La búsqueda de Caín
Caín lo sabía... sabía que no podía confiar en nadie, su padre lo limitaba y su hermano solo lo vería con tremenda pena por lo que era claro para él, tenía que encontrar a su amada por cuenta propia.
El problema era por donde empezar, había buscado cualquier registro sobre ella pero lo único que había encontrado era su acta de defunción, pero eso no lo detendría, Caín sabía que una persona solo estaba muera cuando estaba sepultada bajo tierra y ella no lo estaba.
Abel entró con la esperanza de alejar a su hermano de su oscuro mundo.
—Nos vamos o te seguirás encerrando en tu recámara —reprochó Abel mirándole.
—Me duele la pierna —se excusó desde su cama sin mirarle, centrado en su computadora.
—Ya pasó una semana —le recordó.
—Tal vez si me dieran analgésicos no me dolería tanto —contestó sonriendo.
—Una pastilla si vas —ofreció— se donde las guarda papá.
Caín le miró tentador, amaba las pastillas porque por un momento dejaba de sentir... incluso lo que su hermano sentía.
—Vale pero me la das primero —acepto.
—Nos vamos en diez —sonrió triunfante.
Caín se vistió para dejar una nota en la ventana, esperando una respuesta de su amada.
Bajo para ver a su hermano empacando las mochilas mirando los apuntes de su hermano.
—Para que llevas cuadernos si no apuntas —murmuró.
—Para que abres la boca si de ella no sale nada inteligente —atacó.
Abel le miró para levantar el dedo medio.
—¿Nos vamos? —preguntó molesto.
—Primero lo primero —extendió la mano.
Abel solo suspirar para darle la pastilla, sabía que su hermano solía tener problemas pero era mejor a que se quedara en su habitación de por vida.
Los chicos salieron para esperar a Dianne.
—Caín que bueno verte —saludó ella siendo amable.
—No digo lo mismo —gruñó.
Abel la calmó con una sonrisa para abrazarla.
Durante el trayecto como era común Abel y Dianne se la pasaban derrochando amor, besos, coqueteando y sonrisas que solo hacían a Caín vomitar, hoy en lo único que pensaba era en cómo encontrar un fantasma.
Al llegar se encontraron con los demás.
—Abel —saludó Shawn revolviendo su cabello.
—Tranquilo dulzura —lo separó, habían empezado un joteo.
—Eh que está su hermano y se pone celoso —bromeó Dexter.
Todos se rieron excepto claro Caín.
—Vuélvelo a decir —pidió mirándole con esa mirada profunda.
En esos momentos Dexter sintió un verdadero terror... uno que no había sentido nunca.
—Solo era un broma —murmuró bajando la mirada.
—Y crees que es divertido bromear sobre el incesto —atacó duro— que te quedé claro qué somos gemelos pero no somos novios ni pareja.
Dexter solo asintió nervioso.
—Lo siento —susurro temblando.
—Caín déjalo ya solo jugaba —lo calmo su hermano.
El ojipurpura giró para ver a su hermano, le dió una sonrisa para pasar de él.
—Tu quédate con la bola de idiotas que llamas amigos —concluyó para irse.
Como siempre iría tras su hermano pero esta vez Dianne lo detuvo.
—Deja que se calme un poco —le recomendó.
—Tienes razón —aceptó calmándose.
Para Abel era difícil asimilar que su hermano no se llevara con sus amigos, siempre había sido así pero al menos antes tenía con quien pasar el rato, ahora estaba solo.
Caín salió para sentarse en su árbol a dibujar llevándose con la noticia que estaba ocupado.
—Tiene cierto encanto no es así —comentó Caiden viéndole— algo oscuro.
—Lárgate este es mi sitio —se quejó.
Caiden se hizo un lado para dejarle espacio.
—Es todo lo que te doy, tómalo o déjalo —ofreció.
Caín bufo abrumado para sentarse cansado, sacó su cuaderno y empezó a dibujar.
—No lo haces tan mal —ánimo— tal vez deberías dibujarme.
—Dibujo cosas feas pero no tanto como tu rostro —comentó, no podía hablar sin atacar.
Caiden soltó una pequeña risita para mirarle.
—Oye yo... lamento lo de tu madre —dio sus condolencias.
—Da igual, la odiaba —confesó.
—Por más que la odies era tu madre —le recordó seguro.
—Si vas a molestar con lo de mi madre mejor te vas —sentenció.
—Vale no digo nada —acepto mirando las hojas caer.
Se quedaron ahí cerca de una hora sin importarles que clase pudieran tener, pero para el director Finch la puntualidad y asistencia eran importantes y ver a dos de sus estudiantes fuera de clase no le hacía gracia.
—Joven Stepler, Jones —los llamó— no deberían estar en clase.
—Y usted no debería estar en su pequeña oficina sintiéndose importante por dirigir una escuela de mierda al igual que su sueldo —atacó Caín como era usual en él.
—Joven Stepler sé que está pasando por momentos difíciles pero no es razón para faltarme al respeto —estableció cordial— ahora por favor vayan a clase los dos.
Caiden solo sabía que lo que hiciera Caín es lo que haría él y en vista de que su amigo de ojos púrpura no hizo nada decidió quedarse a su lado.
—No nos puede obligar, estamos en toda nuestra libertad para faltar a clases —estableció Caín.
