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Capítulo 2

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Publicación fallida
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Mike maniobraba su celular con rapidez, sonriendo como un tonto siempre que encontraba alguna imagen de Elizabeth vergonzosa, y al eliminarlas continuaba revisando el resto de las carpetas de imágenes.

Revisó los contactos, cambió el contacto de su antigua prometida de “Mi borrachina especial” a “amiga No.5”, se aseguró de eliminar los números de su cuñado y suegra para evitar posibles reclamos en un futuro, así, si marcaba un número desconocido no respondería.
  
     —Anoche Diana tenía intenciones de visitarme, pero cuando le he dicho que seguiremos viviendo juntos, no aceptó y colgó la llamada —negó observando el número de contacto de quien no hace mucho, Elizabeth consideraba su mejor amiga—. Es tu culpa. Después de arrojarla a la piscina en la fiesta de Elena, ella se niega a verme.

     —Mira que eres un sinvergüenza de primera, Tianchester. Odio que seas un descarado y no me tengas ni un poquito de respeto. —Le espetó. No supo que responder a ello, no lo había pensado de esa forma.

     —Perdóname.

Ignorando su disculpa, prosiguió:

     —Dile que venga cuando no estoy en casa —se burló, jamás la dejaría poner un pie en esa casa, antes la arrastraba por la calle que verla dentro—, me parece increíble que pienses traer a la pelos teñidos, es NUESTRO lugar. Aquí no entran las resbalosas como ellas, está PROHIBIDO.

     —Suena hermoso cuando dices “nuestro” —suspiró teatralmente—. Solo es una visita, ya sé que viéndolo desde tu perspectiva se ve muy mal.

Jugueteó con el papel higiénico en sus manos.

     —Ya te lo dije, tráela cuando esté y verás de lo que soy capaz. —No entraría de nuevo en un tema desagradable para ella.   
 
     —Bien, no entrará en nuestra casa.

     —MI casa, tonto. Pronto será solo mía. —Trató de alcanzar la camisa con los pies, comenzaba a tener frio en el baño y aunque a Mike le molestase, se cubriría con su camisa. 

     —Nuestra casa, no dijiste hace un momento “nuestro lugar” —le corrigió. Frunció el ceño al no ver su celular conectado a la red de WIFI—. ¿Has cambiado la contraseña de WIFI?

     — ¡si! —Respondió a lo obvio. 

     — ¿Por qué? —Era maligna, cómo se atrevía a arrebatarle su único medio de comunicación favorita.

     —Soy yo la que pagó este mes. 
     —Si no me equivoco he sido yo —Algo golpeó la puerta provocando que Mike se sobresaltara—. ¡Que fue…!

     — ¡Tú y esa tonta mente olvidadiza, jamás pagaron el internet! —Le gritó, calmándose en seguida al darse cuenta que le ha lanzado el papel higiénico—. Me cortaron el internet por dos días mientras tú estabas tirándote a mi mejor amiga, no pude trabajar y por si fuera poco mi jefe casi me corre, ¡Eres un…!

Esta vez tomó el destapa caños y lo lanzó con fuerza hacia la puerta. Por instinto y precaución de ser él quien termine golpeado de esa manera, se alejó un par de metros de la puerta, no sin antes gritarle en voz alta:

     — ¡Por ese tipo de violencia ahora somos sólo amigos! ¡Y no me…! —Guardó silencio, no la desmentiría, no lo haría—. Ya entendí. 

Deseaba salir del baño y enfrentársele, pero aun no podía.

La casa quedó en silencio un par de minutos, pareciera que habían terminado su corta discusión. Pero no fue así, al poco tiempo Elizabeth volvió a gritarle.

     — ¡Por esa mente atrasada es que no quise tener hijos contigo! —Eso provocó que Mike sonriera.

     — ¿Estas segura que no es porque no sabes cómo criar a uno? —Ella misma se lo contó, y ahora pretendía usar sus palabras en su contra—, ¡Ay, Mike, no sé cómo cambiar un pañal! ¿Los bebés tienen que comer a fuerzas leche materna? ¡¿Un bebé puede bañarse solo?!

     — ¡Mike Tianchester, taxista sin pansa lechera, te juro que cuando salga, taparé ese pico que llamas boca! —Se las ideó para levantarse del inodoro y tomar el papel higiénico.

Poco después se escuchó la palanca del baño.

     — ¡Joder! —Ella hablaba en serio. Corrió por el pasillo con dirección a la cocina.

En la cocina, tomó rápidamente una fotografía al modem en la parte que le mostraba la nueva contraseña y se apresuró a ocultarse detrás de la mesa, sentándose en el suelo. Los gritos de Elizabeth aumentaron mientras él tecleaba con rapidez en su pantalla, tratando de configurar la red con la nueva contraseña. Cuando terminó la amenazó, justo en el momento en el que se detuvo en la entrada.

