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Capítulo 11

—Ya voy cariño —le escucho decir a la señora rubia con toda la paciencia del mundo.

Jack no deja de verme y lanzar toda clase de odio sobre mí.

¿Qué estará pensando cada vez que destella un brillo raro en sus ojos?

¿Qué le pasa?

Ni siquiera le he hecho algo demasiado malo para que tenga esa actitud conmigo, no puedo comprender a qué juega.

Ruedo mis ojos y aparto mi mirada para enfocarme en su madre. No quiero seguir viendo algo que me hace mal.

¿Mal?

¿Me hace mal su actitud?

Pego una de mis manos a mi frente, y me digo a mi misma lo tonta que soy haciéndome esa pregunta, la actitud de un chico a quien no conozco, no debería de importarme.

Su madre me sonríe tímidamente, quizás solo esta avergonzada por la actitud tan maleada que trae su hijo, no puedo creer que este tipo que ahora camina en dirección al auto lujoso, sea un hermano en Cristo.

Lo siento señor, pero ya no seguiré aguantando sus malas vibras, desde el inicio no hemos chocado, creo que no hay ni una sola conexión para formar simpatía entre los dos.

—Creo que se la entregaré después que venga de clases —digo refiriéndome a la biblia, ya era tarde y no quería regresar de donde hui hace un par de minutos, ya estoy teniendo suficiente por hoy, primero los gritos de mi madre con sus mezcla de sarcasmo y reproches, y ahora aparece este tipo a terminar de arruinarme mi día con sus malas vibras.

—Está bien cariño, ¿Y a qué escuela vas? —pregunta viéndome fijo con una ternura que deseara que mi madre la aprendiera.

—Yo voy a The School for the Talented and Gifted.

—¡Es la misma que va Jack! —dice emocionada.

¡Bravo! Y viera que yo feliz de saber eso.

Internamente ruedo mis ojos, como deseara que no fuésemos a la misma escuela.

—Sí, él y yo somos compañeros —paso una de mis manos sobre la correa de mi bolso y bajo mi mirada para que no note lo molesta que me siento.

—No lo sabía, creo que anda de mal humor desde que venimos a Dallas —dice señalándolo con su dedo pulgar. Haciendo lucir la situación un poco más liviana. Le doy una gran sonrisa y subo la biblia de mi madre al pecho para abrazarla.

—Tal vez porque siente que el lugar es desconocido — digo tratando de seguir con la plática y no ser tan grosera.

—Creo que tú me podías ayudar para que él se pueda sentir mejor aquí, —dice sin quitar su sonrisa —Se nota que eres una chica muy agradable —pone una de sus manos a mi hombro y lo acaricia suavemente.

En verdad lo soy cuando me tratan bien, pero señora, su hijo es algo complicado.

—Por su supuesto que sí — digo sin dejar saber lo que pienso. Sé que esa respuesta me meterá en un grave problema, Jack no quería saber nada de mí, desde que nos vimos no nos hemos llevado bien. Así que querer ayudarlo será toda una odisea.

—Gracias cariño —toma mi mano y me ve con un brillo especial en sus ojos —Vamos a la escuela, yo te llevo.

¿Qué? No señora, no quiero estar cerca de su hijo.

—Yo iba...—señalo la dirección con nerviosismo —Por el autobús...

—Nada de eso —jalotea mi mano con suavidad y sin darme cuenta estamos en frente de su auto. Abre la puerta y el rostro serio de Jack sobre su teléfono, hace que mi corazón de un pequeño brinquito —Sube cariño —dice con amabilidad.

El tipo voltea su rostro al escuchar a su madre con su ceño fruncido y confundido por lo que mira. Al ver mi intento por subir y sentarme en el asiento se corre hacia el otro lugar.

Me acomodo en el asiento disponible y trato de tomar como siempre la iniciativa para demostrarle que no tengo nada en contra de él.

—Hola —digo lo más dulce que puedo.

Jack pega su vista a su teléfono y no le importa responder.

Definitivamente es un odioso.

—Cariño, te dijeron hola, no seas mal educado—por fin alguien le dice lo que es, sí, eso es, un mal educado.

