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Sindrome de Caín

Caín entró con los lentes puestos, su padre de inmediato lo detuvo.

—Hola campeón —sonrió— todo bien.

—Estupendo —contestó con sarcasmo— iré a ver cómo está Abel.

El castaño se apresuró pues no quería que su padre descubriera su plan.

—Bien solo baja en un momento, tenemos que hablar —pidió Adán nervioso por lo que pudiera pasar.

—De acuerdo —contestó nervioso.

—Y quítate los lentes, ya sabes lo que piense de ellos —dijo, amaba sus ojos pues eran únicos como él.

—Si ya cálmate —exclamó irritado para dejarle ahí parado.

Caín subió para encontrar a su hermano en su habitación, estaba quedándose dormido.

—Te quiero pero ya vete de mi habitación —se quejó.

—Cállate —exclamó medio adormilado— ¿Cómo te fue?

—Bueno supongo que sacarás un ochenta, nadie te hubiera creído con un 100 —comentó y es que a pesar de no ir era bastante listo.

—Con eso me conformo —sonrió— ¿La besaste?.

—Me besó, pensó que era tu obviamente —confesó, no podía ocultarle nada.

—Bueno sabía que eso podría pasar —dijo el menor no tan enojado aunque sabía que pasaba algo.

Caín dejó caer sus cosas en el suelo, con cuidado retiro los lentes de contacto dejando a la vista esos brillantes ojos púrpuras.

—Papá quiere hablar conmigo —expresó el mayor algo agobiado.

—Seguro no es nada —calmó su hermano.

—Espero —confesó.

Caín bajo de su habitación, los ojos le ardían y estaban un poco rojos pero solo esperaba que su padre no se diera cuenta.

—Bien, ¿De que quieres hablar? —preguntó su hijo nervioso.

—Siéntate de acuerdo —pidió amable.

Hablar con su hijo nunca había sido fácil, sabía que le ocultaba cosas, muchas cosas que posiblemente nunca sabría.

—Estuve hablando con el doctor Richard y cree que podrías tener algo llamado Síndrome de Alejandría, no es nada grave en realidad pero cree que podría obtener respuestas de este síndrome si te hicieran algunas pruebas —explicó con calma, la mirada de su hijo fue algo que nunca superaría.

—O sea quieres que sea su rata de laboratorio —dijo dolido.

—Caín eso nunca —estableció— solo quieren saber de personas como tú, no harán nada que no quieras de acuerdo.

—Parece que has tomado una decisión —dijo Caín levantándose del sofá donde se encontraba, sentía que la única persona que nunca lo defraudaría estaba haciéndolo.

—Caín —le llamó su padre.

—Está bien será como tú digas —contestó serio para irse dejándolo ahí plantado.

Los días pasaron y el silencio de Caín lo estaba matando, no le hablaba, no le hacía caso, ya ni siquiera comía con él.

Aquel sábado frente a los Stepler, Dianne Hills se hacía una pregunta existencial.

¿Qué sentía por Caín?

Odio, definitivo.

Frustración, posiblemente.

Ganas de matarlo, lo antes posible.

¿Amor?...

Lo último era fundamental, había estado evitándolos para poder decidir qué es lo que sentía.

Amaba Abel, amaba su dulzura, amaba que siempre estuviera protegiendo a su hermano, amaba cada acción que hacía, amaba todo de él incluido su hermano.

Si, Dianne amaba a los gemelos, y estaba tan inmersa en ese pensamiento que no noto cuando su hermano entró a su habitación, mucho menos cuando recibió el golpe de un balón en la cara.

<¡Dylan!> —exclamó furiosa.

El pequeño no hizo más que reír.

<Tenemos que irnos> —dijo el pequeño aún riendo.

<¿A donde?> —preguntó confundida.

<Al parque frente a Papá> —contestó arqueando la ceja.

<¿Tengo que?> —preguntó sin ganas, odiaba llevar a su hermano a citas de juego.

<Si > —exclamó molesto.

Dianne sin ganas lo llevo al parque que estaba frente a donde trabajaba su padre.

Los gemelos se aproximaban al hospital donde se encontrarían con los demás chicos.

