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Abel entre púrpura

Aquellos ojos miraban con intensidad a Caín, todos eran parecidos, piel pálida, ojos púrpuras, cuerpos bien formados y si sus cabelleras fueran iguales pasarían por cuatrillizos.

—Caín por que no te presentas —animo el doctor Richard emocionado.

—Soy Caín —expresó bastante serio.

—Caín —sonrió la rubia— soy Cara Braverman.

Aquella chica le tendió la mano y él no tan seguro la apretó, ella solo sonrió.

—Él es Caiden y ella Caitlyn  —presentó.

Caín pensó que era una clase de broma, algo absurdo sin duda pero parecía no serlo.

—Lo sé abrumador no —sonrió el doctor.

Una simple coincidencia o un misterio más profundo pensó él.

—Bien los dejare para que se conozcan un poco —exclamó él doctor ya cruzando la puerta.

El pequeño grupo de jóvenes peculiares se sentaron en una de las mesas, los tres ya conocidos frente a Caín.

—Tus ojos son diferentes —expresó Caiden confundido.

—Son morados —exclamó Caín confundido.

—Tienen algo en especial —comentó Cara.

Y tenían razón, Caín siempre supo que los ojos eran las ventanas del alma, lo que lo hacían diferente es que ya no se encontraba un alma en él.

Dianne Hills se encontraba frente al hospital "viendo" cómo jugaba su hermano con otros chicos iguales a él.

Dianne no podía descubrir ese sentimiento, todo la devolvía a ese instante, aquel en el que besó a Caín.

Un estruendo la alertó y después la presencia de un pequeño la sacó de su transe.

<¡Tu hermano se cayó del pasamanos¡> —le dijo el pequeño.

Dianne no lo dudo y salió disparada hacia donde se encontraba su hermano, en el suelo se encontraba Dylan llorando, una pequeña rubia lo acompañaba.

<¿Dónde te duele?> —preguntó ella bajándose a su altura.

El pequeño no respondía, estaba en Shock y estaba a nada de privarse.

<Cayó sobre su brazo, creo que se lo rompió> —contestó la chiquilla nerviosa.

Dianne examinó la herida, de inmediato el brazo de su hermano se había hinchado y empezaba a tomar un color morado.

La mayor tomó a su hermano en brazos para llevarlo al hospital, sabía que estaba en problemas.

Entró desesperada al hospital, gracias a su padre conocía a muchas personas por lo que fue atendida de inmediato.

Dentro de la sala de hospital los cuatro jóvenes de ojos púrpura compartían historias.

Para Caín fue fácil saberlo, no era como ellos.

Ellos eran divertidos, apasionados y muy atractivos.

Ellos no habían asesinado a nadie.

—Es bueno causar sensación —comentó Cara fascinante.

—Si, es como entras a una sala y todos te miran —sonrió Caitlyn —y claro todos los aman.

Los chicos rieron pero para Caín esas risas eran estupidas.

—¿No te a pasado? —preguntó Cara confundida.

—Soy un chico con ojos púrpura —contestó frustrado— lo último que harían sería amar mis ojos —exclamó.

—Por favor —dijo Caitlyn de una forma burlona.

Caín se quedó callado.

—No él tiene razón —comentó Caiden— una chica con ojos púrpura es hermoso, en un hombre es extraño —explicó.

—Eso no tiene nada de malo, somos diferentes—exclamó Cara.

—Somos únicos —aclaró Caitlyn.

Caín puso los ojos en blanco y salió del lugar, esas personas no eran como él.

Mientras caminaba pensando en lo ocurrido una voz le llamó.

—Caín —gritó el chico.

—No volveré —dijo sin mirarle.

Él chico no desistió y lo alcanzó.

—Son difíciles no —expresó por sus compañeras.

—Son iguales que cualquier otra chica solo que con ojos diferentes —explicó, había tratado con muchas así.

—¿Y tu eres diferente que los demás? —preguntó astuto.

—Tengo un hermano gemelo —exclamó como si eso lo resolviera.

