Querido diario:

Hoy hubo un problema en el recreo. Vi que tiraban a Jaime al suelo. Fue uno de sus mejores amigos. Yo fui corriendo a ayudarle. También vino conmigo uno de los profesores que no conocía. Yo le conté lo que había pasado y se llevó a su amigo  dentro. Jaime quiso ir con él pero no le dejaron. No entendía su comportamiento, ¿por qué quería ir si le había empujado? Eso no se hace. Yo nunca se lo haría a Julia.

Se lo pregunté a papá por la tarde y él sonrió. ¿Por qué? ¡Era algo grave! Él me dijo que los mejores amigos se pelean a veces, pero no por ello dejan de ser amigos. Al igual que Jaime y yo a veces discutimos y seguimos siendo hermanos. Le dije que no era lo mismo. Pero él me volvió a decir que sí.

Me dijo justo esto (me lo ha vuelto a decir para copiarlo): Vuestros amigos serán  para toda la vida si así lo queréis y cuidáis. Ellos son la familia que escogéis, aunque no sean de sangre. Tú y Julia seréis siempre las mejores amigas aunque algún día discutáis. Hay que saber pedir perdón.

Papá siempre me enseñaba mucho. El abuelo decía que los sabios son los viejos que conocían mucho sobre la vida porque habían vivido muchas cosas. Papá no era viejo, pero era sabio.

Por la noche llamó el amigo de Jaime y le pidió perdón. Ya son mejores amigos de nuevo.

Hasta mañana.
Helena.