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El cementerio de Caín

Caín despertó con un terrible dolor de cabeza, su cuerpo dolía como nunca, estaba confundido y un poco atontado pero en su cabeza el recuerdo incesante de Donari disparando seguía presente.

—Por fin despiertas —dijo Donari mirándole.

Atontado observó el lugar, estaban en la vieja iglesia del cementerio, una antigua que había sido abandonada poco antes de la muerte de Seth, una conocida por Caín pues solía pasar tiempo a solas en ese lugar.

—Abel —murmuró viéndole a su lado, seguía inconsciente.

Ambos gemelos estaban amarrados en viejas sillas de metal.

—Tranquilo soy un hombre justo que no le haría daño a un inocente —aseguró— después de que te asesine lo dejaré libre y regresaré para cumplir mi condena.

Caín le miró con esos brillantes ojos púrpura, una mirada que cortaba como cuchillo pero con encanto, incapaz de apartar la mirada.

—Ya te estás tardando no lo crees —lo confrontó— solo hablas Donari pero no veo acción.

El hombre se calmó, quería matarlo pero lo haría sufrir.

Donari se acercó a su mochila para sacar un cuchillo militar, un viejo amigo que profundamente amaba.

Caín sonrió, no le daría el gusto de verle sufrir.

—Que rudo —se burló.

Una pequeña sonrisa se formó en Donari y sin aviso alguno enterró el cuchillo en la pierna de su adversario, la fuerte voluntad de Caín lo hizo permanecer inmóvil, solo mirándole intensamente, no le daría la oportunidad de verle sufrir.

—Te crees muy fuerte no es así —gruñó Donari.

El ex militar no lo dudo y giró el cuchillo provocando un pequeño quejido.

Donari le miró sabía que de esa forma nunca lo haría sufrir.

—¿Crees que tu hermano lo resista como tú? —le preguntó entusiasmado.

—Lo tocas y le hago lo mismo a tus hijos —amenazo— me conoces no.

La sangre de Donari ardía como nunca, cobraría su venganza a cómo diera el lugar.

Mientras Caín trataba de ganar tiempo distrayendo a Donari, su padre y su hermano habían llegado al lugar cerca de veinte minutos ya.

—Están viendo a sus amigos, es normal que se les haga tarde —trato Deimon de calmar a su hermano.

—Abel siempre es puntual y Caín lo único que quiere es largarse de aquí —explicó Adán— creo que les pasó algo.

—Solo estás siendo paranoico —atacó su hermano.

—Soy padre Deimon algo que nunca entenderás —le gritó.

—Con un hijo muerto y otro asesino deberías considerar tu trabajo como padre —murmuró.

Adán miró a su hermano molesto, el menor solo bajo la mirada.

Estaba oscureciendo pero la poca luz fue suficiente para ver el teléfono aún lado de la tumba.

El menor se acercó para tomarlo.

—Es de Caín —dijo Adán con un nudo en la garganta.

Adán tomó el teléfono que seguía grabando, pararon el video para reiniciarlo.

Placa... probablemente pero antes de entregar mi placa y asumir una mínima condena prefiero agregar otra... Ah si ¿Cual?... Homicidio.

El video solo grababa el bolsillo del mayor, sin embargo terminaba con un  espantoso quejido de ambos chicos y el teléfono girando para terminar fuera del bolsillo de su hijo.

Ambos sabían de quien era esa voz, una voz inigualable.

—Ese... hijo de perra tiene a mis hijos —gruñó Adán— quiere... matar a Caín —entendió todo.

—De acuerdo tranquilo, el video fue de hace una hora, no deben estar lejos —trato de calmar a su hermano.

—En una hora ya pudo haberlos matado...

—¡Tranquilo carajo! —dijo Deimon tomando a su hermano por los hombros— concéntrate.

Adán suspiró, y dejó atrás sus miedos, tenía que encontrar a sus hijos.

—El teléfono de Abel tiene rastreador —recordó —se supone que manda el último lugar donde estuvo antes de apagarse.

—Perfecto —dijo Deimon— los rastrearemos y todo saldrá bien, lo primero es llamar a la policía.

—No, cuando lo encuentre lo mataré —aseguró.

Adán y Deimon se dispusieron a rastrear el teléfono del menor con la esperanza de que lo que encontraran no fuera solo los cuerpos.

Caín no lo demostraba pero la pierna lo estaba matando.

—Esto es fácil, tu me dices lo que quiero oír  y yo no le corto el cuello a tu hermano —dijo acercando el cuchillo al cuello de su gemelo.

—Quieres oír que yo la mate, que la lleve con engaños hasta el centro recreativo aún sabiendo que no se deja de nadie, la obligue a beber hasta que apenas y pudo caminar, la subía hasta lo más alto de la plataforma y la empuje —dijo Caín— ¿Eso es lo que quieres oír no? una razón para justificar su suicido, porque tu preciada sobrina no pudo haberlo hecho no... no, ella era perfecta y no pudo haberse suicidado.

—¡Ella no lo hizo, tú la mataste! —exclamó golpeando su cara.

Le escupió la sangre que había en su boca, amaba realmente ese sabor.

Estaba por darle otro golpe cuando un pitido se escuchó.

Giro para encontrar el causante del sonido, rebusco entre los bolsillos del inconsciente Abel, era un mensaje de Dianne.

—Mierda —murmuró Donari.

No era un experto, había cometido graves errores.

Enseguida apago el teléfono y miró a Caín, rebusco entre sus bolsillos pero no encontró nada.

—¿Dónde está tu teléfono? —preguntó con molestia.

—No lo se, te recuerdo que estaba inconsciente en la cajuela de tu auto —gruño entre dientes.

