Ni siquiera el bullicio de las calles opaca el escándalo en mi mente. Hay tantas cosas que pensar, que hacer o que decir, pero al final ninguna es capaz de articular una idea completa. Es frustrante.

Aún con los ojos cerrados, intentando envolverme en la oscuridad de la habitación, solo puedo ver imágenes transcurriendo en mi cabeza, como si de una película incompleta o extraña se tratase, la tensión comienza a formarse, como si hubiera un casco de realidad virtual sobre ella, como si viera mi vida como una trágica comedia del cine viejo, con la excepción de su presencia en un rincón de mis pensamientos, pintada a color dentro de todo mi caos blanco y negro.

Sería extraño decir que escuchar su voz me tranquiliza, como esas pastillas que se toman para que las voces en tu cabeza dejen de atormentar, eso se ha vuelto ella para mí. Un calmante a mis más profundos dolores.

De pronto, el zumbido en mis oídos disminuye, mi atención se centra en un solo sonido de ambiente, mezclado con mi respiración en calma. Bien que supo entrar en lo más profundo de mí. Logró salvarme, o eso siento hasta ahora.

Quizás mis demonios no son tan grandes como lo creo, tal vez mi caos no es tan oscuro y desastroso como lo siento cada noche al quedar en la oscuridad, probablemente solo me faltaba ese lápiz de color, con el que se dibujó ella sobre mi cuerpo y mi lastimado corazón.