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26 Momento honesto

La empresaria mira a una Bianca enojada, que digo enojada, está enojadisima en el otro extremo del asiento. Parece un león enjaulado y ella un conejito, que si no elige bien las palabras con las cuales dirigirse a Bianca, será un conejito destripado.

—Yo estuve pensando —la castaña intenta intervenir—, déjame terminar —la frena levantando la mano—, en realidad vengo pensando hace un tiempo, la relación entre nosotras ha cambiado. De pronto nos comenzamos a soportar un poco más ¿No crees? —sonríe y Bianca relaja un poco su actitud— ¿En qué momento dejamos de tratarnos de adefesia y campesina? Nos confiamos hasta nuestros peores miedos.

La verdad es que gradualmente ellas dejaron de llamarse como lo hacían, les sabía mal decirse de esa manera, porque eventualmente comenzaron a dejar de odiarse, aunque odio es una palabra fuerte, dejaron de no soportarse.

Bianca descubrió un lado no tan frívolo de Francesca, como que ella se esfuerza en aprenderse los hombres de la gente que trabaja para ella, así sea el portero de su empresa, o su chófer, o el nombre de la chica que limpia y hasta recuerda si sus hijos van a la escuela y como les iba, o el nombre del nieto del conserje. Ella los trata como personas, con vidas, con seres queridos, ella ve seres humanos y Bianca vio que ella es muy considerada, al final la adolescente amable, seguía ahí debajo de unas capas de la adulta que es ahora, hasta vio humanidad en sus ojos al apreciar la belleza de un atardecer, al tomar su mano cuándo le contó su miedo, al ver el potencial de su prometida a la cual su familia mantiene en una caja de zapatos que le dieron de oficina, ella logró ver más allá de una fachada que la pelinegra ha creado para blindarse un poco el corazón.

Francesca por su lado ha descubierto que Bianca no es solo una campesina bruta, que ella es una líder nata en su equipo, que la respetan y le piden consejos, descubrió que también es una mujer culta que ama el arte y que también es una buena fotógrafa y hasta hace no mucho corroboró la observación que hizo su investigador privado, lo que caiga en manos de Bianca ella lo sabe manejar muy bien y ella misma no ha sido la excepción.

—Francesca, no entiendo tu punto.

—Yo si sé lo que me pasa, Bianca, lo sé hace un tiempo —la mira a los ojos—. Pero nunca he sido buena con esto de los sentimientos, me parece algo mucho más complejo que las estadísticas que manejo. Hace tiempo que me gusta pasar tiempo contigo, que no eres una campesina bruta, o una piloto que da vueltitas —sonríe y aunque no quiera a Bianca ese gesto la desarma, ya ni siquiera frunce el ceño y no puede creer que está pasando lo que está pasando, Francesca se le está confesando «Porque ¿se me está confesado, verdad?» dubitativa piensa eso—. Eres más que eso Bianca, mucho más.

—Suena como que te me estás declarando y fueras a decir que te gusto ahora.

—Es que si Bianca —le toma la mano— me gustas, pero es mucho más que eso, te quiero. Hemos pasado 5 meses juntas y el último tiempo sin que tengamos que odiarnos he podido ver lo que realmente eres —sonríe—. Fui estúpida al pensar que quizás no besarte cuándo estuvimos juntas, quizás no lo haría más real, que tal vez te querría menos por no hacerlo, pero no puedo no quererte, o quererte menos.

Bianca saca su mano de entre las suyas y se baja del auto, eso no se lo esperaba Francesca, no creyó que el confesarse saldría de esta manera, es la primera vez que lo hace. La castaña no se lo puede creer en cuánto cerró la puerta de la camioneta, se quedó tratando de pensar y respirar porque se quedó sin aire. Era esto con lo que alguna vez había fantaseado tanto. Se da cuenta que Francesca aún sigue subida, y da la vuelta, abre la puerta de su lado, al verla ve que sus ojos claros están llenos de lágrimas, se acerca y la besa abrazándola luego.

—También te quiero Francesca y tampoco eres una adefesia inútil —ella sonríe y vuelve a besarla—. Pensé que me romperías el corazón de nuevo rechazándome y diciendo que todo en realidad fue un error, que deberíamos volver a marcar los límites y si pudiera cambiarme de habitación a la de la planta baja para estar más separadas sería lo ideal.

—No soy la adolescente que era y aunque mi vida está llena de responsabilidades y el trajín de la vida adulta, y tampoco soy muy buena con el tema de los sentimientos, tengo muy en claro que lo de hace unos días no fue error. Aunque si cometí uno, al decirte que no nos besáramos, porque ya te habías metido por debajo de mi piel y no besarnos, no lo haría menos real —la abraza por encima de los hombros y la trae de nuevo hacia ella—. Entonces vamos a casarnos.

