La sexta carta
Querido amor correspondido:
Al entrar al salón, te vi sentada en tu lugar. Cuando nuestras miradas se cruzaron, la apartaste de manera rápida y fue como un golpe en mi pecho. Pero no me resistí. A la hora de receso te vi sola en el comedor y me acerqué.
—Hola —saludé mientras me sentaba a tu lado. Parecías sorprendida.
—Hola...
—¿Todo bien? —pregunté, y asentiste con la cabeza.
—Oye, sobre lo de aquel día, sabes yo... —empezaste a decir con la voz algo temblorosa.
—No tienes que decir nada, no te preocupes —intenté calmar tus nervios.
—Es que me gusta escribir y me pareces interesante. Es decir, interesante para el libro, el libro... si, el que estoy escribiendo —sonreí, y te mostraste demasiado nerviosa.
La duda se instaló en mi mente.
¿Estabas mintiendo? ¿No te gustaba de verdad?
—Está bien —respondí, notando tu asombro —. Podemos hablar a menudo y así te inspiras más en tu personaje.
—¿Eh? ¿Qué? digo... —suspiraste, cada palabra parecía sacarte un poco más de aliento —. Bueno, sí... eso está bien.
La conversación fluyó, aunque el nerviosismo seguía presente y yo estaba demasiado confundido. Tal vez, esa conversación era el principio de algo nuevo.
Con cariño, A.
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