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6

Darío observaba de reojo a su hermano mayor; el pobre de Mike se consumía en su propio enojo en silencio. Su hijo quien aún traía en sus brazos trató de captar su atención tirando de su camisa azul marino, balbuceó y finalmente se dio por vencido.

—No es tan malo. Ya no estés enojado, ¿Quieres? —Habló minutos más tarde Darío, apretando su hombro.

Su hermano volvió en sí, le miró molesto un instante para después ceder ante los gestos graciosos de Darío, sonriendo con tristeza.

— ¿Cómo no estarlo? Pusiste a mis hijos en peligro tan solo en un descuido mío. —Le reprendió.

—Para tu coche amigo, ese tema ya es pasado; no quieras desviarte del otro tema más importante. —Detuvo la carriola. Optando una postura diva, colocó su mano izquierda en su cintura y la otra apoyándose en la carriola—. ¡A ti te prendió Elizabeth!

Abrió los ojos sorprendido. Él lo notó, percibió su irritación hacia Elizabeth, eso era para Mike, irritación al saber cómo aún era capaz de alterarlo con una simple burla hacia su persona, ¡Pero como se atrevía a llamarlo gordo! Relleno habrán sido palabras “tiernas” pero al fin y al cabo terminaban significando gordo.

— ¡Aquí nadie prende a nadie! Bueno sí, sólo tú al querer llevarte a los niños sin mi consentimiento. —Le señaló.

—Cariñito no es bueno que te alteres de esa forma para tu edad —esas palabras a Mike lo molestaron aún más, no estaba viejo, en su opinión aún era un joven con una edad pasable—, yo sólo decía que ya hacía falta que se volvieran a ver. —Le guiñó un ojo.

Soltó a su hija de la mano y le pidió que no se moviera de su sitio, cambió de brazo a su hijo sólo para volver a atacar a su hermano.

— ¿Pero es que te has puesto de acuerdo con ella para que me torture con sus burlas? —Darío dudó al responder para después negar con la cabeza varias veces—. Te quiero, en serio que te quiero, pero en ocasiones quiero estampar tu cabeza contra cualquier cosa. —instintivamente Darío retrocedió un paso de él.

—No te atreverías… —para su sorpresa Mike sonrió.

— ¿Y de esta forma quieres cuidarlos? Albín, debes madurar, lo que hiciste hoy no estuvo bien. —Darío rodó los ojos y comenzó a imitarlo—. ¡Lo ves!

—Pero es que esto no es nada del otro mundo, ¡Tú también no has madurado!

Perdiendo la paciencia dejó a Sebastián en la carriola, tomó debajo de ella la pañalera y susurró un “lo asesinaré” antes de lanzarle la pañalera en la cara. Anna sin quitar la vista de su tío y padre, se acercó a la carriola con lentitud y el trio de hermanos observaron embelesados como el par gritaban vergüenzas del otro.

En poco tiempo una pequeña multitud se aproximó y algunos más observaron a distancia.

—Míralos Gertrudis, una pareja gay peleando en público. Te das cuenta que las parejas de hombres con hombres y mujeres con hombres o mujeres con mujeres, hay pelea en casa, y tú diciendo que las parejas gay no discutían. —La nombrada asintió ante las palabras de su marido.

—Está bien, me he equivocado Benito. —Su esposo sonrió triunfal.

—Esos niños deben ser sus hijos adoptivos, ¿Las parejas del mismo sexo ya pueden adoptar? —Esos pobres pequeños debían pasar un martirio con padres como ellos, supuso Benito.

—Mira señor que todo lo sabe, yo no tengo la menor idea. Además, sí así fuera ¿hay algún problema? —el hombre negó.

—Una última duda, ¿Por qué los niños se parecen mucho al tipo más delgado y alto? —Ella no respondió, sino que se dedicó a analizar a los niños y al hombre que le mencionaba su marido.

—Pero Benito, ¿Quieres que te repita que las parejas gay pueden dar sus espermas y alquilar un vientre o yo que sé? —Benito asintió—, Hoy estas muy curioso e interesado por la muchedumbre.

—Es que ya son muy obvios, se supone deben intentar al menos ser discretos, ¡míralo lo besará frente a sus hijos! —se escandalizó, Benito.

A simple vista se veía de esa forma.

— ¡Pero que torpe eres, sólo quería morderlo! Espera… ¡quería morderlo!

