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34 El funeral

Francesca está de negro en el velorio, Bean permanece lejos de ella, Chester fue arrestado y acusado de ambas muertes. Su familia procesada, Alessio preso, Fabricio enfrenta cargos de cómplice, ambas familias derrumbadas. Con ella fuera del panorama por obvias razones, los Rossi están asumiendo el control de la fusión, Francesca no tiene cabeza para pensar en nada ahora. Se acerca al cajón y tira una flor, se sube al auto junto con la madre de Bianca y Leo, su suegra le toma la mano, para darle fuerzas, pero la verdad es que ya casi que no le quedan.

   —Francesca por favor.

   —Bean no es ni el lugar, ni el momento para hacer esto —intenta ignorarlo.

   —Solo quiero que sepas que…

   —¡¿Qué?! ¿Qué lo sientes? Fue tu culpa estás muertes, tuya y solo tuya. Te pedí, te imploré y suplique desesperada que no dejarás que el auto saliera, me cortaste y te pasaste por el culo mis súplicas. Así que, vete a la mierda Bean y vive el resto de tu vida con la culpa.

  —Francesca cálmate —Leo la toma del brazo intentando que ella entre al auto—. Es mejor que te vayas —le dice al hombre—, mi cuñada no está en condiciones de hablar ahora, como te dijo no es el lugar, ni el momento.

   —¡Perdón! —se acerca al auto y se arrodilla, uno de los chicos de su equipo intenta levantarlo.

   —¡Púdrete Bean! —le dice la castaña bajando el vidrio— y ni se te ocurra aparecerte de nuevo por otro lado —sube el vidrio—, porque no seré tan amable.

   Ha pasado un mes desde el terrible accidente, un mes que prácticamente no duerme en su casa, casi no come, toda su vida y actividades se han reducido a esto, un sillón, cerca de una camilla de hospital. Bianca con respirador en coma, su esposa mira el bulto dónde debería estar su pierna izquierda cortada al ras debajo de la rodilla, no se la pudieron salvar.

   —Hoy el día está soleado —le miente— hay niños jugando abajo en la plaza, te encantaría verlo, hay una chiquilla revoltosa como tú, solo tienes que despertar para acercarte y observarlos —vuelve a mentir mientras mira por la ventana del hospital que no da a ningún sitio. Toma asiento a su lado, tomando sus manos—. Anoche soñé contigo, nos íbamos de vacaciones a la playa, te ponías a cabalgar por la costa y me reía de ti diciéndote que puedes dejar el campo ser, pero lo campesina no te puede dejar a ti —llora y se limpia las lágrimas—. Te voy a esperar el tiempo que sea necesario hasta que despiertes. Quizás si no hubiera aparecido en tu vida, seguirás corriendo carreras tranquila. Esto también es mi culpa.

   Claro que se siente culpable, aunque no es su culpa, solo coincidieron demasiados factores en su contra, pero definitivamente no fue culpa de Francesca, sino que fue culpa de la avaricia de su padre, el odio de Alessio y Fabricio, y la ambición de Chester.

   —Francesca ve a comer algo —Mira a su suegra.

   —No tengo hambre.

   En cuanto Bianca estuvo más estable pidió su traslado a Italia, su copiloto y el piloto del otro equipo murieron en el accidente. Dean fue destituido de su cargo, sin pilotos, sin entrenador, el equipo se disolvió. Abigail vino a verla varias veces curándose de unas quemaduras, con Montserrat y el hijo de ambas. No fue la única en visitarla, un montón de gente ha venido a verla, pero definitivamente Abigail es la que está más atenta.

   —Mi niña sabía que dirías eso, así que te traje comida —le pasa un tupper caliente— tienes que estar fuerte, no puedes enfermarte Francesca y dejar de comer hará que eso suceda —ha bajado mucho de peso en este tiempo y ni hablar de que carga unas ojeras constantes— ¿Alguna novedad?

   —Todo igual —come por obligación bajo la mirada de supervisión de su suegra— ¿Y si no despierta María? Lleva un mes en coma.

   —Va a despertar —se acerca y la abraza fuerte— porque tiene una esposa y una madre que la esperan y porque nuestra Bianca es fuerte. Desde que estaba en mi vientre se aferró a la vida —su suegra sonríe—. Ella va a despertar mi niña, solo ten fe.

   Y aunque quiso decirle que la fe, no la había salvado de ese accidente, o de no perder la pierna, ni la iba a hacer despertar, no lo hizo, porque su enojo no es con su suegra y su fe, sino con ella misma y el perdón que no puede darse.

   —Te traje agua y ropa —entra Jean Carlo— también compré barritas de cereal que sé que te gustan, Bianca siempre tenía en casa para ti —mira a su hija y se acerca besando su frente—. Francesca necesitas ir a bañarte y dormir un poco, llevas tres días y dos noches sin salir de aquí.

   —Puedo ducharme en el baño de acá y…

   —Por favor —interviene María—, ve a tu casa yo la cuido hasta que vuelvas y sí —le corta antes de que diga algo—, si hay algún cambio yo te llamo.

   —Vamos te llevo —le dice su suegro.

   Llegan al hogar de ambas, ella en silencio sube a bañarse, Jean Carlo la espera abajo viendo las fotos de ellas por la casa. Toma un retrato y ve la foto del día de su boda, ambas felices con una gran sonrisa, ve la foto de su primer baile juntas, y otras de la vida diaria y algunos viajes cortos que hicieron, en todas juntas y fotos solo de ellas, lejos de las redes sociales. En todas ambas su mirada reflejan el amor que se tienen.

   —Esa fue de la luna de miel, yo hice un castillo y ella hizo un auto ¿Era de esperarse verdad? —la toma y la mira, sentándose en el sillón.

