32 La tocas y te mato
Francesca vuelve a casa enojada con su familia, no puede creer que todos sean unos imbéciles ¿Qué importa si ellas se terminaron enamorando? ¿Qué más da si la ama? La empresa va bien, mucho mejor de lo ha ido en años bajo la administración de ellos, uno más inoperante que el otro, entre los tres casi la llevan a la quiebra, no fue hasta que ella comenzó a asumir un rol un poco más fuerte y que se hizo escuchar presentando ideas viables que rindieron frutos, que vieron una luz.
«Estos hijos de puta mal agradecidos. Yo los saque del pozo en el que se habían metido, yo fui la que les tendió una mano cuando estaban ahogándose en su propia mierda y les tiró un salvavidas que los hizo flotar. Cómo se atreven a decirme que es así es como les pago, cómo se atreven a juzgarme e increparme, yo iba a tomar el riesgo de casarme poniéndome como seguro para asegurar la supervivencia de la empresa»
—Amor —la llama su esposa, pero ella está en el bucle de ira— ¡Francesca!
—¡¿Qué pasa?! —levanta la mirada y ve la cara de Bianca preocupada y enojada, viendo su labio partido—. No es nada, estoy bien —Había olvidado ese detalle y el dolor, cuando entró en ese bucle de ira.
—¿Quién fue Francesca? ¿Quién se ha atrevido a ponerte una mano encima?
Bianca cierra ambas manos en un puño, alguien le ha hecho daño a su mujer, se ha atrevido a tocarla y alguien seguramente va a morir hoy entre sus manos por haber osado ponerle una mano encima a su flor salvaje de la pradera, oh sí, Bianca arrasaría el mundo entero por su esposa y su madre.
—Amor —Francesca intenta calmarla—, escúchame —trata de abrir sus manos— estoy bien.
—Mataré a quien te haya puesto la mano encima.
Su esposa intenta reír y abre la puerta de la heladera sacando una botella de agua, cometiendo el error fatal de darle la espalda a su esposa que es corredora de carreras profesional para responderle.
—Amor no puedes quedarte sin suegro, te aseguro que estoy...
La puerta se cierra cierra de un portazo y Bianca ya no está, Francesca se da cuenta del terrible error que cometió al darle la espalda y contarle, creyendo que su esposa le dijo eso en una manera decir. Corre abajo y Bianca pasa como un viento al frente de ella esquivando autos en su moto, la empresaria se sube a su auto intentando llamar a su padre que no atiende, prueba con su madre y nada. Solo queda la secretaria.
—Clarissa comunícame con mi padre.
—Señorita él dejo órdenes de no recibir llamadas...
—¡Clarissa me importa un carajo lo que dijo, su vida corre riesgo, comunícame! —el teléfono queda en espera «Bianca por favor no hagas una locura».
—¿Qué pasa?
—Es Bianca, no la dejen entrar a la empresa va por...
—Así que te gusta levantarle la mano a mi esposa, cerdo infeliz.
—¡CARAJO!
Francesca está a unas cuadras, apretando el acelerador. Llega dejando el auto detrás de la moto de Bianca y sube corriendo dejando la puerta abierta del vehículo andando. Sube corriendo por las escaleras al tercer piso. Se escuchan gritos en la oficina y solo ella logra sacarla de encima de su padre que intenta cubrirse la cara de los golpes, con la rapidez y la fuerza de Bianca no tiene tiempo ni siquiera de defenderse.
—Listo, listo, ya está. Amor por favor —Bianca deja de luchar por volver a pegarle a su suegro, mientras su esposa la sostiene entre sus brazos.
—¿Llamo a la policía señor?
—No Clarissa estoy bien —se limpia temblando la sangre con el puño de su manga—. Sal déjame a solas con ellas.
—Te juro que si vuelves a ponerle una mano encima a mi esposa, ni ella ni nadie llegará a tiempo para salvarte ¡¿Me escuchaste?! —se levantan ambas del suelo con Francesca aún sosteniéndola— ¡La tocas de nuevo y te mato! ¡CABRÓN! ¡Te mato!
—Vamos —su esposa intenta sacarla—, vamos por favor vamos, ya amor, ya está.
—Es una promesa Lockwood.
Le termina de decir, mientras su esposa cierra la puerta llevándosela a la fuerza, para marcharse de nuevo a casa, esta vez conducen con calma aunque ambas tiemblan por la adrenalina que les recorre el cuerpo. Llegan dejando los vehículos guardados, Francesca hasta dejó la puerta abierta por salir a las apuradas. Bianca sin decir nada se mete al baño a lavarse las manos llenas de sangre seca, y su ropa está igual de manchada. Se enjuaga con abundante agua y jabón, su esposa entra con compresas de hielo, toma sus manos y se las coloca.
—Nadie va a ponerte una mano encima nunca más, sea quién sea —le dice Bianca mirándola a los ojos, pasando sus dedos por el contorno de su labio partido—. No volverás a ir a verlos sola.
Finalmente la mira con los ojos llenos de lágrimas y llora, Bianca la abraza fuerte. Ella nunca había enfrentado a su familia antes, la vez que lo hizo como ahora, recibió la ira de su padre, dejándole bien en claro que no toleraría su rebeldía u oposición, las cosas se harían como él decía. Ella en el pasado no había tenido una Bianca que la defendiera y ahora la tiene, y está dispuesta a matar si es necesario por ella. Nadie se había atrevido a cuidarla tanto, con nadie antes se había sentido tan segura como con su esposa ahora.
—Se te va hinchar —le dice sollozando.
—No me importa —se saca el hielo de su mano y se lo coloca en el labio— ¿Te duele mucho?
—Amor literalmente te has partido los nudillos a golpes contra la cara de mi padre y me preguntas si me duele un cortesito.
—Pero no me has respondido mi amor, si te duele mucho o no —la mira preocupada.
—No amor, no me duele. No me duele como me dolería verte presa por pegarle a un saco de mierda que no vale la pena.
—Él no me denunciaría, sería exhibir lo que te hizo, yo quedaría cómo una heroína y él cómo un hijo de puta golpeador, aparte no sería una buena imagen para su empresa.
—¿Pensaste en todo eso antes de ir a pegarle?
—Pensé en dónde enterrar el cuerpo mientras iba a pegarle —Francesca sonríe, pero ella se mantiene seria—. Esto se me acaba de ocurrir.
—La violencia no es el camino.
—Lo sé, por eso tomé un atajo —se acerca y la besa despacio— ¿De verdad estás bien? —La de ojos claros asiente— ¿Quieres contarme al menos por qué lo hizo?
—Básicamente porque te elegí a ti por encima de ellos —Bianca levanta una ceja—. Estaban mis hermanos y mi madre ahí.
—¿Y ninguno fue capaz de hacer algo?
—Mi padre no es la clase de persona que tiene rivales, la gente simplemente no lo enfrenta.
—Me alegro de romper la tradición y su cara —su esposa se ríe—. Creo que el almuerzo del domingo se cancela, a menos que se quiera comer los pocos dientes que le quedan. Ya me hizo enojar de nuevo ese cabrón.
—Gracias —Francesca la abraza—, por protegerme y cuidarme siempre.
—Es lo que haré siempre, mi amor.
La abraza y quedan así un rato, luego van a acostarse al sillón, una con hielo en la boca y la otra con hielo en las manos. Bianca acaricia la espalda de su esposa acostada encima de ella, y besa su cabeza. No lo saben aún pero esté va a ser uno de los pocos momentos que van a estar así de juntas, antes de que los planes que se han ejecutado en las sombras se llevan a cabo.
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