9 Haciendo negocios
—Ella quiere conocerte y cree que vamos a casarnos porque nos amamos. Si llega a saber que es por negocios, viajara a desollar a mi padre vivo, cortara sus testículos y se los hará tragar enteros mientras lo azota con un hierro al rojo vivo.
—Vaya que descriptiva.
—Esas fueron textual, sus ultimas palabras el día que nos fuimos a latinoamerica.
—¿Por qué se fueron?
—Estoy segura de que lo sabes —la mira seria y cambia de tema—. Mi madre es la persona más importante en mi vida y no me gusta mentirle. De verdad que odio tener que ocultarle esto a ella, pero si se entera, te aseguro que no vamos a casarnos.
—Okay, entonces es otra persona delante la cual también tendremos que fingir.
—Sí.
—Haré las cosas lo mejor posible ¿Está bien?
—Mi madre va a quererte y seguro te diga que ahora que vamos a casarnos podrías sugerirme que deje las carreras, porque son muy peligrosas. No le hagas caso, de hecho ni yo le hago caso, es mi trabajo, sé cuales son los riesgos y no voy a dejar de correr carreras, porque ella tiene miedo.
Al día siguiente llegó Abigail, la amiga de Bianca que vive con ella, saludo y se presento bastante cordial con la futura esposa de su amiga, miró a la piloto, la tomó y le sugirió de una manera no muy disimulada, ir a comprar algunas cosas que hacían falta.
Se la pasa increpándola por no haberle contado que estaba de novia, ella no puede decirle la verdad, aunque sea ella, esta verdad involucra a su familia y ambas empresas. Le encantaría decirle que en realidad odia a la adefesia, que aunque es y se ve linda, por dentro es horrenda, y que su apariencia es solo una fachada para lo que en realidad es, un pedazo de mierda putrefacta, egocéntrica, engreída, sin alma, porque eso es lo que piensa de la pelinegra.
—Pensar que siempre dijiste que jamás estarías con alguien así —Abigail no se cree que su amiga esté con alguien como Francesca, si muchas veces la vio rechazar mujeres con el mismo perfil—. La verdad es que se me hace difícil hacerme a la idea, aunque ella no se ve tan mala, como dijiste que es la clase de gente que te recordaba a la mierda de tu familia y…
—No es real —suelta y Abigail la mira— no somos una pareja real, Dios me hiciste decirlo —se tapa la cara mientras están sentadas en la plaza viendo a la gente pasar—. No puedes decirle a nadie Abigail.
—¿En qué te has metido Bianca? Supongo que tu familia tiene algo que ver en esto.
Suspira la trigueña y se pasa una mano por el cabello rizado negro. Sabía que su amiga no estaría con una mujer así, de manera voluntaria.
—La empresa de mi familia está en quiebra, idearon que la forma en que podía salvarse es fusionarse, pero querían a alguien adentro protegiendo sus acciones e intereses y que mejor que unir ambas familias con un matrimonio.
—Podrías haberte negado, no les debes nada y no estamos en el 1800 para que te anden cazando, porque no eso es lo han hecho, te van a casar, cazandote.
—Lo hice —aprieta los labios en una delgada línea—, me negué. Mi padre —suspira— me contó la cantidad de gente que han despedido y para este año, si no hacen la fusión serán muchos más, sino es que todos. Se tirarán a la quiebra y no solo los dejarán sin empleo sino que tal vez ni siquiera les paguen lo que tienen que pagarles ¿Cómo puedo ser indiferente sabiendo eso? Si mi madre se mató trabajando muchos años para personas como ellos manteniéndonos a las dos.
Abigail se queda callada, sabe lo que es estar sin empleo y vivir de lo que se pueda, sus padres trabajaron toda su vida para mantenerlos a ella y sus hermanos. Entiende su postura y ella haría lo mismo si estuviese en su lugar. De todas maneras hay algo más que le preocupa a su amiga.
—¿Qué pasa si te terminas enamorando de ella?
—Créeme —voltea a verla con una media sonrisa— eso no va a pasar. No la conoces como yo la he conocido en estos días. Nunca, podría amar a una mujer como ella.
—Nunca digas nunca, no sabes si es solo una fachada de ella y tal vez no es así realmente. Si te enamoras, recordarás este momento y ahí tienes que llamarme y decirme, tenías razón Abi.
