdomen, haciéndome sentir el tacto del preservativo que ya se había colocado, y estaba claro que no me iba a dejar marchar.

Y yo, para qué mentir, estaba chorreando solo de pensar que iba a sentirlo dentro de mí una vez más.

—Hazme bajar al segundo círculo del infierno, entonces, Gus Gus.

Me besó con tal ferocidad que parecía que su deseo se había convertido en una necesidad.

Dio un paso adelante, dirigiéndome con él hasta que mi espalda chocó contra el cristal de mi armario de abrigos. Estaba tan frío que mis pezones se pusieron duros al instante, algo que él pareció sentir, pues soltó mi barbilla para colocar su mano directamente en mi seno derecho, acariciando mi pezón con su pulgar.

—¿Cómo puedes tener las tetas tan grandes para que no me quepan mano? Mido un metro noventa, joder —gruñó contra mis labios, totalmente extasiado.

Sonreí, antes de sacar la lengua y lamer, de forma juguetona, sus labios.

Él jadeó, bajando la mano que tenía en mi espalda hasta mi nalga izquierda, apretándola a la vez que con su otra mano apretaba mi pecho.

—Levanta la pierna —exigió y yo no pude negarme.

Flexioné la rodilla izquierda de tal forma que solo los dedos de mis pies tocaban el suelo, aunque a él no le pareció suficiente. Deslizó su mano de mi nalga a mi muslo y no de una forma cariñosa ni alentadora, sino de pura posesión marcando con sus dedos el recorrido sobre mi piel.

Colocó su mano justo en la parte posterior de mi rodilla y me hizo alzar la pierna de tal forma que quedaba totalmente abierta para él.

Soltó mi pecho y agarró su miembro, apoyado en mi vientre hasta entonces, y lo deslizó hasta la entrada de mi vagina para que, sin darme siquiera tiempo a inspirar, me embistiera de una sola estocada.

Ahogué un grito en lo que él me besaba cuando ya estaba dentro de mí.

Nunca me habían follado de pie.

No soltó mi pierna en ningún momento, pero su mano libre recorría las curvas de mi cuerpo con cada embestida, agarrándome como si me fuera a escapar.

Gemía cada vez más y más fuerte, sin ningún tipo de pudor, aunque él intentara acabar con mis gritos invadiendo mi boca con su lengua experta, humedeciéndome todavía más.

Tardé un tiempo en acostumbrarme a esa postura y no fue hasta que lo rodeé con mis brazos cuando empecé a moverme con él.

No dejó de besarme en ningún momento, aunque él gemía cada vez que yo movía mis caderas para ecajarlas con las suyas a la perfección.

Sus gemidos eran rudos, llenos de pasión, prueba de que estaba completamemte deshinibido, y solo me provocaban más y más placer.

El sonido de nuestros cuerpos chocar era tan delicioso como sucio, por cómo mi humedad sonaba con cada brutal embestida de mi maldito Poseidón.

Oh. Por. Dios.

Sentí cómo estaba tan cerca del clímax que empecé a temblar. Mi única pierna apoyada en el suelo no coseguía hacerme mantener el equilibrio, por lo que mis manos acabaron apoyadas en sus hombros, de músculos asombrosamente desarrollados, que se movían por sus caricias en mis pechos y mi muslo, por los que me tenía sujeta.

Él pareció darse cuenta de que estaba a punto de correrme, por lo que mordió mi labio inferior para liberarme de sus besos y dejar que gimiera tan alto como pudiera, echando la cabeza hacia atrás, apoyándome en el cristal de mi vestidor.

—Córrete para mi, amor —suplicó, jadeante.

Estaba a punto de convulsionar. Sentía su duro, largo y grueso miembro dentro de mí cada vez más al fondo debido al arqueo de mi espalda y mis movimientos de cadera fueron aumentando el ritmo, exigiendo que él me penetrara con todavía más intensidad.

Sabía que él no estaba listo para correrse todavía, porque sus estocadas no eran tan profundas como la última vez debido a la postura, pero yo no podía evitar deshacerme en sus brazos; ya no lo soportaba más.

Clavé mis uñas en sus hombros, gimiendo cada vez más y más fuerte.

—Oh Guste.... Más... Más...

—Hazlo, Gathe. Córrete sobre mí. Ahora.

La última embestida fue fuerte, ruda, hasta el fondo y yo ya no lo pude evitar.

Mi rodilla flaqueó y tuve que abalanzarme a su cuello para evitar caerme, aunque él, hábil, ya me había agarrado de la pierna libre y me había hecho rodearle a la altura de las caderas con ambas piernas mientras las paredes de mi vagina se contraían acompasados con mis gritos de placer.

Le abracé, colocando mi cabeza en su hombro mientras me tenía sujeta, todavía con su durísimo y enorme pene en mi interior, respirando pesadamente.

Tardó varios segundos en aceptar mi abrazo de cierta forma, al apoyar su cabeza en el hueco en el que mi cuello se unía a mi hombro, aspirando el aroma de mi cabello, que casi se había secado al completo tras la triple sesión de sexo a la que me había sometido Guste Dumont.

