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29. De regaños y cachetadas

Un silencio incomodo se instaló dentro de la camioneta en cuando se hubieron marchado sin siquiera Darío molestarse en mirar atrás como lo prometió; dejando a un lado la mentira que hubiese llevado a lado de una mujer que no lo aceptó por quien era.

¿Qué si dolió sentirse menos por ser bisexual? Lo fue, se sintió horrible. Ahora sabe que posiblemente morirá solo, compartiendo memes tristes, abrazado a sus ranas de felpa, sin tener hijos propios. No deseaba volver a sentirse rechazado por alguna otra mujer.

Intentó encender el estéreo de la camioneta siendo detenido al recibir un manotazo por parte de su hermano. Lucía cabreado, apretaba el volante con tal fuerza que blanqueaba sus nudillos.

     —Estás molesto —susurró abatido, limpiando sus manos sudorosas en sus pantalones—. De verdad lo siento.

Víctor miraba de reojo al par de hermanos, volviendo su atención de vez en cuando a Anna, quien comenzaba a agradarle, la niña le contaba acerca de Darío en voz baja confiando en él después de confesarle que Darío se convertirá en su novio. Sin embargo, a pesar de estar recibiendo información de su amado, no prestaba demasiada atención, su amigo parecía estar realmente molesto y si se le ocurría irse en contra de Darío a golpes, lo sentía por Mike, pero el sería el fiel escudero de Darío.

     —Comienza desde cero —le miró de reojo, observando con atención cada reacción suya, al notar que estaba hecho un lio, intervino soltando un largo suspiro—. ¿En qué momento dejaste de confiar en mí para pensar que te daría la espalda al saber que eres bisexual?

Quiso decir: nunca dejé de hacerlo. Pero solo bajó la cabeza.

     —Tienes menos de seis horas para contármelo todo, Darío —intentaría ser paciente y escuchar todo el alboroto que hizo—. Anda.       

     —Es que… sólo lo pensé —habló finalmente recibiendo un jalón de cabello que sintió le arrancó todo de un solo tirón— ¡Ay, virgen santa!

     —Eso fue por pensar por mí —le regañó—. Escúchame bien Albín Tianchester,  jamás te daría la espalda o te haría sentir menos preciado. Eres un burro, y al fin al cabo mi hermano pequeño. Tus preferencias a mí me vienen valiendo gorro. Si tienes novia o novio me da igual, eso sí, siempre y cuando yo les dé el visto bueno, porque mira cómo te salió esa tipa, te rechazó, ¡Rechazó a mi carnalito de la peor forma! Y por respeto a su mamá, esa señora muy amable que entendió nuestra situación, no le solté unas buenas groserías al estilo Elizabeth. Además, estoy seguro que su mamá le soltará sus buenos chanclazos por mentirle —rio de solo imaginarlo.

     —No me lo recuerdes —rodó los ojos, acariciando su cuero cabelludo, dolía y esperaba no haberse quedado calvo en esa parte. Ahora mismo su hermano acababa de demostrarle que lo aceptaba, y deseaba lanzársele encima para llenarlo a besos en el rostro, chillando entre gritos que es el mejor hermano. Se resistió y prefirió agradecerle de forma civilizaba—: significa mucho para mí que me aceptes, espero que Claudia lo haga también.

Mike negó con la cabeza y aprovechando que una familia cruzaba la carretera desaceleró y se giró para ver a Darío.

     —No inventes, ella te aceptará sin dudar, ya sabes, siempre quiso tener una hermana. —le provocó.

Detrás de ellos Víctor estalló a carcajadas.

    — ¿Y qué dijiste? Ya tiene a Darío para eso  —dejó que se burlara solo porque así conseguía que se calmara y no se enojara demasiado cuando llegaran al último tema más delicado—. Ni hablar.

     —Es tu oportunidad para ser… como se llama esta novela que veíamos… ¡no puedo creer que se me haya olvidado! —Apretó los labios, pensando en esa novela—. Esta mujer que actúa con David Zepeda... 

     —La doble vida de Estela Carrillo. —bufó Darío, como olvidarla, si aún continuaba usando a Estela Carrillo como fondo de pantalla.

     — ¡Esa merita! Debes tener una doble vida ahora, ya sabes hombre de día y mujer de noche —fue Darío quien se quedó boquiabierto ante la idea loca de Mike, sin duda estaba enloqueciendo.

     —Loco, loco, ni en tus más locos sueños haría algo así. —Mike pronto se disculpó, diciéndole que bromeaba un poco con él y más que nada deseaba molestarlo—. Si serás tonto.

     —Tranquilo niño, que si hablamos de tontos aquí quien lleva la delantera eres tú —le señaló, dándole en un descuido un bofetón leve—, ¿Qué creías que hacías llevándote a mis retoños? Entre todos los roba niños que hay en este estado, jamás me imaginé que fuera mi propio hermano.

Ese es el tema que esperaba hablar antes de llegar. Comentó que la idea fue de Laura, escuchó a Víctor maldecirla siendo regañado por su hermano pidiendo que moderara su lenguaje delante de sus hijos, dijo aceptar su propuesta sin dudarlo, marcharse con la idea de no volver en un buen tiempo, permanecer en casa de la señora Carmen y trabajar en algo en el que no ganó ni un mísero peso. Recalcó que no aceptaba la idea de estar lejos de sus sobrinos y lamentó su decisión.

     —N-No lo pensé, ¿sí? Debes perdonarme hermano, sé que te separé de ellos por mucho tiempo y no tengo como remediarlo, pero debes perdonarme en esto. —suplicó, arrepentido por lo que hizo.

Su hermano negó con la cabeza, haciéndole creer que no perdonaba sus acciones.

     —Eso es un no, muy bien lo merezco, solo déjame visitarlos aunque sea una vez a la semana, así como en los viejos tiempos —era el quien deseaba ahora auto bofetearse en ese instante—. Voy a extrañarlos Mike, voy a extrañar a esos tres críos.

     —Ah sí, extrañarás usarlos para tus conquistas verdad —espetó, observando la reacción de sorpresa de Darío, añadiendo—: y olvidarlos cuando sales de paseo con ellos.

     —La respuesta a tus dos acusaciones es: ya no hago eso. —Desvió la mirada a la ventanilla, no quedaba mucho por llegar.

     —Y mi respuesta a todo esto es: te perdono. Yo también tengo mucho que ver en esto —suspiró—. Mandaré a alguien por tu camioneta a casa de esa tipa, mañana la tendrás contigo, mientras tanto iremos a mi casa, dejare a los niños y te llevo a tu departamento. ¡Ah! Y Víctor, te dejo de paso en ese restaurante en el que dices trabajas.

     —Perfecto, Mike.

Darío gruñó al escucharlo.

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