Al llegar Adán decidió hablar con su hijo.

—Puedes salir un momento —le pidió a su hijo menor.

—Claro —contestó Abel algo confundido.

Al fin solos su padre por fin pudo hablar con él.

—¿Quieres hacerlo? —le preguntó nervioso.

—Tu quieres que lo haga no —suspiro dolido.

—Caín yo solo quiero lo mejor para ti —dijo girándose para mirarle a los ojos.

—Lo que digas —exclamó tratando de abrir la puerta del auto.

—Solo quiero que veas que no estás solo, hay otros como tú —gritó desesperado.

Caín se quedó reflexionando lo que su padre trataba de decirle.

—No estoy solo —contestó arqueando la ceja— te tengo a ti y Abel.

—Entonces por que trataste de suicidarte —exclamó con una lágrima que amenazaba por salir.

—Yo... solo quería que el dolor parara —confesó.

—Escúchame hijo yo sé que la vida no te a sido fácil, lo de tu hermano, tu madre loca y sé muy bien que odias el color de tus ojos por que te molestan por eso —dijo con un nudo en la garganta— solo quería que hablaras con personas como tú y así supieras qué hay personas que pasan por lo mismo.

Caín no creía lo mismo que su padre sin embargo entendía su preocupación.

—Tienes razón —dijo con una sonrisa fingida— lo haré.

—¿De verdad? —preguntó confundido, no creyó que fuera tan fácil.

Él asintió y por fin bajaron del auto, por los pasillos Caín iba con se hermano a un lado, estaba más que nervioso pues nunca había visto a alguien igual a él.

—Estarás bien —animó su hermano.

Y por fin llegaron frente a la puerta, el doctor Hills lo esperaba feliz como nunca.

—Bienvenido Caín —saludó él— ¿Cómo te encuentras?

Caín miró a su padre el cual le miraba con esa expresión esperando a que no dijera nada fuera de lugar.

—Bien —respondió cortante.

—Bueno los demás chicos ya están aquí, así que por qué no pasas —sonrió mientras abría la puerta.

Dentro esperaban tres personas que de inmediato le miraron con esos ojos igual de brillantes, Caín entró con su hermano frente a él.

Abel lo sabía, dentro de el sentía como su gemelo lo llamaba.

—Hola soy Abel —saludó mirándoles.

—Hola —saludaron al unísono desconcertados.

—No me malinterpretes pero creo que debes tener ojos púrpuras para estar aquí —dijo aquel castaño.

Abel sonrió algo abrumado y empujó a su gemelo.

—Él es Caín —presentó.

Los chicos se quedaron observándole, de todos sus ojos eran los que más brillaban.

—Gemelos pero solo uno con el síndrome —expresó una rubia— asombroso.

Las dos chicas y el chico lo rodearon apartándolo de su hermano, para Caín no era raro que eso sucediera sin embargo por primera vez no se sintió extraño.

—Muy bien chicos empezaremos con esto —dijo el doctor Richard animado— Abel por que no esperas afuera por favor.

—No, que se quede —pidió Caín pues no estaba acostumbrado hablar sin su hermano presente.

—Tranquilo no mordemos —dijo en un tono coqueto la castaña.

Caín miró a su hermano en busca de respuesta.

—Te veré después —dijo chocando puños con su gemelo.

Abel salió sintiéndose por primera vez rechazado, salió sintiéndose como su hermano se sentía la mayor parte del tiempo.

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Hola espero les esté gustando la historia, quise escribir este mensaje por qué recientemente sucedió algo inesperado para mí que no podía dejar pasar.

Hace algunos días ocurrió un caso de suicidio en mi escuela, fue algo que sucedió de un momento a otro y que desgraciadamente no pudo ser detenido.

Esto me dejó pensando en muchas cosas y les quiero decir que no están solos, hay personas dispuestas a escucharlos.

Siempre es bueno hablar con personas y si sienten que alguien puede estar en esta situación no duden en hacer algo.

Por mi parte si necesitan hablar de algo pueden hablar conmigo (a veces puede ser más fácil hablar con personas que no conocen), no serán juzgados y tendrán mi apoyo.

En fin no están solos ❤️ espero tengan un lindo día ✨

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