El amor de Caín
Caín odiaba los hospitales, nada bueno pasaba en ellos.
Debido al extenso tiempo bajo el calor abrazador los chicos empezaban a mostrar signos de deshidratación.
—No inyectará nada en mi rostro —sentenció mirando al estudiante con molestia.
—Es anestesia local —explicó.
—Aleje la jeringa de mi o se la clavo en el ojo —gruñó.
El estudiante que apenas llevaba un par de semanas miró Abel en busca de ayuda.
—Yo que usted alejaba la jeringa —aseguró, tal vez no la enterraría en su ojo pero si en su extremidad más próxima a él.
El chico dejó la jeringa en la bandeja apartándose un poco.
—Necesito suturarte —explicó.
Caín soltó una pequeña risita para mirarle.
—Crees que te dejaría acercar una aguja a mi cara, hazme un favor y ver por un doctor de verdad —ataco, no cosería su hermoso rostro un aprendiz.
El chico solo puso los ojos en blanco para salir sin oponerse.
—Lo siento —se disculpó Abel apenado.
Una vez solos Abel no dejaba de ver la herida de su hermano, cansado el mayor puso su mano en el rostro del menor para empujarlo.
Abel negó y soltó una pequeña risa.
—¿Cómo te sientes? —preguntó preocupado.
—Mierda Abel si vas a empezar...
—Está bien ya no digo nada —se adelantó— solo me preocupas.
—Cuando no —murmuró poniendo los ojos en blanco.
—Hubo un terremoto... debió ser aterrador estar abajo y no poder salir...
Caín miró a su hermanito que bajó la mirada apenado.
—No me dió miedo estar abajo —aseguró— solo estaba preocupado... de saber si estabas bien o te había pasado algo...
Abel sonrió para abrazar a su hermano, tenía sus momentos donde no era un idiota.
—Venga ya no te pongas sentimental —murmuró Caín alejando a su hermano.
Se vieron interrumpidos por su padre y el doctor a cargo.
—Bueno Caín la placa salió limpia así que no hay porque preocuparse —anunció el doctor.
—Genial, ya me puedo largar —comentó molesto.
—Primero deja te cierran la cabeza hijo —calmó su padre.
El doctor sonrió para acercarse una vez más con la jeringa.
—No me inyectará nada en el rostro —comenzó otra vez con la discusión.
—Si no te la pongo te dolerá cuando suture —explicó.
—Tal vez algo de morfina ayude —mencionó emocionado.
—Sin morfina —miró su padre molesto, su hijo sólo quería drogas.
—Solo cósame para ya irme —murmuro molesto.
El doctor miró Adán quien solo asintió para dar consentimiento, sabía que la única manera de hacerlo era a la manera de su hijo.
El doctor comenzó su trabajo, seis puntadas era lo que necesitaba.
Podía afirmar que nunca había visto alguien como Caín, ni un movimiento, ni una palabra, ni una señal de que al pasar la aguja por su rostro le doliera.
—Bueno lo aguantaste como un campeón —alago el doctor.
—No fue nada —arqueó la ceja— ya me puede dar mi paletita por ser buen chico y darme el alta —se burló como era común.
El doctor sonrió para sacar una paleta de su bolsillo y dársela, un buen pediatra nunca salía de su consultorio sin una.
—Buen chico —le ganó triunfante— pero te daré el alta por la mañana, te dejare con un par de sueros y si te portas bien mañana por la mañana te daré otra paleta.
Caín iba a empezar con una discusión pero Abel le tapó la boca, Adán se apresuró a salir junto con el doctor para agregar el papeleo y evitarse una pelea con su hijo.
Caín abrió su paleta para comérsela, mirándole con felicidad.
—De verdad pediste una paleta —se burló Abel riendo.
—Di lo que quieras uno de los dos tiene una paleta y claramente no eres tú —se defendió— pero si me haces favor de traer más comida te lo agradeceré.
Abel asintió, también moría de hambre pues no había comido nada desde la mañana.
Después de comprar un par de emparedados y jugos pasó frente a la habitación de Dianne quien se encontraba en la cama de hospital completamente sola.
