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15 Telas de bodas

Renzo había tenido la idea de que usaran las telas de la familia para fabricar los vestidos de novia, claro que ellas tienen que ir a elegirlas junto a los diseñadores, porque aunque Francesca tenga idea, Bianca no sabe absolutamente nada sobre el tema.

   Llegan ambas en el auto de Bianca al enorme deposito de la empresa, hacía años que ella no venía por aquí. Queda en un lugar apartado, tiene unas pocas casas cerca y niños jugando afuera con agua, hoy el día está bastante caluroso. La castaña abre el portón con el mando a control remoto luego de dejar el auto afuera bajo la sombra de los árboles ya que adentro el estacionamiento está en medio del sol, saluda al guardia de la garita y pasan, abre el portón y enormes rollos de tela apilados se abren ante ellas, el calor adentro es sofocante.

   —Mi hermano me dijo que dejó las telas de los vestidos atrás. Vamos.

   —¿No esperaremos a los chicos?

   —Hay una oficina en el fondo con aire acondicionado ¿Quieres igual esperar aquí?

   —No, claro que no.

   Sigue a Rossi adentro mirando las telas cubiertas de nailon transparente que las resguarda del polvo. Francesca ve impresionada el enorme deposito y por un momento pierde de vista a Bianca, voltea y la busca entre las enormes estanterías.

   —Bianca —No responde—, ¡Bianca! —Nada—, ¡BIANCA! —Comienza a entrar un poco en pánico, mira su teléfono y no tiene cobertura.

   —Aquí estoy. A ver, sígueme —le toma la mano— es fácil perderse. Ya me pasó cuándo era chica y me asusté bastante —Francesca agacha la mirada a sus manos juntas y luego al trasero de la castaña.

   —Pasa —Le abre la puerta, luego pasa ella y prende el aire—. ¿Quieres agua? —le ofrece la botella de la que acaba de tomar del pico y la otra la mira con asco— ¿en serio? Te recuerdo que compartimos babas de vez en cuándo.

   —Solo cuando es necesario.

   Ahí estaba otra vez esa enemistad ficticia que ambas se profesan, un gesto lindo opacado por una rivalidad que cada vez más se esfuerzan por aparentarle a la otra que les cae mal, porque debajo de eso hay un miedo real a enamorarse de su enemiga, o de no ser correspondidas, despúes de todo no sería la primera vez que Francesca rechazara a Bianca, pero podría ser la primera vez que Bianca la rechazara.

  —Con que con esa andamos, adefesia.

   Bianca enojada por su actitud, deja la botella en la mesa se acerca a ella trayéndola contra su cuerpo de golpe y la besa, mete su lengua y para su sorpresa Francesca le corresponde el beso siguiendo el ritmo de Bianca adentro de su boca, las cosas suben la temperatura y no por el calor que hace afuera, sino porque la castaña con las manos en su cadera busca la piel de la otra bajo su tacto que aunque tiene ambas manos sosteniéndose de sus hombros no la aparta. En cuánto la piloto toca con las yemas de sus dedos la piel bajo la blusa de la pelinegra y la acorrala contra la pared, Francesca reacciona y se separa de ella mordiendo su labio inferior con fuerza para luego tomar la botella y tirarle el agua helada en el pecho.

   —¿Qué carajo, crees qué haces?

   —Dándote mis babas, así no se te dificultaba tomar agua del pico —sonríe con burla y se lleva la mano a su labio mordido con fuerza—. Hace calor y me preocupa que mi futura esposa se deshidrate.

   —Eres una… —la toma del cuello de su camiseta mojada.

   Su teléfono suena, la piloto atiende sacandosela de encima y Francesca se limpia la boca. La ropa de Bianca no ha sido lo único que se ha mojado. La castaña la mira de reojo mientras habla con Gabe que las espera afuera. Ambas caminan a recibirlos, pero antes de llegar a poner un pie afuera del deposito Francesca la toma de la muñeca para frenarla y hacerla girar.

