8 Nada de buenos días, solo días.
Bianca despierta con calor se destapa y tiene a Francesca prácticamente durmiendo encima de ella, le babeó el pelo y el cuello, tiene una mano adentro de su camiseta en su abdomen. Trata de moverse y salirse, pero la otra la abraza con fuerza y murmura algo dormida.
—Que rico huel... suave —le acaricia el abdomen— lindo perrito.
«Esta se piensa que soy un perrito. ¡Ah bueno, lo que faltaba!»
La pelinegra sube la mano y le aprieta el seno derecho, la castaña mira al techo y como si pudiera atravesarlo con la mirada, entrecierra los ojos para reclamarle a Dios.
—Esponjo peshito.
Bianca le agarra la muñeca con el índice y el pulgar para apartar la mano y la otra se queja.
—Francesca ¿Me dejas ir? Me hago pis —«Degenerada durmiente, será tu apodo. Ya veo lo que me espera si tenemos que compartir la cama de nuevo. No quiero imaginar dónde meterías la mano buscando acariciar el pelaje del perrito, aunque este perrito se mantiene bien depilado ¿Qué estoy diciendo? No soy un perro. »
De repente la pelinegra despierta y se separa de ella como si pudiera contagiarle ántrax. Se limpia la baba y mira la hora en su teléfono, mientras Bianca comienza a levantarse, 11.33 a.m. es la segunda vez que se duerme de esa manera delante de la castaña y ahora peor se queda dormida, cuando ella se levanta a las 7.30 a.m. para ponerse a trabajar.
—Tengo, tengo que trabajar. Responder mails. Ver lo de mi empresa.
—Para, para —pero no le hace caso, corre de aquí allá tomando su ropa— Francesca ¡para!
—Yo no estoy de vacaciones Bianca, quizás no sepas que es trabajar porque andas dando vueltitas todo el día en una pista, pero la otra gente tenemos que... —la piloto se acerca y la toma de la mano, logrando que se calme y respire con tan solo ese simple acto.
—Respira ¿Okay? Te iba a decir que voy a bajar a comprar algo para desayunar ¿Está bien? Tú has lo que tengas que hacer, tranquila.
—Voy a vestirme y me pondré a trabajar con mi laptop.
—Y Francesca —ella voltea a verla agarrando la puerta—, no me gusta que menosprecies lo que hago, ese es mi trabajo y es mucho más que dar vueltas en una pista. Así que en un futuro evita decirme algo despectivo con respecto a eso ¿Estamos claras?, —un escalofrío le recorre la espalda ante la mirada fría de Bianca.
—Sí, lo siento —«¿Desde cuándo pido disculpas y más a esta campesina?»—. Te doy dinero para...
—Tengo dinero, del que me gané dando vueltitas. Ya vengo.
Toma su billetera y sale, algo dentro de Francesca se mueve, la verdad es que ha subestimado a Bianca desde que la ha conocido, bueno desde que recibió ese informe sobre ella. Hasta el investigador perdió la objetividad y admiró las capacidades de Bianca para manejar cualquier cosa que le den ¿Por qué ella se niega a ver esas virtudes en ella? Sabe que la castaña vive en un mundo competitivo de hombres en el cual ella también está y se ha hecho un lugar desde abajo, de hecho ese día que fue a verla, vio cómo varios de sus compañeros la admiran. Entonces cuál es el problema en reconocer eso de Bianca Rossi. Llega de vuelta, dejando una bolsa sobre la mesa y su chaqueta en la silla, entra a la pequeña, de verdad pequeña cocina separada de living comedor y pone la cafetera, mientras saca tazas y un plato para colocar lo que ha comprado, haciendo todo en absoluto silencio y sin dirigirle la palabra o la mirada.
—¿Azúcar, edulcorante, solo o con leche?
—Con leche y edulcorante.
Saca una botella de la heladera, la huele, la prueba, se encoje de hombros y la calienta antes de romper hervor la deja en una jarrita, colocando la leche caliente, la cafetera y la taza así se lo prepara la pelinegra a su gusto. Presta atención a las proporciones que se sirve la de ojos claros en el otro extremo. Coloca algunas cosas dulces que compró y unas cositas saladas, porque no sabía que le gustaría. Francesca cierra la laptop y busca las palabras, para pedirle disculpas, algo que le cuesta hacer, ya que por lo general ella no comete errores. La castaña mira por la ventana ignorando la lucha interna de la otra mujer, y siendo honesta tampoco le interesa.