Sin embargo, aquello no había acabado.

Él todavía no se había corrido.

Tardé un rato en recomponerme. Tal vez fueron segundos, tal vez algunos minutos, pero él seguía allí, duro, dentro de mí, esperando a que fuera yo la que me moviera esta vez.

Y así lo hice.

Dejé un húmedo beso en su cuello a la vez que rompía el abrazo. Sus manos seguían sobre mis nalgas, sujetándome con su fuerza brutal, esperando pacientemente a continuar con su cometido.

—Gathe... —gimió, cuando recorrí con mi lengua la marcada línea de su mandíbula hasta llegar a sus labios.

Sin embargo, no le besé.

Apoyé mi frente en la suya e hice rozar nuestras narices apoyando ambas manos en su nuca, acariciando el nacimiento de su cabello, deleitándome del aroma que su piel desprendía.

Abrí los ojos lentamente, ya que hasta aquel entonces los había mantenido cerrados, solo para encontrarlo a él mirándome fijamente, con los párpados relajados, parpadeando pesadamente.

—Quiero follarte yo. Déjame tomar el control —supliqué y él asintió.

Separé mi frente de la suya para encajar nuestros labios, demostrando lo mucho que le seguía deseando, tras tres intensos orgasmos.

Su lengua se adentró en mi boca para juguetear con la mía, aunque yo no tardé en tomar el control de los movimientos de nuestros labios, ni de la sucia forma en la que empezamos a besarnos.

Debía de estar tan húmeda que sentí que degotaba cuando él estampó mi espalda contra el vestidor y pude bajar una mano para obligarle a sacar su pene de mi interior. Así, permitió que bajara las piernas y dejó, por fin, que mis pies tocaran el suelo, sin dejar de besarnos con deseo el úno al otro.

Empecé a masturbarle con una mano, pero la gran envergadura me lo ponía complicado para acariciarle de la base hasta la punta, por muy resbaloso que estuviera el preservativo por mis propios fluidos.

Él jadeaba contra mi boca y sus manos impactaron con fuerza el cristal del mueble del vestidor en el que yo estaba apoyada, disfrutando solo de mi tacto.

Quería tenerlo en mi boca. Quería chuparlo, succionarlo, disfrutar de cada centímetro de su ser entre mis labios.

Oh, por el amor de Dios, no podía soportarlo más.

Rompí el beso a la vez que le quitaba el preservativo, lanzándolo a cualquier parte del vestidor, tal vez llegando a los pies de la cama.

Él me observó lleno de deseo, más cuando coloqué las manos sobre sus pectorales, manteniendo así la distancia entre ambos.

—Túmbate en el suelo

—¿Por qué? —preguntó, con la voz ronca.

—Porque te lo ordeno yo.

—Háblame sucio, Gathe —suplicó, en un gruñido.

Sonreí al oír aquello.

—Quiero comerte la polla, Guste.

—Ajá —dijo él—. ¿Y qué más?

El inocente Guste ansiaba un dirty talk.

—Quiero que llenes mi boca de tu esperma. Quiero tragármelo, ante tu atenta mirada.

—Y yo quiero que me folles así, a pelo, Gathe. Y quiero correrme dentro de ti, impregnándote de mí.

Jadeé, bajando mis manos por sus marcados abdominales en suaves caricias.

—Sh... aquí la que habla soy yo —reí, mirándole desde abajo, viendo cómo su mirada ensombrecida por el deseo recorría todos los puntos de mi rostro.

—Dime que me follarás, entonces. Di que lo harás.

—Sí, Guste... Te voy a cabalgar. Pero primero, fóllame la boca.

—¿Quieres ahogarte con mi polla, Gathe?

Sentí lo húmeda que estaba, empapando el interior mis muslos solo con aquella palabrería.

—Hazlo, Guste.

—Con gusto, amor.

Me arrodillé tan rápido como pude, antes de que él agarrara todo mi cabello con una mano, sujetándome la cabeza. Con la otra, agarró su miembro erecto y golpeó mi mejilla con él, provocando que abriera la boca con deseo.

Colocó su glande sobre mis labios y yo, con las manos en sus muslos, me metí aquel bestial miembro en la boca, llegando solo hasta la mitad, casi sacándome las lágrimas al impactar la punta contra mi garganta.

Él reforzó su agarre en mi cabello, echándome la cabeza hacia atrás.

—¿Eso es todo lo que puedes hacer, Gathe?

Le miré, llena de deseo. Él sonreía, orgulloso de lo que acababa de decir.

Abrí la boca de nuevo, sacando la lengua para facilitar la entrada de su miembro de nuevo.

Sonrió un poco más, mientras que, lentamente, acariciaba su glande con mi lengua. Despues, hizo un leve movimiento de cadera, el justo para poder ir metiendo su pene en mi boca, tan solo unos centímetros. Lo sacó y volvió a meter unas cuantas veces, de forma lenta y tortuosa para él, al que ya se le había borrado la sonrisa.

Y yo ya me había hartado.

Rodeé su pene con mis labios y agarré sus testículos con una sola mano, acariciándolos a la vez que le chupaba con ansias, de arriba abajo, con movimientos cada vez más rápidos y rítmicos, para su único placer.