—Sí, claro. Yo enamorarme de ella y tú enamorarte de una blanquita rubia, cuando no son tu tipo. Sería la ironía de la vida misma ¿No crees? —ambas ríen.
—Al menos yo sé que en mi caso es imposible. Me gustan las morochas como yo, si son latinas como yo, mejor, con fuego en las venas.
—Aparte no es la primera vez que me topo con Francesca, ella fue mi primer contacto gay —Abigail la mira sorprendida.
—¿Ella es ella?
—Así como escuchaste. La primera mujer que me rompió el corazón —traga en seco—, por supuesto que no me quitó lo gay. Ahora vamos que mi “novia y futura esposa” —hace mueca de asco— nos espera.
Llegan y al entrar ven a Francesca con anteojos y todo su cabello tomado enfocada y con el ceño fruncido frente a la pantalla de la computadora. Al abrir la puerta y verlas entrar pestañea varias veces enfocando la vista en ellas.
—¿No ves, que usas anteojos? —pregunta Bianca y Abigail se coloca los audífonos ante la pregunta estúpida de su amiga, por algo los usa. Prefiere meterse a su habitación y dejar que se maten solas.
—No, estos tiran rayos láser, me dejé en Italia los de visión de rayos X, o tal vez me traje los que hacen que me hagan preguntas estúpidas —Abigail ríe dándoles la espalda— . Claro que los uso por eso, campesina. Se me cansa la vista —cierra la computadora— ¿Trajeron para hacer de comer? —ella asiente—. Cocino yo, necesito desestresarme.
Ella se levanta tomando las bolsas y entra a la cocina con todo, las amigas comparten una mirada de sorpresa, no hace falta que se digan nada, con mirarse ya saben. Bianca entra detrás de ella y le deja los condimentos, le explica dónde están las cosas, la pelinegra asiente, la piloto al estar tan cerca de la otra mujer siente mejor su perfume y le gusta, tanto que pasa detrás de ella tomando una botella de agua, casi rozándola solo para sentir más de cerca su aroma.
«Para ser un súcubo del infierno, no hueles nada mal, engendro del demonio».
Mientras ella cocina, se pone a hablar con Abigail y comparan datos más parámetros del auto, le muestra la información que tiró la última medición en los programas, y los puntos que tienen que arreglar, Abigail promete darse una vuelta a chequear el auto para hacer pruebas mientras Bianca esté de viaje. Es a la única que podría encargarle algo así y por eso se va tranquila, porque Abigail es la mejor en lo que hace como mecánica.
Bianca sigue con su rutina y en la tarde se viste para ir al gimnasio.
—¿A dónde vas? —le pregunta Francesca. Ella la mira y mira su conjunto de entrenamiento deportivo.
—Voy a cazar dragones.
—Okay, no mueras al menos hasta que estemos casadas y de vuelta cómprame 1 botella grande de agua mineral y 4 barritas de cereal, dos de frutilla, una de manzana y una clásica —le deja dinero en la mesa.
—Se te olvidaron las palabras mágicas —levanta una ceja.
—Por favor campesina y gracias campesina.
—Muy bien adefesia —aplaude y toma el dinero— esto de educarte es más agotador que mi rutina diaria —Francesca blanquea los ojos y suspira, mientras su futura esposa se marcha, despidiéndose ambas mostrándose el dedo medio, ese es su idioma del amor.
Al pisar Italia y mientras van ingresando al aeropuerto, Francesca se pone a hablar por teléfono en inglés, habla demasiado rápido y enojada, corta la llamada y habla en Italiano con la misma fluidez que lo hizo en inglés, vuelve cortar la llamada y ahora habla en francés. A Bianca no se le pasa por alto que la pelinegra en toda la discusión que ha llevado por teléfono no ha dejado de rascarse detrás de la oreja derecha, y está segura de que su urticaria ha empeorado, no la tenía el primer día que cayó a verla en las pistas, aunque la piel colorada fue apareciendo a medida que pasaban los días. Pero no piensa comentar o preguntar, en este momento solo sería abrir un portal para invocar algún demonio o al mismísimo rey del infierno que la mirara de manera despectiva y le diera una respuesta mordaz.
—¿Todo bien?
—¿Tú que crees? Estoy rodeada de inútiles, que no pueden hacer las cosas bien y eso que les deje todo anotado, tal vez me faltó dibujarle manzanitas. Solo llevo fuera unos días y no han sido capaces de resolver un problema del cual deje instrucciones estrictas y claras, ahora llego y hay tres problemas más.