—Disculpa —su mirada ahora se posa en ella—, me excedí con lo que te dije. No volveré a menos preciar lo que haces, lo siento.
—De hecho quiero que veas que es lo que hago, para que entiendas —se lo dice calmada sin un ápice de recriminación—. Así que cuándo termines con tu trabajo vamos a ir al taller y te voy a mostrar.
—No es necesario.
—Sí, lo es. Tienes que saber que hago y cómo. Si te lo preguntan en una entrevista no sabrás que responder, se supone que estamos saliendo desde hace tiempo y si es así, tienes que tener al menos una idea de lo que hago. Avísame cuando termines, tengo que ir a hacer unas compras, estaré atenta al teléfono por si necesitas algo.
—Bien.
Bianca se marcha seria, es la primera vez que la ve así. Sus moods habían sido, enojada, sarcástica, casi amable y hastiada, la verdad que prefiere cualquiera de los anteriores y no esté, en el que siente que hizo algo mal y no sabe como pedir disculpas y claro que eso le genera una conocida sensación que tiene desde siempre con sus padres, ansiedad por arreglar las cosas y complacer para que todo esté bien de nuevo. Esa horrible sensación en el pecho, esa incomodidad, los pensamientos rumiantes en bucle, hacía tiempo que no se sentía así. Esto ha acentuado su mal habito de rascarse tras la oreja, sino para se va a terminar lastimando la piel, para su mala suerte no ha traído los parches que se coloca así no se rascar la piel directa, y va a tocar controlarse.
«Es absurdo ya me disculpé dos veces, no habrán tres. Si sigue enojada problema de ella»
Intenta concentrarse en su trabajo y solo logra estar enfocada media hora con mucha dificultad, mirando de manera constante su teléfono luchando con su ansiedad por saber de ella.
«No tengo que preocuparme por que ella esté enojada, no fue tan grave»
Sigue trabajando y a los 20 minutos para de nuevo.
«Es estúpido que siga pensando en eso. Ya le dije que no lo volveré a hacer. Ya debería haber vuelto. Y la estúpida manía volvió, tengo que dejar de rascarme o voy a lastimarme»
Le manda un mensaje de que ya terminó su trabajo, ni siquiera ha podido enfocarse bien para trabajar de todas maneras.
Llega a buscarla y la ve lista con ropa cómoda, una gorra negra, lentes de sol, jeans ajustados y una camiseta blanca oversize que se mete un poco en el frente, inconscientemente sonríe «¿De verdad todo va a quedarle bien?»
Bajan y Bianca otra vez maneja, pero ahora lo hace de manera normal, va despacio y sin giros abruptos, Francesca sin ser creyente de ninguna religión ya se había encomendado al Dios católico, Ganesha y Jehová. Llegan a un taller lleno de maquinaría y gente trabajando, varios paran su labor al ver a la pelinegra y vuelven a lo que estaban haciendo en cuanto la castaña les dedica una mirada seria y toma la mano de la otra mujer para entrelazarla con la suya.
—Chicos ella es Francesca, mi —le da una arcada con ganas de vomitar, traga— novia —el vómito baja hasta su estómago de vuelta. Se acerca Simba a su lado.
—Está linda, te la tenías guardada —la codea—. ¿Desde cuándo salen? —le susurrara y ella lo mira seria.
—Escucha Simba —lo toma por el hombro—, este cerdito —le muestra el dedo gordo de la mano— se quedó en casa, este cerdito fue al mercado —le muestra el dedo medio—, ahora si este cerdito —lo señala con el índice— no se pone a terminar ese maldito auto, será despedido —suspira y él se marcha callado. Se dirige a la pelinegra nuevamente—. Bien solo estaremos acá un rato, puedes ver todo desde allá arriba sin riesgo de mancharte o que alguno de estos bestias te lleve por delante.