Hice lo que pude cuando empezó a mover las caderas, buscando más profundidad en mi boca y yo no dejé de observarle el rostro mientras lo hacía.

Era un maldito dios del sexo.

Esa era la única explicación de por qué la tenía tan extremadamente grande.

Tomé aire por la nariz y, relajando mi garganta, empecé a meterla hasta el fondo. Las lágrimas brotaban de mis ojos de forma involuntaria pero sus gruñidos eran suficiente motivación para continuar.

—Así, Gathe... Joder, sí. Así —gemía.

Conseguí llegar a la base, sintiendo que me ahogaba, pero logré mantenerlo ahí varios segundos, oyendo cómo jadeaba de puro placer.

—Fóllame ya. Por favor —suplicó, cuando eché la cabeza atrás, aguantando la arcada que me acababa de provocar a mí misma con aquel bestial miembro erecto.

Me recompuse como pude, limpiando mis labios con el dorso de la mano, levantándome por fin del suelo.

—Túmbate sobre la madera —exigí, por segunda vez.

Él obedeció, mientras que yo volvía a por la caja de condones, ya casi vacía. Solo quedaban dos.

Rasgué el papel de uno y, con el preservativo en la mano, volví a donde estaba él, tumbado, con su miembro duro sobre el abdomen, aclamando mi atención.

Le coloqué el condón como pude, deseosa de volver a sentirle dentro.

Me senté a horcajadas sobre él y me apoyé en su pecho para que pudiera observar bien mis expresiones cuando me volviera a penetrar.

—Métela, Guste.

Y así lo hizo, deslizándose fácilmente debido a mi excesiva humedad.

Grité de placer, volviendo a incorporarme para terminar de penetrarme.

—Oh, Gathe. No voy a aguantar mucho. Estás tan húmeda, tan caliente, tan estrecha... —gruñó, echando la cabeza hacia atrás, preso del placer.

Y así empecé a moverme. Arriba, abajo, al principio, lentamente.

Él gemía conmigo, acompasados, disfrutando del placer de tenernos.

Empecé también a mover mis caderas de forma circular, aumentando su placer, a la vez que él llevaba una mano a mi clítoris hinchado, asegurándose que yo también disfrutaba al máximo.

—Guste...

—Poseidón para ti, Gathe.

Usó solo su pulgar en mi clítoris, movimientos rápidos y circulares, anunciándome que él estaba a punto de correrse y quería que lo hiciera con él.

—Más, más —gemí.

—Más, ¿qué? —gruñó, empezando a mover las caderas también, asegurándose que cada estocada fuera extremadamente profunda.

—Más, mi Poseidón —ahogué, apoyándome en sus muslos para facilitar mis movimientos.

—Joder, amor —gruñó, dando tres últimas embestidas que me provocaron otro orgasmo, lleno de gritos de placer.

—Córrete para mí. Córrete en mí —supliqué, atrapando su pene con mi orgasmo pulsante.

Y ese fue el detonante para dejarse llevar, gritando mi nombre tan alto que sentí las paredes retronar.

Me dejé caer sobre su pecho, completamente extasiada a la vez que agotada.

Su respiración era desacompasada y, por mi postura, oía como su corazón iba desbocado tras su intenso segundo orgasmo.

Tardé bastante más que él en volver a la normalidad, aunque tampoco podía quejarme.

Él empezó a acariciar mi cabello, abrazádome con su mano libre para sujetarme contra él.

Me besó en la cabeza con dulzura, dejándome disfrutar de aquel momento de intimidad.

—Ahora sí necesito ducharme —anuncié, dibujando círculos con mi uña en su torso, sobre el que seguía tumbada.

—Duchémonos juntos.

—¿Por qué? —susurré.

Era imposible que un hombre fuera capaz de follar tres veces en un lapso de dos —o tal vez tres— horas.

—Porque quiero tenerte cerca cuando el agua corra por tus pechos. Quiero ser yo quien te enjabone para eliminar tus fluidos de entre tus pliegues. Y quiero ser yo el que te empotre contra la mampara para follarte de nuevo.

Casi me ahogué al escuchar aquello, por lo que levanté la cabeza, para encararle.

—¿Todavía no te has cansado de follarme, Poseidón?

—Nunca me cansaré de hacerlo, amor.

* * *

QUE HE VUELTOOOOOO!!!!

Y por todo lo alto, detallando TODAS las veces que hacen el AMOR Guste y Gathe.

AMOR PORQUE ES LO QUE LLAMA NUESTRA RATA DE LA CENICIENTA A LA REINONA QUE TENEMOS POR PROTAGONISTA.

Ya lo hizo en el capítulo del baile de máscaras, al presentarla a su mentora :) Si es que...

Por cierto, estoy pensando en añadir todas estas escenas +18 al libro, solo para facilitar la lectura y, ya que soy yo una mujer muy adulta (ya tengo 24 TRAKAAAA), aceptar que mi libro sí es algo ERÓTICO.

Bueno, hablamos prontito

Un besito <3

Annyeong!

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