76.
|Capítulo Narrado |
Para Neville ir a ver a Marla luego de la guerra había sido lo peor que pudo haberle pasado en la vida. El hecho de que todos sus seres queridos terminaran en el Pabellón de enfermos incurables del hospital mágico era algo que destrozaba su corazón. Porque sí, habían ganado la guerra, pero en su corazón había un hueco demasiado grande. Siempre pensó que después de la guerra él y su mejor amiga se reunirían para reír y abrazarse nuevamente. Más eso no fue así.
Su amiga estaba en una camilla, y si bien estaba despierta, se hallaba mirando al infinito. Desconectada del mundo real, sus pensamientos divagaban, si es que conseguía concretar alguno. Los médicos no tenían ningún buen pronóstico para ella, que no recordaría nada, que sería una persona inexpresiva, que no lograría comunicarse. Estaría igual que sus padres, la única diferencia era que Marla recién tenía diecisiete, no había alcanzado a vivir nada, tenía un futuro prometedor debido a su inteligencia. Más al parecer todo eso tendría que quedar en el olvido. No podría realizarse.
— Neville. — le dijo Hanna, quien le había acompañado a verla ese día. Ella y el grupo de los amigos de Neville habían querido ir con él. Seamus, Dean, Ginny y Luna. Más ya les habían advertido que sólo uno podría entrar a verla. Todos habían decidido como algo obvio que él era quien debía pasar. — Creo que debes entrar antes de que la hora de visitas termine.
Más el chico se hallaba paralizado observándola por la ventanilla que daba a la habitación.
— Además, a ella le hará muy bien verte, de seguro. — susurró la chica.
Él asintió.
—Gracias por venir conmigo.
— No hay de qué, estaremos en el jardín, aprovecharemos de ver a tus padres y estar con tu abuela.
El joven se dió valor y tocó la manecilla de la puerta para abrirla. Marla estaba con el cabello suelto y miraba al techo, con la cabeza apoyada en la almohada, su mirada estaba, perdida, inexistente, ausente. No era ella en realidad. Él tuvo que respirar para deshacer el nudo que se estaba formando en su garganta. Más no podía echarse a llorar en ese momento. Entró y se acercó a ella, sentándose en la silla junto al catre clínico. No estaba conectada a nada, pero habían cerca botellitas de pociones y medicamentos que al parecer le habían suministrado.
Una enfermera entró a hacer un chequeo antes de que él pudiera acercarse a ella.
— ¿Cómo está ella? — preguntó Neville ¿Todo eso se lo han administrado? — apuntó.
— Ella está estable, y sí. — afirmó la enfermera. — Ayer tuvo una crisis al reaccionar y volver al estado consiente, lloró demasiado, por lo que tuvimos que darle un calmante — indicó. — Cualquier cosa no dudes en tocar el botón y vendré a verla de inmediato, no tardes mucho, ella necesita descansar.
Dicho esto la enfermera salió y él se posicionó con el cuerpo apoyado en el catre. La observó durante largo tiempo, como si buscara alguna marca o detalle de lo que habían hecho con ella.
— Marlie, querida mía. Aquí estoy. — susurró, en ese momento no supo que más decirle, ya que era idiota el hecho de decirle que estaba a salvo y que nadie le haría nada. Porque ya se lo habían hecho. Ya le habían arruinado la vida.
Ella no mostró expresión alguna, es más, ni siquiera cambió la dirección de su mirada. Pero Neville lo intentó otra vez.
— Supe que tu padre llegará a verte dentro de poco, así que estarás acompañada, también los chicos de la escuela han venido, de hecho están afuera, pero sólo podía entrar uno y yo lo hice. — mencionó intentando esbozar una sonrisa.
Ella seguía de la misma forma, inmóvil, pestañeando cada cierto tiempo, era demasiado doloroso verla en ese estado. Ya que se daba cuenta en el estado que sus padres también estuvieron hace muchos años. Habiendo sido torturados por la misma persona. Lamentablemente por motivos muy distintos pero igual de graves.
— Sabes Marlie, Harry ganó. El mundo mágico puede estar tranquilo, Voldemort ha caído, Voldemort murió. Se ha ido para siempre. — relató, dándole algunos detalles solamente, no quería que bajo ningún punto ella fuera a alterarse.
