Capítulo 1
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La asesina y su pantufla
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Para Mike Tianchester finalizar una relación de cuatro años significaba eliminar todos y cada uno de los momentos que vivió a lado de Elizabeth y colocarse nuevamente el cartel invisible «soltero», así como presumir en su perfil de Facebook que Elizabeth y él decidieron terminar su relación. Debería plantearse hacer una fiesta por ello, no se entristecería por su separación. Ya fueron cuatro años perdidos, no se gastaría uno más en lamentarse no haber hecho algo para evitar la inminente separación.
Revisó con entusiasmo la carpeta de fotos de su galería y sonrió al encontrar fotografías comprometedoras de Elizabeth. En ocasiones olvidaba las cosas, y para evitarlo tomaba fotografías de momentos de su vida sin importar que el resto no le encuentre sentido alguno a la imagen. Ahora mismo, miraba la fotografía de un borrador y un pintalabios rojo, ambas colocadas juntas entre las sábanas purpuras de su antigua cama, según la fecha, la imagen fue tomada hace más de dos años, tiempos en los que aquel par solo salía de la cama para preparar el desayuno. El borrador le recordaba al inútil intento de borrarse el labial que tenía en los labios y que Elizabeth aprovechó para ponérselo mientras dormía plácidamente.
Extrañaría a esa mujer, debía admitir que Elizabeth era esa chispa de locura que le había faltado durante toda su vida, y ahora mismo, la estaba perdiendo. Le preocupaba no encontrar a nadie más como ella, le asustaba no ser feliz de nuevo.
Sacudió su cabeza quitándose las ideas de la mente y continuó revisando el resto de las fotografías, hasta encontrar una que sin duda le haría molestarla.
—Que tenemos aquí —acercó la imagen, la revisó a detalle y sonrió fascinado—. ¡Tengo en mi poder una foto muy valiosa, querida! —informó, aplaudiendo aún con el celular en las manos.
— ¡Ya quisieras, Mike! —No caería en sus bromas de nuevo, ya le vio la cara más veces de los que recuerda desde su separación, siempre buscando como molestarla o enseñarle que aún le importa sin importar sus acciones.
En la habitación, Elizabeth se cubrió el rostro con la almohada, se giró junto con ella y a tientas tomó su sábana para volver a cubrirse.
— ¡Eliminaré todas las fotos donde apareces desnuda! —Elevó la voz Mike, sentado desde el sofá.
Elizabeth al escucharlo ahogó una exclamación. ¿Cómo se atrevía a gritarlo a los cuatro vientos? Tenían vecinos, alguno podría haber escuchado. Preocupada por ello, se levantó de la cama como un resorte, cayendo al frio suelo de madera al tener la sábana enredada en las piernas. Soltó una exclamación, reprimiendo soltar en llanto por el dolor en su rodilla.
No le importó salir de la habitación vestida solo con una diminuta ropa interior de color naranja y una camisa blanca de Mike que reclamó como suya al no haberla sacado de la habitación junto con el resto de sus pertenencias.
— ¡No tienes ni una sola! —Asomó la cabeza por la puerta.
Al escucharla, cautelosamente alejó la vista del celular y desvió la mirada hacia la puerta de la habitación que solían compartir hasta hace algunas noches. Su cabello enmarañado le causó gracia, le recordada a aquellos documentales donde un pájaro recogía lo que creía ser césped seco entre su pico y llevarlo a la copa más alta del árbol para hacer un nido; se lo dijo un par de veces y terminó pellizcándolo en todo el cuerpo.
No le importaba su aspecto, tuviese lo que tuviese encima siempre le pareció linda, era ella misma y así le gustaba, esa era la chica que una vez le engatusó estando ebria.
— ¿Y quién lo asegura? —Le provocó, mostrándole la pantalla del celular.
Desde donde se encontraba trató de ver si existía tal foto, pero no lo consiguió. Puede que realmente lo tuviese, era el “Don fotógrafo”, obsesionado con capturar cualquier cosa.
—Eres un mentiroso. —Suspiró.
—Las pruebas dicen lo contrario —le guiñó un ojo, molestándola aún más.
Cansada de Mike y sus provocaciones, se quitó una de sus pantuflas con diseño de pata de oso de garras enormes, entrecerró los ojos calculando que la pantufla cayera en su rostro, deseando así quitarle esa sonrisa arrogante. Sin embargo tras lanzarla, golpeó el celular y cayó al suelo, ante la mirada horrorizada de Mike.
