La tercera carta
Querido amor correspondido:
Cuando dejé el cuaderno en tus manos, estabas demasiado sonrojada y parecías querer llorar. Esa imagen se quedó grabada en mi mente, y me hizo desear poder abrazarte en ese instante, decirte que no hay razón para tener miedo.
En mi mente, imagino cómo sería una conversación entre nosotros, cómo podríamos reír juntos y compartir sueños. Tal vez podamos ir a tomar un café o helado. Quizás simplemente caminar por el parque.
Con cariño, A.
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