Ella se masajea las sienes ofuscada, luego deja caer sus brazos para de manera resignada dirigirse ambas a buscar las maletas. Bianca de manera instintiva le toma la mano, como hizo en el departamento.
—Respira —Francesca increíblemente le hace caso— ya estamos aquí. Dime que necesitas y te ayudaré.
—Te estás tomando esto demasiado en serio —saca su mano—, recuerda los términos. No tengo que recordarte que esto no es real ¿O sí?
—Seremos socias adefesia, y también me compete a mí ahora ¿Sabes qué? No tengo porque ser tan amable contigo, no es como si te lo merecieras.
Bianca enojada, toma sus maletas de la cinta transportadora y se aleja mientras Francesca toma sus bolsos. Ven a un hombre que sostiene un cartel con sus apellidos, es el chófer que mandó la empresa Lockwood a buscarlas. Bianca sube sus bolsos y se sube atrás en la camioneta enojada, dejando a la de ojos claros sola subiendo sus cosas con el chófer. Varias fotos no tardan en circular de ellas discutiendo, y una de este momento de ambas enojadas casi sin hablarse. Cargando las cosas por separado y subiéndose en la camioneta.
—¿Dónde te dejamos? —le pregunta Francesca sin despegar la mirada del teléfono.
—En la casa Rossi —Llegan y ella se baja primero sin despedirse, pero si se despide de su chófer.
«Campesina»
«Adefesia»
Piensan mientras se aleja la una de la otra. Al entrar a la casa tiene la ingrata sorpresa de ver a sus hermanos y a algunos de sus sobrinos que solo conocía por fotos. Renzo le muestra las fotos de ellas discutiendo, que alguien tomó. La increpa, no solo él, sino también sus hermanos como Alessio que se burla, y Marcello que diciéndole que se está tomando todo como un juego, que no mide la gravedad del asunto y antes de que sigan con la perorata les cierra la puerta de su habitación en la cara. Ya es de noche cuando la casa se queda en silencio, casi todos se han ido y golpean su puerta. Ella ni siquiera bajó a comer, se conformó con los sandwiches que se hizo para comer en el avión y no comió.
—Soy Leo ¿Podemos hablar? Estoy solo —ella abre la puerta y antes de dejarlo entrar se cerciora que no haya nadie más—, los demás ya se fueron. Bajemos, papá está acostado —en la cocina él le prepara un sándwich de mermelada de arándanos con mantequilla, más unas rodajas de frutilla y se lo da—. Espero que siga siendo tu favorito, aunque siempre me pareció asqueroso —ella se lo come—. Escucha Bianca, sé que esto es difícil y que no tienes porqué hacerlo, de hecho deberíamos estarte agradecidos.
—Dile eso a los demás —habla con la boca llena—. Estoy haciendo lo que puedo Leo, Francesca no es una persona fácil de llevar. Y si hago esto es por que sé lo que es terminar en la calle, y no quiero que sus empleados pasen por eso, todas esas familias —suspira mirando la mesada y deja el resto del segundo sandwich en el plato—. Han jugado una carta sucia poniendo todo ese peso sobre mí, sabiendo que así no iba a negarme. En cuanto esto termine, serás al único con el que pienso mantenerme en contacto.
—Te diré esto sin que sepan los demás —le pone una mano en el hombro—, si quieres terminar con esto lo entenderé, yo hablaré con el resto y…
—Si han recurrido a mí, es porque soy la última, de la última opción, no hay nadie más. A mí me tienen agarrada por la responsabilidad que siento hacía esa gente, que siendo honestos ni siquiera me corresponde. Ojalá pudiera ser una mala persona Leo, pero no puedo, yo no puedo cargar con la culpa de no haber hecho nada, cuándo pude haber hecho algo. No soy ingenua y si acepté es porque sé que puedo. La única duda que me queda es ¿Cómo fue que están en la quiebra? La empresa familiar tiene 4 generaciones en la industria ¿Qué hicieron Leo? —Él la mira y sabía que un momento así llegaría— ya estoy metida en esto y necesito saber Leonardo, quiero la verdad.
Él se aleja un paso y a punto de decir algo entra su padre a la cocina, para su sorpresa es él quién comienza a contarle lo que pasó.
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