   —Vuelve a besarme así, sin que tengamos que hacerlo y usarán las telas familiares para envolver tu mortaja —La castaña le sonríe sosteniéndole la mirada, se acerca y le da un beso corto abriendo el portón de entrada.

   —No te tengo miedo. Yo coqueteo con la muerte en cada carrera, si vas a amenazarme —La toma de la cintura y ella no puede zafarse de su agarre ya que Gabe y Pierre están entrando, para ser honesta con ella misma, tampoco quiere—, hazlo con algo que de verdad me asuste o no me correspondas el beso —Le da un beso corto y se le acerca al cuello dejándole un beso húmedo, luego muerde su oreja tomándole la mano con la que iba a rascarse el estrés que le provoca y se giran a ver a los hombres que las miran fascinados—. Bienvenidos chicos.

   La pelinegra la mira seria mientras ella le sonríe saludando a los chicos, el sol ilumina a su futura esposa y por una fracción de segundo vuelve a mirarle el trasero. Tiene que parar con esto, pero no puede controlar a su cuerpo que reacciona a Bianca Rossi. Entran los cuatro y los chicos parecen niños en una tienda de dulces, se quieren llevar todo y más. Habían visto ambos modelos de vestidos y tienen una idea clara de lo que quieren, eso es una gran ventaja para ellos.

   —Entonces, nos llevamos estás telas, esta cantidad de metros cada uno —le pasa el papel con los metros Pierre a la piloto.

   La castaña se pone a medirlas y a cortar cada tramo que le pidieron ellos, envuelve cada paño y la de ojos claros no pude evitar otra vez, ver a su futura esposa. Sus brazos definidos, la concentración y la delicadeza con la que dobla y acaricia la tela bajo sus manos, tampoco se le pasa el sudor que se escurre por su cuerpo y cómo la otra se lo seca con cuidado de no ensuciar la mercancía. Cada una está concentrada en su labor, la pelinegra en mirar a la castaña, y la castaña en cortar la tela. Gabe le aprieta la mano a Pierre mientras conversaban para que viera lo mismo que él está viendo.

   —¿Te enseñaron aquí a medir y cortar las telas? —pregunta el rubio.

   —Lo aprendí por iniciativa propia de uno de los mejores empleados que tenía mi padre. Él me enseñó a cortar, medir y doblar la tela con el mayor cuidado posible —Sus ojos se llenan de lágrimas y ellos no preguntan más.

  —Coordinamos para vernos, cuándo ya tengamos los moldes, acá ya nos llevamos sus medidas.

   Se despiden de ellos, mientras Bianca apaga el aire de las oficinas, guarda las telas en el plástico transparente y termina de cerrar, haciendo todo sin ayuda de su enojada futura esposa. Caminan hacía el auto y la castaña ve a los niños challar y jugar con bombitas de agua, la pelinegra camina unos pasos adelante enojada y dándole la espalda con la oportunidad perfecta para devolverle el gesto que tuvo con ella y la botella de agua en la oficina. Pide un globito de agua y se lo estampa en la espalda, Francesca voltea a verla furiosa.

   —¡Estás muerta!

   Bianca corre hacía el lugar dónde están los niños con la pelinegra totalmente encabronada corriendo detrás de ella, al llegar Bianca la recibe con una manguera mojándola aún más.

   —¡El celular idiota! —lo toma en su mano con los ojos cerrados.

   Bianca con suma rapidez se lo quita de la mano y deja ambos teléfonos en una bolsa encima de un árbol. En cuestión de minutos hay dos equipos de niños, del lado de cada una, mientras ambas le dan dinero para abastecerse de globitos para llenar de agua. Se mojan con tarros, manguera y cuanto cuenco tienen cerca para empaparse. Lockwood quiere tomar a la escurridiza de Rossi, pero la hábil piloto se le escapa de las manos cada vez que siquiera llega a rozarla, entonces idea un plan con un niño, sabiendo que ella caerá.

