Capítulo 18
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La cobardía
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Mike era demasiado despistado como para darse cuenta que su querida antigua prometida le mintió en un acto de cobardía. No tenía valor la pobre, ¿Qué le pasaba?, se suponía que cuando algo la carcomía lo soltaba simplemente, sin importar las consecuencias.
—Déjame ver, tu comida favorita: un plato de la mejor birria que hace tu padre, salsa picante, su cilantro y cebolla picada encima, ¡ha!, y la Coca-Cola que por supuesto nunca debe faltar. —La boca se le hacía agua al imaginar lo que él le había descrito.
— ¡Ya, ya!, que me da un hambre. —Extendió las manos al cielo, dramatizando.
Un silencio entre ambos se formó por varios minutos, hasta que Mike cortando la mudez, dijo:
—Extrañaré dos cosas buenísimas de José Flores. —le giñó el ojo izquierdo, divertido.
— ¿Qué extrañarás de mi padre? —Preguntó con curiosidad.
—Esa famosa birria que nos preparaba los domingos cuando sabía que su hermosa hija la visitaría acompañada de un yerno que ya no lo es más. —Elizabeth sintió como si el exprimidor de limones estuviera en ese momento machacándole el corazón.
— ¿Y la segunda? —susurró.
—A ti —« ¡Ay dolor de mis dolores, ay Mike!», Estaba a punto de romper en llanto—. Tomé terapia y, no de una forma civilizada en este lugar, Diana me ayudó en ello…
—Mike… —quiso interrumpirle.
—Shh… Quiero que sepas que este taxista, como sueles llamarme, te quiere, pero entiendo también que tú a mí ya no, y lo comprendo, después de la fiesta sé que…
—Precisamente de eso yo… —Mike volvió a interrumpirle.
— ¡Déjame hablar, que necesito sacar todo de mi cabeza! Sé que me odias en silencio, me miras como si quisieras asesinarme, como si fuera el peor de los hombres al haber “jugado” contigo. ¿Sabes qué?, es absurdo que a pesar de eso a mí me resulta divertido cada mala cara que me pones. Verte molesta por mí y cada acción que hago de alguna forma me hace creer que aún te importo —iba de un lado a otro, nervioso—, y si no es así, perdóname pero con ese concepto me quedo yo. Por eso es que quiero pedirte un favor —era la primera vez que lo escuchaba hablar tan rápido, que se había quedado sin palabras—. Después de esto, no volveré a pedirte nada más.
Sus ojos estaban en él, recorriéndolo de arriba abajo. La toalla color chocolate estaba enredada en su cintura y perfectamente amarrada con lo que parecía ser las agujetas de uno de sus zapatos…
— ¡¿Me estás dando el avión?! ¿Al menos escuchaste lo que te dije? —Pareciera que ella ahora se encontraba en otro sitio.
— ¡NO ME GRITES! —Reaccionó molesta—, sí te escuché, pero quedé como tonta cuando me pediste un favor.
— ¿Qué está pasando contigo? —Confuso intentó acercarse NUEVAMENTE a ella, pero ésta retrocedió—, ¡Ah!, tienes…
—Hambre, mucha hambre. Así como también quiero decirte tantas cosas. Mike, yo…
—Quiero ir por Claudia —soltó interrumpiéndola—. Me da miedo que esos hombres desnudos le hagan algo, ella debe estar asustada.
—O fascinada viendo hombres en paños menores. —susurró.
— ¡Mujeres sin remedio! —conociendo a su hermana posiblemente así fuera—. Es una mujer casada, seguro sabrá comportarse.
—La tentación es enorme, Mike.
Molesto por sus palabras, espetó:
—Ya lo vi contigo.
— ¿Qué me quieres decir? —Su gesto cambió a desagrado—. “Ya lo vi contigo”, explica eso.
Recordando como la había visto en los días anteriores, la imitó:
— ¡Ay pero que cuero de hombre! —Chilló con un tono de voz femenino—, teteliansi está para comérselo, mejor me quedó con él y dejo a ese taxista con Diana —se acomodó su cabello y musitó—. Con esto te aclaro todo.
—Yo no tengo la culpa que estos hombres estén así de buenos, además yo no he dicho eso y mucho menos hablaría como una lela. Pero debemos admitir de Tectlian está bueno. —volvió a recalcar molestándolo.
—Pues así de “buenos”, terminaste por huir de ellos, hippie. —Increíble, Elizabeth tenía el descaro de admitirlo.
