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73.

|Capítulo Narrado |

Draco se hallaba en la Mansión Malfoy, exactamente en su habitación. Hace menos de quince minutos Voldemort había estado allí, habían tenido una reunión. Todos los mortífagos se habían juntado en su casa para dar los últimos detalles a los planes que tenían. Sabían que Harry Potter iba hacia el castillo. Voldemort lo sabía, sabía que Harry estaba buscando los horrocruxes y que se dirigía hacia Hogwarts, lo había percibido en su mente. Había dado órdenes específicas, cuando él llegara ahí, Snape tenía instrucciones específicas de hacer un llamado mediante la marca tenebrosa y todos debían acudir al lugar convocado.

Draco se hallaba allí, inmóvil, ausente, ido, indiferente. Nunca pensó que las cosas llegarían tan lejos, nunca pensó que en algún momento pensaría eso, pero deseaba que Potter ganara, era la única opción que él tenía para ser libre, de lo contrario él jamás podría serlo, la marca tenebrosa le haría un esclavo durante toda su vida y él quería vivir en paz, sin nadie a su alrededor. Sin sus padres, sin su tía loca. Sin tener que poner la máscara fría que hacía años usaba para protegerse del resto, del que dirán. Para protegerse del hecho de ser un Malfoy.

Lo único que lo mantenía vivo era la esperanza de reunirse con ella. Le había escrito que aún le quería, que quería verle, que quería oírle, más ella no había constestado más. Nunca llegó esa anhelada reunión y él tuvo que hacer lo que temía. Tuvo que contarle acerca de su padre, de lo que había oído en una de las reuniones, buscaban a Maxwell Millicevic, el idiota pintor, traidor a la sangre que le había vendido el alma a los mortífagos por dinero. Imbécil, sin duda él sólo tenía el cerebro para llenarlo de pintura y crear ridiculeces en los lienzos. O al menos eso era lo que pensaba Draco de él. Claramente Marla había heredado la inteligencia de su madre.

¿Qué sería de ella?

¿Estaría a salvo?

¿Habría llegado a ella la carta?

Ya la había mandado hacía varios días, semanas exactamente. La preocupación estaba haciéndose presente, le aterraba pensar que alguien hubiera seguido a su fénix y hubiera dado con el paradero de ella. Que por alguna razón hubiera leído la carta y les hubiera delatado, que todos supieran de la situación y se estuvieran haciendo los desentendidos ante él. No lo soportaría, sería demasiado para él.

Después de todo, Draco Malfoy era un adolescente al cual le habían quitado desde su infancia hasta su juventud, le habían arrebatado todo con tal de que sirviera a Voldemort. Incluso ahora estaba pendiendo de un hilo. Tenía aún marcas de la tortura que había recibido tras dejar escapar a Potter, su tía había enloquecido por la situación y había dejado caer toda su ira en él. Cosa que él soportó con tal de que su madre no se viera afectada.

Y allí estaba ahora, el lugar que un día fue su hogar, estaba siendo devorado por la oscuridad de las circunstancias. Por la guerra. Por Voldemort. Comenzó a cerrar sus ojos, cuando de repente un sonido que deseaba oír desde hace mucho entró por sus tímpanos. Un aleteo. Abrió los ojos y se incorporó de la cama. Intentó ver por la ventana pero no lograba ver nada desde donde sentía que provenía el sonido, hasta que prácticamente el ave se materializó ante sus ojos.

Acarició a Mila y rápidamente la hizo entrar a su habitación. Sacó la bolsita de su pata y le dió un poco de alimento que tenía para su fénix. El ave esperó, por ende dedujo que estaba a la espera de una contestación. Desenvolvió el pergamino y leyó el contenido que era totalmente breve.

«Te creo, te creo a tí. Me iré a Londres, dejaré la escuela, dejaré a mi padre. Quiero irme contigo, quiero estar contigo y sí, acepto la propuesta. Huíremos juntos. Apenas esté en Inglaterra te enviaré un Patronus avisando que estoy allí. No sé a donde iré, lo decidiré en el barco. Dame noticias de inmediato, necesito saber cómo nos comunicaremos y los pasos a seguir.»

La esperanza comenzó a correr por las venas del rubio, olvidando por completo todo lo que estaba sucediendo, el hecho de saber que volvería a ver a su chica de rubios rizos le hacía enormemente feliz en ese lapso de oscuridad en el que vivía constantemente. Era la lucesita de vida que necesitaba en ese momento. Olvidó el dolor y los martirios que estaba padeciendo. No importaba nada, Marla estaría aquí y eso era todo lo que importaba. Aunque no quería correr ningún riesgo,tenía que mantenerla a salvo, por lo que de inmediato sacó lápiz y pluma, ya que el ave aguardaba por la contestación.

Se aseguró de que su puerta estuviera con seguro y tras eso se sentó en la cama a escribir de manera apresurada.