—Y yo en toda la libertad de ponerlos en detención pero te daré una última oportunidad—ofreció.
Caín le miró y le dio una sonrisa para después levantar el dedo medio.
—Detención toda la semana Caín —castigo acomodándose su traje para salir— tu solo hoy por seguirle el juego.
Lejos de ahí su hermano no corría con la misma suerte.
Abel y Dianne gozaban de su tiempo besándose bajo las escaleras, un momento que disfrutaban los dos.
—¿Cómo llevas lo de tu madre? —preguntó mientras le abrazaba.
—Mejor —sonrió— pero me preocupa Caín, ni siquiera a llorado su muerte.
—Ya lo hará, pero si estás sobre él no es bueno para Caín o para ti, debes preocuparte menos de acuerdo —lo calmó.
—Me gusta la idea, qué tal si me ayudas con eso —añadió pícaro.
—Ah si y como —le siguió.
Abel la abrazó para seguir con los besos.
—Las muestras de afecto están prohibidas en esta escuela —regaño un profesor.
—Solo fue un beso y un abrazo —trato de calmar Abel.
—Eso es una muestra de afecto —murmuró señalando lo obvio.
—Por favor profe cálmese un poco —trato de arreglar Dianne.
—Lo haré, detención los dos —gruñó— digan que solo fue detención y no expulsión.
Los chicos se fueron para no molestarle más, por la salida los chicos se encontraron en el salón.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó Abel.
—Es mi segunda casa pero de ti es raro —comentó extrañado.
—Me encontraron besándome con Dianne —explicó.
Caín asintió entendiéndolo, no era la primera vez que lo encontraban así.
—¿Estamos bien no? —preguntó Abel confundido.
—¿Porque no lo estaríamos? —preguntó confundido.
—Por nada —sonrió para sentarse con Dianne.
Esperaron unos minutos hasta que el profesor llegó con una hoja.
—Bien, Caiden y Abel ayudarán a limpiar la cafetería, Lucas y Samuel el patio y Caín y Dianne al almacén con el profesor —repartió las tareas el director.
A regañadientes se fueron pues ninguno estaba de acuerdo con las parejas que había puesto.
Caín se fue con Dianne y el profesor Ross para bajar al almacén de la escuela, un sótano que cuidaban como si guardaran lingotes de oro, con una puerta de metal y alarma con código.
—Dense vuelta —pidió para poner la clave.
—Claro porque no nos vayamos a robar un lápiz de aquí —murmuró Caín.
Dianne soltó una pequeña risa aunque el profesor se apresuró a colocar la clave.
Como era de esperarse el almacén solo contenía suministros de oficina y expediente viejos.
—Bien lo que harán ahora es organizar los expedientes en orden alfabético —sonrió— así que diviértanse.
Para el profesor Ross el único motivo de quedarse a la guardia con los detenidos era poder comer donas a escondidas de su esposa.
Mientras el profesor disfrutaba de las donas rellenas de jalea, Caín y Dianne comenzaron hacer su trabajo en silencio.
—Subiré por un minuto —anunció el profesor— mis donas están contadas.
—De acuerdo —dijo Dianne.
El profesor salió para ir por un café para sus donas mientras se encargaban de acomodar los expedientes.
—Este es tuyo —anuncio Caín mirando su carpeta.
Dianne se acercó para mirar el expediente.
—Cierto, son del kinder —sonrió— se quemó hace un par de años supongo son los que quedaron.
Caín lo abrió para ver.
—Vaya eras una ñoña desde pequeña —miró sus notas.
Dianne solo sonrió para mirar los comentarios de sus profesores, continuó pasando los archivo viendo un nombre conocido Dyre Zimmer, el pequeño que había matado su conejo.
—Y pensar que ahora todo se guarda en línea —pensó nostálgica.
Lo que para ella fue un comentario al aire para Caín significó más, solo había buscado papeles en físico pero ningún archivo en línea.
Poco a poco se fue hundiendo en ese pensamiento que fue interrumpido por el movimiento del piso.
De las largas filas de expedientes las cajas con papeles se fueron cayendo uno a uno.
—¡Está temblando! —gritó Dianne asustada.
Instintivamente la chica se acercó a Caín para ser protegida, el ojipurpura se limitó a cubrirla con su cuerpo mientras caían las cajas sobre él.
Un minuto y medio había durado aquella sacudida en Edén Hills, cuando todo se calmó Dianne por fin salió de entre los brazos de Caín.
—Ya pasó —la tranquilizó él.
Dianne le abrazó fuerte para posteriormente mirarle.
—Estás sangrando —murmuró nerviosa.
—Una caja me golpeó no es nada —explicó y realmente no era nada, solo un pequeño corte.
Dianne se quitó la sudadera para amarrarla a la cabeza de Caín la cual sangraba demasiado.
—Salgamos de aquí —expresó nervioso.
Caín asintió, pasando entre los archivos llegaron a la puerta.
—Mierda la contraseña —se quejó Dianne.
—Es 1,2,3,4 —confirmó Caín— pero no funcionará.
—¿De que hablas? —preguntó confundida.
—Cuando ocurre un temblor o las alarmas de incendio se prenden el sistema de luz se apaga para evitar incendios —explicó— estamos atrapados.
Un nudo se hizo en el estómago de Dianne, estaba encerrada con el depredador.
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