Capítulo 13
—¿Abi, estás bien? —¿Melvin? mi vista esta borrosa sin casi ver nada. Creo que empezaba a delirar en realidad.
—Y...o... ¿Eres tú príncipe Harry?
—Te dije que estaba fumando hierba ma, solo mírale la cara de lunática que se gasta.
—¡Cállate Ricardo! que no ves que se pudo haber fracturar una pierna, ¡O peor aún! pudo haber muerto...
—No seas exagerada mamá, si apenas fueron cinco escalones.
Como deseara ver la cara de mi madre preocupada, pero siento que mis ojos no me dejan ver ese momento épico.
—¡Almendra, estarás castigada por una semana! —grita mi madre con la voz más alta de lo habitual.
¿Almendra?
Con que fue ella la que ayudo a mi torpeza ¡Claro! por eso sentí algo peludo antes de caerme.
Trato de reincorporarme y Melvin me sostiene con sus manos para llegar a un sillón cercano ¡Qué vergüenza! Parezco una vil ebria sin equilibrio, desearía emborracharme un día de estos para en verdad enrollar las piernas con el propósito debido.
Dejo caer mi flaco cuerpo sobre el suave sillón y un dolor en la espalda me alerta que había caído de una forma brusca y que todo el peso se fue a esa zona. La sobo sin dudarlo y pienso que quizás me quebré una costilla, será que ya estoy imaginando cosas. ¡Ay Dios! Ojala que no sea así.
—Abi —Melvin se inclina y posa sus brazos sobre mis piernas —¿Cuánto ves aquí? —pregunta para verificar si ya miro bien y el aturdimiento se fue.
Arrugo mi ceño y como si tuviera una botella de tequila en una de mis manos digo: —¿8?
—Definitivamente la unicornio anda en su mundo ahorita — Ricardo ríe sádicamente como si fuese carroñero queriendo despellejar a su presa por completo.
—¿¡Qué pasó aquí!? —esa era la voz escandalosa de Enrique, ya se había tardado en aparecer. Ruedo mis ojos y dejo caer mi cabeza. ¡Dios envía ángeles y mándame a traer ahora mismo! —¡Los ovnis vinieron y no me dijeron! — regreso mi rostro hacia delante y sostengo mi cabeza como si la resaca me venía apareciendo después de un día de tomar sin parar.
—Que ovnis ni que nada, —mi madre se acerca a mí tirando a un lado a Melvin para sobar mi hombro con delicadeza —Mi esponjita, no te preocupes, mamá te hará un remedio de la abuela para que puedas curarte de la vista.
¿Qué?
¿Entonces no era 8 lo que Melvin me mostró con sus dedos?
Saco un puñado de aire contenido en mis pulmones. Estoy a punto de renunciar a todo.
—¿Esponjita? —Ricardo y Enrique sueltan una risotada y yo solo los miro molesta con la cara más psicópata que podía.
Me dije a mi misma que solo estaba aturdida por la caída, y que eso era todo, solo tenía que cerrar un momento los ojos y...
—Debe ser por los pelos alborotados que relucen en su cara bro —dice Enrique asaltando mis pensamientos.
—¡Se me callan los dos! —¡eso! cállalos madre, porque les juro que por un segundo me vi de pie levantándolos del cuello a los dos.—Si vuelven a hablar, los mandaré una semana a barrer las popos de todos los animales de la casa — se levanta y los sentencia con el dedo índice.
—¿Incluyendo el de Abi? —pregunta Ricardo en tono burlón.
Ya no los soporto, me levanto fingiéndome bien, y al hacerlo veo el rostro de Melvin conteniéndose la risa por la locuras que decían estos par de payasos que tengo como hermanos.
—Mami, ya me siento mejor, creo que no necesito ese remedio de la abuela —digo estirándome como la chica más cool y regia que existía. Sin poder evitarlo el dolor incrustado en mi costilla hace que me sobe el lado cercano de mi trasero.
¡Me las pagarás Almendra! Ya van dos.
—¿Estás segura esponjita? —pregunta con sus ojos preocupados al verme como sobo la parte de mi espalda.
—Sí, y por favor ya no me digas así —refunfuño viendo como Melvin me guiña un ojo y sonríe —Me avergüenzas delante de mi amigo. —digo con las mejillas a punto de estallar de un color rojo.
—Déjate de tonterías, Melvin no solo es tu amigo —¡no! Ella hace que trague saliva y mi tez se vuelva pálida ¿Sabrá que me ando enamorando de él? No lo creo, a no ser que... —Él es tu hermano en Cristo —dejo caer mis hombros tensos y respiro del alivio al saber que no sabía nada de mis sucios pensamientos.
—Por supuesto que sí mami —digo disimulando todo lo que estaba sintiendo.
Abi, contrólate.
Mis ojos caen sobre el bello rostro de Melvin y se acerca a mí para acariciar mi brazo derecho —Si no te sientes bien, podemos cancelar la salida y nos quedamos en casa viendo alguna película por internet.
Entre abro mis labios y mis pensamientos viajan a la escena más tierna que he pueda existir.