—Linda —saludó Abel.
—Guapo —sonrió ella.
El chico entró en la habitación, para Dianne era una lucha por no decir lo que había pasado.
—¿Cómo estas? —preguntó sentándose a su lado.
—Bien —sonrió— pasaré la noche aquí así que mi mamá fue por mi almohada y a vigilar que mi hermano no haya quemado la casa.
—¡Hermanos! —exclamó Abel divertido.
—¿Cómo está Caín? —preguntó preocupado.
—Amenazo con apuñalar a un estudiante con una jeringa —comentó arqueando la ceja.
Dianne no pudo evitar reírse.
—Está bien, igual pasara la noche aquí —concluyó sonriente.
Dianne se quedó pensando por un momento.
—Puedo contarte algo y prometes no decirle —pidió arriesgándose— de verdad, ni una palabra.
Abel asintió confundido.
—Creo que aún no supera la muerte de tu madre —confesó preocupada.
—¿Por qué lo dices? —preguntó el castaño.
—Bueno antes de que nos sacaran le pase su mochila y por error cayeron un par de papeles —explicó— sólo alcancé a leer uno donde decía que alguien se había suicidado, sé que no debiera meterme pero perder a una madre...
—No es mamá —interrumpió.
Abel suspiró cansando entendiendo que pasaba.
—¿Quién? —preguntó intrigada.
—June —confesó bajando la mirada.
—Y ella era...
—Era la novia de Caín —dijo mirándole.
—¡Caín tenía novia! —exclamó asombrada.
—Lo sé, es raro pensar que a Caín le importe alguien más que Caín —se burló— pero si, June era su mejor amiga, novia y hasta donde sé la única persona que amo.
Dianne no se lo podía creer, nunca vió a Caín como un ser capaz de poder amar a otra persona, entonces comprendió lo que la muerte de su novia significaba para él.
Le arrebataron lo que apenas lo hacía humano.
—Ella era una buena chica, divertida, inteligente, y más importante hacía a Caín un poco menos idiota... en fin ella nació con una marca de nacimiento en el rostro que la acomplejaba demasiado —contó— los chicos eran crueles con June... y ella... no resistió, tomó un arma y se suicido.
Un nudo en la garganta se hizo en el estómago de Dianne.
—Creo que volver le hizo recordarla —comentó— así es Caín solo se le meten ideas a la cabeza a veces.
—Lo siento —expresó apenada.
—Está bien, gracias por decírmelo —sonrió.
Dianne asintió cansada, ¿Qué estaba haciendo?
—Mejor me voy antes de que se escape por algo de comida —terminó presionado.
Ella asintió para besar su labios.
—Te amo —le dijo sonriente.
—Te amo —contestó.
Una palabra ya sobre valorada.
Abel volvió con su hermano, pasarían la noche en el hospital.
Después de cenar el ojipurpura se quedó dormido, al igual que su padre dejando al menor despierto.
Una vez seguro de que su hermano estaba dormido se levantó para tomar la mochila de su gemelo, dispuesto a inspeccionar lo que traía.
Sacó su cuaderno de dibujos y no pudo evitar echarle una mirada, muchas veces le daban asco sus dibujos pero no podía negar que tenía talento.
Se detuvo en uno de ellos que llamó su atención, era el dibujo de un niño, tardó un momento en captar que era la interpretación de cómo se vería Set en estos momentos.
Una lágrima rodó por su mejilla, por años Abel se había sentido culpable.
Aquella noche había escuchado a su hermanito llorar, lo dejo llorar hasta que por fin dejo de hacerlo, pensó que se había quedado dormido sin más... no sabía que estaba muerto.
Se culpaba porque de haber hecho algo su hermano seguiría vivo.
Se secó la lagrima y prosiguió, no podía dejar que esto lo afectara ahora.
Prosiguió con sus cosas hasta llegar a lo que le preocupaba, varias hojas con la investigación de Caín.
Artículos, declaraciones, informes policiacos y un acta de defunción, en que mierda se estaba metiendo su hermano.
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