Capítulo 43: Cruda
Roberto
Si las cosas salían tal como las había imaginado, algo difícil tomando en cuenta que era improvisado, me ganaría de nuevo la sonrisa de Lisa.
Y la verdad era que esperaba no tardara mucho para eso porque me sentía algo egoísta estando tan feliz en ese momento.
Observé a Fabiana camino al comedor. No quería pensar mucho en ella porque era muy temprano para molestarme. No me importaría demasiado si me afectara sólo a mí, pero las cosas cambiaban cuando Lisa y Angélica entraban en el mapa.
Encontré a Lisa charlando con Matilda y Cecilia en la mesa. Parecía más alegre que ayer así que las cosas iban mejorando. Que alivio.
—¡Papá! Matilda tuvo una gran idea —contó feliz dedicándole una mirada extraña—. ¿Podemos ir al centro comercial a comprar helado?
—Claro, claro. Después de desayunar puedo llevarlas —propuse mientras servía el café.
—No es necesario. Matilda nos llevará.
¿En serio?
A Matilda no le gustaba mucho acompañarla al centro comercial, decía que Lisa se acababa todo el dinero en cosas sin importancia y a veces tenía razón, pero estaba bien hay gente que creé que el chocolate es vital.
¿Qué les pasaba?
—Quizás llegue visita —sonrió con una mirada divertida—, y no podemos dejarla esperando.
¿Visita?
Oh, ya.
Tal parecía que las cosas no se podían mantener entre nosotros por unos días. Tenía planeado hablar de eso cuando Angélica estuviera presente, y respeté aquel plan.
—Hoy en la tarde charlaremos sobre eso, Lisa —le expliqué tratando de no dar a entender nada.
No era que Cecilia no me diera confianza, no, de hecho era lo más semejante a una hermana para Lisa y le tenía aprecio, pero cuando se trataba de hablar de cosas que no me correspondían por completo prefería aguardar al momento indicado.
Lisa parecía bastante alegre antes de marcharse a pesar de mi respuesta y eso no me sorprendió. Ella había sido el lazo de todo esto. Jugó de cupido sin que me diera cuenta. Ahora que lo pienso las cosas habían empezado desde antes y fueron esas cartas los que me hicieron darme cuenta.
Y no quiero que se piense que fue eso lo que me hizo fijarme en ella, eso sería quitarle mérito a todo lo demás que la convierte en una gran mujer. Una que contagia su naturalidad, su valentía y sinceridad. Admiraba lo fácil que le era robar mi atención sin proponérselo. Encontraba entretenido la manera de quejarse con el computador como si pudiera escucharla, su amor por los folders de colores y su costumbre de perder sus bolígrafos por dejarlos en los cajones.
Sin embargo quería saber más, no sólo lo que deduje a distancia, detalles que incluso ella ignorara. No me bastaba saber la superficie de alguien que podría dar tantas sorpresas.
🔹🔸🔹
Para matar el tiempo me puse a adelantar al trabajo. Desde que el señor Rodríguez renunció las cosas requerían más tiempo, pero prefería esforzarme un poco más que tenerlo en la oficina.
Me sorprendió que él mismo se marchara, pero después comprendí que le parecía mejor eso que manchar su imagen. Estaba bien, cada quien cuidaba lo que le parecía importante. Yo a mi hija, él a su apariencia.
—Demonios, la cabeza me va a estallar.
Fabiana al fin se había puesto de pie. Se veía cansada e irritable. Una perfecta combinación para iniciar el domingo.
Seguí concentrado en la computadora mientras ordenaba las palabras que le diría.
—Me siento espantosa —volvió a quejarse mientras se sentaba en el comedor, justo al frente mío.
—Ayer me sentía igual —contesté aún con la mirada en el computador—. ¿Oye Fabiana, acostumbras beber con frecuencia o sólo cuando quieres aparecer en reuniones sin previo aviso?
—Sólo cuando me mandan al diablo —bromeó de mal humor utilizando la mesa como almohada.
—Fabiana no lo tomes a mal, pero cuando tu novio y tú discutan procura acudir a arruinarle el día a él, no a mí.
—No fue mi novio... —rio con amargura. Luego esquivó mi—. Fue mi padre.
¿Su padre?