   —Francesca sé que va sonar duro, pero…

   —Ella va a despertar.

   —Francesca…

   —No, no voy a seguir sin ella. La esperaré el tiempo que haga falta, dinero no falta, venderé todo si es necesario para que ella esté bien…

   —¿Qué hay de tu vida? Eres joven, y te queda mucho por vivir. La situación de Bianca no ha cambiado en nada, yo amo a mi hija, pero hay que ser realistas, no sabemos si va a despertar o cuando lo hará.

   —Es mi esposa, juré amarla en salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, en las buenas y las malas, hasta que la muerte nos separe. Por favor no vuelvas a sugerir siquiera que siga adelante, seguiré adelante cuándo ya no me quede más opción, y sabe lo que eso significa ¿Me lleva al hospital o me pido un Uber? —Él traga en seco.

   —Te llevo.

   Dos meses y medio casi viviendo en el hospital, es increíble lo rápido que se puede olvidar la gente de lo que pasó, lo rápido que avanza el mundo, todo sigue su curso, todo sigue girando y avanza, menos ellas, Bianca sigue en cama y Francesca a su lado, claro que sus padres y hermanos la vienen a ver, su suegra es quien la visita todos los días, pero es su esposa quién duerme con ella a diario y solo se va para cambiarse, bañarse y volver a la brevedad. El personal del hospital ya la conoce, y admiran la devoción con la cual Francesca está para su esposa. Ayuda en la fisioterapia, la baña, y hasta ha ayudado a cambiarle el vendaje de su pierna. Lo único bueno es que le sacaron el tubo respiratorio y solo le dejaron la sonda por la nariz para alimentarla. Un día cayó en la cuenta de que no le había dicho aún en voz alta que la amaba, y aunque no ha dejado de decírselo ahora, le pesa no haberlo hecho cuando Bianca podía verla a los ojos, regalarle una sonrisa y responderle de vuelta. Se sienta a la orilla de la cama luego de las fisioterapias de rutina y le moja los labios, le coloca las gotas en los ojos también, la crema en su cuerpo y se acuesta acurrucándose a su lado.

   —Hay algo que no te he dicho nunca mi amor y es que tenía miedo de que me amaras, porque no estaría a tu altura, siempre sentí que me querías y me cuidabas tú más a mí, que yo a ti. Ni siquiera pude lograr que no te subieras a ese auto y ahora no tienes una pierna —llora— voy a esperar que vuelvas a mí, no importa el tiempo que te tome.

   Se acuesta a su lado, entrelazando sus manos, luego de besarla quedándose dormida. Despierta al sentir una mano acariciándole la mejilla.

   —¿Por qué lloras? ¿Es una pesadilla? —le sale la voz ronca casi en un susurro.

   —¿Bianca? ¡Bianca! —ella la mira abriendo lentamente los ojos— ¡Despertaste!

   Corre a buscar a las enfermeras y doctores, que llenan la habitación de inmediato. Pide agua ronca y sin voz, la frenan para que tome despacio, comienzan a sacar las sondas dejándole solo un suero en todo momento ellas se miran a los ojos y no se apartan los ojos de encima. La familia no tarda en llegar, su madre entra llorando, Abigail viene en camino, sus hermanos llegan a verla, algunos con su esposa e hijos, el hospital se revoluciona todos están felices, hasta el personal. Cuando finalmente logran quedarse a solas le da una tablet para que escriba, ya que tener la garganta seca por dos, casi tres meses tiene sus efectos.

   —Quizás te parezca loco, pero te juro que la última vez que me fui a dormir tenía dos piernas enteras —le escribe sonriendo.

   —¿De verdad puedes tener sentido del humor? Te falta una pierna.

   —Diremos una historia diferente siempre, y la que nos guste más será la versión oficial, la primera historia será que te salvé del ataque de un tiburón y el maldito se llevó mi pierna.

   —Seguramente que tú si llegarías a salvarme a mí —se sienta a su lado, toma su mano besándola y llora, Bianca la acaricia.

   —Por favor no llores o me harás llorar a mí —le escribe—  no fue tu culpa. Estoy viva, no me importa si no tengo una pierna, tengo la oportunidad de pasar un día más a tu lado —se acerca para besarla— ¿Qué pasó?

   Francesca le cuenta todo, todo lo pasó ese día, sobre los involucrados, todo y finalmente llega a la parte de su copiloto, entonces Bianca llora, llora desesperada y se echa la culpa, ella iba manejando, pero en realidad le dice quién boicoteó el auto. En ese momento llega la esposa de su compañero muerto y la abraza llorando, ella le dice que la perdona y que no fue su culpa, algo que la llena de alivio.

   —Te amo —le escribe en la tablet— en lo único que pensaba mientras ese auto daba y veía el atardecer dando tumbos era en que mi madre quedaría sola y en que no te había dicho que te amaba en voz alta, no podía morir sin que lo supieras.

   —Lo sé —la acaricia— me decías que me amabas en tu forma de ser conmigo.

   Bianca toma agua tragando despacio, se endereza con ayuda de Francesca, y aclarándose la garganta hace varios intentos por hablar, hasta que su voz sale, pese a que su esposa le pide que no hable porque puede lastimarse, ella necesita hacerle saber, quiere decirle.

   —Te amo Francesca Lockwood, te amo.

   Logra decirle y los ojos de su esposa se llenan de lágrimas, Bianca  sonríe secándolas, Francesca le toma la mano besándole y apoya su frente con la de ella.

   —Te amo Bianca Rossi. Gracias por volver a mí, no sabes lo mucho que te extrañé. No me dejes de nuevo por favor.

   Se acurruca más a ella, colocando el rostro en su pecho, escuchando su corazón latir, siente alivio, paz y al fin se siente completa con su esposa despierta, viva y respirando a su lado.

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