Capítulo 2.
Mis pensamientos están en todos lados después de esa plática con Jarry, en verdad sonó como si me estuviese regañando por pensar bobadas acerca de mi idóneo, ya sé que soy un poco intensa cuando se refiere a ese tema, pero hay veces pienso que necesito desahogarme con respecto a lo que siento, no quiero verme como una adolescente desesperada y loca, solo debo aclarar quizás las ideas erróneas que me salen cuando pienso en el chico con el que compartiré el resto de mi vida.
Sonrío cuando se me pasa por la cabeza el rostro perfecto del nuevo chico que llegó a la iglesia hace como dos meses, no he podido quitarme de la cabeza el color marrón de sus ojos, me siento como la chica más intensa y desesperada con todo esto.
Pero es que no puedo evitarlo, soy muy enamoradiza, me hago ideas con solo ver a un chico guapo, llego al extremo de imaginarme con él y hacer una vida juntos.
El rubor en mis mejillas se hace presente y siento mi cara arder mientras camino por el pavimento de las orillas para no ser aplastada por un vehículo, estoy muy cerca de casa.
Acelero mis pasos y golpeo la puerta para que puedan abrirme, necesito tomar otro baño luego de hacer un par de limpieza en los establos, por cierto, ese chico que vi hoy es muy extraño, no puedo negar que es lindo, pero me sorprende que no me haya llamado la atención, cosa que es muy fácil cuando veo a tipos como él.
Abren la puerta y mi querido hermano me lanza una pregunta de bienvenida.
—¿Me prestas tu computadora? —ruedo mis ojos y entro a la casa.
—No —digo sin dejar un rastro de titubeo.
—Pero quiero jugar —camino en dirección a mi cuarto y Ricardo me persigue.
—¿Ah, sí? Si no me lo dices no me doy cuenta —mi ironía parecía tan poética que hasta me gustó.
—Por favor —esa palabra hace que detenga mis pasos y antes de entrar y cerrar la puerta, veo sus ojos del mismo color de mi madre, este chico cada día se pone más apuesto, debo admitir que con tan solo 12 años levanta miradas.
—Está bien —digo —Pero a cambio tendrás que sacar hoy a Señor Gruñón.
Ricardo deja salir un quejido de desolación. Muy dramático para mi gusto.
—Sabía que te ibas aprovechar de mí —dice expresando enojo.
—¡Ja! Todo merecemos una paga por los favores que hacemos.
Ricardo da un pequeño golpe sobre la puerta con frustración y ni siquiera me inmuto, sé que es parte de su malévolo plan para escaparse de las obligaciones.
Levanta su mirada y primero asiente con la cabeza antes de hablar.
—Acepto, ¿dónde está la computadora?
Estos adolescentes de hoy en día, no les importa perder su dignidad por un juego. Vaya, la realidad virtual ha ganado.
—En mi escritorio —digo indicando hacia la dirección. Ricardo entra desesperado y antes de que salga le recuerdo lo que tiene que hacer —A las siete de la noche Señor Gruñón tiene que desaguar.
—Aja —contesta como el más obvio.
Bajo a ayudar a mamá después de haber tomado una refrescante ducha con mi nuevo jabón olor a fresas ¿Sabían que ese olor es muy común en las adolescentes de mi edad? Creo que nos llama mucho la atención y pensamos que es el más rico de todos, a mí me encanta aunque casi todas en mi escuela lo usen, yo soy del tipo de chica que no le importa lucir superficialmente igual al resto, total, ya sé que cada una tiene su esencia, y aunque muchas andemos un olor parecido, nunca seremos iguales.
Llego hasta la cocina y mi madre se encuentra atareada con la masa para los pasteles, hoy iremos a visitar a mi tía Perla, cada fin de semana visitamos a una de las hermanas de doña Carmen, en total son cinco con ella, a pesar de ser muchas, se llevan muy bien, se visitan entre sí, y presentan con orgullo los logros de cada uno de sus hijos.
Hablando de la tía Perla, ella se casó a los 18 años, tiene dos hijos y un esposo fantástico.
Declan es un irlandés diez años mayor que ella, trabaja con mi padre hace como tres años, desde que se mudaron cerca de nuestra casa, no hemos parado de visitarla todos los fines de semana. Las costumbres familiares por parte de la familia de mi madre, están muy arraigadas.
Lo contrario de la de mi padre, mis abuelos paternos también son irlandeses, y los visitamos una vez al año, la comida de allá es genial, creo que tener raíces mexicanas, afrodescendientes e irlandesas, es lo mejor que me ha pasado.
Muerdo mi labio inferior cuando me acerco a la cocina, pienso en que hoy me había prometido hablar con mi tía acerca del nuevo chico que me gusta, ella me ha apoyado en muchas cosas, entre ellas mi idea loca de casarme a la misma edad de ella. Muchas veces creo que es mi ejemplo a seguir.
Desde que se casó con Declan, es la mujer más feliz sobre la tierra, yo quiero encontrar a mi idóneo para casarme y ser feliz hasta que mis huesos duelan.