—No tengo ganas de hablar —dice de forma tosca sin quitar su mirada del teléfono.

Su madre me ve con su rostro afligido y me da una sonrisa algo frustrada, yo en su lugar ya lo hubiese sacado del auto y que se vaya a pie por hacerme pasar vergüenza.

Cierra la puerta y camina hacia su lugar para tomar el volante y arrancar el auto, mientras lo hace, miro a Jack fijamente, analizándolo, tratando de entender el por qué se porta tan mal hasta con su madre.

Sé que no le caigo bien ¿Pero su madre? ¿Acaso no le importa sus sentimientos?

—Y dime Abi ¿Cómo te va en clases? —su pregunta me saca de mis pensamientos. Miro al frente y sus ojos azules hablan conmigo a través del retrovisor.

—Pues creo que muy bien, he sido la presidenta de mi grupo por dos años consecutivos.

—Ohh ¿En serio? Debes de ser una chica muy inteligente y popular —dice con un gesto de asombro y alegría.

—Más o menos señora...

La verdad no me gusta vanagloriarme de mis logros, pero no puedo negar lo que ha mencionado. Siempre he sido preocupada por mis clases y la mayoría son puros diez.

—Natalia, solo dime Natalia — responde con una sonrisa.

—Tiene un bonito nombre — su sonrisa se expande.

—Gracias cariño, el tuyo es muy lindo también, —al decirme eso, Jack hace presencia, sacando unos audífonos de su mochila, para colocarlos de inmediato en sus oídos, muerdo mis mejillas y me vuelvo a tragar todo el coraje — Sabes nena, no creo que seas más o menos popular, con solo verte das una sensación muy agradable a cualquiera, debes de ser la chica que todos aman.

Pues su hijo me odia.

—Gracias por pensar así, pero no es cierto que todos me aman, la verdad ser una chica cristiana en la secundaria más concurrida del estado, no es tan fácil, quizás algunos no les caiga bien y quieran cometer una locura conmigo.

—Qué cosas dices lindura, —enfoca su mirada en el camino y deja unos segundos para proseguir — debes de ser una gran predicadora de la palabra de nuestro padre.

—Mamá ya llegamos —interrumpe Jack con una seriedad que aturde sin despegar la mirada de su teléfono.

Ella se para y él se baja sin pensarlo dos veces ¿Qué no se va a despedir de su madre?

Sus ojos azules se vuelven tristes, al saber que su hijo no le importa ni siquiera decirle un "adiós".

—Señora Natalia, gracias por traerme a la escuela —digo sacándola de la tristeza que envolvía su rostro.

—No hay de que cariño, espero que ayudes a mi Jack, últimamente ya no le importa nada, y tengo miedo de que se aleje de los caminos del señor —pega un suspiro y gira su rostro para verme —Sé que tú eres la indicada para hacer ese trabajo — guiña uno de sus ojos y eso me pone nerviosa.

—¿Yo?

—Claro, tienes la suficiente azúcar para endulzar hasta el café más amargo que conozco.

Sus lindas palabras me hicieron sonreír, realmente la mamá de Jack es todo lo opuesto a la mía, es tan dulce, tan calma, tan pasiva, y sobre todo es muy buena escuchando y hablando.

—Gracias de nuevo, nos vemos hoy en la iglesia.

Bajo del auto diciéndole un adiós con las manos, intercambiándonos sonrisas sinceras.

La dirección de mi mirada poco a poco deja de enfocarse en Natalia y llega al punto de ver el pavimento frío y gris. Mis pensamientos viajan a un análisis de las cosas que acabo de escuchar, definitivamente, hay algo que no encaja en esta historia, y es que ella me dijo que Jack no estaba muy contento de estar en Dallas, ¿No se supone que él vino por Mayra? creo que si esa historia es verdad, no concuerda con sus actos y su carácter pésimo que se gasta, debería de estar feliz porque está junto a su novia ¿No?

Iba distraída en ese asunto, cuando una mano se enrolla en mi muñeca para apretarla con fuerzas y jalarme hasta cambiar de dirección.

Sin poder protestar estoy frente a él, sus ojos me ven con muchísimo enojo ¿Qué hice ahora?.

—No te metas conmigo —dice de forma brusca.