—Sí, nos casaremos —la besa—. Quiero rectificar lo que dije, no fue un error haber estado juntas. Solo lo dije enojada y a la defensiva —la empresaria la mira con una sonrisa y siente alivio por esa confesión, apoyando el rostro en su pecho, escuchando sus latidos.

—¿Está todo bien? —Pregunta su padre desde la puerta del garaje—, ¿no se están matando adentro de mi camioneta verdad? Porque la sangre es difícil de sacar.

—Está todo bien papá, ya hablamos y estamos mejor —la mira y le da un beso.

—Sigo viva señor Rossi —agrega Francesca.

—Bien, apaguen la luz luego.

El hombre entra más aliviado de no tener que lidiar con la policía, forenses y la escena de un crimen. Aunque no sabe bien quién hubiese terminado muerta, porque su hija es algo impulsiva, pero su nuera se ve el tipo de persona que podría cometer un crimen y nadie haría preguntas, y aún si tuviera el arma homicida en sus manos, cubiertas de sangre, nadie haría preguntas.

—Solo para corroborar —sonríe Bianca—, vamos a poder repetir lo de las otras noches ¿Verdad? Esta vez sin que me prives de besarte —Francesca sonríe y se muerde el labio inferior.

—Sí, pero —la abraza más fuerte para susurrarle al oído— solo si yo soy la que tiene el arnés puesto en casa.

—No llegaremos hoy a casa.

A Bianca le da las vibes de que le va a encantar ser la dominante en la cama, si le da oportunidad de ser ella quién marque el ritmo, y no se equivoca, porque desde que Francesca pruebe lo ha gusto que se siente siendo ella quien le da placer a Bianca, va a ser difícil volver a ser quién está a merced de su prometida. Pero ese día no será hoy.

—Trata de no hacer tanto ruido —le dice Bianca entre sus piernas—, hay más gente en la casa.

Simba acostado en la habitación de al lado con Abigail roncando, toma su sábana fuerte y mira el techo con los ojos bien abiertos.

—Santa madre de Dios, la va a dejar en silla de ruedas —murmura aferrado a las sabanas.

Al día siguiente se levantan temprano a desayunar con ambas de buen humor, Simba se le sienta la lado a Francesca y le susurra al oído.

—Oye ¿Estás bien?

—Sí —le responde regalándole una sonrisa.

Abigail también habla con Bianca mientras ella cocina y se le acerca susurrando al lado con una taza de café.

—Bueno al parecer escupiste al cielo y te cayó encima.

—No estoy enamorada de ella.

—Aún —la palmea en el hombro—, no estás enamorada aún, confía en mí, vas por buen camino —Bianca blanquea los ojos—. Por cierto me mudaré a Londres, Úrsula quiere que maneje ese taller, así que estaremos más cerca —alejándose de ella le dice—. Espero esa llamada de tenías razón y nos veremos para la boda.

Terminan de desayunar para ir a llevar a ambos al aeropuerto, esta vez no tienen que fingir que se toleran porque si lo hacen. Con ellas caminando al frente caminando con las manos entrelazadas, Simba ve serio como camina Francesca y Abigail le pega en la cabeza.

—¿Qué haces mirando a la mujer de Bianca tan descaradamente?

—Au —se soba el golpe—, solo estaba corroborando que no le haya dejado cruzado el chasis. ¡Tú no escuchaste lo que yo escuché anoche! —le susurra algo alterado—. Pero en realidad la que camina un poco raro es Bianca.

—La verdad que si camina un poco raro —Bianca voltea a verlos, mientras va de la mano de su prometida y ellos apartan la vista rápidamente.
Se despiden de ellos y Francesca ahora no le da tregua, se coloca encima de Bianca en el estacionamiento, arriba del auto y la besa algo salvaje. La puerta del auto de al lado se abre y ella vuelve a su asiento, bajando el espejito para pintarse la boca.

—¿Volverás a dormir a casa hoy, verdad?

—¿Me vas a dejar dormir de verdad? O utilizas el termino dormir, para reemplazar el término vamos a tener mucho sexo antes de que te vayas.

—Bueno podrás dormir dormir, cuándo me vaya a trabajar y cuándo estés lejos de mí, mientras tanto vamos a "dormir". Me toca a mí usar el arnés y no te irás de viaje sin que yo lo utilice en ti.

—Vuelvo a decirlo, no sabía que eras tan golosa. Aunque esa caja llena de juguetes era un claro indicio.

—Sabrás que tanto me gusta, cuándo me toque a mí usar el arnés en casa. Y para que te vayas anticipando, ni un baño te va a quitar, todo lo sucio que quiero hacerte, cariño.

Bianca sonríe, porque por primera vez utiliza el término sin que haya gente y sin verse forzada a hacerlo, acaba de usar la palabra "cariño" porque quiere dirigirse a ella de esa manera afectuosa y porque la quiere.

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