—No teníamos opción, escapamos y debíamos ocultarnos. —Le recordó.
—Y hablando de opciones. —Se mostró pensativo.
— ¿Qué?
—Pienso que debemos cerrar todo esto de una vez por todas. —Era momento de poner un ultimátum y aclarar cuál era el lugar de cada quien.
La seriedad la abordó, se irguió, preparándose para lo que viniese.
— ¿Pero, cerrar qué? —Debía estar hablando de ellos, y eso la hizo ponerse nerviosa. Mike podría decirle una vez más que lo suyo ya no tenía futuro.
Mike le dedicó una débil sonrisa antes de hablar:
—Juro por Dios que te amé, y siempre tendré presente que fuiste tú mi gran amor, mi Elizabeth. Pero ya he elegido y sé que lo hiciste también, lo cual es bueno, Tectlian parece una buena persona, y tiene puntos extras a su favor al dejarnos huir —rio—, buena elección chica Flores, supiste olvidarme y eso es difícil; tú sabes que soy un dolor de cabeza.
—Pero Tectlian… —Mike pidió que lo dejara terminar.
—Después de que pase todo este lio, Diana y yo nos iremos lejos, después de todo es sería lo adecuado. ¿Sabes? Es raro que hable de todo esto contigo, si después de todo tu eres la afectada aquí. Perdona. —susurró lo último.
Conteniendo las lágrimas, asintió. Era una mujer fuerte, no se entristecería. Mike volvía a quitarle toda ilusión, él la ha derrotado. Una parte de ella se enorgulleció al ver que Mike por fin tomó una decisión en su no-relación y no la esperó a ella. El hombre infantil se convertía poco a poco en un adulto y esa tarde había dado su primer paso.
— ¿Podré contratarte de taxista algún día? —Bromeó.
Mike rio, y asintiendo respondió—: siempre y cuando no sufra un rapto por ti… por supuesto.
—No pasará esta vez.
—Pero será difícil. Ahora que estamos aquí, dudo que haya un carro, si tenemos suerte encontraremos un burro o caballo, yo qué sé —Elizabeth estuvo de acuerdo, extrañaba la ciudad, necesitaba con urgencia que alguien arreglara su cabello y uñas—. ¡En fin! No hay opción, buscaremos a Claudia y la traeremos con nosotros. —Sentenció.
Abrió la boca y volvió a cerrarla, no deseaba volver ahí, temía esta vez no correr con suerte y terminar nuevamente como prisionera de los hermanos de Tectlian.
— ¡Yo no voy! ¡Llévate a la pelos teñidos que tanto quieres y a mi déjame en paz! No puedes obligarme a ir, además no quiero… no quiero ver como ustedes se dan cariñitos mientras yo estoy a su lado de mal tercio, ¡¿Qué no vez que…?!
Sus palabras se interrumpieron cuando sintió los labios de Mike sobre los suyos. Tenía los ojos cerrados, y ella lo miraba asombrada, Mike intentaba profundizar el beso, devorar esa boca… sin embargo, Elizabeth no reaccionó y eso a él lo desilusionó. Intentando quedar bien ante tal arrebato, dijo en voz baja:
—Creí escuchar pasos y no encontré otra forma de callarte el pico. —Le dio la espalda, y se encamino al lugar donde se encontraba Diana.
—N-no hay problema. —balbuceó aún atontada.
Asintió y se alejó sin decir una sola palabra más. Entendió que al no corresponder el beso, sus dudas quedaban aclaradas; ella no quería nada con él, como lo suponía. Decía la verdad al decir que escuchó pasos, Tectlian estaba solo, buscando por su cuenta a Elizabeth y no tardó en encontrarla. Se alegró de encontrarla antes que a sus hermanos, y rogó que la siguiera y se marcharan. Dudó un momento si hacerlo o no, miró el lugar por el que Mike desapareció y después las manos de Tectlian puestas en su brazo. Él tenía razón, debían cerrar todo y, si para conseguirlo había que dejarlo resolver sus asuntos sin su ayuda, lo haría. Aceptó irse con Tectlian y juntos corrieron hasta perderse entre los árboles.
♦♦
Mike caminaba hacia donde creía haber dejado a Diana.
—Un beso tonto, como el adulto tonto que soy.
Estando distraído, no se dio cuenta de las raíces que sobresalían de los árboles, y con una de ellas tropezó golpeándose la cabeza en una de las piedras, perdiendo así el conocimiento.
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