—Caín no sé si te lo han dicho antes pero eres único —exclamó.

Caín se paro de golpe, odiaba esa palabra.

—Lo odias no es así —sonrió burlón— odias no ser como tu hermano por que todo el mundo espera que lo seas pero te dire algo —se acercó más a él— eres único, te parecerás a él pero no lo eres, incluso genéticamente eres único, lo que hace que tus ojos sean así es lo que te hace diferente ante tu hermano.

Caín se acercó a él más, sus brillantes ojos púrpuras habían tomado un color más fuerte, solía pasar cuando se enojaba.

—¿A qué quieres llegar? —exclamó enojado.

—Te odias a ti mismo por no ser como él, te entiendo por que yo también odio ser único —le dijo para empatizar— o lo hacía pero te dire algo, no puedes esperar que alguien más te ame si no te amas a ti mismo.

—Estás loco —aseguró siguiendo su camino.

—Nunca serás libre si sigues tratando de ser él—sonrió.

Y tenía razón, mientras Abel estuviera con vida jamás podría ser libre.

A unas cuantas habitaciones Dianne esperaba a su hermano preocupada, su padre había llegado ya y ahora solo esperaban los resultados.

Se sentía mal por no haber cuidado de su hermano, mucho peor se sintió cuando esa voz la sacó de sus pensamientos.

—Dianne —le llamó su "novio"

—Abel —dijo nervioso— ¿Qué haces aquí?

—Caín vino a un estudio con tu padre, pero dime ¿Por qué no has contestado mis mensajes? —preguntó el menor dolido.

—Yo... —tenía que tomar una decisión— será mejor que te sientes.

Dentro de Abel un sentimiento de nervios se hizo presente.

—Besé a tu hermano —confesó aterrada.

Una pequeña risa se escapó de él.

—Lo se, está bien Dianne, tú pensabas que era yo —contestó relajado.

—¿Cómo pasó esto? —expresó confundida.

—Bueno yo me enfermé y necesitaba que alguien hiciera mi examen así que fue Caín, lo bueno de tener un gemelo —sonrió.

Dianne le miró un poco enojada pero a la vez divertida.

—¡Y por que no me lo dijiste! —exclamó indignada.

—Si te lo hubiera dicho hubieras actuado normal con Caín haciéndose pasar por mi —comentó asusto.

Dianne lo pensó y tenía mucha razón.

—Tonto —sonrió— ¿Entonces no estás enojado por el beso? —preguntó abrumada.

—Bueno me dolió que no me lo dijeras, pero para ser justos es parte mi culpa —sonrió.

Los chicos se besaron y toda duda quedó enterrada o eso pensó hasta que el ojipurpura llegó.

—Abel —le llamó su hermano nervioso.

—Caín no deberías estar aquí —dijo su hermano confundido.

Dianne y Caín se miraron, se sentía, la presión de las miradas, eran pesadas, había tanto y nada en ese ambiente, tanto que fue interrumpido por el padre de Dianne.

—¿Caín qué haces aquí? —preguntó confundido.

—Me quiero ir a casa —contestó abrumado.

Su hermano en seguida se levantó para ir con él, su primer instinto era protegerle.

El doctor miró su reloj.

—Bueno creo que puedes irte, mi hijo se lastimó así que las pruebas las dejaremos para después —sonrío.

Caín estaba por decir algo inapropiado hasta que recibió un codazo de su hermano, Abel sabía bien lo que pasaría.

—Lo veré después —dijo entre dientes, mirando a su hermano molesto.

Los chicos se fueron sin más, su padre lo esperaba afuera.

—¿Qué te hicieron? —le preguntó él menor algo molesto.

—Nada —susurró— déjame tranquilo.

Abel no entendía el comportamiento de su hermano, no podía sentirlo.

Mientras se iban en el auto de a lado aquel chico de ojos púrpuras se encontró con la mirada de los gemelos.

Caiden le guiño un ojo al mayor, ambos sabían que lo volverían a ver sin embargo solo uno de ellos se alegró por eso.

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