23 Sexo sin besos
Entra a la habitación sin dejar de besarla, golpeando la puerta, la tira sobre la cama y no le da tiempo a pensar, ya que se le abalanza encima para continuar con lo que han iniciado. Comienza a sacarle rápido lo que le queda de ropa, antes que lo hetero invada su mente y de se cuenta de que lo que está a punto de hacer es, demasiado gay.
—Espera, espera —dice la de ojos azules clavando su mirada en ella.
—Lo sabía —se aleja respirando frustrada.
—No es eso —Bianca levanta una ceja y se acerca.
—¿Entonces qué? —«Ahora me dirás que no te gustan las mujeres»— Francesca —vuelve a llamar su atención al no obtener respuesta.
—Nada. Solo evitemos los besos en la boca.
—Acabamos de besarnos Francesca, tú lo iniciaste.
—Podemos hacerlo sin besos en la boca.
—Lo que estoy a punto de hacerte va más allá de besos en la boca, ¿y te preocupa eso? —ella no responde, Bianca suspira—. Bien, como quieras.
Le saca los pantalones y sin besarla en la boca besa su cuello, muerde su clavícula dejando y delineando el contorno de su piel con besos húmedos, alternando entre lo suave y lo salvaje, acaricia su rostro, no quiere romperla no quiere que su primera vez juntas sea un acto de coraje, aunque está enojada y sabe que quizás esto la rompa más a ella. Acaba de aceptar sexo sin besos, y es que aunque hubieron cinco segundos de dudas ante el insólita petición, lo real es que su cuerpo y alma quieren como si fuera posible, fusionarse y ser una con Francesca.
Desvía su boca de la clavícula al pecho y recorre el camino en medio. Le ha prohibido los besos y ahora sus labios le queman por querer probar su boca, la fruta prohibida como la manzana del edén, solo hacen que desear besarla se transforme en una necesidad urgente, pero si lo hace la pelinegra terminará con esto y ella no quiere parar. Baja una de sus manos al medio de las piernas y palpa la intimidad que solo con un roce superficial por encima de la tela logra que la pelinegra se arquee y sin vergüenza deja salir un gemido, le pide con urgencia ser tocada, tomando el brazo de ella llevando su mano a que se adentre en sus bragar tocando su piel directa sin la tela de por medio, pero la castaña no tiene planes de que esto que empezó como un arrebato termine rápido, le negó los besos en la boca, ella le negará el orgasmo hasta que esté satisfecha. Localiza un punto débil en uno de sus senos y los prueba con su boca, graba bajo sus manos cada curva y la suavidad de su piel.
—Bianca por favor —logra decirle y antes de agregar algo más la mano de la castaña resbala en el interior de su intimidad.
—Tu regla, pero a mi manera.
Por muy urgida que esté, no dejará que ella lleve el ritmo. Siente la cadera de la de ojos claros moverse bajo su mano, buscando que profundice el contacto, sus dedos resbalan y sonríe con malicia, frota y toca el botón del placer, observa y le pregunta si la presión, velocidad y el ritmo le gustan, pero su prometida casi no puede hablar se limita asentir entre los gemidos, siente como se viene en su mano respirando agitada.
—Solo te permití venirte en el primero.
—¿Cómo el prim…?
Antes de terminar la frase la castaña chupa sus dedos y baja entre sus piernas probando su intimidad aún demasiado sensible y el jadeo desesperado por aire, hacen subir su abdomen con rapidez. Se agarra con una mano al costado de la cama, mientras la otra toma el cabello de la que esta entre sus piernas convertida en el pecado capital de la lujuria con las pupilas totalmente dilatadas, probando con gula y explorando la intimidad de la empresaria, a punto de llegar a su primer orgasmo se quita.
—¡No!
—No, es lo que digo, no te di permiso para tener un orgasmo ¿o si? Quédate aquí —le dice de manera autoritaria, con la voz algo ronca, ver a la piloto dominante le encanta—, iré por algo que va a gustarte.
Deja caer sus bragas mojadas al suelo y sigue caminando, luego se deshace del sostén yendo por su arnés doble dildo, con vibrador incluido. Se lo coloca cerrando los ojos al sentirlo adentro, lo cubre de lubricante masajeándolo de arriba abajo, mientras sostiene el control de velocidades en la mano, aún no lo ha prendido. Francesca se sostiene de sus codos levantándose a ver lo que trae Bianca, en cuanto lo ve abre los ojos grande.
—No me digas que es grande, porque vi que lo que usas es un poco más grande que esto.
—Solo se suave —ella sonríe.
—Abre las piernas Lockwood —Francesca se muerde el labio inferior y procede a llevar a cabo lo que ha pedido, dejando en evidencia su zona totalmente lista para recibir a su futura esposa.
Se acomoda y le abre las piernas para colocarse en medio. Con el mayor cuidado posible se introduce en ella, entrando y saliendo, hasta que la mayor parte está adentro, entonces enciende la primer velocidad de las cinco que tiene, una ola de placer las recorre a ambas, entre cada estocada y con una precisión quirúrgica sube la velocidad y aumenta las estocadas, Francesca se aferra a ella por la cadera, teniendo una vista de sus pechos moverse al ritmo de sus estocadas profundas que van aumentando el ritmo. Se apoya sobre un brazo y mirando a la piloto que la embiste deja besos húmedos en cuello, y de a uno toma sus pechos. Reconoce que la castaña tiene bastante resistencia, hasta que se rinde y termina pegada a ella, mordiendo su cuello. La velocidad está a punto de llegar al tres.
Apoya el ante brazo en la cama agitada y con la otra mano masajea el clítoris de la pelinegra debajo de ella, buscando el aire en su cuello que besa y muerde. Quiere besarla en la boca, pero desiste para no hacerla enojar. Sigue respirando o tratando de hacerlo entre los gemidos de ambas, que se hacen cada vez más altos y la cama se mueve con violencia. Quien más ruido hace es Francesca al borde del mejor orgasmo que ha tenido en su vida. Bianca está cansada, pero no va a parar. La velocidad subió al tres y ella también aumenta sus estocadas, son más fuertes, rápidas y profundas .
—¡Bianca ya! —gime fuerte—, ya no puedo más.
—Lo sé, yo tampoco, solo aguanta y llegaremos juntas.
—Más fuerte, una velocidad más.
Sin dudarlo sube al 4, Francesca le entierra las uñas en la espalda y en la ultima estocada toma sus gluteos para sentirla más profundo adentro de ella. La pelinegra se pone roja, se tensa y se relaja, conectan las miradas y sonríen aún agitadas. Bianca sale de ella, quitándose y tirando el arnés, se queda encima, la pelinegra le acaricia la espalda. Ambas van recuperando de a poco el aliento.
Decide tomar la iniciativa e intenta besarla, pero la otra corre su rostro, el gesto la lastima mucho más de lo que pensaba, siente su corazón encogerse y le entran ganas llorar, el nudo sube por su garganta, sus ojos amenazan con derramar las lágrimas que tiene prisioneras. Aparta la mirada para no ceder a su impulso, a la herida de rechazo que vuelve a abrirse.
—Solo si es absolutamente necesario, esto no cambia nada.
—¿En serio Francesca? —«acabo de cogerte de la forma más salvaje posible y me sales con esto es lo que quiso decir, pero no dijo— ¿Entonces que somos ahora? Follo socias —se responde—. Iré a bañarme. Dime una cosa —voltea a verla—, ¿piensas que esto fue error?
—No.
—¿Entonces cual es el problema con que nos besemos?
—Los besos son algo intimo.
—Coger con alguien también lo es.
—No, para algo de una noche.
—Yo no tengo acostones de una noche —le responde la piloto herida. Voltea dándole la espalda.
—¿Te arrepientes de lo que acabamos de hacer? —le pregunta la empresaria.
—Tal vez —suspira— sí —Francesca la mira con dolor y busca cubrirse con las sabanas—. Ya me lastimaste una vez Francesca —la mira de costado—, no dejaré que vuelva a suceder. Está fue la primera, la única y la ultima vez que estaremos juntas. Yo no tengo acostones de una noche y si piensas que esto, fue eso, te aviso que llegó a su fin.
Se levanta de la cama y camina desnuda hasta su baño, al cabo de unos minutos escucha la puerta de su habitación cerrarse. Bianca sale y como esperaba no encuentra a “nadie”, ni a la ropa de “nadie” por el piso. Se coloca ropa interior, deja el arnés para higienizar mañana y se pone a cambiar las sábanas. Se sienta a la orilla de la cama y mira la mesita de luz, solo faltaba que le hubiera dejado dinero y así la experiencia de ser una prostituta estaba completa, porque eso es lo que sintió. A pesar de que ella sabía lo que era Francesca, tenía la esperanza o la leve ilusión de que las cosas entre ellas estuvieran funcionando al menos. Por Dios se la acaba de coger hace tan solo un momento.
«¿Qué tanto le preocupa? La escena de celos, lo mucho que nos hemos acercado, que ya ni siquiera nos llamemos por los apodos que nos pusimos, su miedo real en la pista. ¿Mal interpreté todo? ¿Qué me está pasando? No puedo sacarla de mi cabeza tampoco. Tengo que tomar distancia»
Bianca intenta reír pero siente un dolor más profundo que eso en el pecho, un nudo en la garganta, siente que le arden los ojos y llora, llora abrazada a su almohada sofocando el dolor que se le acumuló y que no la deja respirar, llora porque empezó a sentir cosas por Francesca, aunque se lo prohibió, aunque no quiere hacerlo, porque amar a Francesca duele y porque a pesar de que duela, no puede frenarlo. Se duerme entre lágrimas y el agotamiento de lo ocurrido, no se arrepiente de lo que pasó, claro que le mintió, una fibra vengativa quería devolverle el golpe. Se prepara mentalmente por si mañana la pelinegra intenta justificarse y se blinda un poco el corazón para escuchar que fue un error.
—Buenos días —le dice la pelinegra caminando raro.
—Buen día —responde Bianca tajante con sus lentes de sol puestos—. Hay café caliente en la cafetera —«sírvete tú» su reacción de anoche fue 50 pasos a la casilla de inicio.
—Okay gracias —la de ojos claro voltea y hace el intento varias veces buscando las palabras correctas—. Bianca...
Francesca ve un bolso en la mesada, ella se va de viaje, debería hablar con ella ahora, también pensó mucho en lo de anoche, en realidad en todo lo de estos días, en sus celos, en sus miedos y en ellas. Para Bianca si lo de anoche no cambia las cosas, entonces no tiene porque tratarla diferente de como lo hacía al principio. Francesca claramente quiere hablar y decirle algo, se sienta frente a ella con la taza de café y unas tostadas para compartir y que hablen, pero Bianca no tiene ganas de hablar, ni quiere verla.
Cuando comienza a llorar no puede parar y en cuanto la vio aparecer le dieron ganas de llorar ¿Por qué no puede quererla? ¿Por qué se resiste tanto? ¿Acaso no se habían acercado lo suficiente? ¿Acaso ella mal interpretó las cosas?
—Debo irme —señala el bolso y una maleta pequeña—. Viajo a una carrera en México, de motos —lava, seca y guarda su taza— te veo en unos días.
—Exi… —la puerta se cierra de golpe antes de terminar la palabra— tos.
Una parte que lleva ignorando desde hace tiempo, la parte que siente cosas por Bianca, le arde con la indiferencia de ella, le duele, pero también sabe que su reacción es el resultado de su manera de actuar anoche. Es la primera vez que la pasaba tan bien con alguien, ninguno de sus exs le había dado tan buen sexo oral, o la había follado tan bien como lo hizo Bianca y quiso besarla, de verdad quiso y hasta quedarse a dormir con ella o repetir. Pero tiene miedo de asumir que se está enamorando, que no es solo un matrimonio arreglado y que el compromiso va en serio.
Su familia tiene todas las fichas y presión puestas sobre ella, la fusión tiene que llevarse a cabo, no solo depende su familia de este arreglo, sino también un montón de empleados a su cargo ahora.
Su misión es quedarse con la mayoría de las acciones de la nueva empresa para así tener el control de la misma en cuanto a decisiones de peso. Por eso se ofreció ella como tributo para llevar a cabo el contrato de fusión. Estar en esa posición de poder le traería más beneficios a largo plazo. Pero se pregunta hasta cuándo podrá mantener la farsa de que ella en realidad odia a Bianca, porque desde hace tiempo no lo hace. Entra a la habitación de la piloto, dónde estuvieron juntas. Toca sus cosas y se sienta en la orilla de la cama, toma su almohada y la huele, se acuesta acurrucada abrazándola ya que tiene impregnado su olor.
«Que imbécil fui anoche, debería haberme quedado, debería haberte dicho que te quiero y que me gustas, que me gusta pasar tiempo contigo, que gracias a Dios que vivimos juntas porque me encanta verte a diario. Debería haberte dicho que me da miedo que me ames, porque no tengo mucho para ofrecerte y siempre las personas en mi vida me han pedido algo a cambio, y sé que tú no eres así, y eso me aterra, porque no estoy acostumbrada a eso, porque no sé como actuar y cuándo te des cuenta todo lo que eres y lo que soy, quizás no te baste y me dejes ¿Qué haré con todo este amor que llevo dentro entonces?».
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