Mike al escuchar el grito se detuvo, y los espectadores alrededor lo hicieron querer desmayarse, escuchó alguien decir que las peleas de gay lo hicieran en su casa. Lo único que se le ocurrió hacer fue golpear a su hermano en la entrepierna y espetarle:

—Por tu culpa la chusma cree ahora que soy gay. —Darío no pudo decir palabra, sólo se dedicó a presenciar como Mike se alejaba dejándolo tirado en el suelo, sin apiadarse de él.

[...]

Dos horas más tarde, Darío deambulaba por el pequeño espacio que le quedaba en su habitación.

Infestado de peluches de todo tipo de animales—que en su mayoría soy ranas y patos—y tamaños, le impedían hacer el recorrido completo a la habitación, trató de recoger algunos y guardarlos en su guardarropa, pero dentro de él ya se encontraban decenas de ellos y meter uno más le fue imposible.

Por un momento olvidó el motivo por el cual meditaba, y prefirió recordar a su madre, y en específico un recuerdo en el cual a sus once años su madre intentaba hacerlo entrar en razón. Al igual que Mike con su trauma de pollos y el color purpura, Claudia con las muñecas, Albín estaba obsesionado con las ranas, en especial las que están rellenas de algodón y no las reales; aunque en el departamento conserva una docena de ellos en una pecera. Las ranas son su fascinación, su infancia y adolescencia estuvieron rodeabas de ellas, y aún continúan ahora que es un adulto. Recuerda los sustos que le sacó a su madre cuando encontraba en la cocina alguna rana saltando de sartén en sartén, gritando que tirará ese animal si no lo sacaba de allí.

—Sustos que dan gusto —le sonrió al peluche que sostenía—. Un buen meme enviado por Mike… oh cierto Mike.

Nuevamente recordó el porqué de estar caminando, necesita una solución, su hermano ahora está molesto y lo necesita feliz, y lo más importante, quiere dejar el trabajo y dedicarse en completo a tres niños sólo para pasar el rato.

Colocó a la rana de gorro amarillo en el centro de la cama y le miró pensativo.

—Necesito cuidar a mis sobrinos, ¿Qué debo hacer para que mi hermano no piense cada cinco minutos que haré una desgracia con ellos? —El peluche simplemente por no haber sido colocado de forma correcta, se cayó. Albín tomó eso como una respuesta—, ¿Ese es tu respuesta? Acostarme ¿Así, sin más?

Se tumbó a la cama, abrazó la rana y sacó del bolsillo su celular.

—No seguiré tu consejo sólo porque acabo de tener uno mejor —desbloqueó el celular, revelando de fondo de pantalla a una chica—, La estela carrillo, ella no canta mal las rancheras, shh… no le digas a Mike que la viste, se pondrá celoso si ve que le copié su fondo de pantalla —maniobró el celular con rapidez y en segundos encontró el número de contacto de Diana—, ¡Bingo!

Sonriente, pulsó en llamar. Su cuñada no lo decepcionaría, aceptaría gustosa de sus cuidados gratis. Sonó una primera vez, segunda, tercera, cuarta y al siguiente, fue enviado directo a buzón de voz, se conformó con sólo enviarle un mensaje de voz.

—Diana, aquí Albín, ¿Me recuerdas? Soy el cuñado que tienes abandonado desde hace semanas, ya ni el hola, en serio mujer te pasas. Vamos a olvidar lo mal que te has portado conmigo si me haces un pequeño favor, es más aquí el favor lo estoy haciendo yo —jugueteando con las uñas de sus, prosiguió a hablar del tema de su interés—. Hace tres días intenté convencer a Mike de que me permitiera cuidar a mis sobrinos sin nada a cambio, REPITO: sin nada a cambio. El bobo no quiso, ya le expliqué que no quiero trabar en su empresa, quiero ser niñera… eso sonó raro, corrección, niñero. El punto es que quiero que lo hagas entrar en razón y le digas que soy la persona más capacitada en cuidar niños. Sabes que soy el mejor tío Diana, tienes que convencerlo. La casa estará sola sin ellos y tú y Mike podrán hacer sus cosas de adultos sin interrupciones, piénsalo. Saluditos.

Después de dejar el mensaje de voz, dedicó el resto de la tarde en ver canales de cocina y anotar ingredientes, y al anochecer puso en práctica uno de sus apuntes realizando exitosamente un pequeño incendio.

La respuesta de Diana que leyó al día siguiente durante la mañana fue afirmativa, sólo que le aclaró lo difícil que le fue convencerlo y las reglas de cómo cuidar a niños que le hará escribir y más tarde enviárselos.

—Albín, eres un genio —se felicitó—. Agárrense niñeros corrientes, que ha llegado el mejor de todos. Estoy viendo mi futuro: “El niñero del año”

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