«Querida mía:
No sabes lo triste que estoy por lo que tuviste que pasar, pero no hay tiempo para lamentaciones, necesito que apenas llegues a Londres me avises como acordaste hacerlo en la carta. No vayas a donde tu familia, tampoco vayas con los Longbottom, son los primeros lugares donde te buscarán si decides hacerlo. Tampoco puedes aparecer en Hogwarts, no puedes confiar en nadie. Tu casa está abandonada hace mucho, por lo que estoy seguro que no buscarán allí, trata de robarle a alguna chica algún cabello en el barco, y si por esad casualidades tuvieras poción multijugos, tomala para entrar al mundo mágico después que pases por el control. No puedes confiar en nadie, una vez que estes en dicho sitio, nos comunicaremos por la chimenea, por eso es de vital importancia que me avises de inmediato cuando llegues, cuando eso suceda, hablaremos. Y arreglaremos todos los detalles de nuestra partida. Sólo quiero estar contigo.»

En el mismo saco que venía su carta, guardó la de él para la chica. Todo tenía que hacerse rápidamente. Era cosa de vida o muerte. Le abrió la ventana al ave y replicó el hechizo que Marla le había aplicado para que esta fuera invisible. Inmediatamente después que Mila emprendiera el vuelo, alguien tocó a su puerta, provocando que él se sobresaltara.

— ¿Qué quieres? — contestó al abrir y toparse de lleno con la cara de su padre, quien tenía el rostro con ojeras y marcas.

— ¿Qué está sucediendo Draco? — cuestionó entrando a la habitación sin autorización. — Escuché la ventana, sabes que no puedes salir a menos que mi Señor te lo ordene.

— Quería tomar aire fresco ¿Seré torturado también por eso? — dijo con sarcasmo.

— Mira Draco, no me vuelvas loco, no podemos cometer otro error. — murmuró Lucius.

— Pues ese no es mi problema, a partir de ahora veré por mí, estoy harto de esta situación. Si para salvarme tengo que entregar a cualquiera de ustedes lo haré. — dijo enfrentando la severa mirada de su padre.

El haber planeado fugarse le había inyectado la valentía que le hacía falta. Hablar con Marla la esperanza que necesitaba para sobrevivir. Pero lamentablemente Draco Malfoy había olvidado que en la guerra las cosas no eran tan simples y que dejarse llevar por la esperanza podría traer graves consecuencias.

***


Marla terminó de guardar sus cosas, viajó durante cuatro días en barco, pero finalmente llegó a Londres. Había escrito a Neville para contarle todo lo sucedido, más no había conseguido respuesta de su amigo y eso comenzó a preocuparle. Él siempre solía responder de inmediato a sus cartas, pero se tranquilizó pensando en que sólo era un tema de demora o que no había tenido tiempo para escribir.

Volver a estar en Inglaterra era especial para ella, más le hubiera gustado estar en otras circunstancias. La guerra era un panorama desolador. No se había detenido a pensar un sólo minuto en qué estaría siendo de su padre, prefería no hacerlo pues dolía. Se sentía sumamente sola en ese momento. Él único consuelo que le quedaba era que pronto estaría cerca de sus seres queridos, sobre todo, cerca de cierto rubio.

Cuando el barco se detuvo, ella se puso de pie de inmediato. Lamentablemente no tenía una poción multijugos como Draco le había mencionado en la carta, en ese instante no se le había ocurrido y se reprendía por eso. Quizás llegando a su casa encontraría una y la bebería. No esperaba que nadie fuera a recogerla al puerto por lo que no tenía más opciones que desaparecer. Últimamente estaba usando mucho ese método de transporte y ya no lo aborrecía como en un principio.

Sintió miedo de volver a pisar Helston, quizás habían usado ese sintio como una guarida, por lo que cuando estuvo frente al pórtico realizó un hechizo convocador y revelador, para asegurarse de que no hubiera nadie peligroso.

— Homenun revelio. — murmuró. Más no salió nadie desde el interior. Podía sentirse segura, más que fuera por unos instantes. Entró y dejó el bolso sobre la mesa, su casa se veía sumamente vacía e impersonal. Sólo quedaban algunos muebles y recuerdos. Ya nada era lo mismo, por lo que de inmediato volvió a sacar la varita y conjuró.

— Expecto Patronum. — la leona que representaba el patronus de Marla salió como si esperara algo. — He llegado, estoy donde acordamos. — ella había aprendido a enviar un mensaje dentro de su patronus, y si bien era algo que varios sabían hacer, era algo muy complicado.

Nada más se sentó a esperar, tenía provisiones en su bolso y sentía un vacío en el estómago, por lo que aprovechar de comer algo sería la mejor idea por el momento. Esperaría a que Draco se comunicara con ella, tras comer intentaría buscar poción multijugos, siendo sincera, no se sentía muy segura.

Tenía un mal presentimiento frente a todo lo que sucedía y no era para menos.

Algo en su interior le avisaba que la batalla más grande estaba por dar inicio y también la guerra estaba por terminar.

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