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PREFACIO

—Lo has jodido todo, absolutamente todo. —suelta luego de zafarse de mi agarre. —Maldito seas tú y tu mundo lleno de mierda, Nicolas. —larga un sollozo mientras limpia la sangre que hay en sus labios —Maldito sea mi móvil el día que enloqueció y envió aquel mensaje equivocado. Y que ironía la verdad—suelta una risa. Una carcajada de verdad. A pesar de las lágrimas, se ríe.—Aquellos corazones que mi móvil envió, aquel corazón que yo misma te entregué… tú te hiciste cargo de hacerlo pedazos.

—Podemos arreglar esto… intentémoslo. —me coloco frente a su moto intentando pararle el paso.

—¿Arreglarlo has dicho? —se ríe como una histérica—. Me has jodido la vida. Lo sabes, ¿verdad? Pues claro que lo sabes.  Me advertiste que ibas a destrozarme y de igual manera te seguí, yo solita me eché la soga al cuello, me advertiste, Nicolas, lo has hecho como promesa y lo cumpliste.

Me desgarra el alma verla de ese modo tan destrozada, ya no es la misma, ya no y es todo por mí, por mi egoísmo, no fui capaz de cambiar por ella pero en cambio ella si lo hizo por mí, metiéndose en mi mundo, incrustándose en mi corazón.

Me agacho ante ella, necesito que me perdone, volver a empezar, sé que soy lo demasiado egoísta para dejarla ir, ella es mi salvavidas, la que no permite que me hunda en la oscuridad y estoy seguro de que esta vez puedo cambiar por ella, por nosotros. Sigo arrodillado mientras se quita las vendas con manchas de sangre de sus manos y me las avienta directo al rostro.

—Insúltame al menos. No te quedes en silencio y no me mires de esa manera.

—¿De que manera crees que te estoy mirando, Nicolas?

—Como si estuvieras segura de que te olvidarás de mí. Como si tuvieras las fuerzas para dejarme atrás. Dime algo al menos, insúltame o lo que sea.

Si supiera el daño que me hace con su silencio. Sus ojos aguados me siguen observando fijamente, esa mirada llena de dolor se repite mil veces en mi cabeza para quedar grabada en mi mente. Aprovecha que me encuentro de rodillas y sale disparada para montarse en su moto.

—¡No dejaré que te vayas así! —bramé al levantarme rápidamente del suelo —Estás demasiada enfadada para conducir y está comenzando a llover. Por favor, Abey, no lo hagas. —coloco mi mano sobre la de ella que está sujeta al acelerador de su moto.

Finalmente su moto arranca veloz, con rabia, y no lo dudé, instintivamente voy por la mía que se encuentra en el estacionamiento, detrás de “la guarida”.

Mi moto arranca de la misma manera, veloz, mientras me agazapo pegándome más a mi moto, la lluvia nubla mi vista y la autopista está más mojada con cada gota que cae. El destino realmente estaba en contra de mí esta noche aún así, debía hacer que pare, hablarlo con calma aunque ella ya no se encontraba en mi campo de visión sabía donde iría, sabía que tenía que tomar la autopista y salir a la calle Brown para luego doblar en la plaza central e ir directo a los muelles, al menos en mi mente ella estaría segura, estaría en casa, en nuestro lugar. Sin embargo, todo mi mundo se vino a bajo cuando delante de mí un tumulto de gente está junto a la fuente, en la plaza central, donde un Audi negro lleva una gran abolladura en su capot y a muy pocos metros se encuentra la moto de Abey.

«Esto no está sucediendo, no puede ser cierto».

Bajo la velocidad de inmediato, para al cabo de unos segundos estar de pie frente a su cuerpo que yace tendido en el suelo.

No siento la lluvia que moja mi ropa ni el asfalto helado bajo mi cuerpo mas solo siento el gran vacío que me desgarra el pecho. Me arrodillo desesperado viendo cómo sus ojos permanecen cerrados. El miedo a una perdida humana jamás me había afectado tanto, nunca lo habría imaginado que se sintiera de esta manera, ni en mis peores pesadillas habría pensado que podría sentir un dolor semejante. Jamás había tenido nada ni a nadie que me importara demasiado para que me afecte de verdad, jamás había sentido la necesidad de tener a alguien tan cerca, todo el tiempo, de hacer a esa persona completamente mía, jamás tuve la idea fija siquiera el sentimiento de aferrarme a alguien con tanta intensidad.

El pánico me toma por completo en el momento que sujeto su mano, me desbordo, el puto miedo a perderla me cala los huesos, me recorre el cuerpo para instalarse en mi pecho. Nada de esto entraba en mis planes. No debía ser así. Iba a ser diversión, dinero y nada mas. Sólo que no fue así. La chica pelirroja de pecas, se me fue metiendo en mi mente, en mi piel, en mi ser, hasta que supe ver lo loco que estaba por ella que ni yo mismo me lo creía. No me di cuenta de lo enamorado que estaba de ella hasta que me encontré peleando con medio mundo, evitando que cualquier imbecil tenga su nombre en la boca siquiera se permitiese pensar en ella. Prometí divertirme con ella, se lo hice saber, fue un reto, un juego al que ella estuvo dispuesta a jugar y aunque cuando se juega solo debe haber un vencedor no todo sale como lo esperas y tenía razón, yo había ganado el juego pero también había perdido lo único que ha conseguido hacerme feliz en la vida, además de hacerme una mejor persona, hacerme ver lo bueno que había en mí. Yo amé sus demonios, avivándolos como el fuego, mientras ella abrazaba los míos, calmándolos…

La lluvia me estaba calando la ropa y me gustaría culpar a alguien que no se yo, porque me negaba a creer que yo le hice tener este destino, joder, me gustaría que alguien más tenga la culpa para llenarlo de golpes, herirlo de la misma manera, hacerlo sentir como estoy ahora, pero eso es imposible, no puedo. Todo es mi culpa, yo lo hice. Yo mismo empecé este juego y yo lo terminé siendo el vencedor pero llevándome un costo muy alto, destrocé lo que teníamos, lo hice pedazos al igual que su corazón. Deseaba volver atrás y no contestar a ese mensaje equivocado, deseaba no haber respondido a aquellos corazones rotos que fueron nada más que un mal presagio para nuestros destinos, para su vida y para la mía si la perdía. Y es allí cuando el rompecabezas en mi mente se comienza a armar, recordando la primera vez que la vi, la primera vez que me salvó, una vez más, de mi mismo.

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