Capítulo 10: Te quiero
La buena noticia era que había salido temprano del colegio.
La mala era que me habían mandado un reporte.
Papá y yo no habíamos hablado en todo el camino, él estaba con su mirada clavada al frente y la música del coche era lo único que se escuchaba dentro.
Me recargué en la ventana mientras tarareaba mentalmente la canción. Quise llorar, no sabía que decía la canción porque estaba en inglés, pero la melodía me ponía triste.
Sé que no estuvo bien romperle el brazo a Cinthia, pero se lo volvería a romper sin pensarlo.
Miré a papá, pero él seguía concentrado al volante.
¿Qué sentiría? Quizás lo había decepcionado, quizás su cumpleaños no estaba planeado de esta manera. No quería que se sintiera así, tampoco yo quería hacerlo. No sé si me explico bien... Quería hacer como si lo que acababa de pasar no me importaba, pero lo hacía. Dolía. Odiaba que una frase provocara tantas cosas.
La canción seguía sonando a todo volumen, pero a pesar de eso pude escuchar perfectamente la voz de papá.
—Le rompiste el brazo a una niña... —susurró y yo bajé la cabeza avergonzada—. Oh, mi Dios, le rompiste el brazo a una niña de un empujón... Tienes la fuerza de tu madre.
No sé cómo me debí tomar eso, papá no parecía molesto, más bien está sorprendido.
—Lo digo en serio —estaba hablando más para él que para mí—. Con un golpe podía noquear a alguien —sonrió aún con la mirada al frente. Amo esas sonrisas, esas sonrisas que aparecen cuando recuerda a mamá—. No me preguntes cómo sé eso.
Yo también sonreí aunque dudo que él lo notara.
—Supongo que esta no era la sorpresa de la que hablamos esta mañana, ¿verdad?
—Papá, lo siento ...
—¿Puedo saber que pasó? —preguntó con curiosidad.
Callé unos segundos para pensar si debía decirle lo de Cecilia, pero al final me convencí que no. La canción cada vez sonaba más familiar y me hizo suspirar.
—Cinthia dijo que no tenía mamá —fingí que no me afectaba, siempre aparentaba que no lo hacía. Supongo que con el tiempo traté de de creer eso.
Vi la expresión de papá, estaba confundido, nunca se le dio bien consolar y no quería que lo hiciera. Quería que fingiera que tampoco le afectaba, si todos lo hicieran yo podría creerlo, podría hacerlo una realidad.
—Mi parte racional me dice que debo aconsejarte que no te dejes guiar por tus emociones, que eso solo te traerá problemas. Pero mi otra parte, la que se parece más a mí, me pide que regresemos al colegio y le rompas el otro brazo. Sin embargo, no me le hagamos mucho caso a esa parte porque no es muy inteligente.
Le sonreí y me recargué en la ventana un poco más animada.
—Lisa, además tú si tienes una mamá, ella está en el cielo cuidándote...
—Papá... —interrumpí aún con la melodía en la cabeza.
—¿Qué?
—Te quiero.
Sonríe y volví la vista al frente mientras escuchamos como finalizaba la canción.
—Yo también.
Y eso fue la mejor palabra que escuché en el día. Sólo necesitaba eso para volver a sonreír. Es extraño como una frase que sale de alguien más puede cambiar tu día por completo.
La celebración de papá fue algo sencillo, pero fue realmente buena. Rodrigo llegó después de trabajar y Matilda entonó a todo pulmón la canción de feliz cumpleaños. Oreo y yo escuchamos atentos el relato de Rodrigo sobre como mamá le había roto una costilla a un tipo, aunque no entendí muy bien la razón. Y al final del día papá me entregó una carta de Angélica.
Me gustaba leerla. Y lo que más me gustó fue la invitación que me hizo al terminar la carta, esa invitación que no pensaba rechazar.
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