Me suelto de su agarre con la misma fuerza que me sostenía, me estaba lastimando y no tenía ningún derecho de hacerlo.

—Yo no estoy metiéndome en tu vida, ¿Quién te crees para venir y tomar mi mano de esa manera? ¿No te han dicho como se trata a una mujer?

Necesito dejarle claro que detesto su comportamiento de tipo rudo.

—Claro que se cómo tratar a una mujer, pero no sé cómo se trata a una especie rara —dice molesto y tras eso pega una risa sarcástica.

Diosito perdóname, pero este chico hace todo lo imposible para caerme mal, yo sé muy bien que eso no es bueno, y por más que trato, es imposible que yo y él podamos llevarnos como dos seres humanos decentes. Así que me doy, dejaré que mi mal comportamiento salga y no lo detendré cuando aparezca.

—Jack, discúlpame por lo que te voy a decir...—di un suspiro largo para refrena unas cuantas palabras que venían como un vomito verbal sin contenerse —Eres un odioso, yo y tu madre no tenemos la culpa de tú problemas existenciales.

Él frunce su ceño y me ve con sus ojos a matar.

—No tienes ningún derecho a meter a mi madre, ya te dije que no te metas en mi vida, no te conozco, y si te soy sincero, no me caes bien, ¿Sabes que pienso acerca de ti?—arrugo mi frente y sostengo la correa de mi bolso con fuerza —Eres como una especie de pegatina, tratando de ir por la vida pegándosele al primero que vea, diciendo sus estúpidas cursilerías, tratando de ser agradable ante los ojos de los demás para creerse que es el centro del universo, eres la típica chica que piensa que todos debemos de tolerar, que todos debemos de amar. Pero hasta aquí duró tu estupidez humana, yo soy diferente y no sabes con quién te estas metiendo —sube su dedo índice tratando de lucir más amenazante. Mis ojos pican y ya no puedo más. Trago saliva y quiero llorar, sus palabras fueron como espada entrando a mi corazón para herirlo, nunca nadie había sido tan cruel conmigo como lo había sido él.

Subo una de mis manos al pecho, la empuño y no dejo de verlo. Lo sabe, sabe que me ha dolido cada una de sus palabras.

Cierro mis ojos, pienso que no debería estar tolerando a este chico, Dios nos manda a poner la otra mejilla, pero esto es demasiado, no puedo perdonar lo que Jack ha dicho, necesito alejarme de él, dejar claro que no me interesa que se sienta bien, que no me interesa que vaya a la misma iglesia, que no me interesa su existencia.

—No te preocupes, —digo sacando mis palabras con el último aliento y fuerza que tenía —que tú y yo no pasaremos de ser dos conocidos.

Jack pega su mirada fría a la mía, era como si no le importaba verme sufrir. No dice nada, da la media vuelta y se va en dirección al salón.

Saco dos lágrimas gruesas, se deslizan suavemente sobre mis mejillas y quiero caer de rodillas en el pavimento derrotada por lo que he vivido, pero no puedo, no puedo dejarme vencer por ese tipo.

Dios mío —susurro —ayúdame a no sentirme mal por esas palabras, no permitas que mi personalidad cambie, o sea cuestionada por un completo desconocido, no permitas que todo esto me aleje de mi propósito, ayúdame, dame fuerzas, porque hoy me siento sin ellas...

Limpio mis lágrimas con mis manos y me determino a no seguir pensando en lo sucedido mientras doy pasos seguros directo al salón.

Abro la puerta me encuentro una exclamación por parte de Anabel:

—¡Me la pagarás panda!

—No me digas, mira como tiemblo —Fabricio mueve sus piernas como gelatinas y tira una carcajada.

—Idiota —le tira una bola de papel y él sola la esquiva.

—Oigan, sino quieren ser sancionado los dos, dejen de tirarse tantas bolas de papel —digo interviniendo. Muchas veces siento que regrese a la primaria con estos dos.

—Pero amiga, él empezó —dice señalándolo.

—No me importa quien haya empezado, la maestra llegará pronto y seremos castigado por culpa de ustedes —Anabel me ve sin reconocerme, nunca le había hablado de esa forma, pero es que después de lo que me pasó, no tengo más dulzura en mi ser.

