Carta a mi perro
Henry, apenas han pasado dos días y ya sé cuánto te extraño, el primer día quite tu tazón de agua, pero fue hasta la noche que me puse a llorar al no verte en la noche donde antes estaba tu tapetito. Estos días me partió el alma no verte esperándome en lo alto de la escalera. Nadie fue a recibirme y nadie ladro cuando tocaron el timbre.
Cuando murió mi mamá y todos se subían a su departamento tú y Camila mi otro perro eran los que hicieron llevadera mi pena. En septiembre cuando murió Camila, hicimos otra vez una nueva rutina y nos acompañábamos. Tú ya no tenías con quien pelear y nadie te acompañaba en el día.
Te deprimiste y procuré sacarte más seguido e incluso te llevaba al mercado para que no pasaras tanto tiempo solo. Eras callado, bien portado por eso te llevaba al Zazen en las mañanas con el grupo de Qi Gong, tú te quedabas muy quieto a un lado mío sin molestar mientras todos en silencio meditábamos.
Gracias Henry por acompañarme tod-o este tiempo. Tu misión de amor en la tierra terminó y ahora es justo que descanses y tu cuerpo deje de sufrir por el cáncer.
Hasta que nos volvamos a encontrar, siempre tendrás un lugar en mi corazón.
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