— ¡Mis tres quincenas! —Se apresuró a levantar el celular del suelo, revisó cada parte del aparato, aliviado de que la pantalla no haya sido quebrada tras la caída, pero a pesar de ello no conseguía encenderlo—. ¡Eres una asesina! —La acusó.
¿Acaso olvidó los ahorros que tuvo que hacer? Su padre le daba el sueldo mínimo en su propia microempresa familiar con el fin de mostrarle lo difícil que es llegar hasta el puesto de su padre que un día sería el suyo.
—No seas tonto Mike, se enciende pulsando dos veces la pantalla y no el botón de volumen — ¿Cómo es que aquel histérico hace sólo tres días aún era su prometido? No lo supo—. Déjate de niñerías y piensa un poquito.
—Oh, es cierto.
Se calmó al haber encendido su celular, no sabría qué hacer si su celular ya no encendiera, ¡Su vida entera se encontraba en aquel aparato! Sin su celular volvería a ser el Mike aburrido de la oficina, y no el que en plena junta de publicistas ingresa a Facebook solo para ver memes y reír, enfureciendo a su padre.
—Cómo te decía, eliminaré tus fotos si no te importa. —Se sentó en el sofá, ya más tranquilo.
Elizabeth, suspiró.
— ¿No deberías sólo eliminarlas y evitarme la pena responder? —Preguntó tras bostezar.
—Quería avisarte —Elizabeth rodó los ojos, comenzaba a fastidiarle verlo ahí cuando debió irse en cuanto lo echó—, ya sabes, creí que querrías al menos una foto, un recuerdito.
—Tengo muchas más —al notar que Mike la miraba con diversión, se apresuró a desmentirlo—. No precisamente una de esas, sino una… normal.
—Aja, claro. —No le creía ni una sola palabra.
—Mike… —protestó.
—Pero no conservas una de los dos juntos —volvió a mostrarle otra fotografía en la pantalla de su celular, donde ambos aparecen acostados en la cama, Mike sacando la lengua y Elizabeth completamente dormida—. Recuerdo esta, fue cuando nos conocimos; estabas borracha cuando me obligaste a detener mi auto, pidiendo que te llevara a tu casa.
Las mejillas de Elizabeth se enrojecieron, jamás olvidaría aquello.
—Sé por dónde vas Mike, si esta es una de tus tácticas para que te perdone…
Se apresuró a contradecir sus palabras, no caería bajo convenciéndola con fotografías pasadas; si ella no deseó perdonarlo, perfecto, no habría marcha atrás.
—Atrévete a negarlo —le retó.
—Tu auto era amarillo, ¿Qué querías que pensara? —Se justificó.
—Pues, me hubiera gustado que pensaras muchas otras cosas, pero nunca que creyeras que mi bebé por su color se ganara ser señalo como un taxi corriente —carcajeó Mike—, y peor aún, ¡que me confundieras por un taxista!, quiero aclarar que los taxistas de hoy en día están muy gordos y yo no lo estaba, ¿por qué pensaste que lo fuera a pesar de que ya había salido de mi auto?
—Calla —chilló—. A lo mejor fue el alcohol que no me dejó distinguirte y te vi como un viejo panzón.
— ¡Que directa! Tuve que hacer de chofer para ayudar a una borracha a llegar a casa, lo restante ya lo sabes. En mi vida me había pasado algo así —Dramatizó, llevando la mano libre al lugar en el cree está su corazón—. Si me preguntas que opino de esto, te diría que pude haberte atropellado, pero me detuve, y eso fue solo porque vi a una chica tambaleándose con un vestido muy favorecedor y esos tacones de infarto. ¡Por mi madre, creí por un momento que eras modelo! ¿Cómo se llama esa chica que veía en la televisión? Ahora no lo recuerdo, creí que eras ella, pero lastimosamente, me equivoqué. —Se lamentó, negando con la cabeza y rompiéndose a carcajadas.
—Ya basta, Mike —al ignorarla, se quitó la última pantufla y la levantó hacia arriba, lista para lanzárselo—. No hace falta que me digas que solo te fijaste en mi porque creíste que era esa lángara de la televisión.
—Nada de… lángara, m-o-d-e-l-o —deletreó, riendo.
—Cierra esa boca ahora, o te aseguro que esto irá en tu boca. —Lo amenazó.
—Bien —Mike se obligó a parar de reír.
— ¿Sabes? Nunca tendrás esa modelo porque caíste más bajo —movió de un lado a otro la pantufla, sintiéndose poderosa.