—Amiga ¿Estás bien? —tras su pregunta mi mirada viaja sin querer a la dirección incorrecta.

Jack me mira fijo desde el fondo del salón y yo no me resisto a verlo, él baja su mirada y hace como que va a toser para sacar de su boca —¡Tonta! —lo escucho muy bien, ruedo mis ojos, para no verlo más, pero hace otro ruido y lo veo de nuevo, tal parece que no quiere que le tenga ni una gota de tolerancia. Lo fulmino con mi mirada y los Buenos días de la maestra hace que el frío hielo se quiebre al desconectar mis ojos de los de él, me dije a mi misma que solo debía de ignorarlo.

—No creo que sea tan difícil si él no se mete conmigo.

—¿Qué? —Anabel me mira confundida, no sabía que había hablado en voz alta.

—No es nada —y con esa respuesta me siento en mi respectivo lugar para recibir la clase.

La mañana transcurre de lo más normal, a excepción del almuerzo.

Cuando llego a la mesa de siempre, resulta que Jack ya está ahí, y no solo eso, se reía tan amistosamente con Signia, Anabel y con Melvin. Me parece tan irreal lo que estoy viendo.

Apresuro mis pasos para llegar al lugar, coloco mi bandeja sobre la mesa y veo que era tan invisible ante la presencia de Jack, que me causa escalofríos, mis amigos no se quedan atrás, de repente sus risas explotan y me hace pensar que él les ha dicho algo muy gracioso para que se carcajearan de esa forma.

—Hola —digo en voz alta.

Melvin me ve y sonríe limpiándose las lágrimas que le habían salido de sus ojos de tanta risa.

—Hola —dice Jack guiñándome un ojo.

Su actitud tan relajada me hace tragar saliva, él es un ser maligno, y estoy segura que algo se trama.

—¿Qué haces aquí? —pregunto casi al oído de él. Mis amigos ni siquiera se percataron de eso, están tan distraídos con algo que dijo uno de ellos, que creo que lo sacaría a patadas y no se darían cuenta.

—Nada de lo que te pueda importar —contesta con voz baja.

Quiero darle una bofetada pero me retengo y caigo en una de las sillas, tomo el tenedor de plástico sin despegar mi mirada de él y lo ensarto en un pedazo de lechuga.

¿No se supone que debería estar con Mayra?

Giro mi rostro al lado de la mesa de Mayra, y ella está de lo más normal sonriendo por las pláticas que hacían sus amigos.

—Amiga, Jack va ir con nosotros a los bolos ¿No es genial? —giro mi mirada hacia Anabel e intento disimular mi asombro. Ya no entiendo nada.

Fulmino con la mirada al tipo y su sonrisa de lado la detesto.

—Claro, súper genial —digo con un tono de sarcasmo, finjo una sonrisa y analizo lo que estoy haciendo.

No debería de estar actuando de esta manera, soy una cristiana, y las chicas cristiana no actúan así, pero este ogro no me deja ser.

—Bueno chicos, me voy, debo de ir a atender a mi novia, ya saben —señala hacia donde Mayra y se despide con una sonrisa.

Lo vemos partir y yo tomo un puñado de puré de papa y lo meto a la boca.

Que día más malo, y eso que no ha terminado.

Primero me ofende en el pasillo, luego me llama tonta, y ahora lo encuentro sentado con mis amigos siendo el chico más agradable del mundo.

Solo le falta fingir ser un Ángel.

—Abi —la voz de Melvin me hace dejar de pensar —hoy iré a pedirle permiso a doña Carmen para que vayamos a los a bolos, ya sabes que nos debes esa salida.

—Sí —digo encogiendo mis hombros —como olvidarlo —miro sus ojos a través de sus lentes y destellaba un brillo único.

Melvin es un tierno, él debería ser mi idóneo, lo necesito en estos momentos, quiero abrazar a alguien y no puedo.

Por mi mente pasan muchas cosas mientras lo veo detenidamente.

¿Y si es él? ¿Y si el señor me ha estado poniendo a la persona correcta todos estos años y no me he dado cuenta?

Tengo que descubrirlo esta misma noche.

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