Sube a una oficina y se apoya en la baranda mientras ve como ella trabaja, arma y desarma el auto, ven las partes, lo arrancan y apagan varias veces, controlan cosas. La castaña se llena la cara con un poco de grasa al rascarse y tiene manchado el overol que se colocó para trabajar. Pasan dos horas ahí. Luego cargan el auto en un remolque, lo anexan a una camioneta y ella llama a Francesca que baja.
—Tengo que ir a probar el auto, mi amor —solo le dice así porque están los muchachos—. Vendrás conmigo y ellos irán en otra camioneta.
—Bien, espera.
Toma un paño limpio y se acerca a ella, la castaña recula alejando el rostro entonces la pelinegra toma su mentón nuevamente con algo de fuerza y le limpia la mancha de grasa, la otra mujer se queda quieta y suspira, mientras sus compañeros la miran deseando que la pelinegra también los ayudara a limpiarse la cara así, la piloto los mira de reojo y ellos apartan la mirada.
Bianca le abre la puerta del lado del copiloto, le prende el cinturón y la besa en la mejilla para luego subirse a la camioneta y limpiarse los labios disimuladamente mientras sube. Llegan a una autopista, destraban y bajan el auto, se calza el traje, casco y todos los elementos de seguridad. Da unas vueltas para probarlo. Se acerca gente de la BMW donde trabaja Abigail y le piden si puede probar uno de sus autos.
—¿Quieres venir conmigo? Tengo que probar el prototipo de BMW -señala el auto tapado que no revela su aspecto en la pista— ¿Quieres ver lo que se siente estar en la pista? —Francesca duda—. O tal vez estás algo cansada y quieres que nos vamos, o tienes miedo —suspira—. Si es así está bien, no voy a presionarte, es más podemos irnos si estás cansada.
—Iré —la toma de la mano— vamos.
Suben al auto se ponen los cinturones, y comienzan la prueba por la pista, no es un auto de carrera por ende la exigencia no tiene que ser dura, prueba frenos, dirección, agarre de las ruedas, tiempo de reacción etc, lo estándar y de rutina. Al terminar la prueba, da una vuelta suave por la pista, llega con la gente de la empresa, les la devolución de un análisis puntal y preciso, sobre el auto.
—Bien te giraremos el dinero a tu cuenta, gracias Bianca —le estrechan la mano—. Si no es molestia nos firmarías unos autógrafos.
—Amor —voltea a hablarle a la de ojos claros, que reacciona a la segunda vez que la llama— ¿Estás muy cansada? Los chicos quieren que les firme unos autógrafos.
—Te espero.
—Bien, firmo rápido, me saco unas fotos y nos vamos.
—Claro, no hay problema.
Firma los autógrafos, se saca fotos con el equipo y por separado con cada uno. Se acerca a ella besándola en la mejilla para susurrarle.
—Nos están sacando fotos desde hace rato un imbécil cerca de las gradas —voltea su mentón a ella y le da un beso corto en los labios— ¿Lo viste?
—Sí.
—Abrázame y pégate a mí por mi brazo, caminemos entrelazando nuestras manos.
Ella lo hace, llegan a la camioneta, le ayuda a subir y sube ella, antes de arrancar se acerca a Francesca y simula besarla pero solo apenas roza sus labios. Luego le coloca el cinturón y arranca la camioneta.
—Por lo general hago 3 horas de gimnasio todos los días, tengo que estar en forma para poder manejar, me exige mucha resistencia, corro una hora en la mañana, supongo que hoy fue la excepción porque me quedé dormida y así es la rutina de mis días, excepto si tengo que viajar, o si como ahora, alguna marca me pide que pruebe sus vehículos. Trato de involucrarme en cada parte del proceso, desde el taller hasta mi parte que es pilotar. Quizás no esté salvando al mundo Francesca, pero en definitiva no es solo dar vueltitas en una pista, este es mi día a día —le dedica una mirada antes de volver a poner sus ojos en la carretera.
—Agotador.
—Sí, lo es. Pero a ese ritmo vivo. Hay una cosa muy importante que no hemos hablado y es fundamental aclarar —la mira seria—, mi madre.
—¿Qué hay con ella? ¿Sabe que vas a casarte?
—Bueno esa es la cuestión —suspira— ella...
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