—¡Mierda! —gritó.

Donari dejó el cuchillo en la mesa y salió para buscar el teléfono, probablemente se había quedado en el auto pensó.

Al salir, Caín se termino de desatar.

—Idiota —murmuró exitoso.

Desde pequeños su juego favorito siempre había sido policías y ladrones, Abel era bueno para amarrar y Caín aún mejor para desatarse.

Con la pierna mala llegó hasta su hermano.

—Abel... Abel... —lo llamó pero no despertaba — Abel —dijo para darle una bofetada.

Para su suerte el menor despertó.

—Caín... ¿Dónde estamos? ¿Estás bien? —preguntó viendo su pierna herida.

—Estoy bien, te sacaré de aquí —lo calmó.

Empezó a desatar a su hermano, sin embargo el tiempo se acabó pues el ruido de la gran puerta se escuchó.

—Iré por ayuda —susurró.

Con gran agilidad, se escabulló entre las bancas y las viejas biblias.

Error tras error, Donari siempre se equivocaba por el simple hecho de subestimar a Caín.

Sentía que iba a explotar cuando llegó y Caín no estaba, Abel simplemente se había hecho el inconsciente.

—¿Dónde esta tu hermano? —preguntó.

Se acercó y sacudió con fuerza Abel.

—¡¿Dónde está tu hermano?! —le gritó.

Abel abrió los ojos para verle asustado.

—¡Suelta a mi hijo! —le gritó Adán enojado.

Donari giró para ver al padre de los gemelos.

—No lo quiero a él, solo entrégame a tu pequeña mierdita y te doy a tu hijo bueno —aclaró— más claro, uno de tus hijos muere hoy y tú decides cuál.

Donari sacó su fiel arma y apuntó al menor.

—Papá... —dijo Abel nervioso.

—Mátame a mi cobarde, a mis hijos no los metas en esto —gruñó.

—Tu hijo me arrebató a mi sobrina que era como una hija para mi... yo te quitaré a tu hijo —juro— así que contaré hasta tres y tú decides.

—1... 2...

Donari no contaba conque Deimon había entrado por la parte posterior, esperando su entrada triunfal.

Justo en ese momento tacleo a su adversario, los hombres lucharon hasta que una de las armas cayó junto a Caín quien se encontraba oculto bajo las bancas.

Por su parte Adán trató de llegar con su hijo pero la disputa terminó pronto con un golpe en la cabeza contra Deimon.

Un segundo más y el arma apuntaba contra la cabeza de Abel.

—Ahora mataré a tus dos hijos —confesó.

—¡Donari no...

Pero no fue suficiente, el sonido de la pistola y la inmediata luz que deja una bala fue lo último que vió.

El humo salía del arma que apuntaba Caín, un tiro limpio en la cabeza.

Caín lo había matado sin siquiera dudar.

—Caín —lo llamó su hermano.

—Ya no nos hará daño —concluyó dejándose caer en una banca.

Adán liberó a Abel quien no dudó en correr hacia su hermano.

—¿Estás bien? —preguntó nervioso.

—Si —aseguró.

Abel abrazó a su hermano con fuerza, el mayor sólo se quedó inmóvil.

Deimon despertó un tanto aturdido, lo primero que vió fue a Donari en el suelo, muerto.

—¿Qué pasó? —preguntó confundido.

—Lo mate —aseguró Adán cansado— ahora levántate tenemos un cuerpo que ocultar.

Deimon no dijo más, los mayores se levantaron para hacer un plan.

Ya estaba oscuro, en aquel viejo cementerio no había vigilancia por lo que el plan más efectivo era enterrarlo en una de las tumbas más recientes.

Con cuidado sacaron el cuerpo para llevarlo a la tumba de un tal Sam Dallas, un adolescente que había muerto recientemente.

—Abel asegúrate de que no venga nadie —ordenó su padre— Caín...

—Necesito estar a solas —dijo cansado.

—¿Qué tal tu pierna? —le preguntó su padre preocupado.

—Bien —contestó mirando el improvisado vendaje— estaré por ahí.

Caín se fue, instintivamente su gemelo iría tras de él pero decidió hacer caso a su padre y cuidar que nadie viniera.

Los padres comenzaron a cavar el hoyo, la tierra aún era ligera pues no llevaba mucho del último entierro.

Habían pasado meses pero Caín recordaba bien donde se encontraba J, sin perderse llegó frente al gran mausoleo de los Bates, famoso en la ciudad por la gigantesca gárgola sobre el mausoleo.

Las cadenas nunca habían sido un impedimento para Caín, sin esfuerzo abrió el candado que cerraba el mausoleo, solo los miembros de la familia tenían la llave para Caín solo le bastó con un seguro.

Al entrar recorrió los nombres uno a uno, varios que nunca conoció y uno que otro que si, por fin llegó a quien esperaba ver.

Se quedó en silencio por unos momentos.

—Lo siento —murmuro.

Sin temor algún comenzó a golpear el epitafio con su pierna buena, la delgada pared de mármol se rompió dejando un gran orificio.

Una de las tradiciones era meter el ataúd hasta el fondo para después cubrirlo de tierra pero al ver la poca tierra supo que algo andaba mal.

Con cuidado se metió al hoyo para sacar el ataúd, las divisiones estaban hechas de concreto y arriba yacían dos muertos más.

Con fuerza sacó el ataúd para abrirlo y lo que vió lo dejó helado.

La parte superior del ataúd estaba rasguñado, con rastros de sangre en el.

Caín trató de respirar pero el aire era escaso, se acercó temeroso.

No había cuerpo, no había nada... solo una carta.

Caín salió temblando del lugar.

Su amada no estaba ahí.

June Bates estaba viva.

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