Neville suspiró, sentía que la carta en el bolsillo de su chaqueta se hacía más pesada. Como si se hiciera presente en ese momento, él no quería leerla, pero lamentablemente sabía que tal vez eso haría que ella estuviera más presente, no tan ida. Él odiaba a Draco en ese momento, lo odiaba con todas sus fuerzas y si tenía que quedarse para siempre en prisionero por lo que había hecho se sentiría feliz. Más sabía que Marla se sentiría muy triste si ello llegaba a suceder, sabía que Marla le quería y que jamás le culparía por lo que había sucedido con ella. Eso producía que el Gryffindor se frustrara aún más.
— Sabes, hay algo que tengo que contarte, tengo algo para tí, alguien te ha enviado esto. — sacó la carta y se la mostró, más ella aún no ponía atención. — Es una carta para tí, es de Draco.
El chico pudo jurar que cuando mencionó el nombre del rubio, provocó que ella sonriera levemente, o que su expresión cambiara un poco.
— Te la voy a leer, él me la dió ayer. Él no puede venir, está en Wizengamot. Pero ha querido darte esto porque sabía que yo vendría. — se acomodó en la silla y cogió una de las manos de la chica antes de comenzar. Al parecer ella estaba muy atenta.
Querida mía, Marla, Marlie.
Nunca pensé que las cosas iban a darse así, nunca pensé que todo esto sucedería. Si estás leyendo esta carta es porque algo salió mal, es porque algo ha pasado y no estamos juntos. Si eso es por mi culpa, que lo más probable es que lo sea, te pido un enorme perdón. Quise escribir esto antes porque sé que si algo malo sucede no tendré tiempo para decírtelo o para escribir algo. Es realmente enfermo que haya escrito algo anticipando esto, que escriba por adelantado un perdón, pero creo que era necesario.
Quiero decirte que todo este tiempo pude sentir lo que nadie en mi familia me hizo sentir. Amor.
Sí, estoy profundamente enamorado de tí, eres el amor profundo de mi vida. Siento que hayas pasado por lo que hayas tenido que pasar por mi culpa. Me duele el hecho de estar lejos, de estar sufriendo, me hace sufrir el hecho de que tu sufras, sabiendo que jamás podré enmendarlo, con lo que haga, jamás podré pagar lo que tuviste que pasar por mi culpa. Siento lo que ha pasado, siento el no estar contigo en este momento, siento haberte fallado. Pero si me preguntaran si me arrepiento de haberte conocido o de haberme acercado a tí jamás diría una respuesta positiva, siempre agradeceré el día en que se me ocurrió robarte la tarea con tal de acercarme a tí, porque gracias a tí quise hacer el esfuerzo de ser mejor, sé que siempre dijiste que tenía que hacerlo porque me naciera a mí, pero yo quería provarte que era la persona que tú te merecías. Te amaré hondamente, te amaré en el sentimiento, en el pensamiento, en el día a día y en cualquier lugar a donde esté. No puedes olvidar nunca a quien te enseñó a amar o a quien te invitó a ser mejor. A quién tocó tu corazón. Más no quiero causar más daño, más dolor, más sufrimiento. Quiero que sepas que te buscaré siempre, que siempre estaré allí para tí, siempre que tu quieras seré parte de tu vida y espero que en algún momento tú puedas perdonarme, perdonar todo lo que nos llevó a esto.
Te amo Marla, te amo más de lo que amé, porque es mi primera vez, y desde siempre mi corazón es sólo tuyo. Siempre ha sido tuyo.
Tuyo para siempre.
Draco.
Cuando Neville terminó de leer, levantó la vista, se percató que ella había apretado más su mano cuando mencionó que Draco era quien escribía. Pero no le gustó lo que vió, ella estaba en la misma posición, mirando en la misma dirección, pero lloraba, lloraba porque tenía el corazón roto, porque a pesar de que estuviera su mente en otro lugar sentía. Y sentía el dolor presente. Las lágrimas surcaron sus mejillas y sus ojos estaban rojos.
— No sabes cómo lo siento Marlie. De verdad lo siento. — Neville también comenzó a llorar.
No dijo nada más, quiso otorgarle un espacio para que se desahogara, más cuando quiso pararse para tocar el botón,ella apretó su mano, comprendió que algo faltaba. El chico dobló la carta en un cuadrito pequeño y lo depositó en la otra mano de la chica, ella quería conservarla y se lo había dado a entender con un simple gesto. Sin palabras, sólo un apretón de manos.
Una vez con la carta en sus manos, él oprimió el botón. A los segundos llegó la enfermera que suministró algunos medicamentos y Marla comenzó a dormir a los pocos minutos.
Neville la observó por última vez antes de salir de la sala. Sintiéndose al menos satisfecho de que la existencia de esa carta, al parecer le hacía feliz.
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