   —¿Estás bien chiquitín? —se acerca Bianca arrodillándose, frente a un niño que llora pidiendo tiempo fuera—. No llores ¿te pegaste muy fuerte? —intenta ver la rodilla que él se agarra.

   Sin notarlo el grupo de niños del equipo de Francesca la rodea por la espalda a los demás que quedan, la pelinegra los soborna con lo que le queda de dinero en efectivo y la rodean por delante, a su señal la tira al suelo posicionándose sobre ella, sosteniéndole las muñecas y los niños las mojan a ambas pero más a la ya de por si muy mojada Bianca.

   —No debiste meterte conmigo Rossi ¿Te rindes?

   Bianca sonríe y le tira el agua que tenía en la boca cuándo el rostro de Francesca queda cerca de ella. La otra cierra los ojos y se enoja aún más.

   —Me rindo —le dice sonriendo.

   —¡Borraré la estúpida sonrisa, de tu estúpida cara!

   —¿Con un besito? —se ríe y la pelinegra lucha para no reírse también. Quiere ser seria y estar enojada y ella sale con estas cosas.

   —Con el foso para tu tumba —La otra hace puchero.

   —¿Ya estás más fresca?

   —Púdrete Rossi —la castaña se ríe.

   Bianca está por tomarla de la ropa y atraerla hacía ella para besarla cuándo una mujer sale a llamar a los niños, y Francesca se la quita de encima, Bianca se levanta y saluda a la señora, conoce a todas las familias, solía jugar con esos niños cuándo era chica, ya que sus hermanos no jugaban con ella. Francesca se va hacía el auto con una sonrisa enrome en el rostro, Bianca compra en un almacén una botella de agua fresca para ella que al verla borra su expresión, se le entrega en cuánto la ve apoyada de brazos cruzados totalmente empapada en la puerta del auto.

   —Te juro que no tiene mis babas —la otra la toma de mala gana y traga casi completa dejándole casi la mitad a Bianca, solo le alcanzo para comprar una con el dinero que le quedaba y era para Francesca.

  —Ay no que asco, vas a contagiarme tu seriedad.

   —Creo que el árbol va a saber apreciar mejor esta agua fresca —Amenaza con tirarla y la piloto la toma rápidamente de sus manos para de un trago terminarla.

   —Oh no mi dulce Julieta, has hecho realidad tu fantasía más oscura y has osado envenenar a tu prometida. —Hace la mímica de morir envenenada cayendo encima de ella.

   —Si serás payasa —se ríe pero se pone seria—. A ver que hace calor y estás pesada, quítate —se la saca de encima—. Aparte mi anti Romeo, osaré hacer uso de mis venenos cuando os despose, así queda todo lo que es vuestro a mi nombre.

   —¿Así? Duerme con un ojo abierto Lockwood.

   —De seguro lo hago, debes roncar como los autos que manejas.

   Entre risas se suben ambas al auto y la pelinegra piensa que hacía mucho que no se divertía así, pero claro que no se lo va a admitir a Bianca. La mira y se da cuenta que está sonriendo, entonces borra la sonrisa de su rostro antes de que la piloto lo note. Rossi no le cae tan mal, en realidad desde hace un tiempo no le cae mal.

   Llega a su departamento bajándose sin despedirse de la piloto y cerrando de un portazo. Bianca se muerde el labio inferior y sonríe, porque sabe que va a tener que pegar la vuelta, olvidó las llaves en el auto, así que la espera, la otra abre la puerta, y ella tiene las llaves en la mano sonríendole apoyada en el volante del auto.

   —Despídete bien de tu futura esposa.

   —No voy a besarte.

   —Tampoco quiero.

   —Chau rural, inútil.

   —Adiós, cariño —le tira un beso riendo y le guiña un ojo.

   Bianca se ríe y se va, Francesca sonríe mientras abre la puerta dándole la espalda para llegar a su departamento, hoy la pasó muy bien y por fin experimentó lo que tanto había deseado cuándo era una niña, participar en una challa.

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