La observé para ver que tan cierto era, no parecía mentir.
¿Qué le decía?
Reflejaba ser un tema delicado porque por primera vez vi a Fabiana menos segura. Quizás debía dejar de comportarme tan pesado, y eso estaría difícil tomando en cuenta todos los temas que teníamos que arreglar.
—¿Y puedo saber por qué terminaste en la fiesta de mi hija? —pregunté al ver como se servía café en una de las tazas que estaban al centro.
—En mi defensa, no sabía que era su fiesta, pero si te soy sincera lo hubiera hecho de igual manera. Terminé aquí porque eres el único tipo que me aguanta. Es tu culpa indirectamente.
Negué con la cabeza y volví a concentrarme en el trabajo.
Me estaba cansando de esa excusa, que el mundo considerara que podía fregar la vida de alguien sólo porque el otro ponía al límite su paciencia.
—Me sentía mal, necesitaba compañía —se justificó recargándose en el asiento.
—¿Qué tal va tu nuevo libro? —pregunté para sacar el otro tema que realmente me importaba arreglar.
—Cancelé su publicación. Ahí la razón por la que mi papá me trató como una estúpida ayer. ¿Ya estás feliz? —soltó como si nada.
¿En serio?
—Que interesante. ¿Se puede saber la razón de ese cambio?
—No sé, el libro parecía no ir hacia ningún lado. Además nadie leería a una protagonista como yo. El mundo busca a las chicas buenas o a las malas. Fue una mala idea tratar de hablar de alguien que no pertenece a ningún bando.
No sabía nada de protagonistas de libros así que mejor no debatir en ese tema.
—¿Siempre que temes equivocarte te quedas callado?
Regularmente.
La verdad que si no tengo nada bueno que decir prefiero ahorrar el mal momento.
—Mi padre creé que para lo único que sirvo es para teclear historias frente al computador. De hecho todo el mundo piensa eso —se sinceró algo asqueada—. Es un horror reunirme con mis amigas y que todas me digan que soy feliz cuando lo único que puedes presumir es que tu papá te consiguiera contrato con una editorial.
Bueno, supuse que el contrato serviría para algo.
Me miró como si quisiera deducir qué pensaba. La verdad era que no quería juzgar a nadie, pero no encontraba lógica a esto.
—Te juro que no entiendo a los hombres. Eres sincera y te mandan al diablo. Finjo ser perfecta, dulce, nunca me quejo, y aún así me olvidan. No sé porqué todo los tipos resultan igual. ¿Qué debo hacer para que me amen?
—¿Y cuál es la necesidad que alguien te quiera? —pregunté sin afán de ofenderla.
—¿Disculpa? —Pareció ligeramente ofendida—. Tú eres el último ser en el planeta que puede darme semejante consejo. Que no se te olvide tu lista, enorme, de romances.
¿Cuál era el punto de recordar algo que dejé de hacer hace muchos años?
—No te estoy juzgando, quiero saber porqué es para ti tan importante. —Volví a concentrarme en el computador, tampoco quería presionarla.
—No sé, supongo que llevo toda la vida tratando de hallar a a alguien que realmente le interese. No, no los tipos que buscan mi dinero, tampoco los que esperan encontrar una gran mujer, ni los que me usan para olvidar a otras.
Que directa.
Bien, acepté que fui un idiota, lamentaba no haber pensando en eso antes.
—No cumplo las expectativas de nadie. Ni de mi familia. Quizás por eso me aferré tanto a ti. Pensé que eras diferente. Y para mi desgracia lo eras, tanto así que ahora que en vez de echarme estás sirviéndome una taza de café.
—Fabiana muchos hombres te estarían sirviendo una taza de té si te atrevieras a darles una oportunidad, incluso quizás te ofrecerían un vino en un mejor piso que unos departamentos.
—Pero yo no quiero un buen vino. Quizás antes sí me importaba, pero las cosas cambiaron cuando te conocí. Roberto de verdad te quiero, y te lo dice alguien que no quiere prácticamente a nadie.
Había sido claro con muchas personas respecto con mi forma de ver las relaciones de pareja. No tenía problemas para terminar con alguien o expresar lo que pensaba, pero Fabiana hablaba de palabras mayores. Lo peor era que parecía sincera, y tenía que corresponder a su sinceridad. Me era complicado decirle que era momento cambiar de página.
—No terminamos bien, Fabiana, pero lo digo en serio creo que eres una buena persona. Yo no lo soy. Me equivoqué mucho, lamento si las cosas se salieron de control. Estoy siendo sincero contigo, y agradezco que tú lo seas también, pero las cosas no creo que resulten...
—Vamos, Roberto, di que estás con Angélica y termina de fingir que eres un caballero, ¿sí? —me interrumpió de mal humor—. La vi ayer aquí. ¿Ya están comprometidos? ¿Viven juntos? ¡No!.. No me digas que ya está embarazada.
Me atraganté con la bebida de tan sólo pensarlo. ¿Embarazo? ¿Hijos? ¿Porqué pensar tan pronto en cosas de ese nivel? No es que no quisiera algo formal, no, es sólo que tener niños era complicado... Me costaba reconocer que la muerte de Azul en el parto aún tenía poder en mí.
—Sólo bromeaba. El señor Rodríguez tenía razón, te tomas las cosas muy en serio —se burló.
Lo mejor sería no tocar ese tema o las cosas comenzarían a tomar otro rumbo.
—¿Es el final? Ya me puedes mandarme directo al infierno, ahora que la editorial lo hizo, ya sólo faltas tú, lo hizo todo el mundo.
—Todo el mundo no son dos personas —la corregí tratando de mostrarle que el mundo no se desmoronaba por nadie, aunque a veces lo pareciera—. Te lo digo de verdad siempre viene algo más. Y no hablo de amores.
—¿Quieres hacerme sentir mejor para que la culpa no te inunda, verdad? Roberto, cariño, tengo cerebro, tus consejos no me ayudan en nada, pero sigue fingiendo que te asusta lastimar a alguien. Hay mujeres como Angélica que se creen ese cuento —soltó con hartazgo mientras se ponía de pie.
¿Mujeres como Angélica?
¿Cuál era la necesidad de mencionarla en todos sus argumentos?
—Te acompaño a la puerta —la seguí en su camino.
—No tienes remedio —susurró—, pero un día te vas a cansar y vas a explotar. ¿Sabes qué pasa cuando alguien se guarda lo que siente? Correcto, estalla con la persona incorrecta. Escoge bien tu víctima, Roberto, no vaya a ser que se te caiga tu falla de tipo bueno frente a tu noviecita.
Gracias por los buenos deseos.
Conservé un poco de paciencia hasta la puerta. Mejor que terminara pronto.
—Saludos a tus princesitas —se despidió—, aprovecha ahora, que los sueños se terminan.
—Te deseo éxito, Fabiana.
No respondió nada.
Se limitó a salir de ahí mirando a todos lados como si temiera que la gente estuviera al pendiente de su salida.
Suspiré cansado y traté de concentrarme de nuevo en el trabajo, pero me fue imposible. No sabía la razón, pero algo me dejó intranquilo.
¿Qué sería? Quizás pensar en el futuro, sabía que era pronto hablar de eso, pero llegaría el momento de preguntarle a Angélica qué quería hacer con su vida.
¿Por qué no tuvo hijos con Alfonso? Le gustaban bastante los niños... Posiblemente a su marido no. ¿Querría tenerlos? ¿Pensaría en un futuro así de ambicioso? Lo dudaba, era demasiado precipitado para pensar en algo así. ¿Y porqué estaba pensándolo yo?
Me regañé mentalmente para volver a la realidad, me estaba preocupando de algo que aún no pasaba.
Estuve a punto de llamarla para reafirmar la invitación del día anterior, además escuchar su voz me ayudaba mucho, pero el sonido de la puerta me indicó que ya había llegado Lisa.
Antes de poder llegar a la entrada oí llantos.
¿Quién lloraba? Me apresuré a encontrarme con ella, pero lo que vi no me gustó. Definitivamente las cosas se pondrían serias.
¡Hola!
Gracias a todas las personas que me preguntaron por la actualización, estuve pasando por un bloqueo y sumándole una semana algo tensa no sabía muy bien como saldría el capítulo. Espero que les gustara :).
¿Qué creen que será lo que vio Roberto al final?
Los quiero muchísimo y disculpen si ando algo despistada xD ❤.
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