     — ¡Publicaré en Facebook que nos hemos separado y me declararé soltero oficialmente, si te acercas a mí! —Patética amenaza. 

Cuando lo escuchó, olvidó el motivo por el cual ansiaba golpearlo.

     —No te atreverías…—Simplemente no podría, ella lo conocía—. No tienes el valor para hacerlo. No eres más que un polluelo, igual como los dibujos de tus calzones desgastados.

Instintivamente miró dentro de sus pantalones cafés.

     — ¡Eso no es verdad! —Se quejó —, ¡Serán los tuyos! Estoy escribiendo en este instante —mintió e intentando hacerlo creíble le leyó lo que publicaría—: Amigos y familia, tenían razón aceptar una relación con una borracha no fue buena idea, pero buenas noticias, ¡Después de siglos estoy soltero! Para más informes, manden mensaje privado.

     — ¡Vaya, cualquiera pensaría que estas necesitado! —aquello no sonaba mal, ¿Cómo es que no pensó presumir que se encontraba sola de nuevo?

Debería organizar una fiesta, volver a su anterior vida, donde el alcohol era lo más importante y bailar su mayor deleite, si Mike no la hubiese conocido hace años en estado de ebriedad, ahora mismo estuviese teniendo una resaca y no con el corazón hecho añicos por su traición.  

     —No me provoques, o lo público. —Mike se preocupó al no ver la barra de señal que le indicara que se ha conectado con éxito a la red de WIFI, ¡Necesitaba probarle que es capaz de presumir su separación!

     — ¡¿Hay otro motivo por la cual quieras publicar esa tontería?! —Preguntó, apretando con fuerza el destapa caños.

     —También por los “me encanta” de parte de las chicas y familia —lo haría si ella se atrevía a golpearlo, bastaba escribirlo y pulsar un botón—. Jamás les agradó que nos conociéramos en las… condiciones en las que estabas. —No valía la explicación, pero amaba molestarla.

     — ¿De nuevo sacaras ese tema? —Tiró el destapa caños al suelo, asustando a Mike. 

     — ¡No te acerques, o publico el estado ahora! —Esa mujer no dejaría de asustarle después de todo.

Elizabeth se echó a reír al ver la mano de Mike asomarse en el fondo de la mesa, mostrando la pantalla del celular apagada.

     — ¿De nuevo has olvidado como se enciende? —Se burló.
Gran error de parte suya.

     — ¡Rayos! — ¿Siempre le ocurriría aquello? Esperaba que no, ahora Elizabeth sabía que jamás escribió tal publicación—. ¡Sólo se apagó, si lo…!

Se calló al no encontrarla.

     — ¡Tonto, yo si lo publicaré! —Anunció escuchándose su voz más lejana.

Si él podía amenazarlo con aquello, ella podría hacerlo primero y sin dudarlo lo publicaría.

A tropezones se puso de pie y la siguió, cuando hubo llegado a la habitación la puerta se encontraba cerrada.

     — ¡No te atrevas a robar mi idea! —Golpeó desesperado—, ¡No tienes ni idea de lo que me costó pensar para ello! 
     
Ignorando los golpes de Mike que daba a la puerta y sus amenazas, tomó su celular y rápidamente intentó ingresar a Facebook, sin embargo no lo consiguió. ¡No hay red de WIFI!

     — ¡No puede ser! —gritó al no acceder a la aplicación.

     — ¿Qué le pasó a la loca? —pateó la puerta por última vez, dándose finalmente por vencido al intentar entrar.  

     — ¡El internet! —Miró con desconcierto la pantalla de su celular.

     — ¿Qué con ello?

     —Debería estar conectado —arrojó su celular malhumorada hacia la cama—. ¡No puedo publicar nada, no tengo internet!

     — ¡Esto es justicia divina! —Se refirió a su inútil intentó de publicar su estado.

     — ¡Calla esa boca, Mike! —le amonestó.

     — ¡Oblígame!

« ¡Suficiente!» Gritó mentalmente.

La puerta fue abierta. Elizabeth en esta ocasión no le permitió fugarse, corrió hacia él y se apresuró a lanzársele encima.

     — ¡Ya me cansaste! —Le pellizcó el brazo—, ¡Estirado desagradecido, deja de reírte de mí!

     — ¡Lo siento, lo siento!

Ambos cayeron al suelo y, aprovechando la ventaja de tener a Mike debajo de él tiró de los mechones de su cabello con fuerza; deseando dejarlo calvo.

     — ¡Me acabo de peinar! —Intentó quitársela de encima—, ¡Deja de jalar mi cabello, arruinas mi peinado! 

     — ¡Te juro que si tuviese una tijera ahora, te dejaba calvo y me evitaría la pena de ver ese ridículo peinado! —Hizo caso omiso a sus palabras.

La casa fue testigo de los gritos desesperados de Mike.

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