Es una expresión tonta, pero me gusta usarla, mamá dice que yo uso expresiones que no existen en este mundo, la felicidad es relativa, eso ya lo sé, pero yo he decidido ser feliz, sonreír hasta parecer una especie de extraterrestre en la tierra, no me rendiré hasta que todos a mi alrededor sonrían y se den una oportunidad de saber lo grato que se siente la felicidad.
Creo que Dios me ha dado ese don, y me gusta, soy loca a mi manera y no me puedo estar quieta en un solo lugar.
—Hola mami —ella voltea su cara rápidamente y me tira como una beisbolera profesional un tomate. Yo por inercia trato de agarrarlo pero se estampa en el suelo. Lo veo como tonta con mi boca abierta.
—¡Abigail! —grita para que la mire —Limpiaras eso por no atraparlo a tiempo —dice con una seriedad que mata.
—Pero si ni siquiera estaba lista —refunfuño en modo de derrota.
—Eso no es ninguna excusa, uno debe estar preparada para lo que se le venga, así sea un tomate volador, mira que Dios nos manda a estar despiertos y atentos a su venida —ruedo mis ojos, mi madre y sus tales moralejas después de que causa algo con segundas intenciones, ya la conozco.
—Iré a buscar el trapeador —hice un movimiento con uno de mis pies para caminar en dirección al patio.
—¡No! —vuelve a gritar, esta señora un día me va a matar del corazón, porque siento que se acaba de detener —Aquí te quedas, no hay tiempo que perder, necesitamos estar listas antes de la tres, —miro al lado del grifo y en un mueble hay una bolsa color café —Ve a preparar los chocolates en baño María, después deja que se enfrié y lo metes al congelador....
No la sigo escuchando porque mi enfoque está en esa bolsa ¿Qué tendrá?
Sacudo mi cabeza y regreso a la realidad, pienso en el tomate que esta desbaratado en el piso.
—¿Y el tomate? —pregunto preocupada porque se podía pegar al piso, y luego sería difícil de quitar.
—El tomate lo limpias más tarde —dice quitando su vista de mí.
—Pero...
—Ni una palabra más, ya hable.
Su ceño fruncido deja ver lo enojada que esta, así que no sigo insistiendo.
Me dejo llevar por las ordenes que me dio, y cuando termino de derretir el chocolate, lo cambio de tazón para que se enfrié lo más rápido que se pueda.
—Listo —aviso con un tono de alegría.
Ahora debería de ir a limpiar el tomate esparcido en el piso, pero miro a Susi merodeando como si se tratase de una cosa extraña. Que yo sepa a los gatos no les gusta los tomates ¿O sí?
—Quítate de ahí —digo como si fuera tan obediente.
Me mira con sus ojos intensos y siento que hace una sonrisa ladina.
¿Estaré viendo un espejismo y ni cuenta me doy?
Susi se lanza al tomate como si de una piscina se tratase.
Me tomo unos cuantos mechones de mi cabello sin poder creer lo que veo.
¡Gata loca!
Deja de revolcarse y sale modelando con su pelaje teñido en rojo.
—¡Eres despreciable! —expreso a punto de caer de rodillas en el suelo.
Lo único bueno del asunto es que había dejado limpio el piso, ahora lo malo es que es más fácil limpiar un piso rebelde, que bañar a la gata más creída y mañosa del planeta tierra.
Después de que pudiera reaccionar me di cuenta que mi madre venía de la sala sin darse cuenta del asunto.
¿Se lo cuento, o no?
Me mordí una uña y decido contárselo, de todos modos siempre pensará que utilice a Susi como trapeador.
—Mami —digo con la voz más dulce del universo.
—¿Sí?
—Susi se acaba de revolcar en el piso como si fuera oro fino que estaba esparcido ahí —señalo el lugar donde lo hizo y ella vuelve a ver —Te juro que yo no la use como trapeador —y al final pego un suspiro largo, todo se lo dije sin comas.
—Vaya —dice cruzando sus brazos —Lo siento por ti, pero no podrás ir donde tu tía Perla, te quedaras bañándola.
—Pero ma...
—Sin protestas, —interrumpe — Aunque sé que contigo no se deja bañar, lo tendrás que hacer, nadie te mando a dejar caer el tomate.
Reniego entre dientes y salgo en busca de Susi, me las pagará, hoy tenía una conversación importante con mi tía, y por culpa de ella esperaré hasta el otro fin de semana para hacerlo.
Tomo a Susi y no permito que haga pataletas. La meto a la bañera y pega un salto queriéndose salir por solo una gota que le ha caído sobre la cabeza.
—¿¡A dónde vas!?
La vuelvo a atrapar y abro el grifo para meterla de una sola vez en el chorro grueso, se retuerce como si le dolieran las tripas y pega unos chillidos como si tal está siendo torturada.
—Deja de ser dramática —intento callar, pero nada, así pase forzando con ella como media hora, salí toda rasguñada y con la columna que me partía de estar en una sola posición.
Caigo a la cama con un pésimo olor a gato remojado y dejo salir mi frustración. Me había perdido una cena familiar, y lo peor que estaba sola en casa un sábado en la noche.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro