16 Algo cambió en nosotras
Francesca
Quizás fue el hecho de darme cuenta de que le rompí el corazón en la adolescencia, quizás fueron las palabras del investigador privado cuándo me dijo que ella es una buena persona, quizás su gesto de darme las llaves de su oficina en los Rossi, quizás besarnos o mejor dicho corresponderle el beso en el almacén de telas a solas, o querer besarla de nuevo cuándo jugamos con los niños, quizás es porque en estos días fui logrando descubrir otras facetas de ella que desconocía, o porque su beso inesperado que correspondí en ese galpón movió algo más en mí, pero últimamente ella no me cae mal, para nada mal.
La soltura que tiene para sonreír con facilidad, su buen humor la mayor parte del tiempo, aunque muchas veces trata de volverme loca o hacerme enojar, cosa que hace ahora con menos frecuencia y ha calmado mi urticaria del estrés que me provocaba tenerla cerca. Veo su amabilidad hasta con los perritos de la calle, dónde se para a acariciarlos y saca una bolsita de alimento de la mochila que lleva solo para cargar esa bolsa y su billetera.
—¿Por qué lo haces?
—¿Hacer qué?
—Llevar siempre una bolsa con alimento de tu mochila.
—A mí no me cuesta nada y a ellos les llena el estomago un día más, nunca sabes cuánto tiempo un perrito ha estado sin comer o sin tomar agua, ellos también necesitan de esas cosas básicas.
Uno de los movimientos de su cuenta es dinero destinado a una organización que ayuda a animales de la calle, investigando más a fondo la dirige una veterinaria llamada Margot Beiball con su esposo, un tipo de negocios con una cuenta y unos buenos par de ceros, también ayuda a una mujer llamada Bernabé de etnia hindú con su comedor para inmigrantes o personas de la calle y no solo lo hace de manera económica, ella ha ayudado a servir muchas veces la comida. Ahora puedo verla con otros ojos y no solo con rabia. A la final no me tocó tan mala esposa.
Bianca
Tal vez estaba un poco equivocada con respecto a Francesca, la verdad es que debajo de esa manera que tenía de ser al comienzo, hay una mujer inteligente, con sentido del humor y amable. Ahora si me recuerda un poco a la chica de la cual me enamoré en mi adolescencia, siempre dispuesta a ayudar a los demás. Hace unos días salimos a pasear por el centro, quería comprar algunas cosas para el viaje que debo hacer y para mandarle de regalo a mi madre, unos dulces típicos de Italia que me ha pedido desde hace un tiempo, entonces vi esta faceta suya que me sorprendió pero me gusta.
—Espera —Me tomó del brazo.
—¿Qué pasa? —La miré extrañada.
—¿No es hermoso? —Entre medio la multitud que caminaba con algo de prisa y los turistas, me tomó de la mano y caminamos un poco hasta tener una mejor vista del atardecer— Me gusta apreciar momentos cómo este, casi me la paso trabajando todo el día, pero cosas cómo estás merecen tomarse un tiempo para ser admiradas
—La quedo viendo— ¿Qué pasa?
—No imaginé que… —siguieras teniendo el mismo gusto por ver atardeceres desde que eras una adolescente, eso tampoco ha cambiado— te tomaras el tiempo para ver esto.
—No soy tan frívola como crees. Solo que no todos merecen conocer partes mías —Se quedó callada y estuve a punto de molestarla, pero decidí mejor no hacerlo.
—Gracias entonces por dejarme ver eso —Tomé su mano y le di un cálido apretón. Terminamos de ver el sol ocultarse, ella grabó un vídeo, le pedimos a alguien que nos sacara una foto de espaldas tomadas de la mano mientras el sol se ocultaba. Últimamente puedo decir que desde que tenemos que rozarnos y compartir tiempo juntas, disfruto de pasar tiempo con ella— ¿quieres ir a cenar?
—Claro, si tú invitas.
—¿Está en nuestro presupuesto un gasto cómo este, futura esposa?
—Llegaremos a fin de mes, si es lo que te preocupa. Menos mal que yo llevo las finanzas de esta casa —Ambas nos reímos.
—Bueno ya sabemos que eres mejor administradora que yo. Porque por mi fuera, nos gastamos todo de viaje y te llevaría a ver los atardeceres que quieras por el mundo.
—¿De verdad harías eso? —Me miró con ternura. La misma mirada cuándo hablé de los hijos.
—Bueno viajo mucho por las carreras, podrías venir cuándo quisieras. No es tan lindo cómo suena, a veces me toca dormir en una cama incomoda y comer comida al paso, pero podrías salir a recorrer la localidad y ver los atardeceres desde otro lado.
—¿Me lo dices en serio?
—Sí, Francesca te lo digo en serio. Es más te doy mi palabra, estás invitada cuándo quieras. No tenemos que ser enemigas.
—Gracias —Sonríe y agacha la mirada.
Definitivamente estaba muy equivocada respecto a Francesca Lockwood, no es para nada la clase harpía que fue al inicio, y que bueno que no sea así, porque nadie aguantaría estar casado con un persona así mucho tiempo. Pero hay algo más en ella, hay algo que no logro descifrar aún, y es lo que intento averiguar ¿Cuál es su mayor miedo?
—¿Puedo hacerte unas preguntas? —sonríe y asiente—. La primera es más bien esperando una confirmación ¿te rascas detrás de la oreja cuándo estás estresada? —La miro lamiendo sus labios y sin poder evitarlo imito su acción.
—Sí.
—¿Yo te estreso?
—Ya no… tanto —sonrío y me muerdo un costado del labio inferior.
—Lo que tengas que decir dilo —sonrió.
—Más que una pregunta, es una duda que tengo y si no quieres, puedes no responderla —Dio una cucharada a su postre y suspire aclarándome la garganta al ver cómo lo come, como la cuchara se desliza por sus labios y sale limpia de su boca, como saborea el manjar en su lengua—. ¿Cuál es tu mayor miedo?
Mi pregunta la sorprende lo noto en su expresión, las cejas levantadas, los ojos bien abiertos y parpadea lentamente solo luego de un momento deja la cuchara en el plato y me mira cruzando los brazos.
—Te diré si me dices el tuyo, es un intercambio más que justo. No puede ser alguna fobia, como miedo a las arañas o al color amarillo.
—¿Por qué no? Tal vez le tengo un miedo terrible a los payasos.
—¿Y cómo has hecho para verte al espejo todos estos años, cariño? —me río y le tiro un servilleta hecha un bollito—. Siempre hay un miedo latente, uno que te aterra y a veces te paraliza.
—Mi mayor miedo es no ser suficiente para alguien. Creo que es una daddy issues —Agacho la mirada a mi postre a medio comer, y trato de seguir con una sonrisa, pero ni siquiera puedo hacerlo de manera forzada—, bueno no lo creo, es una daddy issue. Lo hablé mucho en terapia ¿sabes?. Lo odie por mucho tiempo a ambos —Finalmente se lo admito a ella. Nadie, fuera de mi psicóloga sabía que por un tiempo, odie a mi madre por meterse con un hombre casado—. Pero finalmente llegue a perdonarla con el tiempo, en cambio a él… —Trago desviando la mirada—. Fueron muy pocas las veces que me defendió y siempre estaba esa mirada de culpa, que nunca he sabido si era culpa de haberle sido infiel a su esposa, de haber dejado a mi madre embaraza o de no haber tenido los huevos para pedirme perdón por que sabía lo que su esposa me hacía pasar en su propia casa.
—Eres suficiente Bianca —Me tomó de la mano dejando a un lado su plato, cruzando su brazo por encima de la mesa. Sonreí sintiendo alivio y confort en sus palabras y su contacto se siente también reconfortable—, es más eres más que suficiente. Cualquiera con dos dedos de frente sería capaz de verlo —«¿incluso tú?»—. Incluso la gente que no te soporta como yo —Se acomodó el pelo en un gesto teatral que me hizo reír.
—Bueno, no intentes cambiar de tema —Saqué mi mano entre las suyas y le doy una palmadita a su mano en el dorso.
—Supongo que me toca —asentí—. Creo que mi miedo más grande —se coloca atrás en la silla y baja las manos a su regazo— es a fracasar, pero no porque esté mal tener errores, sino porque en el primer error sé que mi familia en vez de apoyarme o ayudarme a levantar, me va a aporrear en el suelo para decirme que por eso es mejor que las mujeres se queden en casa y ayuden a sus maridos. Ser una Lockwood es un gran peso. Creo que desde que tengo uso de memoria siempre he tenido que esforzarme el doble que mis hermanos, estudiar más, ser más rápida, inteligente, astuta, hablar más idiomas y por su puesto que el cansancio o tener la regla no eran excusas y aún así —Tragó y se limpió los ojos que comenzaron a llenarse de lágrimas, dándome una sonrisa triste—, jamás les ha sido suficiente. Fui la mejor de mi clase en la secundaria y la universidad, estuve muchas veces al borde de un colapso nervioso, les imploré que me llevarán a terapia y fue lo único que les he pedido en toda mi vida, luego de suplicar también que me dejaran estudiar una carrera —le tomé la mano acariciándola lo que relajó su cuerpo tenso—. Cuándo me recibí, fueron al acto una hora, se sacaron una foto conmigo y al llegar a casa ni siquiera hubo festejo de nada cómo con mis hermanos, que les hicieron un almuerzo con la familia y amigos. Mi padre se había ido de viaje y mi madre fría me miró y me dijo, es el título que nos debías, hemos invertido demasiado en ti.
Suspiré y no supe que decir, jamás alguien hubiera imaginado que Francesca Lockwood que parecía tenerlo todo, no tenía en realidad nada. Una familia que al parecer no la quería, unos padres que jamás la habían apoyado, sino más bien habían invertido en ella y en su educación cómo quien compra una casa, pensando en cómo sacarle en el futuro algo de provecho u ofrecerla cómo una buena moneda de cambio, presentándola a su futuro esposo cómo quién va a vender un auto, con todos sus logros, los idiomas que habla, su carrera, su belleza y su inteligencia.
—Vamos —la tomé de la mano, pagando la comida y ella me siguió sin cuestionarme— ¿Confías en mí? —ella asintió— Quiero llevarte a un lugar —Llegamos a la orilla y busque barcos disponibles, veo uno le pago y nos subimos, ya es de noche, él nos lleva lo más lejos posible que le permite su barco de la ciudad y lo más cerca del mar, que hoy está en calma— ¿Qué ves? —le apunté al cielo.
—¿Es una pregunta retorica? —Levantó una ceja y sonreí.
—Mira, a primera vista, ves el cielo y las estrellas, pero que ves aparte de eso —Ella cambió la ceja y me levantó la otra. Reconozco que es demasiado mental a veces, me coloqué detrás de ella rodeándola con mis brazos, estaba un poco más fresco en esta zona—. Yo veo un cielo estrellado, un mar en calma y una mujer inteligente, tenaz, que ha logrado mucho prácticamente sola, que me demuestra cada vez más, que tenía una opinión equivocada de ella —Me miró con los ojos llorosos e intentó voltear el rostro para llorar, pero no dejo que se apartara y la hice mirarme de vuelta limpiando sus lágrimas—. Si metemos la pata con esta fusión, voy a estar a tu lado Francesca y no voy a dejar que ellos se metan contigo, no olvides tu valor y todo lo que has pasado para llegar a ser quién eres hoy.
—¿Una arpía ricachona sin alma?
—Y engreída —me reí y ella intentó apartarse pero la abrace fuerte—. Hoy eres una mujer fuerte, con una carrera, una empresa y una futura falsa esposa dispuesta a apoyarte. Podemos dejar de ser enemigas y aliarnos, todavía nos queda un año juntas —apoyé mi mentón en su hombro— ¿Qué me dices? —giré mi rostro para mirarla de costado y aflojé un poco el agarre.
—Creo que mientras nos tengamos este tiempo y nos apoyemos podemos llegar a sobrevivir a nuestras familias
—Me estiró la mano—. Tregua mi dulce enemiga, que a veces me vuelve loca.
—Tregua mi adorable futura falsa esposa, que si tiene un alma.
Ambas reímos y aunque pudo apartarse decidió quedarse entre mis brazos y yo me pegue más a ella. Que bien huele siempre, que confortable se siente su calor, que gran vista me ofrece su sonrisa, mejor que la del cielo estrellado o el mar en calma. Creo que otra vez me estoy volviendo a enamorar de ella.
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