Se puso serio, entendiendo a que se refería. Nuevamente le recriminaba sus supuestas acciones sin darle la oportunidad de defenderse.
— ¿Qué hago con las fotos? —Preguntó finalmente.
—Bórralas. —Sentenció.
Mike enarcó la ceja derecha al notar al fin que traía su camisa puesta.
—Por cierto, he dejado una caja llena con todas tus cosas en el pasillo, tómalas antes de marcharte. —Se apresuró a decir Elizabeth, evitando que Mike protestase sobre la camisa.
Giró sobre sus talones, con intenciones de marcharse al baño antes de volver a la cama. —Eso no es posible ya te lo dije —eliminó la carpeta de fotografías del celular—, Marcus no ha quitado la basura de la habitación que me prestará, así que, creí que sería mejor quedarme. —Al quejarse Elizabeth, añadió—: Pagué la renta este mes.
—Muy bien Mike, ¡haz lo que quieras! —Al entrar, cerró la puerta del baño con fuerza—, ¡Pero te quiero fuera de mi vida y de la casa pronto!
— ¡Lo que quiero es que te quites mi camisa! —Elizabeth suspiró ahora sentada en la tasa del baño. Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro, mientras se quitaba la camisa y la arrojaba al frío suelo de mármol de color blanco—. Esos hábitos deberás de moderarlos al menos durante las próximas dos semanas.
¡Dos semanas, debía verle la cara dos largar semanas! Vería deambular al infiel en la casa como un descarado, esto era el colmo.
—«Y sí, seré un dolor en el trasero. Y sí, haré travesuras por todas partes. ¡Y sí! Levantaré pasiones en cada rincón, porque mi trabajo es, porque mi trabajo es, molestarte. ¡Oh sí! » —Cantaba a todo pulmón una canción que se le acabada de ocurrir—. ¡Dime que está hermosa! Podría ser popular con esto, estaría en la radio todo el tiempo, sería la sensación.
— ¡Calla Mike, me estoy concentrando! —Si antes trataba de comportarse como una mujer decente sólo para agradarle a Mike y a su familia, ahora mostraría a la verdadera Elizabeth despreocupada por todas las palabras que salían de su boca viperina—. ¿Cómo que dos semanas? Yo… no te quiero aquí —Un sonido inusual dentro del baño hizo que Mike abriera los ojos en plato, ¿Qué fue ese ruido tan fuerte?
— ¿Estás… estás practicando exorcismo en el baño? —No hace mucho vio una creppypasta titulada baby blue donde una adolescente simplemente ingresó al baño como reto de unas chicas e invocó a un bebé. Fue infausto el final y no dormitó bien esa noche. En el video sonidos similares se escuchaban como ahora.
Mike cree que el exorcismo era igual a una invocación de espíritus, esperaba que Wikipedia dijese la verdad.
— ¿Por qué lo dices? —Elizabeth reía dentro del baño.
—Los… sonidos. —Simplificó.
— ¡¿Es que nunca has escuchado a una persona hacer sus necesidades?! —Mike puso cara de asco, no necesitaba ser tan directa, hubiese preferido quedarse con la idea del exorcismo.
—Como aclaración, yo soy discreto en ese ámbito. —Murmuró Mike, levantándose del sofá y caminando a la cocina—. ¡Que modales los tuyos!
En la cocina, abrió la puerta del refrigerador gris, extrañándole encontrarla apagada. Sin preocuparse demasiado en ello, cogió la jarra de leche y cerró la puerta, tomó dos plátanos, quitó sus cascaras, los colocó en la licuadora ya colocada en su sitio y vertió la leche. Trató de encender la licuadora sin resultado, bufó y mal humorado, arrojó el contenido de ella en la portátil de Elizabeth.
—Ups —Sonrió—, un error lo comete cualquiera.
Elizabeth miró a sus lados buscando el papel higiénico sin encontrarlo, gritó a Mike para que se lo trajese y, cuando lo hizo, él decidió quedarse parado junto a la puerta, manteniendo la vista en su celular.
—Es el ultimo papel higiénico que encontré, no te lo acabes —bromeó.
—Te toca ir a comprar las cosas de la semana —le recordó.
—Oh, querida eso era válido hace apenas tres días —rio—. Ahora técnicamente soy tu huésped. Ve tú a surtir las cosas y yo cuido la casa.
«Ya lo veremos. » Pensó Elizabeth.
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Dejo aquí este nuevo capítulo ;)
Espero lo hayan disfrutado. ❤
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