Melvin y yo tirados en el piso viendo una película romántica en Netflix. De repente él y yo a punto de besarnos, a punto de tocar el cielo y...
—¡Abi! —sus ojos enfocados en los míos hacen que mi estómago se contraiga. Es perfecto, todo en él es perfecto. Sé que estoy loca porque puedo arruinar una amistad de años, pero por ahí dicen que el que no arriesga, no gana.
—Ya les dije que me siento bien, —protesto. Tengo el mejor de los planes antes de que esa escena que me imagine se haga realidad, — Si me quedo en casa me volveré loca —digo tocando mi cabeza para volverme más dramática.
—Ma, déjala ir, yo no quiero pasar vergüenzas en mi escuela por no solo tener una hermana rara, sino también loca —arqueo una ceja. ¿A quién le llamó rara?
—Sí mami —apoya Enrique —A mí también me hace pasar vergüenza, el otro día se metió a mi salón y trataba a mis compañeros como conejitos de pascuas pellizcando sus mejillas.
—¡Es que son tan lindos! —exclamo repentinamente haciendo que toda la atención regresará a mí. Mis mejillas del color de una jugosa manzana —¿Qué? —pregunto avergonzada.
—Bien, te dejare ir con la condición de que vengas más temprano de la hora acordada —dice mi madre aun preocupada.
Sonríe para bajar el bochornoso momento que se escapa sobre mi cuerpo. Miro a Melvin para tomar su mano y salir lo más rápido posible evitando que siguieran las burlas de mis hermanos. No quiero pasar más vergüenza.
Al sentir el tacto suave de su mano mi corazón se acelera sin dudarlo, no podia resistirme a su encanto, así que hoy acabaría con la incertidumbre de saber si era mi idóneo o no.
********
Al llegar a los bolos encontramos a Anabel y Signia preparándose para entrar al juego, ellas ya se habían adelantado y nos saludaron con sus manos alzadas con una gran sonrisa.
—Por aquí —me indica Melvin tomando mi mano. Trago saliva ligeramente. No me esperaba que hiciera eso. ¿Ya somos novios bebé? ¡Ya cálmate Abi!
Lo sé, estoy loca, muy loca por él, necesito dar rienda suelta a mi problema de enamoradiza aguda ¡ahora mismo!
Me aferro a su mano y siento la calidez con que hace contacto con la mía. Sonrío como la más idiota del planeta, pero la verdad ¿Quién no se enamoraría de un chico tan lindo como Melvin?
—Hola Ray — saluda con el puño cerrado a un chico moreno alto que se encuentra detrás de una barra grande de madera. —Nos das dos par de zapatos por favor.
—Claro, bro —dice viéndome directo a los ojos —¿Y ella es? —mira nuestro agarre y da una sonrisa moviendo las cejas para arriba queriendo decirle de señas algo a Melvin.
Mis mejillas se vuelven a sonrojar y con una sonrisa bajo la mirada.
—Ella es mi amiga Abigail — hace que lo mire para hacer un gesto divertido y me sonríe, me derrito —No es nada de lo que te estas imagino Ray —sonrieron los dos.
¿Cómo que no es nada de lo que se imagina?
Te garantizo que de hoy no pasamos para confesarnos amor eterno. Estoy segura que Melvin está sintiendo lo mismo que yo. Me tomó de la mano ¿Eso no basta para gustarse?
Me suelto de su mano y le doy el número al tal Ray que ya quería hacer su fiesta con nosotros.
—Soy 37 —digo algo timida.
Sin hacer otra pregunta el chico se da media vuelta para dirigirse al estante de los zapatos, había una gama de tamaños y colores. Toma dos pares, unos para Melvin y los otros para mí. Los coloca en la barra y tomo los míos encaminándome al sillón que desde que entre lo había divisado.
—Abi —Melvin hace que de la media vuelta para verlo —Necesito hablar contigo, es importante —dice con una seriedad que me abruma. ¿Se me ira a confesar ya mismo? Mi corazón late sin parar tras a ver pensado eso.
Me sentía emocionada. Espero que Dios me haya escuchado, y esta sea la respuesta.
—Dime —digo conteniendo mis emociones.
—No es fácil confesarle esto a alguien, pero... —¡Por Dios! ¡Aquí viene! ¡Aquí viene!— Siento que si no se lo cuento a mejor amiga, no podré seguir adelante —¡dilo! ¡dilo! Las manos me sudan y siento que voy a destrozar el par de zapatos que me acaban de prestar por el agarre tan fuerte con que los sostengo. Melvin pega un suspiro antes de seguir y eso me pone más nerviosa de lo que ya estoy. Mira al lado de mis amigas y un destello sobre sale de sus ojos, mi frente se arruga y no esperaba lo que venía a continuación: —Estoy enamorado de Anabel —Mi rostro se paraliza por completo y mi corazón también ¿Qué acaba de decir?—Abi ¿Estás bien?
Mi boca entre abierta titubea un poco y quiere decir algo, pero no lo logra. Esto es demasiado para mí. Es peor que un balde de agua fría en invierno, quiero llorar y retengo cada lágrima, soy la peor de las amigas, sí, eso soy.
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